Nadie ha preguntado por las mías y hasta ahora no han demostrado ser de mucha ayuda -el señor de los sátiros se encoge de hombros-. Es muy curioso que sólo te pregunte y tu defensa sea atacarme...
Cierra los ojos para escuchar cómo Iris menciona su nombre, sonríe, pero vuelve a centrarse en Hestia.
No pongas en mi boca palabras que no he dicho -ahora sonaba a una advertencia severa-: he dicho que si yo fuese un traidor hubiese matado a su caballero, del cual sabía incluso antes de tu profecía. Y tu respuesta sobre la continuidad de Helios es aún más confusa que tu profecía. Todos somos conscientes de que Helios fue arrojado al Océano. Y tu profecía dictaba que si mandábamos un conjuro al Tártaro, Helios se marcharía. Y sigue aquí.
Alza las manos, como si quizá fuese tan evidente que a todo el mundo se le estaba pasando.
Tú misma has dicho que te comunicas con el más allá y te has delatado ahora mismo. Yo sencillamente pregunté si podías espiar en otros lugares. No sé, hablaste de a quién iba a darle su diadema Afrodita, y creo, repito, creo, que hasta ahora nadie ha hablado de eso: tu profecía hablaba de la espuma y de una diadema... y luego tú has dado bastantes detalles sobre ello. Es raro, al igual que lo de su caballero... es por ello que pensé que podías espiar y enmascarabas todo eso como profecías para dar pistas sin delatarte demasiado. O como mentira.
Finalmente el sátiro se sienta. Mira a Hestia con cierto recelo.
Hasta tu respuesta, sólo quería saber más. Ahora mismo no me fío de tí. No quiere decir que seas una traidora, pero tu actitud, tus respuestas, tus mentiras y tus ataques no me inspiran confianza. Lo siento -chasquea los dedos, como recordando algo-. Y sobre lo que soy capaz... De lo que ves: hablar y hacer preguntas. Aunque no al nivel de Heracles, debo reconocerlo.
Y una leve inclinación hacia el mentado dios. Y de reojo observa al dios de la guerra, pero en lugar de decir nada se limita a encogerse de hombros, cada uno era libre aquí. Y no creía necesario tener que repetir lo que ya había dicho en días anteriores: nadie había verificado su inocencia, al menos en público, aún.