3 de Helada. Mañana
Bocados más pequeños jovencita…- dijo divertido llenando su jarra – ten para el atragantón
Ante los ojos de cualquier otro, el sutil cambio en el rostro de Eldrid habría pasado desapercibido, así como su amargo tono de voz al hablar. Imitando el gesto de ella, se llevo la jarra ocultando su rostro tras ella, comprendiendo que había cruzado la línea.
Esta bien – dijo suavemente sonriendo tras la jarra – Eldrid, siento si te he molestado. Todos tenemos nuestras cosas – estaba claro que ocultaba algo que la hacia sentir incomoda y ahí estaba él para molestarla – se que no me conoces pero soy bueno escuchando si alguna vez lo necesitas
Danna los miraba con desconcierto en la mirada, como si se le escapara lo que estaba sucediendo entre su padre y Eldrid.
3 de Helada. Mañana
No tiene importancia, es solo que me pillaste desprevenida. No me esperaba algo asi. Agito una mano, quitándole hierro al asunto, disimulando y escondiendo lo que le dolia si quiera pensar en ellos. Pero te agradezco la oferta, te tendre en cuenta si en alguna ocasión necesito hablar de algo. Principalmente, ahora mismo no era el momento, por no decir que le costaba demasiado. ¿Y que hay de vosotros? ¿De donde sois y como es el lugar de donde venis?
Danna deambulaba a su alrededor observando entre los arbustos en busca de mariposas, mientras Aster sin perderla de vista prestaba atención a Eldrid. Le había quedado claro que era mejor no indagar en el tema familiar, le daba la impresión que había algo que aún no estaba lista para compartir con nadie y menos con alguien como él. Un desconocido. Así que recapacito unos instantes, mesándose la barba y pensando en su respuesta. No tenía nada que ocultar pero tampoco quería pensar demasiado en el pasado.
Venimos del Noreste de Tamriel, de las tierras de Roca Alta…aunque tampoco era muy difícil de deducir mi curiosa jovencita – rió divertido quitándose migas de la barba dándole una ojeada a Danna que ahora había pasado a recoger flores.
Le animaba ver como la pequeña pese a ser parca en palabras podía disfrutar plenamente de la naturaleza.
Es un lugar tranquilo para vivir, algo ajeno a los ajetreados – hizo una mueca poniendo los ojos en blanco en gesto sarcástico – problemas que suelen acechar al resto de Tamriel…
3 de Helada. Mañana
Escuchó como contaba cosas sobre el lugar de origen de ambos mientras seguía comiendo con calma y bebiendo de la jarra. Ella a cambio contaba algunas de sus trastadas cuando era más renacuaja. Mientras, Danna iba y venía, algunas veces a escuchar las travesuras de la Eldrid niña.
No tardaron mucho en terminar y recoger todo lo que había llevado Aster para desayunar aquella mañana y volver dentro de los muros de la ciudad, para luego dedicarse cada uno a sus tareas diarias.
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
Kennard estaba arrodillado delante de un grupo de tumbas recién hechas, estaba ejerciendo sus deberes clericales encomendando las almas de los difuntos al Aeterium. Eras consciente de que lo que allí había enterrado no eran cuerpos, sino cenizas. Después del alzamiento de muertos vivientes, nadie se atrevía a dejar sus difuntos enteros por miedo a que la mácula de la magia negra los reanimara. Cuando los llantos de los familiares se alejaban, Kennard se puso en pié con gesto grave, pero mejoró al verte a ti. Se acercó para besarte suavemente los labios en forma de saludo.
—Sere, te marchaste pronto hoy, ¿qué pasó? —preguntó con curiosidad.
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
Seretide suspiró, aliviada, al recibir aquel saludo por parte de Kennard, mirándolo fijamente, durante un instante, tras su pregunta, guardando silencio mientras fruncía levemente el ceño, como si de hecho se plantease qué debía responder.
- Ven. Siéntate conmigo.-dijo, apartándose del camposanto, buscando la hierba que se encontraba ya libre de tumbas para sentarse, esperando, sin decir nada, a que Kennard también lo hiciera para finalmente comenzar a hablar- ¿Por dónde empezar?-se preguntó, en medio de un susurro audible, mientras acomodaba su báculo, tumbado, a un lado de sus piernas, pensativa, enredando sus dedos en un mechón de cabello níveo.
- Alguien... Ha venido a traernos respuestas. -comenzó- Sobre lo que sucedió en la garganta del mundo. Y sobre lo que aconteció y sigue aconteciendo después.-indicó, tomando aire, despacio- Cuando tuvo lugar aquel horrible ritual, el dragón Paarthumax se presentó en la montaña, y observó lo acontecido. Y nos dijo que tendríamos noticias suyas, una vez encontrase respuestas a aquellos grandes interrogantes que nos atormentaban en ese instante.-añadió, tomando la mano del sacerdote, a tientas- No te he hablado a penas de lo que sucedió ahí arriba... No he tenido... El valor necesario. - se excusó, entrelazando sus dedos con los de Kennard- Pero sabía que tarde o temprano llegarían esas respuestas, y así ha sido.-indicó, mirándolo al fin- Dime, Kennard, ¿sabes quién es Lorkhan?
