No parecía que ninguno de los maestros tuviera mucha idea tampoco de lo que estaba pasando, y eso no es que me consolara demasiado.
Respiré hondo asumiendo que no podía quitarme el dichoso anillo y miré con cierta mueca de fastidio a mi maestro, mientras intentaba animarme.
Me eché un poco hacia atrás cuando la maestra Maryon cogió mi mano para examinar el anillo y la miré con los ojos abiertos como platos.
-¿Elfos de las nieves? - No pude evitar un gesto de extrañeza. Había oído hablar de ellos, pero para mí no eran más que meras leyendas, los antepasados de los falmer que ahora vivían recluidos en la mayoría de ruinas dwemer, que una de sus reliquias estuviera ahora en mis manos, literalmente, me dejaba estupefacto.
Miré a ambos maestros con cierta inseguridad, "anda que no podía haber sido otro el que examinara el maldito anillo", pensé.
-Pues... no sé... no hice nada raro... creo...-
Miré a mi maestro y me encogí de hombros - Lo único que hice fue leer el hechizo del pergamino para detectar la magia. Y luego pasó todo. - Me froté la nuca e hice un gesto de disculpa - Siento no ser de más ayuda-
Podía ver los gestos de impotencia de los maestros cuando de repente otra vez el mundo cambió ante mí.
Me sobresalté y me aparté de un salto del elfo que apareció ante mí, tomando una posición de defensa y miré a mi alrededor, buscando la ayuda de los maestros, pero sólo estábamos ambos.
"Otra vez, no"
Le miré con cierta desconfianza tras su presentación, "¿Un psijic? ¿Aquí?" todo aquello era una maldita locura y ladeé la cabeza con un gesto que iba entre el fastidio y la desesperación.
-¿Pero qué diablos es lo que va a pasar? ¿Y porqué sólo lo veo yo? ¿Qué es este anillo? ¿Qué...?- Exhalé frustrado y levanté las palmas de las manos - Vale, no sé quién eres y no sé si puedo confiar en ti si no me dices algo más, como comprenderás.-
Le miré fijamente intentando parecer más duro de lo que era, había aprendido eso de mi maestro, pocos se negaban a contarle algo cuando imponía su presencia... pero yo no era mi maestro, desgraciadamente -Ejem, o sea... No quiero ofender, pero puede que fueras tú el que me metió esa visión en la cabeza, a saber para qué...-
Esperaba que me contara un poco más antes de tener que tomar ninguna decisión a la ligera.
El elfo mostró una sonrisa satisfecha, sutil como una brisa matutina. Te midió con atención y, tras un leve asentimiento que demostró ese reconocimiento, respondió.
Que pongas en duda lo que te rodea y te dicen revela que serás un gran hechicero algún día. vaticinó casi solemne. Miró a un lado, como si viera algo fuera del lugar, luego a ti. Hace veinte años el Sangre de Dragón usó un Pergamino Antiguo en la cumbre de la Garganta del Mundo para aprender un conocimiento que le permitiera vencer a Alduin. El uso del Pergamino rasgó el tejido del tiempo, una brecha sutil que se ha ido ensanchando a lo largo de todos estos años.
Hizo una pausa, apurado, te daba la sensación que el tiempo del que disponía se iba agotando.
El tiempo se ha roto, y el predilecto de Akatosh fue destruido por el Sangre de Dragón. dijo en tono revelador, te miró a los ojos unos instantes. Ve a Helgen, guardia rojo. Allí reconocerás las señales que aun no sabes que buscas.
La silueta de Quaranir se evaporó, y el tiempo volvió a correr con normalidad. Viste a tus maestros retomar la conversación en la que estaban enzarzados, ignorando lo que había sucedido.
Por un momento me quedé helado en el sitio, los maestros seguían hablando como si nada hubiera sucedido "Por supuesto, ellos no lo han percibido, el tiempo se congeló"..
Bajé la mirada para asumir lo que había ocurrido, por algún motivo confiaba en el altmer, no parecía mal tipo al fin y al cabo.
Cogí aliento y tosí suavemente para llamar su atención "A ver cómo les explico yo ahora esto..."
-Err... ¿maestros?. Yo... creo que debo ir a Helgen
Les miré a ambos con cierta incertidumbre, no estaba muy seguro de cómo se tomarían lo que iba a decir. Antes de que me interrumpieran seguí hablando sin tomar aliento apenas.
-Vale, no se que está ocurriendo pero aquí mismo ahora se me acaba de aparecer un tal Quaramir que dice que es Psijic y que pasa no se qué con una brecha en el tiempo hecha por el Sangre de Dragón hace años y que tengo que ir a Helgen para buscar unas señales.- Paré para tomar aliento y seguí algo dubitativo, ladeando un poco la cabeza- ... que ni siquiera sé cuales son, la verdad...-
Les miré a ambos las cejas levantadas, mordiéndome el labio inferior, esperando que mi maestro soltara algún exabrupto o dieran por hecho que la anterior experiencia me acababa de volver loco.
Onmund y Brelyna se quedaron perplejos cuando empezaste a decir aquello, se miraron significativamente y luego te miraron a ti, pero fue tu maestro quien habló.
¿Quaranir? ¿La orden Psijic? miró a su compañera. Hace veinte años hubo un incidente en el Colegio, ese mago intervino para evitar un desastre mágico con un artefacto muy poderoso.. ¿y ahora ha vuelto?
Hubo un nuevo silencio, reflexión, pero Onmund no se detuvo allí.
