Asentí con la cabeza. Y dije hablando bajo, aunque todos pudieran oírme: - Uno participó. El otro no. Y el otro... no está claro...
La profecía de Bruno podía ponerles fácilmente a unos en contra de los otros, pero Agustín estaba seguro de que su cuñado no se equivocaba. Nunca se equivocaba. Y por eso No se habla de Bruno... Lo que había revelado Bruno dejaba una clara sospecha sobre Félix, Antonio y, tristemente para Agustín, también una de sus hijas, Isabela.
-Las profecías de Bruno siempre se cumplen. Yo confío en él -dijo Agustín, saliendo en defensa de su cuñado, sabiendo que lo más probable es que sus palabras terminaran siendo ignoradas-. Hasta ahora no se ha equivocado, ¿no? -planteó, ajustándose bien las gafas-. Tenemos que asegurarnos de la inocencia de las tres personas a las que ha visto en la profecía. -Miró a todos los presentes. Si alguien podía averiguar la inocencia de sus familiares, debía empezar por los tres a quien Bruno había visto. Eso ayudaría. Agustín respiró hondo-. Si no lo hacemos bien, podría ser el fin de la familia Madrigal -expresó el hombre, ligeramente consternado.
A pesar de las preguntas que distintos miembros de la familia realizan al que es su hogar, ésta no parecía responder; quizás tan confundida como el resto. Pero sí respondió a la petición que hicieron y con sumo cuidado el cuerpo de Mariano fue levantado del suelo, colocado sobre uno de los muebles y llevado por el movimiento de las baldosas a una habitación del piso inferior, usada antes como alacena y de la cual todos los objetos hicieron espacio para el cuerpo. La iglesia de Encanto hizo sonar las campanadas, mientras la noche caía sobre la Casita Madrigal...
Cierre de Día 1.