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
Kennard alzó la ceja cuando le pediste que se sentara a tu lado, estuvo a punto de soltar un chascarrillo, pero viendo la gravedad reflejada en tu mirada se abstuvo comprendiendo que era algo serio. Se sentó cerca, dejó que notaras su presencia a tu lado, tomó tu mano.
—Te escucho —fue lo único que dijo, arropándote con la palabra y el cuerpo. No se amilanó al verte azorada, simplemente se mantuvo sereno junto a ti, esa faceta sacerdotal que a veces sacaba a relucir, faceta que ahora creía que necesitabas que se manifestara.
—Sé que tiene muchos nombres, según el panteón. Y muchas historias sobre él, solo los Divinos saben cuales son ciertas —se encogió de hombros, te miró de soslayo con extrañeza —. ¿Por qué lo preguntas?
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
Seretide suspiró, tratando de encontrar las palabras- Lorkhan, el Perdido. Aquel que creó el Oblivion con tal de adelantarse a sus hermanos aedra. Aquel que engañó a los suyos para crear Nirn, y cuyo corazón permaneció en el mundo tras su marcha...-dijo, agradeciendo su faz serena en silencio, su disposición, mientras trataba de explicarse.
- Lo que ocurrió en la Garganta del Mundo, Kennard, fue nada más y nada menos que un intento por traerle de vuelta.-indicó- Un ritual perpetrado por el culto de Sithis, que utilizó una gema de alma oscura para arrebatar las almas de todos aquellos que perecieron a manos de aquella banda de bandidos descorazonados que había estao dejando estelas de cadáveres a los que ni siquiera robaban el oro, sobre la nieve.-añadió, refiriéndose a un hecho que de seguro Kennard conocía- Aquel que destruyó Masser, liberando parte del cuerpo del aedra, contenido en las lunas de Nirn, y que sin embargo no pudo ser completado, al irrumpir un grupo fortuito de aventureros en el templo de los barbas grises y destruir la gema...- indicó, mirándolo, finalmente, de nuevo, a medio camino entre el alivio y el horror, al recordar, al revivir algo que al final, había resultado ser útil.
- El alzamiento de los muertos, es una consecuencia, Kennard. Y esos que trataron de traer a Lorkhan de vuelta a nuestro mundo... -suspiró, una vez más, fijando la vista sobre su mano- Sospecho que tienen estrecha relación con aquellos encapuchados que protagonizaron la matanza de Bravil y utilizaron el artefacto que habían arrebatado a Azura y a su Elegido, quizá para intentar perpetrar el mismo ritual...
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
Kennard escuchó con gesto sombrío lo que le contabas, tampoco esperabas que saltara de alegría, pero una sombra oscura se había alojado en su mirada. Cuando mencionaste Bravil esos ojos velados brillaron un instante, pero no apuntó nada más, se quedó en silencio unos segundos. Volvió su rostro hacia el tuyo, cuajado de seriedad.
—¿Y.. qué hay que hacer? Tramas algo, ¿verdad? —unos ojos penetrantes se adentraron en ti, firmes, sabedores que no contabas aquello por gusto.
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
Seretide asintió- Lorkhan, con el tiempo, terminará de materializarse de nuevo. Pero no poseerá el poder de un dios, a menos que recupere su corazón, algo de lo que no se sabe nada desde el momento en el que el Nerevarino enfrentó al Tribunal. -indicó, mirándolo, fijamente- Nuestro contacto sospecha que el gremio de ladrones, en Riften, podría obtener alguna clase de información. Y hacia allí, supongo, es hacia donde deben dirigirse mis pasos.-concluyó, aún tomando su mano- Debo ir a Riften, Kennard. No puedo... Negarme.
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
La seriedad de Kennard, tan rara en él, apareció enseguida mientras te miraba y tomaba la mano con firmeza. Un lento asentimiento acompañó aquel gesto.
—No puedo ayudarte con eso —dijo con esa misma lentitud de gesto, apretó los labios —. No recuerdo nada de eso. Nada.
Bajó la cabeza para buscar tus ojos, una seriedad extraña para él, duraba demasiado.
—¿Hay algo que pueda hacer yo? —preguntó sin dejar de mirarte.
Cementerio de Helgen, después de la conversación con Serana
- No debes culparte, Kennard. -indicó, notando su mano sobre la propia, y posando la que le quedaba libre sobre su mejilla- No eres él. Hay parte de él en ti. Pero no eres él. -afirmó, suspirando, preocupada- No lo sé. ¿Qué estás dispuesto a hacer?- preguntó, cauta y paciente- Tu orden luchó una vez contra este culto. En Bravil. Esos nigromantes eran también adoradores de Sithis. Y a juzgar por lo que hacían, trataron de efectuar el mismo ritual que al final, ha tenido lugar de manera parcial en la Garganta del Mundo. Y está claro que el origen de esa vil nigromancia que está corrompiendo cada camposanto es una consecuencia del mismo ritual.