Lo que dice.. es grave. No tiene sentido que después de ayudarnos ahora no sea así. dijo pensativo. Los Psijic son maestros mer de la magia, una hermandad antigua y respetada, los creíamos extinguidos hasta hace veinte años, parece que no han estado quietos.. apretó los labios. No me gusta ir de este modo, ser.. conducidos, pero.. no tenemos otras pistas que seguir, Trik.
Te miró a los ojos, se acercó y puso sus manos sobre tus hombros apretando con suavidad.
Han actuado del mismo modo que lo hicieron con el Archimago, solo presentándose ante él. explicó. Deben ver algo en tu futuro para que hayan actuado de nuevo.. y si te mandan a Helgen. suspiró mirándote a los ojos, serio. Es decisión tuya, chico.
No sabía muy bien qué pensar ante aquello que me decía mi maestro, sentía una mezcla de excitación y miedo. Excitación porque quizás aquello me condujera a mi sueño de hacer algo grandioso. Yo había sido elegido para ello, ¿como el archimago?, una fugaz imagen de mi mismo volviendo triunfante a mi casa, con mis padres orgullosos y Hellina viéndome por fin como a un gran hombre, hizo que una pizca de vanidad se encendiera en mi pecho, pero también recordé el miedo que había sentido con la visión de mi hogar arrasado.
Ese último recuerdo fue lo que terminó de convencerme, si había alguna manera de evitar que ocurriera, no podía elegir cruzarme de brazos.
Miré fijamente a mi maestro, y me erguí como un soldado que se cuadra ante su superior, respondiéndole sin un asomo de duda:
-Maestro, si han decidido que debo actuar para evitar algún mal, no eludiré mi destino y haré lo que sea necesario. Iré a Helgen y descubriré qué es lo que ocurre... y cómo evitar que mi visión se cumpla.- Sonreí levemente - Con tu ayuda, espero... -
Sabía que yo no era ni mucho menos un mago experimentado, aun me faltaba mucho por aprender y la idea de confrontarme sólo a todo aquello me preocupaba. Pese a mi decisión de enfrentarme a mi destino, no estaba seguro de ser capaz de realizar semejante tarea por mí mismo.
Tu maestro escuchó tu determinación, viste el brillo del orgullo en su mirada y un posterior asentimiento. Cuando añadiste lo de con su ayuda, Onmund asintió, mas luego añadió.
Antes debo dirigirme a otro lugar, Trik. Consultar los grimorios guardados en el Palacio Azul de Soledad. explicó el mago con severidad, con un gesto de confianza puso ambas manos sobre tus hombros. Me reuniré contigo cuanto antes, tú debes partir de inmediato. Si es cierto lo que los Psijic temen, algo terrible está a punto de suceder y debemos impedirlo.
Hubo una pausa, la maestra Brelyna asintió apoyando las palabras de Onmund.
Has sido un gran alumno, Trithik de Lucero del Alba. dijo solemne. El mejor que he tenido en mucho tiempo. Ahora es el momento que demuestres lo que has aprendido en el Colegio y de mi. Ya no eres un aprendiz, eres un iniciado.
Asentí a mi maestro, con cierto pesar, no me gustaba la idea de ir solo, me había acostumbrado a viajar en compañía y sabía que echaría en falta la presencia de otra persona. Y aun más, me asustaba el enfrentarme sólo a lo que fuera sin saber nada apenas. Pero si mi maestro confiaba en mi, no iba a decepcionarle.
Cuando mencionó que ya no era un aprendiz, respiré hondo y un hormigueo me subió desde la boca del estómago hasta la garganta, llevaba mucho tiempo esperando aquello, era un gran paso. Una amplia sonrisa se formó en mi cara y no pude evitar abrazar a mi maestro.
-No lo hubiera logrado sin ti maestro, no podría haber soñado nadie mejor para enseñarme-
Me aparté y despedí de ambos, agitando la mano, nervioso y excitado.
-No defraudaré al colegio, os lo prometo. ¡Voy a preparar mis cosas!-
Una vez en mi cuarto, estaba tan nervioso que tropecé varias veces con la pata de la cama, tiré un par de libros de encima de la mesita y derramé la jarra de aguamiel encima de la cama.
Intenté calmarme, pensando en cómo mi madre tantas veces me decía que debía de respirar pausadamente y moverme con más calma, siempre que me ponía nervioso.
Mi madre... sentado en la cama acaricié el lomo de "La noche cae sobre el centinela", el libro de los guardias rojas que ella me había entregado, para que nunca olvidara mis orígenes... pese a que me había empeñado en seguir un camino que iba totalmente en contra de los mismos.
Miré hacia el vacío del techo, evocando los recuerdos de mi hogar y mis padres, la dulce sonrisa de Hellina y su cara de estupor cuando me despedí de ella justo después de aseverarle fervientemente mis sentimientos, pidiéndole que me esperaba. Hacía tanto que no los veía... y probablemente aun no podría verlos en mucho tiempo. Eso me entristeció, ahora no había tiempo, pero en cuanto llegara a Helgen les escribiría, y quizás tendría noticias de ellos pronto.
Suspiré hondo y cerré los ojos ¡Basta de lamentaciones, Trik! ¡Ahora debes de afrontar tu destino y convertirte en un gran mago, salvador de Skyrim! Sonreí feliz con la idea de convertirme en un héroe y vivir por fin una aventura tan grandiosa como las que había leído en los libros.
Guardé el libro, y el resto de las cosas que necesitaba y me preparé para ponerme en camino. Diciendo adiós al que había sido mi hogar los últimos dos años.