Partida Rol por web

El inicio del cortejo entre Mariano y Dolores había sido durante la reconstrucción de la Casita, en el cual todo el pueblo había puesto su granito de arena para ayudar a aquella familia que tanto hacia por ellos día a día. De haber sido por Mariano Guzmán, la boda se habría celebrado esa misma tarde, pero Dolores, sabiamente, le había instado a ser paciente y esperar. Y esperaron.

Los Madrigal habían logrado superar la terrible crisis familiar, demostrando que unidos en amor no hacía falta nada más, ni siquiera los Dones. Como recompensa, la magia regresó a ellos, permitiéndoles ser de nuevo "fantásticos y mágicos". Una nueva promesa se había hecho ese día, no debían olvidar lo verdaderamente importante: que todos y cada uno era valioso por quién era. Que no había que ser perfectos. Que juntos, todos juntos, eran una familia.

Pero no todas las fisuras, que se acumulan y crecen por tantos años, pueden repararse en tan poco tiempo...

Pasaron los meses, y llegó finalmente el ansiado día. Ansiado, al menos, para Mariano Guzmán, que una vez más hacía el recorrido, casi en procesión acompañado por la gente del pueblo, en dirección a la Casita. Ya había caído la tarde y las primeras luces del pueblo habían sido encendidas, dando al Encanto ese aspecto apacible y mágico de un pueblo perdido en lo profundo de las montañas. Un paraíso.

En la Casita podía verse la frenética actividad de sus habitantes. Cada uno con sus propios pensamientos e ideas respecto a cómo debía ser esa noche. En el momento en que Mariano aparecía en la puerta, el corro del pueblo a unos dos metros tras él, la familia Madrigal estaba lista para recibirle... De la mejor manera que se les podía ocurrir.

Luisa como siempre, andaba de aquí para allá atareada, cargando todas aquellas cosas pesadas para una persona normal, pero que para ella moverlas no suponía ningún esfuerzo debido a su increíble fuerza.

Cuando Mariano hizo acto de presencia, la muchacha estaba transportando una enorme caja. Al verle se detuvo.

—¿Nervioso? —`Pregunto.

Si dejarle responder, le empujo hacia el resto de la familia con una mano mientras con la otra seguía sosteniendo la caja por encima de sus cabezas.

Como el pintor creativo que nunca termina su obra, pues siempre encuentra los más mínimos detalles para llevarla a la perfección, Isabela iba de un lado a otro con una sonrisa en el rostro, agregando y cambiando flores de diversos colores para que todos disfrutasen de una espléndida vista y agradables aromas durante la fiesta.
Justo cuando vio a entrar a Mariano, aprovecho para saludarlo con un amable e inocente beso en la mejilla.
Bienvenidos! Que bien te ves Mariano.
Era verdad que sentía una enorme ligereza en sus hombros, pues en realidad, aunque apreciaba mucho a Mariano, no quería casarse con él y sobre todo al ver tan feliz a Dolores, su prima.

Dolores y Mariano habían tenido mucho tiempo para conocerse, y la joven se había enamorado cada vez más de él.

Este era un día extremadamente feliz, puesto que, por fin, el amor de su vida se declararía delante de su familia, para obtener la bendición de sus padres y de su querida abuela.

Dolores no cabía en sí de alegría, aunque los nervios habían decidido extender sus siniestros hilos, sembrando una semilla de incertidumbre con respecto a su inminente boda.

¿Y si la profecía de Bruno aun perduraba? ¿Y si aquello que vaticinó Bruno sobre que el hombre de sus sueños estaría fuera de su alcance prometido a otra, conseguía hacerse realidad, con alguna variante, de una u otra manera?

Todo aquello enturbiaba su corazón en este día tan esperado, y por ello permaneció durante mucho tiempo en su habitación, en silencio, arreglándose y preparándose, sin solicitar ayuda de nadie.

