Partida Rol por web

Una vez más las campanas anunciaron la llegada de la noche y con ella la decisión de la mayoría. Expectantes, esperaron. Ya no había tanto temor a lo que ocurría, pues sabían que aquellos que acababan en la custodia de Casita estaban bien, a pesar de todo. A salvo de ellos mismos. Cuando todo acabara, podrían hablar, conocer las razones, entenderse. Empezar a sanar.

Los cimientos empezaron a moverse una vez más, aunque esta vez parecían dudosos. No hubo la velocidad como ataque de serpiente, mientras las tejas y baldosas se dirigían hacia donde estaba Mirabel, alzándose alrededor de ella como una espiral de escombros. Durante un instante, largo y eterno, la joven Madrigal los miró a todos con el corazón roto. Casita envolvió con amor, como si fuera un abrazo, a Mirabel.

Y así, desapareció.

La marcha de Mirabel no fue una sorpresa, al fin y al cabo ella misma lo había pedido y la familia había accedido, pero le seguía pareciendo un comportamiento extraño que no sabía a que era debido, quizás miedo a ser asesinada si era inocente, remordimientos de lo que estaba pasando si era culpable o simplemente echaba de menos a su hermana y a su abuela. Fuera como fuera ya estaba hecho y ahora afrontaban una nueva noche y la casa seguía sin abrirse, así que la mala noticia es que seguía existiendo el peligro. Se quedó callado un momento mientras observaba las reacciones de los demás, pronto marcharían a dormir, pero él quería hacer algo antes.

-Tío Bruno. ¿Podría hablar contigo en tu habitación sobre tus profecías?

Mirabel había sido la escogida para ser encerrada en el sótano, al lado de las otras sospechosas de la familia y Parce. Agustín se mostró entristecido, aunque en cierto modo también aliviado. Sabía que si Mirabel estaba encerrada, al menos nadie podría hacerle daño.

-No sé si habremos acertado, pero no he querido votarla -dijo el padre de Mirabel, con honda tristeza. Prácticamente todos sabían que Mirabel era la hija favorita de Agustín y su ojito derecho-. Y sin embargo, seguimos aquí, así que tiene que seguir habiendo algún culpable...

Agustín miró a algunos de los presentes. Antonio, Camilo, Pepa. Junto con él mismo, eran los únicos que podían tener opciones de ser culpables. Aún podían encontrar a los responsables y saber quiénes eran inocentes. Con suerte, los asesinos solo tendrían una oportunidad más.

-Si esta noche soy atacado, seguid a las abejas -advirtió a sus familiares, en un tono más serio del que usaba habitualmente-. Ellas os marcarán el camino hasta los culpables.

La amarga sensación al ver la forma en que Casita se había llevado a custodiar a Mirabel fue realmente pesante. No sabía si era porque la nueva casita había sido revivida gracias al pomo de Mirabel o porque Mirabel no era culpable. Pero la forma en la que se la había llevado como si la abrazase me pareció distinta a las otras votaciones. 

Se me hizo un nudo en el estómago. Mi cara de pena fue tan larga como dura... y totalmente abatido, me hundí en mi profunda tristeza.

Lentamente, y con manos temblorosas, fui a un rincón y cogí algo detrás de una maceta grande. Un balde. Mi balde. El balde de Jorge. Y como si quisiera ocultarlo todo a mi vista, me puse aquél balde cubriéndome totalmente la cabeza, quedándome totalmente cabizbajo. Y triste.

Y aún seguíamos aquí. A pesar de las mentiras a medias y lo poco que se defendió Mirabel. No entendí su actitud al final, no entendí porqué no se confesó delante de todos cuando yo mismo se lo pedí. Y no entendía por qué mintió sobre una parte de mi habilidad de esconderme tras las paredes. O era culpable, o se comportaba de forma extraña a propósito con alguna razón en mente.

-No.. Camilo... no puedes... - ni siquiera alcé la vista cuando le respondí - le prometí a alguien que sólo aceptaría inocentes confirmados en mi Torre para esta noche... - mi voz sonaba ahogada dentro de ese cubo. 

Era la primera vez en meses que la familia entera me volvía a ver con un cubo en la cabeza. Y eso no era una buena señal. Cuando me encerré en las paredes tiempo atrás, surgió la necesidad de usar ese cubo... ahora me sentía exactamente igual. La ansiedad empezaba a pasarme factura. Estábamos encerrados en Casita. Y al parecer, la cosa no estaba yendo bien.

 La partida de Mirabel dejo un sabor amargo en la boca de Antonio. Nuevamente había sobrevivido una votación en la cual su familia seguía viéndole como un potencial culpable. La primera vez le salvó su jaguar, la segunda vez Isabela le superó en votos y la tercera vez, ahora, Mirabel afrontaba el mismo destino. Prácticamente todos los que estaban en el calabozo habían "perdido" el juego de la confianza frente al chiquillo.

 Y obviamente, eso comenzaba a sentar mal. Incluso brotando algo de culpa en el corazón de Toñito.

- Todavía no entiendo qué es lo que tengo que hacer para mostrarles que soy inocente... ¡que yo no hice nada malo! Siempre estoy en la mira, y me hace sentir muy mal.

