Mosqueado, a la evasiva del oficial respondió: - No se escaquee. Me da igual que sea su pareja. Quiero saber ¡ya!.
Mientras le ayudaba a incorporarse le contesta con un tono burlón, que denotaba que había algo más: - Que tienes muy mal gusto para la moda, sobre todo para las bufandas veraniegas. Rió un segundo, su mal y cabrón chiste.
Me intento enderezar para que mi voz y mi autoridad sonara como debería de sonar en un mando.
- No permito que me hable así, soldado.
Mi mirada no permitía discutir nada. No entendía que estaba pasando, pero sus hombres estaban perdiendo los papeles. Quizás sea la maldita selva... algo tiene que estar pasando en el ambiente para que esté sucediendo lo que ven mis ojos.
Me quito de encima a Murray con un manotazo, más al aire que a él. Mis fuerzas están en los límites y ni siquiera puedo mantenerme en pie.
- ¡Déjame en paz capullo!
Se aparta, más esperándose su típica reacción arisca, que de verdad por unos reflejos que le hubieran salvado de semejante y ridículo manotazo. Se puso en pie, y agarrándola de la mano, tiró de ella para ponerla en pie, para situarla en un lugar más cómodo: - Si, eso es que me queda poco para ser una flor. Le susurró confidencialmente.
No se podía quitar de la cabeza lo que había sucedido y estaba sucediendo ya desde hacía rato con la subteniente. El oficial se lo diría, si o si.
Ver la espada de la Sub alzarse contra mí ha sido la gota que ha colmado el vaso de esta mierda de selva. No digo nada, sencillamente me giro a Harding.
Acabemos con esto de una vez, quiero volver a casa.
- Es inviable esa opción, soldado. - Grité y mi voz retumbó por la selva.
Respiré hondo antes de continuar, tenía que relajar el ambiente.
- Hagamos el campamento aquí tal y como habíamos planeado y mañana continuaremos el camino. Tenemos que acelerar el paso o no llegaremos a la hora indicada a nuestro lugar de encuentro para que nos recojan. Montar el campamento.
Saqué mi mochila y me dispuse a ver las cámaras de seguridad que habíamos instalado en los árboles por nuestro camino. Todo parecía en orden.
Tenía que entretenerme con algo o perdería la cabeza. Rápidamente me dispuse a montar las tiendas de campaña para el descanso. Necesitaba mantenerme entretenida.
Me sacudí un poco la ropa y sin ningún tipo de ganas me puse a ayudar a Raquel a montar las tiendas de campaña. Era evidente que no era su trabajo, pero estaba deseando tumbarse y descansar.
- ¡Vamos gandules!
Aún me dolía el cuerpo, pero eso no impediría que ayudase.
La mercenaria estaba en el medio. Justo en el maldito medio.
En cuanto se apartase de la mercenario asaltaría a la subte, pero el oficial estaba solo. Era el momento. Se acercó a él para ayudarle y mientras le preguntó: - ¿Me va a contar? Sonaba a pregunta, y por educación y subordinación lo era, pero ambos entendían lo que estaba pidiéndole.
Otra vez. Miré a Murray con ojos serios. No era el momento para hablar y estaba cansado como para pensar.
- Mañana cuando partamos.
Fui seco y rotundo. Mañana cuando continuemos con la misión, podríamos quedarnos atrás y charlar un poco. Es posible que entonces si le cuente, aunque no estaba seguro de que fuese lo mejor.
Se puso en jarras. - Pues partirá sin mi. Ya he prestado bastantes servicios sin que me informase, y si no lo hace, pierdo toda la confianza en usted. Se dio la vuelta y se puso a recoger para marcharse. La daba igual su tosquedad. Podía matarlo por la espalda o por delante si quería. No pensaba continuar en esta situación.
Ya no confiaba en su oficial.
Trabajó en silencio rumiando sus propios pensamientos, aquella misión fácil solo empeoraba por momentos, cruzó su mirada con Murray, que estaba presionando al oficial, y negó en silencio con la cabeza.
Salgamos de esta jungla joder, y mandemos todo a la mierda después.
No tenía en quien confiar, la mercenaria les vendería a todos sin sudar, La subteniente estaba descontrolada, el oficial sabía más de lo que decía, y Murray parecía a punto de desertar...
Aquella presión que le estaba mostrando Murray no era lógica en ninguna de las situaciones. Además, estaba cansado de la jungla y de la misión, y eso que acababan de llegar. Apreté los puños y los dientes sin poder controlarme, pero me aguanté las palabras que pasaron por mi cabeza
- No haga locuras, Murray, en esta jungla no sobrevivirá solo. ¡Yo también estoy cansado! ¡Necesitamos descansar para aclarar nuestras ideas!
Mientras tanto, el campamento se terminó de montar. Me metí en mi tienda de campaña y me recosté para recuperar el aliento y ordenar mis pensamientos. Si Murray se iba, no iba a poner en peligro la vida de los demás por su culpa.
Cuando terminamos de montar el campamento, me metí en mi tienda rápidamente y la cerré. Necesitaba descansar, despejar mi cabeza. Algo tenía dentro que me estaba impidiendo actuar con normalidad. No podía controlarlo. Me tumbé y esperé a que el sueño me abordase, deseando que al levantarme, tener la cabeza más despejada.
- Pero para descansar necesito saber, si no la incertidumbre no me lo permitirá.
Le dio una última oportunidad. O le contestaba o se marchaba.
- Prefiero asumir mis propios riesgos que los riesgos de otro que me traiciona. - Que la Hermandad me Proteja.
Resople.
- No seas capullo Murray deja al Capi en paz, que está mayor. ¡No ves que no puede ni con su alma!
Me reí o al menos intenté, pero el dolor de mi cuello y músculos transformó mi risa en una mueca de dolor.
- ¡Vamos tío!
Abrí mi tienda de campaña y me dejé caer dentro, mitad del cuerpo fuera.
- Descansa de una puta vez.
Esta última frase, perdió fuello con forme iba acercándose a su final.
La verdad es que no quería marcharse, pero su orgullo de soldado le obligaba a hacer lo que sus palabras le habían dicho.
- Suerte en su misión. Fue su despedida y con eso se marchó.