Finalmente, y hablando aún menos de lo normal, si es que eso era posible, Dolores se dejó ver en la Casita, entre el bullicio de los preparativos de su compromiso, dispuesta a ayudar en lo que hiciera falta, tratando de alejar aquellos demonios que parecían reírse de ella, pero sin dar muestra alguna de sus sentimientos.

Félix colaboraba con los preparativos en todo lo que podía. Mientras iba de aquí para allí ayudando en una y otra cosa, también vigilaba el humor de Pepa, dispuesto a dispersar cualquier nube gris que se formase.

Todo ello, lo hacía con su dinamismo y energía positiva habitual, aunque, para quien le conociera bien, está vez había una diferencia sutil. Parecía algo inseguro... o más bien, no especialmente convencido.

En un momento en que se cruzaba con su amorcito, tanteó expresar sus pensamientos.

Oye, Pepa... tú... qué opinas de Mariano. ¿Te parece adecuado para Dolores después de que hasta hace apenas unos meses iba a casarse con Isabela?

Habían pasado unos meses de mi vuelta a la familia. Bueno, no es que nunca me hubiese marchado, pero ahora estaba ahí, de verdad, y podía comer de verdad en la mesa con el resto. La mesa de verdad, quiero decir.

Era maravilloso poder hablar con mis queridas sobrinas directamente y mis hermanas -en vez de estar todo el día Stalker-ando tras los muros-. Todos éramos felices, a mamá se la veía mucho más relajada sin ese gran peso bajo sus hombros. Mis ratas eran felices y jugaban con Antonio y sus amigos animales, y las telenovelas habían tomado una enorme diversidad racial animal. Moría de ganas por ver el siguiente episodio y descubrir quién traicionó a Alejandra (la rata) para hacerle creer que Roberto (el tucán) se había fugado con Annabella (el capibara)... que intriga!!

Pero hoy era un día especial! hoy celebrábamos el compromiso de Mariano y Dolores. Yo bien sabía ahora que el futuro tenía dos caras, no todo era blanco o negro... pero aún me pinzaba el recuerdo de la profecía que le hice a Dolores. Aún así, Mirabel nos mostró a todos que siempre hay esperanza. Y que las cosas cambian para bien!

Así que con una sonrisa salí de mi nuevo y renovado cuarto de la torre, con una de mis ratitas en el hombro, dispuesto a ayudar en lo que hiciera falta! -bastante patoso, me faltaba práctica para interactuar con humanos, pero lo importante era el trabajo en equipo-.

-B-bienvenido Mariano - dije con una sonrisa cuando le recibimos, tras esperar mi turno a que otros hablaran primero. Era un placer estar ahí en medio de toda mi familia, viendo en directo todo y pudiendo participar en aquel maravilloso evento.

Agustín estaba muy emocionado por la cercanía de la boda de su sobrina Dolores con Mariano. El joven era un buen partido y, si bien le hubiera gustado que se casara con una de sus hijas, sabía que la felicidad de las tres estaba por encima de todo y que Isabela tal vez no hubiera sido feliz con Mariano.

Ese día, Agustín lo había pasado muy atareado, cortando leña mientras se aseguraba de que no hubiera panales de abejas por la zona. Las picaduras de aquellos insectos podían ser muy dolorosas.

-Bienvenido, Mariano -saludó Agustín al prometido de Dolores, una vez que la familia Madrigal lo recibió. Le habló en tono cordial y simpático, con una sonrisa agradable-. Ahora vas a ser uno más de la familia.

La Abuela Alma, la matriarca de la familia Madrigal pese a haber aprendido a aceptar los desperfectos de sus familiares, seguía siendo una anciana recta y firme con su personalidad perfeccionista. Mirando de un lado a otro para que todo el mundo se comportara como debería antes del gran momento.

No es el momento de decir estas cosas. Mariano será una gran adición a la familia Madrigal. Y si hay amor de por medio, eso es lo importante. ¿O acaso crees que tuvimos tantos reparos en darte la mano de mi querida Pepa?. Ahora es el momento de sonreír.

