Pronto vendrá Ares -declara- y podremos hablar sin que escuchen los traidores.
Les sonríe con cierta tristeza. Aquel encierro estaba mermando un poco al sátiro.
Hestia asintió, deseaba que todo aquello acabará de una vez por todas...
- Eso espero Pan, pronto obtendré respuestas tanto del océano como del inframundo. Si sois inocentes os deberé una disculpa por desconfiar de vosotros...
Despues miró a Selene.
- Selene, ¿Cuando vas a hacer uso de tu don? En los océanos hay bastantes que esperan que uses tu poder... El voto de Hera vale doble, la enviaron desde el principio y fue confirmada anteriormente su lealtad por Dionisos. Si la traes estarás libre de toda sospecha.
Yo también espero, Hestia.
Pero no quiero que te disculpes: quiero terminar con esto, cuanto antes. E ir a buscar a Dionisos...
Cierto aire de preocupación se nota en la voz del sátiro. Se esfuerza en sonreír de nuevo.
Es un gran amigo, pero muchas veces es incluso más impulsivo que yo.
A todo esto... ¿has obtenido ya la respuesta de Hefestos?
Hestia negó con la cabeza y suspiró. Deseaba que Hefesto trajese luz a los acontecimientos.
- De momento nada de nada, el herrero aún no me ha respondido en las profundidades. Espero que lo haga antes del anochecer, tengo la impresión de que puedo ser la próxima que caiga...
Después habló a ambos..
- Supongo que habeis escuchado lo relatado en el Olimpo...¿Qué opináis al respecto? ¿Algo que añadir o que pensáis que es contradictorio?
¿Qué has preguntado?
Pregunta, con cierta curiosidad. Pero ante su pregunta, se limita a meditar acariciándose el mentón.
Confío en Selene más que en Hermes.
Sonríe a la diosa lunar, pero era lo único que matizar en este momento.
Yo confiaré en ellos cuando quede demostrado.
El sonido de la flauta comenzó a sonar, y aquella no era una melodía cualquiera sino que se trataba de una creada por ti, una muy especial donde tu divinidad y tu talento convergían creando un lugar secreto que sólo tú... y tus amantes habituales conocían...
La puerta no se hizo esperar, emergió de la nada extendiendo la escalinata que tantas veces habías subido, aunque en esta ocasión el uso que ibas a darle no era... exactamente el mismo. En tiempos de guerra deben tomarse medidas desesperadas o cuanto menos, diferentes, si se quiere tener la más mínima oportunidad.
Paseas por tu habitación observando los más mínimos detalles, desde luego no ha sido creada para las reuniones secretas ni para concilios secretos, sin embargo, tendrá que servir... ¿qué cara pondrán los invitados cuando vean la enorme cama como único lugar en el que sentarse? Casi sonríes sólo de pensarlo.
Mientras su melodía suena el escenario se prepara para la llegada del dios.
Es simple y sencillo y a su vez completamente parte de él: más de un millar de rosas como la que le había entregado cubren la entrada como si de un manto se tratara. El aroma natural llenará la estancia con un aire fresco.
Y entonces el sátiro la esperaría, apoyado en la pared. Sabía que llegaría. La guerra siempre lo hacía.
Y cuando entrase, el sátiro se inclinaría muy sutilmente ante él, como el anfitrión que se trataba.
- Desgraciadamente, hasta mañana a la noche no puedo traer a nadie, mi poder está tardando mucho en recargarse. Sin embargo, espero que hoy mismo resolvamos el asunto de los conjurados.
En cuanto el dios de la guerra llega, lo saluda tranquilamente.
- Bienvenido, Ares.
- Hestia, en vez de a mi, sería mejor que Afrodita protegiera a Hermes, sospecho que le atacarán a él esta noche y necesitamos que traiga a Artemis. En cuanto a mi lealtad, como has dicho no tendría sentido que hubiera traído a mi hermano si era conjurada. De ser una conjurada, tendría que ser una convertida. Aunque realmente, no me preocupa tanto demostrar mi lealtad como terminar con todo este circo.
-Vaya... -comentó el dios de la guerra, observando la habitación de Pan, maravillado-. Ahora entiendo por qué preferías traer diosas en vez de dioses. ¡Quién fuera sátiro!
