Partida Rol por web

Estaban nuevamente en la sala de reuniones de la comisaría. De camino allí Montalbano se había parado en informes para solicitar la documentación e historial de Robledo y Agraman. Ahora la tenía allí delante de él: una serie de fechas, actos de servicio, condecoraciones y demás historial laboral. Robledo había estado en servicio activo desde 1986 hasta la actualidad con destino únicamente en Madrid. Agraman tenía un recorrido más diverso: desde 1982 hasta la actualidad había estado destinado en Oviedo, Bilbao, Granada y finalmente Madrid¹.

Gutierrez no paraba de moverse por la sala de reuniones, jugueteando con un cigarrillo entre los dedos como sustitutivo a encenderlo y calmar las ansias que tenía de darse un chute de nicotina.

- Joder... - murmuraba de vez en cuando antes de darle un trago a la taza de café, sin importarle que estuviera ya tibio.

Aún mascullaba las palabras de Montalbano: "hay un patrón en las víctimas".

- Al menos tenemos una ventaja, conocemos a Robledo, podemos seguir su pasado, ver si se cruza con alguna de las otras víctimas. - miró los expedientes de las tres víctimas sobre la mesa, sin llegar a tocarlos. - Una vez encontremos ese punto, será más fácil deshacer la madeja.

Sacó un plano de la ciudad de uno de los cajones y lo extendió, marcando con un rotulador las tres escenas del crimen.

- Tenemos localizaciones y tramos de horas, tenemos que localizar cualquier cámara en esa zona y ver si pillamos un coche o una persona que coincida...

Miró al resto, sabedor que lo suyo eran las calles, patear tanto el asfalto como las pelotas de algún sospechoso, pero el resto tenían más experiencia en lo que podía motivar a los zumbados que estaban haciendo eso.

—Me gusta esa línea Gutierrez— comentó Montalbano —Algo me dice que quizá podríamos comprobar la presencia de los sospechosos del incidente con Spinola en el barrio de Robledo. De ser así la trama se complicaría aún más—

Repasaba de nuevo las carpetas con los datos que tenía a mano pero no lograba hacerse con ellos. Su cerebro se había apagado. Solo había una cosa que ocupaba su cabeza, que le obsesionaba casi.

—Bueno pues yo ya no puedo más— dijo en una expresión que solo revelaba su cansancio —Necesito despejar las ideas. Quizá una ducha y un coñac. Le daré vueltas a esto que tenemos entre manos, lo voy a mascullar y cualquier cosa que encontréis me llamáis. Voy a ver si sigo una corazonada que tengo... mañana en la mañana estaremos con jurado en la estación de Chamberí, lugar del que se hicieron algunas llamadas a una de las víctimas. Veremos si eso nos dice algo.

—Adiós—

Dijo y con esto recogió su americana y se dirigió a la puerta.

- Necesitamos descanar algo y retomar mañana esto con fuerza. - respondió a Montalbano.

Él también necesitaba un whiskazo pero eso se lo guardaba para cuando llegara a casa.

- Pediré que un par de patrullas revisen todas las cámaras de la tres zonas a primera hora para solicitar a un juez la petición de todas aquellas que no nos las den voluntariamente. - miró a Soane y Cortés y añadió. - ¿Qué pasa con el tipo ese de Galicia?

Cortés dudó un buen rato sobre como responder a la pregunta de Gutiérrez. La respuesta podía ser la misma pero en la medida en la que él mismo se creyese la historia del malhadado Isolino o no, esta sonaría de un modo u otro en los oídos de su interlocutor. Y ese era el problema de fondo... Gustavo aún no había decidido si creerse la historia o no.

- Ese tipo está loco... - atajó. - Sin embargo... verás, en el Hospital dónde teóricamente murió la Adelaida verdadera cometía ciertas irregularidades. El Doctor Santellán fue el epicentro de una aparente trama de niños robados. Niños que ingresaban enfermos... se firmaba un acta de defunción falsa y el niño era legalmente adoptado por alguien. Así Adelaida murió para seguir viviendo como hija de una mujer rusa de la que poco sabemos: Illyna Martyvona.

Gus hizo una pausa para pensar. La decisión aún seguía martilleándole la cabeza.

