Ideas base
La muerte de Alduin rompió el destino final que debía tener Nirn, destruido por la ira del Devorador de Mundos, para renacer en su siguiente Kalpa.
Debido a esto, la visión preclara de Akatosh, bendecido por Anu con la posibilidad de ver todo cuanto debía suceder en Mundus, pero sin la posibilidad de intervenir para cambiar sus acontecimientos.
Fue el Sangre de Dragón, al usar un Pergamino Antiguo en la Garganta del Mundo, quien rompió las hebras del tiempo que llevarían a la muerte a Alduin y, con ello, el fin de la visión profética del dios-dragón del tiempo.
Sin esta visión, Akatosh dejó de responder a las oraciones de sus sacerdotes y esta desconexión empezó a cundir el pánico entre su culto. Los sumos sacerdotes suprimieron cualquier rastro de disidencia, o que se supiera que el dios ya no respondía a las llamadas de sus fieles.
Uno de ellos, Phyleas Volkar, fiel servidor de Akatosh sintió esta ausencia del dios-dragón como una traición dando la espalda al culto. Empezó a conspirar en otra dirección, y si Akatosh no respondía, lo haría su hermano Lorkhan que, en cierto modo, era más real que el propio Akatosh pues los restos de su cuerpo orbitaban Nirn siendo las lunas de Masser y Secunda.
En realidad, Phyleas fue influenciado por Sithis que, deseando la destrucción de Nirn, desea que su hijo renazca para traer la destrucción y el vacío absoluto, rompiendo de este modo el ciclo eterno de reencarnación.
Los akaviri
Cuando llegaron las noticias de que los dragones y un Sangre de Dragón habían vuelto a Tamriel, un contingente de akaviri decidió regresar al continente para cazar a estas bestias una vez más y jurar fidelidad al Sangre de Dragón como sus antepasados lo hicieran ante Reman Cyrodiil.
Pero las noticias viajan despacio entre continentes, y los akaviri arribaron a las costas de Tamriel poco después de que el Sangre de Dragón desapareciera en Falkreath. Eran unos cien akaviri, fanáticos religiosos en su cruzada contra los dragones, y acudieron al lugar donde había desaparecido el Dovakhin. Allí a quien encontraron fue a Phyleas Volkar, lamentando la oportunidad perdida, pero tras ver a Phyleas usar el Thu'um aprendido por Julkooruth lo tomaron por el Sangre de Dragón poniéndose a su servicio.
Phyleas se aprovechó de su fanatismo y mediante la siniestra influencia de Sithis corrompió a los akaviri convirtiéndoles en su guardia personal que disfrazó como caballeros del templo de Akatosh. La orden de Phyleas fue clara: encontrar un dragón y matarlo, y de matar a todo testigo con quien se cruzaran.
La leyenda de sus asaltos empezó a crecer, y la matanza del Paso Pálido fue el epítome de aquello que dicen del "en el peor lugar, en el peor momento". Los akaviri no iban a por los legionarios, habían seguido al dragón para matarle y la columna a la que pertenecía Einar se encontró en medio de una batalla entre dos bandos. Pero gracias a la involuntaria intervención de los legionarios, el dragón escapó evitando que Phyleas se hiciera con su ansiado corazón.
Nacido en el seno de una familia imperial de viejo linaje vinculado a la Iglesia de Akatosh, los Volkar siempre fueron eruditos y sacerdotes de enorme influencia en Cyrodiil.
Pero el destino quiso que Phyleas fuera a ser el último de un linaje que sobrevivió a dos Eras enteras. Era hijo único y pronto se descubrió que también estéril, el resto de parientes había ido muriendo en distintas circunstancias con una lúgubre e imparable eficacia que llegó a llamarse "La Maldición de los Volkar".
Tras descubrir su esterilidad, Phyleas lo intentó todo, pero nunca tuvo éxito. Pidió ayuda a Akatosh, pero solo recibió silencio. Fue entonces cuando otra voz llegó a su mente en los silencios de la noche, una que le dictaba otro camino, uno que lo convertía en el adalid de un antiguo dios injustamente castigado como ahora lo era él. Sithis susurraba y envenenaba la mente de Phyleas que, aprovechando la ceguera de Akatosh, había empezado a actuar.
Convencido y corrompido por las palabras del Padre Oscuro, empezó a trazar un plan en el que liberaría a Lorkhan de su confinamiento y su aparente muerte, pues en el seno de Phyleas ahora solo anida un nihilista misántropo obsesionado con la destrucción de todo.
Para ese objetivo esperó durante años aguardando el momento, explorando los confines de Nirn y viajando a los planos de Oblivion, introduciéndose en lugares que incluso los propios Príncipes Daédricos rechazan ir. La misión estaba clara:
Iba a necesitar el corazón de un dragón, un hijo de Akatosh, para sacrificarlo en el blasfemo ritual en el que heriría al propio dios y rasgaría la realidad afectando al propio poder el Señor de los Divinos. Pero los dragones se cuidaban de amenazar en exceso a los mortales, pues no desean incidir en la ira del Sangre de Dragón y el propio Dovakhin era un obstáculo para los planes de Volkar, pues al absorber el alma de las sierpes no dejaba atrás ningún hueso.