Adoptando una postura más seria, Ares se tumbó lánguido sobre la cama, respirando hondo.
-Me veía venir lo de Hestia, pero aún guardaba esperanzas de que se llevaran a otro... ¿Los dos creéis que ha sido Perséfone o sospecháis de otro? Ahora que está aquí Ártemis saldremos pronto de dudas.
- Ahora soy yo quien parece tener su harem de dioses - bromea la diosa mirando a los dos dioses. Después, se pone seria y piensa bien sus palabras antes de hablar.
- Personalmente, aún tengo mis dudas. Considerando que a traído a Artemis, descarto por completo a Hermes. Estaba convencida de que lo atacarían a él. La diosa de la caza, por supuesto, también está fuera de cuestión.
- Respecto a vosotros, reconozco que la reciente actitud de Pan ha despertado mis sospechas e incluso aún tengo mis dudas sobre ti, Ares, mas confío más en vosotros que en Persefone, sobre todo después de que han arrojado a Hestia a los Océanos. Si Persefone es la conjurada, ha sabido bien cómo jugar sus cartas. En cuanto a mi, no puedo demostrar mi lealtad, salvo que tengamos que permanecer otro día más aquí o Artemis lance su flecha sobre mi.
-¿Harén de dioses? -Ares sonrió pícaramente-. Eso no suena nada mal...
Un chasquido de dedos y la parte superior de la armadura del dios de la guerra desaparece, haciendo Ares exhiba su musculoso torso desnudo.
-Mucho mejor así, creo yo -dijo el dios de la guerra, riendo divertido. Al momento, su rostro se tornó serio y añadió-: Para mí, Perséfone tiene que ser la conjurada. No hay más opción. Excluyo a Pan por lo que ya mencioné de traer aquí a Eris, y a ti, Selene, te excluyo por lo rebuscado y disparatado que resultaría que Asclepio te hubiera convertido en conjurada al sacarte del Inframundo. Es una posibilidad, pero remotísima. Y Hermes, desde luego, no puede ser un conjurado si la propia Atenea quiso acabar con él.
- Resulta extraño estar hablando así después de todo lo que hemos discutido - la diosa ríe, algo más relajada, esperando que todo termine pronto.
-Lo cierto es que sí... -dijo Ares, recordando todas las burlas y discusiones que había mantenido con sus hermanos e iguales durante la última semana-. Aunque este lugar es especial, me produce mucha tranquilidad. -Acarició los cabellos de Selene con una delicadeza poco propia de él-. Sé que no he sido precisamente el más cordial de los dioses, pero todo lo hice por Padre. Soy un soldado, al fin y al cabo. Sólo obedezco órdenes. Nunca fui su hijo favorito y pensé que tal vez desenmascarar esta conjura sería suficiente para ganarme el corazón de Zeus, igual que lo hicieron Atenea y Heracles. Es una lástima que hayan caído tantos... Espero de verdad que hoy todo acabe.
Sorprendida por el gesto de Ares, Selene abre los ojos con mesura.
- Retiro lo que dije sobre este lugar, realmente tiene efectos sobre los que entran aquí - bromea con algo de timidez.
- No te preocupes - su mano se apoya en uno de los anchos hombros del dios - una vez expongamos a los traidores, todos volverán. Después de todo, somos dioses.
El sátiro, pese a lo solemne de la situación, ríe abiertamente, tranquilo y confiado. El cambio de actitud del dios de la guerra en este lugar consigue que se replantee algunas cosas.
Bueno... Puede que alargue mi invitación, Ares.
Toda una declaración de intenciones por parte de Pan, pero no parece importarle en exceso. Se vuelve un poco más serio entonces.
Espero que terminemos con esto lo antes posible. Pero sigo pensando que algo se nos escapa... -mira a Selene entonces para negar- Ya te he dicho que lo lamento por no habértelo contado antes, no sabía hasta dónde llegaba la influencia de Eris y no quería ponerte en peligro...
El tono del dios era particularmente humano cuando hablaba con ella. Por otro lado, asiente cuando hablan de que todos volverán.
Eso llevo diciendo desde el principio. Podrás volver a reunirte con Afrodita y juro que os dejaré este cuarto un rato para que deis rienda suelta a vuestra imaginación sin que Hefesto este gruñendo a cada segundo. Además, aquí no os puede lanzar ninguna red.
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