Aseveró por casualidad a Felix. La Abuela Alma siempre se encontraba atenta, tratando de que todo fuera perfecto y eso incluía y se remarcaba más respecto a la familia. Aunque usualmente las miradas eran reservadas para lo que hiciera Mirabel, ninguno se salvaba de un buen escarmiento.

 Antoñito, quizá el miembro de la familia con menos tareas en toda la casita en aquel importante día, estaba jugando tranquilo junto a su jaguar Parce. Dando vueltas por la casa, dejando que los animalitos de su cuarto se pasearan con tranquilidad por los pasillos del hogar. Pero solo los más chiquillos e inofensivos. Toñito sabía que Pepa tendría una nube en la cabeza si dejaba que una manada de jaguares se hiciese presente en la casa. Por ahora, solo pajaritos y carpinchos.

 El niño estaba muy contento aquel día, alegre de que su hermana mayor estaba por comprometerse. Mariano le parecía un buen tipo, y le trataba bien. Lo único que le molestaba es que al hombre le costase tanto trabajo llevarse bien con Parce... ¿es qué tanto miedo le vas a tener a un gatito grande?

- ¡Hola, Mariano! ¡Mira quién esta aquí para felicitarte!

 El jaguar, con la misma mentalidad que un perro, se avalanzó hacia el prometido con total alegría. Siendo un niño que tenía una relación tan cercana con los animales, Antonio no entendía como eso podría asustar al hombre. Pero se necesitaría más para hacer que Mariano se fuera corriendo de la casa. Había sobrevivido la locura de la familia los últimos meses...

Los últimos días… no, semanas, habían tenido un clima bastante… agitado, e irregular. Los vientos se agitaban, para al poco dar paso a cielos despejados con un sol espléndido, que en cualquier momento podía ser sustituido por nubes de lluvia. ¡El día se acercaba! Tenía el presentimiento de que algo iba a salir mal. La otra vez, el compromiso con su sobrina había sido un auténtico fiasco. ¿Y si ocurría otra vez?

Sin embargo, debía controlarse. Durante su propia boda, sus propios nervios habían provocado que acabara casándose en medio de un huracán. No podía dejar que ocurriera lo mismo. Debía controlarse.

Estos días, Pepa era un auténtico manojo de nervios, y tenía una perpetua nube en la cabeza que la acompañaba a todas partes, unos ratos más clara y otros más oscura. Pero también se esforzaba en mantener una sonrisa en todo momento. Tensa, por supuesto.

Felix parecía tener algunas dudas, y así se lo expresó. Al oír su pregunta, la nube sobre su cabeza soltó un par de chispas.

—Pero ¿qué dices? Mariano es un chico estupendo. Será un fantástico yerno y nuevo integrante de la familia. —No le gustaba que se casase en (casi) segundas nupcias con su hija, pero había que mirar hacia adelante—. No te preocupes. Seguro que irá todo bien. —En ese momento, la nube sobre su cabeza comenzó a soltar agua, empapándola—. ¡Todo irá bien!

Poco antes de la llegada de Mariano, se encontró con Bruno.

—Hola, Bruno. No has tenido ningún mal augurio, así que eso significa que todo va a salir perfecto, ¿verdad? —Al más mínimo ademán por su parte de decir lo contrario, Pepa lo interrumpiría, con una sonrisa histérica—. ¿¡VERDAD!?

Una vez llegase Mariano, ella esbozaría su mejor sonrisa. Haciendo un gran esfuerzo por hacer que la nube sobre su cabeza se desvaneciera.

—Bienvenido, Mariano.