La oportunidad llegó con Julkooruth, este arrogante tomó el control de una región de Skyrim desafiando al poder del Sangre de Dragón. Fue entonces cuando el sacerdote corrupto acudió a la sierpe y le ofreció un trato: Phyleas ayudaría a Julkooruth a matar al Sangre de Dragón, y a cambio este le enseñaría el Thu'um de los dragones. Apoyado por el poder de Sithis, Phyleas impuso su voluntad a Julkooruth que accedió a enseñarle, durante el año que tardó en acudir el Sangre de Dragón, Phyleas aprendió el Poder de la Voz aumentando así su poder.
El plan de Phyleas era sencillo. Mataría al Sangre de Dragón junto a Julkooruth en un ataque sorpresa, y cuando el Dovakhin muriera acabaría con el propio Julkooruth para hacerse con el preciado corazón de dragón. Pero ese plan fracasó. Phyleas subestimó al Sangre de Dragón, y se defendió con un Thu'um tan poderoso que reventó la montaña engullendo al propio Dovakhin y Julkooruth habiéndose volatilizado. El plan de Phyleas había funcionado a medias, el Sangre de Dragón había desaparecido, pero también Julkooruth por lo que seguía necesitando el corazón de un dragón.
Cubil de Julkooruth, año 416 4E, antes de arrasar Falkreath
Julkooruth se movía lentamente entre las sombras que proyectaban los pinos que rodeaban su cubil, incluso por la noche las la luz de las lunas causaban un efecto siniestro sobre la piel cobriza del viejo dragón, pues no era intención de la sierpe esconderse, sino causar terror por la sugerencia que proyectaba una imaginación fértil con aquello que uno no ve completamente.
Admiro tu ahkrin, mortal. la voz grave del dragón, raspada por la edad. Mientras los demás joor huyen de la dinok, la muerte, tú vienes a buscarla.
El imperial estaba en pie frente frente al colosal dragón, impertérrito, sin demostrar miedo, sino una seguridad de acero con la que ni siquiera temblaba. Julkooruth fue de los últimos dragones resucitados por Alduin, no por ser el menos poderoso, sino por ser uno de los pocos que antaño fue capaz de desafiar el señorío del predilecto de Akatosh y el Alduin jamás confió plenamente en Julkooruth.
No temo a la muerte, Julkooruth. respondió con voz tranquila, desapasionada. Hay destinos peores. añadió mirando al rostro medio en sombras del dragón, esto causó una grotesca risa leve que hizo temblar las copas de los árboles nevados que rodeaban su cubil. Como que tu alma sea devorada por un Sangre de Dragón.
Estas palabras hicieron que la bestia reaccionara con violencia, Julkooruth prácticamente se abalanzó sobre el humano con las fauces abiertas, pero incluso cerrándose a escasos centímetros de su rostro, no reaccionó. Aquello arrancó cierta sorpresa por parte del dragón, que habló entre dientes, con unas mandíbulas que fácilmente podían engullir al humano de un bocado.
Pero tú no eres dovahkiin, solo queda uno, y no está aquí. el resuello hizo que la capa del imperial bamboleara, sus ojos reptilianos escrutaron al imperial, paseó la lengua entre sus colmillos. No tienes faas, humano. Me intrigas. admitió, retrocedió lentamente, pero ahora aposentándose sobre las ruinas nórdicas revelando tu titánico tamaño. Vamos a tinvaak, a conversar, me hablarás porque estás aquí.. cuales son tus intenciones..
El imperial alzó la mirada hacia la exultante figura del gran dragón anciano, gesticuló lo mínimo, pero era contundente en su expresión corporal.
Alduin murió. La profecía del Fin de los Tiempos fracasó. El Sangre de Dragón impidió que el mundo acabara usando un Pergamino Antiguo para viajar al pasado, robar un conocimiento que no pertenecía a este tiempo y cambiando el orden de las cosas. explicó con tranquilidad, se llevó la mano al pecho, y sacó un colgante en el que se veía el símbolo de Akatosh, los ojos de Julkooruth se estrecharon. El Sangre de Dragón mató al Primogénito de Akatosh, ha asesinado a incontables de tus hermanos y vuestro Padre ahora está en silencio. Temes al Sangre de Dragón, sabes que vendrá a por ti tarde o temprano. Yo vengo a ayudarte a matar al Sangre de Dragón.
A medida que Julkooruth escuchaba las palabras del imperial, iba mostrando sus colmillos de forma más prominente y amenazadora, siseaba como una serpiente a punto de atacar. El imperial podía ver como si en cualquier momento la sierpe fuera a caer sobre él, pero este seguía imperturbable.
¿Por qué necesitaría tu ayuda, jul? El dovahkiin mató incluso al traidor Miraak, ¿qué posibilidades tienes tú que no pueda tener yo? lo midió con la mirada, amenazante. El imperial entonces lo miró directamente a los ojos, serio e implacable.
Porque cuando venga a por ti, vas a tener a tu propio sacerdote-dragón esperándole. las palabras del imperial causaron la sorpresa en Julkooruth, el dragón descendió de nuevo, se acercó al imperial y alzó una de sus alas atrayéndole hacia él.
Bien, jul. Julkooruth te escucha.. ahora.. tú aprende mi Thu'um. declaró el dragón mientras la noche seguía cayendo sobre el cubil remoto del viejo dragón.