Rengar cruzó la cueva y le detuvo poniéndole la manaza en la cabeza.
-Drizzt. Drizzt. Escucha. -Dobló las rodillas hasta tenerlo frente a frente-. Vas a ser mi escudero y tu primera misión va a ser vigilar el templo. Mientras nosotros estamos luchando contra el dragón, tú te quedas en la ciudad por si no podemos con él. Si ves que se acerca, haz que todos se pongan a cubierto. La Madre Segadora va a estar... hum... ¿cómo se dice? Bueno, que va a vigilar que lo hagas bien. Si no estás atento habrás fallado la misión. ¿Te has enterado?
El semiorco estaba muy serio, tanto como si la misión fuese real y la vida de gente dependiera de ello. La verdad era que quería inculcarle disciplina al chico. Era bueno, pero demasiado cabra loca todavía.
Drizzt no parecía muy convencido.
—¡Pero yo quiero ir con vosotros! —protestó, poniendo pucheros y acosando a Rengar con una mirada arrebatadora... que pronto incluyó a Galatea—. Gala, ¿a que me dejas ir?
Esbozó una amplia sonrisa y asintió con vehemencia.
Galatea se había sentado en el tronco que habían arrastrado al interior de la hoguera cerca del la fogata para secarse un poco y no estaba prestando mucha atención a la conversación... pero cuando Drizzt la llamó giró la cabeza mirándolo con una ceja arqueada.
"¿Yo? ¿Yo qué pinto en... ?".
No es que estuviese muy acostumbrada a tratar con chiquillos. Bueno, no lo estaba. Sin embargo, cuando vio cómo se negaba a la petición de Rengar "porque quería ir con él" no pudo evitar asociarlo a ella misma cada vez que tenía que dejar a Áscalon en alguna parte. Quizá...
—Drizzt... ven un segundo—levantó una mano haciendo un gesto vago en el aire para que se acercase, cuando lo hubo hecho añadió con media sonrisa—. Rengar te está pidiendo algo importante. Si el dragón se acercase al pueblo significaría que hemos metido la pata y entonces lo tendrás que arreglar tú. ¿No has dicho hace un momento que vas a ser mejor que nosotros? Pues eres el más pequeño y más rápido, eres el que mejor lo puede hacer.
Igual haciendo que el chico se sintiera indispensable, surtía mejor efecto... Por supuesto estaba exagerando para seguirle el juego a Rengar pero a ella no le era difícil mantener la expresión indescifrable.
—Ademas, si le haces caso—añadió metiendo la mano en la mochila como si buscase algo, sacó entonces una pequeña esfera hecha de cristal y se inclinó ligeramente hacia adelante aunque la sostuvo con una mano dándose un aire misterioso—, te regalo esto, es mágica. ¿Hace?
Drizzt se olvidó de Rengar, del escudo, del dragón y del pueblo.
—¡Hala! ¿Qué es?
Galatea separó ligeramente la esfera a propósito para que no pudiera verla bien y repitió como si quisiera una confirmación antes de responderle:
—¿Hace?
Levantó entonces un dedo en gesto de advertencia.
—Tiene que ser una promesa de verdad, Drizzt, no una hecha a la ligera. Si no te lo tomas en serio, no te la daré—dijo—. Porque le preguntaré a la Madre Segadora qué tal lo has hecho.
Drizzt trató de alcanzarla, pero cuando Galatea se la retiró hizo un mohín.
—Que sí, que sí. Que yo defenderé el pueblo. No hay problema.
Khaila se mantuvo en silencio todo aquel rato. Cogió un par de moras más, deleitándose con el dulce jugo que inundaba su boca.
Escuchó a Rengar y enarcó una ceja sorprendida. Le gustó la iniciativa del paladín, de esa forma el niño estaría seguro y no se sentiría "abandonado". Siguió disfrutando de esas moras, sin decir nada.
-Es una cosa seria, Drizzt. Si de verdad quieres ser un paladín vas a tener que hacer esto muy bien -aseguró Rengar-. Ser un paladín no es sólo matar monstruos. Hay que aprender a obedecer.
—¡Pero obedecer es aburrido! —se quejó Drizzt y miró a Aidé—. Además, hay adultos que no obedecen a nadie.
Aidé recorrió con la vista a todos los presentes, sorprendida por ser, de pronto, el centro de atención.
—No creo que quieras tenerme a mi como modelo para nada.
—¡Increíble! ¡Jamás pensé que estaría de acuerdo contigo!
—¿Cuánto tiempo voy a tener que estar soportando a este mentecato hasta que me dejen incinerarlo por el bien de la humanidad? —le preguntó Aidé al mundo.
Galatea tuvo que aguantarse el no reír entre dientes con el duelo de comentarios entre Aidé y Ossian. En lugar de eso se inclinó hacia Drizzt otra vez.
—Anda ya, obedecer no tiene por qué ser aburrido ni malo—animó con media sonrisa—. Pero si quieres ser un paladín tienes que dejar que Rengar te enseñe cómo se empieza, ¿no?. Y ante todo, los paladines protegen a la gente.
Acercó de nuevo la esfera de cristal, ahora el niño podía ver que tenía una especie de neblina blanca dentro.
—Siempre se premia que hagas un sacrificio por otros. Moral o materialmente, pero siempre alguien te dará las gracias.
Levantó un dedo y le dio un golpecito con la uña a la esfera. La neblina del interior empezó a girar lentamente, formando un pequeño remolino que ascendió en el interior de la bola... hasta convertirse en una nube en miniatura arriba del todo de la cual comenzó a caer nieve como por arte de magia. Una pequeña granja había aparecido en el fondo al descubierto tras moverse la niebla. De hecho, un granjerito diminuto en ese momento salía de ella hazada al hombro, tarareando animadamente y todo.
—¡Guau! —dijo absorto el niño al ver al granjero en miniatura, aunque pronto puso un gesto extraño—. ¿Pensáis que es así como los dioses nos ven a nosotros?
-Pero Drizzt -interrumpió Rengar-, la misión es la de poner a la gente a salvo. Nada de pelear, ¿de acuerdo? Cuando te enseñe a pelear, podrás venir con nosotros. Por ahora vas a ser un vigilante, ¿vale?
Galatea se sintió un poco extraña cuando Drizzt hizo aquella pregunta, tenía la sensación de que "la hubiera comparado con una diosa" y no es que le gustara mucho eso pero no dijo nada.
—¿Cómo? ¿Diminutos?—sonrió de lado ante la ocurrencia—. Yo creo que los dioses son más cercanos como para no vernos tan de "lejos". Aunque siempre puedes preguntárselo a la Madre Segadora. Es una mujer muy sabia.
Levantó la cabeza y señaló con la barbilla a Rengar como instándolo a prestarle atención a él y a contestarle.
"Y tan cercanos que están siendo los dioses últimamente".
-Hum. Los dioses... Los dioses... Una amiga me dijo una vez que Ilmáter era como una capa abrigada. Mientras lo tuvieras contigo, no pasarías frío o necesidad. Sólo cuando te lo quitaras sentirías que algo falta. Así son los dioses. Están siempre ahí aunque no lo notes. Pero cuando no están... No es que nos miren como si fuéramos hormiguitas, están con nosotros... como... -Hizo gestos de envolverse-. Como una capa.