Ooookey okey okeey yaa me dejaron de nuevo poniendo la mesa

Porque esta es la familia Ma~aadrigal

Mirabel se afanaba a abrir la lacena para que las puertezuelas y baldosas colocaran todo en su lugar - Casita, mueve esos cactus lejos de la messa..... no no no tampoco te los lleves o Isabella se molestará, solo déjalos lejos de las zonas de paso o acabaremos todos comiendo arepitas de queso y tamales

Y ya ¿Qué hace este guacamayo en la mesa? ¿Antonio? Los coatís fuera del manteeL que lo acabo de poneer

Esta es una me~esa Madrigal

Donde todos estan invitados a desayunaar

Julieta se encontraba preparando el banquete. Su comida no solo sanaba, ¡también estaba deliciosa!

Satisfecha con el resultado de su esfuerzo, se lavó las manos antes de acudir con los demás.

Llegó justo a tiempo de ver la histeria de Pepa mientras le preguntaba a Brunito si había visto algún mal augurio, esperando que no fuera así. Su hermana le puso las manos sobre los hombros y la estrechó, juntando su mejilla con la de ella con cariño.

—Todo saldrá bien, no te preocupes— en su familia sabía que era imposible que todo fuera estrictamente perfecto, pues nadie lo era, pero lo último que quería era que Pepa se descontrolara antes de tiempo. —Hoy es un día feliz. Por cierto, ¿dónde está Dolores?— le preocupaba que su sobrina estuviera arreglándose sola para el gran día. O lo que era peor, que los nervios pudieran con ella y ni siquiera hubiera empezado a prepararse.

Luego miró con comprensión a Bruno. Cuando Dolores mencionó de pequeña que lo oía a través de las paredes, comenzó lo de "no se habla de Bruno". Pero Julieta intuía que la niña tenía razón, dejando siempre comida al alcance de su hermano, si es que realmente estaba allí. Ahora estaba allí, con ellos, y lucía mucho más feliz, pero igualmente desgarbado. Sonrió con ternura. —Ven aquí— y comenzó a arreglarle los rizos para que estuvieran algo más arreglados.

El resto parecía saber bien lo que hacer para dejar la Casita a punto para el gran día.

—Bienvenido, Mariano— su sonrisa cálida, sus manos cruzadas sobre el delantal. Sus ojos se movieron de forma instintiva hacia Agustín mientras le colocaba bien las gafas sobre la nariz. —¿Esta vez no ha habido ningún accidente con abejas?— esbozó una ligera sonrisa divertida.

Esta vez, la señora Guzmán no había acompañado a su hijo. Después de lo ocurrido la última vez, con la familia por entero actuando de forma extraña y Mariano habiendo sido atacado dos veces por su "prometida", no parecía extremadamente dispuesta a presenciar por segunda vez una situación tan humillante. El hombre no parecía molesto por ello, aunque quizás un poco más nervioso. Estaba vestido con simpleza pero elegancia, el cabello arreglado con mimo y un ramillete de flores en las manos, con los colores crema, amarillo, y rojo, la ropa que usualmente llevaba Dolores. Las puertas de Casita se cerraron tras él, y con un carraspeo, se acercó a la familia.

Una serie de eventos se desencadenó a continuación. Luisa con su "pequeño" empujón hizo que Mariano trastabillara, quedando muy cerca de Isabela. La reacción del hombre fue de retroceder luego del beso de la joven de las flores, cubriéndose la nariz como acto reflejo. Una abeja que había estado escondida en la flor del chaleco de Agustín se vio atraído por las flores que Mariano había traído para Dolores, con la desdichada suerte de estar entre mano y nariz en el momento en que el hombre se la cubría, reaccionando como lo hacen las abejas para defenderse. Fue entonces cuando Parce se le echó encima, llenándole la camisa de babas; segundos después, una de las ratas que viven en las paredes salió del bolsillo de Mariano, llevando en sus patitas una cajita verde, bastante familiar para los Madrigal, pues era la misma que se había usado en el fatídico día de la petición de mano anterior. Entre gestos de dolor, asco, temor, y ansiedad, Mariano apartó al jaguar y se lanzó a atrapar a la rata, cayendo sobre uno de los charcos que se habían formado por la lluvia que la nube sobre Pepa producía.