- La cuestión es que de aquella época ya poca gente queda viva... o cuerda. Y Isolino García no es una excepción. Nos dieron referencias de que este celador que ayudó al doctor Santellán entonces seguía con vida... ingresado en el Hospital de Conxo. Un psiquiátrico dirigido por un tal Romeo Carbero. Un tipo igual de siniestro que sus internos. Un tipo que se hizo el remolón para dejarnos hablar con Isolino hasta que al final le convencimos. Lo encontramos en una celda asquerosa... detrás del cuarto de calderas. No una habitación acolchada como cualquier interno. Encerrado y atado como un animal. Balbuceaba... divagaba... pero... pero sabía cosas. Nos habló de la mujer rusa... peligrosa y poderosa, al parecer. Nos habló del doctor Santellán... se refirió a él como El Gran Mestre. Nos habló de los Carceleros... personas que no tenían vida... ni pasado, ni presente... un lienza vacío... un cascarón.

El agente volvió a hacer una pausa. Sin saber cómo ni por qué su voz se iba afectando por lo que decía. Era imposible no hacerlo. No ver las conexiones con la realidad... los asesinatos... la muerte de Robledo.

- Un cascarón como Robledo... Le he pedido a Agraman que traslade a Isolino a Madrid. Él me pidió que lo trasladase y nos aseguró que nos ayudaría. Pero necesitaba que lo alejásemos de Romeo Carbero. Pero ahora pienso que igual llegamos tarde y... no sé... no sé qué creer. Estoy hecho polvo.

Aldara desearía pedir todos los análisis que se han ralizado en los escenarios, si el patrón que hemos visto es coincidente, puede que en ellos exista algo que no vemos y que puede ser una conexión final con algo que no hemos visto porque lo habrmeos pasado por alto.

Gutiérrez tenía razón. Era necesario descansar.

Aldara dejó una petición un tanto extraña en el departamento forense: analizar si existía una coincidencia en los escenarios que cuadrase dentro de la posibilidad de que pudieran ser escenarios simulados, no hogares reales. El de Robledo incluido. Esto dejó perplejo a Santos pero su función era presentar análisis y no discutir las líneas de investigación.

Por otro lado antes de retirarse recibieron la notificación de que se había solicitado el traslado de Isolino García desde Galicia. Los trámites se cumplirían al día siguiente y seguramente en un par de días lo tendrían alojado en un psiquiátrico a las afueras de Madrid. Parecía que Agraman estaba dispuesto a cumplir con las solicitudes de sus investigadores.

Aún así mientras los demás se retiraban a descansar Montalbano condujo su coche hasta las Rozas, donde el nuevo director de la investigación tenía su casa. El chalet del Comisario Superior estaba en una de las zonas más tranquilas y algo alejadas del centro de la urbanización. Rodeado por un cierre de altos setos contaba con una parcela propia. A esas horas había poco movimiento en aquella zona.

Guillermo atravesó el antejardín aún preguntándose que cojones hacía en ese lugar. Por momentos le parecía una locura, pero sabía que la acidez del estomago no iba a remitir el resto de la noche sino venía a comprobar la casa de Argaman por su propia cuenta. Respiró hondo y llamó al timbre. 

Los segundos a la espera hasta que le abrieron le parecieron eternos. Pensó en irse y dejarlo todo como en una broma, quizá una chiquillada de los chavales de la zona. Pero se mantuvo firme. 

Ninguna de las excusas que había estado cavilando le parecían creíbles. Estaba empezando a pensar que eso de improvisar sobre la marcha no iba a salir muy bien. 

Durante un rato espero frente a la verja. Una voz cansada, de mujer, le contestó al telefonillo. Tras identificarse como uno de los agentes al cargo de una investigación hubo un momento de duda. Luego se notó como colgaban el telefonillo y una mujer abrió la puerta principal del chalet. Debía tener una edad aproximada a la de Agraman y vestía con una discreta elegancia.

Cruzó el patio sin abrir en ningún momento la reja que dejaba a Montalbano al otro lado de la propiedad y, de hecho, se detuvo a unos metros de la misma como si tan sólo quisiera constatar la presencia del agente.

—Lo siento señor Montalbano.— le dijo desde la distancia que les separaba —Pero mi marido no está en casa. Si lo desea puede llamarlo a la oficina.

Su rostro reflejaba una clara desconfianza. Y Montalbano no podía reprochárselo. Su presencia allí no tenía demasiado sentido.

Sin embargo quizás el viaje no había sido en vano. El viejo agente se fijó en el jardín clasificando ciertos elementos: una colección de herramientas de jardín descuidadamente dejadas junto a la piscina, un garaje abierto donde se amontaban con evidente desorden algunas cajas con cosas que seguramente los Agraman pensaban clasificar o tirar algún día. Eran ese tipo de detalles que evidenciaban un desorden inexistente en los casos anteriores. ¿O quizás era una simulación mejor? El viejo policía se acarició las sienes: aquello era todo una locura. ¿Se estaba dejando afectar por el caso?