Casita se había llevado a su prima Mirabel y, tal y como ella pensaba, no parecía que fuera culpable, por lo que se acercó a su tío Agustín y puso una mano sobre su hombro mientras le reconfortaba.

-Yo tampoco pude votar por ella – Dijo mientras sus miradas se cruzaban.

Entonces Bruno volvió a ponerse aquel cubo en la cabeza para decirle a Camilo que no podía permitirle la entrada a su torre, mientras Antonio se desesperaba, tratando de probar su inocencia.

Dolores estaba tremendamente triste, pero no quería demostrarlo. Su familia se estaba desmoronando, y ella no sabía cómo hacer para que sus hermanos y el resto de los Madrigal dejaran de acusarse los unos a los otros…

-Toñito, Camilo… sabéis que toda la familia os quiere. Yo no creo que seais culpables de esto. Tiene que haber una explicación para todo lo que está pasando. No os preocupéis que todo se arreglará – Respondió, intentando animarles a ambos, sin saber muy bien cómo.

Julieta pudo ver con el corazón en un puño y lágrimas en los ojos, cómo Casita cubría con sus materiales y sumo cuidado a Mirabel. Su Mirabel... Las lágrimas rodaron silenciosas por sus mejillas, sin apartar la mirada hasta que su hija desapareció.

Dos... Le habían quitado a su primogénita y, ahora, a la más pequeña. Además de a su madre. Poco a poco, Julieta sentía cómo si fuese a hundirse bajo el suelo en cualquier momento. Pero debía permanecer fuerte, por Agustín y Luisa, por Dolores y Bruno... No podía confiar en nadie más en esos momentos.

—Yo tampoco voté por ella— su voz se quebró debido al dolor. Tomó un pañuelo y se secó las lágrimas mientras buscaba cobijo en Agustín y Luisa, acariciando la fuerte espalda de su hija mediana con suavidad y calidez.

No esperaba que Agustín mencionara lo de las abejas, pero le parecía un detalle bastante importante como para decirlo en voz alta. Quizás decidieran ignorarlo como objetivo esa noche, precisamente por ese dato...

Se acercó a su hermano y lo tomó de las manos con ternura. —Bruno, me gustaría hablar contigo en tu Torre.

Asentí triste con la cabeza-cubo a Julieta, y con gesto lento y arrastrando los pies, me dirigí a las escaleras que llevaban a mi torre. Totalmente abatido. 

Me paré en la puerta - Dolores también puede, si a Julieta no le parece mal... - abrí la puerta y entré, cabizbajo.

—Pues yo volví a votar a Antonio. Así empieza aparecer raro que haya sido la más votada.
Luisa se sentía mal por su hermana, pero si ella lo había pedido suponia que estaría bien.
Antonio volvió a hablar para no aportar nada. —Primo tal vez si aportaras algo, lo único que haces es decir que eres inocente, pero no haces realmente nada, no respondes lo que se te pregunta. Creo que tanto andar con tus animales te ha dejado tururú.

—Tio Bruno a mí también me gustaría ir a tu torre.
Dijo queriendo incorporarse a la reunión en la torre y ayudarle a volver a tener una de sus visiones.

Dolores levantó la cabeza ante la invitación de su tío antes de decir:

-Si Tía Julieta está conforme, estaré encantada de unirme a vosotros y a Luisa – Dijo tras darle un beso a Toñito y separarse de él, dispuesta a reunirse en la habitación de Bruno.

Yo voté a Mirabel. No me creí su discurso.

Nunca había visto a Bruno tan abatido, tapándose incluso la cabeza con un cubo metálico... No sabía cómo podía ayudarle, porque tampoco sabía cómo ayudarse a sí misma.

—Me parece bien— les dedicó una cálida sonrisa tanto a Luisa como a Dolores. Confiaba en ambas.

Habiendo recibido el permiso previo de Julieta, dejé entrar también a Luisa.

Camilo sintió decepción con las palabras de su tío Bruno, pero no podía obligarlo a que lo dejara entrar en su torre así que se encogió de hombros.

-Bueno, será mejor que me vaya a mi habitación. Espero que todos estéis a salvo esta noche.

No lo tenía del todo claro, ni siquiera si habían hecho bien expulsando a su prima Mirabel, era todo demasiado confuso. Sin añadir más se marchó a su habitación.

Viendo lo afectada que estaba, se acercó a Julieta y le puso una mano en el hombro.

—No te preocupes, Julieta. Mirabel e Isabela están bien. Están en un lugar seguro dentro de Casita. Podremos volver a verlas cuando todo esto acabe —dijo y a continuación le dio un fuerte abrazo.

Al oír la confesión de Félix, soltó un pequeño suspiro.

—Yo… también voté a Mirabel —confesó—. Me pareció muy extraño que dijera que es toda una detective… pero luego solo revelara información sobre Bruno, que ya sabíamos todos. Si de verdad es tan buena detective, ¿por qué no había averiguado nada más?

Mientras una parte de los presentes se reunieron a conversar en la torre del vidente, de pronto ocurrió algo inesperado. Vieron como Bruno salía corriendo de su habitación llevándose consigo a... A Bruno.

Y luego, no se les vio más.

Con pocas conversaciones, en una aparente tranquilidad, y sin estar seguros de que pasará, la noche fue llegando a su fin. ¿Que traería el nuevo amanecer?