El resultado: Mariano estaba de rodillas, si, pero su ropa estaba hecha un desastre entre agua, babas, y restos de arena embarrada, su nariz había empezado a crecer como una naranja, y en general su aspecto era deplorable. El hombre se levantó, titubeante, y avergonzado. -Eh... ¿Me... permiten el baño?- La siempre servicial casita aprovechó de ahorrarle más vergüenza al pobre Mariano, y moviendo las baldosas del suelo lo alejó de la sala principal en dirección a uno de los cuartos de baño...

Agustín le sonrió a su querida esposa Julieta cuando esta le colocó bien las gafas sobre la nariz. Julieta era el hombro en el que siempre se apoyaba y había curado sus heridas en múltiples ocasiones, por lo que Agustín la amaba como si fuera el primer día.

-Por suerte, esta vez no he visto ninguna abeja... -reconoció el hombre, con la esperanza de que ese día no recibiera unas buenas picaduras, como era habitual.

Sin embargo, Agustín no había alcanzado a ver la abeja que permanecía escondida en la flor de su chaleco y que en aquellos instantes le picaba a Mariano en la nariz. El hombre se mordió las uñas al ver el estado en el que había quedado Mariano, en parte por la abeja, por Parce y por una de las ratas de Bruno, provocando que el galán hubiera quedado tendido en uno de los charcos de barro.

-Pues... parece que sí me siguió esa... -le comentó Agustín a su esposa, en tono bajo, al notar que aquella abeja le había picado a Mariano en la nariz.

La escena fue tal cual hubiera salido de una de mis predicciones. Pero no había hecho ninguna. Quizás si lo hubiera hecho antes de ese día habría prevenido ese desastre, pero visto lo nerviosa que se ponía Pepa preferí no hacer nada por evitar cualquier mal augurio mal interpretable. 

Cuando vi a la ratita salir del bolsillo de Mariano me puse las manos en la cabeza- NO! era esa Alejandra?? - la rata protagonista de mi telenovela en vivo!! Intenté atraparla o hacer que viniera a mí para que me diera aquella cajita - Antonio ven! di-dile que lo devuelva, yo le preparo otro si quiere! - estas ratas llevan años cogiendo cosas por todo el lugar (me cuidaban en cierto modo trayéndome cosas, por lo que no podía quejarme de sus hábitos de ladronas).

Luisa se preocupó ante la estampa que suponía ver a Mariano hecho una piltrafa frente a toda la familia.

—Menudo comienzo... — Manifestó a sus hermanas Isabella y Mirabel.

Como presentación había sido nefasta y había llegado a dar poco de vergüenza ajena. Aun así, solo había sido un pequeño contratiempo, aquello no cambiaba nada. La boda se celebraría. Dolores y Mariano se encargarían de llenar la casa de pequeños. Eso al menos se repetía Luisa, que dejando la enorme caja en su lugar miro a Dolores esperando encontrarse con una mujer enamorada y no a una avergonzada, o peor una arrepentida.

—Prima es un poco patoso, pero te quiere. — Apunto a Dolores. Luego sonrió forzadamente, no se le daba bien sonreír.

Isabella estaba por terminar de adornar, la escena que se había montado Mariano le dio un poco de risa y hasta cierto punto un poco de vergüenza, pero continuo con sus tareas, cuando paso cerca de Luisa.
-ni que lo digas, seguro está supernervioso.
 

Los minutos iban pasando y no había rastro de Mariano en ninguna parte. ¿Habría cambiado de opinión? ¿Se habría arrepentido? Los Madrigal lo buscaron por la casa, preguntando a Casita por él; pero parecía que ni siquiera la mágica casa sabía qué había sucedido con el hombre. La conclusión a la que se llegó finalmente, era que Mariano había abandonado la casa, posiblemente con el rabo entre las piernas... ¿Podía haber otra opción?

Las luces del pueblo se fueron apagando, y la única ventana iluminada en aquella triste noche era la de Dolores.