La escena era dantesca y Montalbano no pudo evitar sentirse un poco enfermo por haber llegado tan lejos. Pero entonces recordó que esta misma mañana el hubiese puesto la mano en el fuego por que Robledo era un miembro respetable de la comunidad. Las cosas habían cambiado en poco tiempo. Y el se sentía muy cansado. 

Se despidió de la mujer no sin reiterarle sus disculpas por haberla molestado y volvió al coche. Al meter las llaves en el arranque pensó en que Agraman iba a saber de su visita. Analizó sus posibilidades. Fuese como fuese esa visita iba a parecer extraña. 

Apagó de nuevo el coche y dio un golpe al volante. Sentía que estaba perdiendo la cabeza. 

Aún espero casi una hora hasta que un BMW de última gama apareció por la calle. Era el vehículo en el que Agraman había ido a la escena del crimen.

El comisario en jefe redujo la velocidad al llegar a la altura de Montalbano. No era para nada normal ver un coche estacionado allí a esa hora y de hecho, mientras esperaba, el viejo policía había tenido que identificarse ante la patrulla de seguridad privada contratada en aquella urbanización.

—¿Montalbano?— preguntó Agraman tras bajar la ventanilla del copiloto —¿Se puede saber que hace ahí? Pensé que estaría ya en su casa recuperándose de los acontecimientos del día.

Gutierrez sentía su cerebro agotado. El subidón de energía y rabia al encontrar a Robledo se había agotado y ahora la tristeza de perder a un viejo amigo se mezclaba con el cansancio.

No prestó excesiva atención a Cortés cuando empezó a soltar un montón de nombres, incluido el de la mujer rusa, pero se despejó cuando se refirió a Robledo como un cascarón.

- ¿A qué te refieres con un cascarón? - le preguntó mientras veía a Montalbano salir, tratando de contenerse para no tener una enganchada con su compañero por la falta de tacto con el cadaver aún caliente.

Se frotó los ojos, claramente agotado, y levantó la mano para detener la respuesta.

- Mañana nos reuniremos descansados. - dijo mirando a todos. - Podremos mirar las grabaciones con nuevosojos, hacer una tabla con toda la información por años de las tres... de las tres víctimas, buscar información de todos esos nombres que has dado y del manicomio ese.

Patricia ya no lograba conectar sus ideas. Habían pasado más de 24 hs de la última vez que durmiera y el cansancio le estaba pasando una mala jugada, aunque no era la única que se veía así. El caso, con el componente adicional de que su jefe hubiera sido la última víctima registrada, aplastaba su cerebro y estrujaba su alma. Tal vez si durmiera, mañana podría hacerlo mejor.

-Me parece bien, Gutierrez... No sé que es eso de cascarones vacíos que comentan con Gus, en este momento no le encuentro sentido... Aunque a esta hora nada parece tenerlo... Y lo de Robledo... En fin, nos vemos en unas horas, ojalá podamos descansar algo.

Se despidió de sus compañeros y puso rumbo a su apartamento. Con suerte, el nuevo día traería una jornada mejor.

El insomnio le era ya natural después de años en el cuerpo. Poco más de una hora pasada de la hora de ir a la cama y su cuerpo lo entendía a la perfección. Estaba blanquecino, ojeroso, pero despierto cuando Agraman paró a su altura.

—Señor... ahuuuummmmm— toció un par de veces con la garganta seca —Hay algo de lo que me gustaría hablarle en privado. Sino le importa. No quería hacerlo delante de los compañeros...

Volvió a toser y dejó que el cansancio se apoderase de su cara. Sostuvo un silencio largo, esperando que Agraman le invitase a entrar en casa. Ese coñac le vendría bien, pero sobretodo le vendría ver comprobar que Agraman no era uno de esos... esos... en fin, el coñac le vendría muy bien.

Agraman asintió y abrió la verja de su propiedad para entrar con el coche esperando que Montalbano hiciera lo mismo.

—Mejor no hagamos ruido. Mi esposa estará ya durmiendo. Venga por aquí.

Guió a Montalbano rodeando el jardín hacia la zona trasera, donde estaba la entrada a través de una puerta de cristal al estudio. Por el camino el viejo detective se iba fijando en los detalles. ¿Resultaba aquella casa convincente? ¿Qué demonios significaba eso en realidad?

El despacho estaba púlcramente ordenado. ¿Demasiado? ¿Poco? ¿Igual que los otros? Pero Agraman no parecía ningún actor. Se dirigió a una estantería de la que sacó una botella de whisky y dos vasos. Una botella mediada. Montalbano se frotó la sien desechando el pensamiento de que estaba mediada justo por la mitad. ¡Aquello lo estaba volviendo loco!

—Entiendo que la situación es muy delicado. Gutiérrez ha dejado caer la posibilidad de que haya alguien dentro del departamento que pueda estar involucrado de alguna manera. Esperaba que alguno de ustedes me hiciera una visita similar antes o después.— le dijo el comisario jefe tendiéndole uno de los vasos —¿Y bien? ¿De qué se trata?

Montalbano aceptó el vaso y apuró un trago para dejar que su cabeza aclarase sus ideas. 

—Jaime...— dijo finalmente utilizando un tono premeditadamente cercano —Necesitamos información sobre Robledo. Tras la investigación en su apartamento creemos que hemos encontrado un patrón entre las víctimas. Pero solo podremos encontrarlo si indagamos bien en su pasado. 

Le echo otro trago al whiskey y paseo su mirada por la habitación, dejó que Agraman se impacientase antes de continuar. Mientras tanto se quedó con el mayor número de detalles que pudo.

—Creemos que las víctimas pueden tener una conexión que se extiende a su pasado. Es posible que hayan intentado borrar las huellas de esa conexión. Llegados a este punto preferimos que esta investigación venga de fuera de la comisaría y de una persona de confianza, que no vaya a filtrar a otras personas de la comisaría ni siquiera que se está realizando—

—Mire... se que esto suena muy mal. Pero no queremos cometer errores aquí. Puede que no sea nada. Puede que estemos más paranoicos que otra cosa. Pero si al final resulta que es así, será mejor tener cubiertos la espalda ¿No lo creé?

Después de eso Montalbano se quedó sentado respondiendo a cualquiera de las preguntas que Agraman tuviese para él. Pasados unos minutos le pidió que le dejase utilizar el bañó. 

Gustavo dejó caer la cabeza en señal de afirmación... ¿o era de puro agotamiento? De cualquier modo, con un viaje en coche desde Galicia hasta Madrid más los acontecimientos del día que ya concluía eran suficientes para agotar a cualquiera.

Había hablado... había dicho cuanto se le pasaba por la cabeza y eso no había contribuido a exorcizar aquellos pensamientos. Es más... le perseguían con la misma insistencia. Un nudo en la garganta se negaba a ser deshecho y mu probablemente ni el sueño más profundo y reparador, sueño negado a él desde años atrás, iba a conseguir resolver.

- Pediré un taxi... - concluyó.

Agraman parecía comprender la problemática presentada por Montalbano. Hizo unas cuantas preguntas que el detective resolvió con la mayor sinceridad posible pero intentando no desvelar sus cartas principales.

Cuando pidió ir al baño siguió el pasillo que le indicó su superior. Intentó quedarse con todos los detalles que podía. Todo estaba limpio y ordenador ¿demasiado? En el baño, en cuanto cerró la puerta echó un vistazo general. Estaba todo ordenado. Probablemente contarían con personal de limpieza en aquella casa tan grande y con un sueldo como el de Agraman podrían permitírselo sin problema. Pero de pronto algo llamó la atención de Montalbano. Era una estupidez. Un salvaslip que había caído fuera de la pequeña papelera cerrada que había junto al servicio. Abrió la papelera. Desechos. Suciedad cotidiana.

Abrió el mueble del baño. Polvo en la zona trasera. Una loción de afeitar mediada, con la etiqueta desgastada.

Casi sintió un estremecimiento de alivio. Aquello era humanidad. No podía ser un escenario.

Después de eso Guillermo sintió la necesidad de salir de aquel lugar corriendo y casi lo hace literalmente. Salió del baño y buscó a Agraman diciendo solo obviedades y hablando de forma atropellada. 

—Bueno señor, disculpe, Jaime... si, señor. Mire, ya le he interrumpido su descan... osea, que ya le he quitado... usted ya sabe tiempo. Y eso. y su familia—

Se dirigió hacia la salida y volvió sobre sus pasos para apurar el último trago de su copa. 

—En fin que buenas noches señor. 

Dijo y salió de allí como pudo, se subió al coche y condujo de nuevo hacia madrid. Necesitaba descansar y dejar que este día de perros pasara ya.