Partida Rol por web

Daenyra estaba pasando los momentos más agitados de su vida. Nunca se había movido tanto de aquí para allá y parecía que tenía una reserva de energía inagotable. Pero una de esas tardes en que los invitados llegaba y había que abocarse a los invitados la chica sintió el cansancio. Logro evitar la recepción de los nuevos llegados y se escabullo a uno de los pasillos tranquilos de la fortaleza.
 Bastian aprovechaba justo esos momentos para recorrer la fortaleza de los Baelralys, sabía que las chicas que trabajaban por allí se volteaban a mirarlo y cuando paso por las cocinas le regalaron un pan recién horneado. En su recorrido también dio con ese tranquilo pasillo en el que estaba Daenyra.

Al haber sido bendecido bendecido con esta belleza que tenía, traía sus ventajas, y al mismo tiempo desventajas. Pero en este caso era el primero, ya que el que las jóvenes damas de la fortaleza voltean a verme no hacia más que elevar mi ego, haciendo que mis pasos fueran firmes y con un caminar seguro, que aunque era ya natural para mí, el tener esta admiración parecía exaltarlo. Y así, con ese delicioso pan recién horneado caminaba los pasillos de la fortaleza, con la fría brisa del otoño entrando de vez en cuando.

Pero el ver a Daenyra por el pasillo fue lo que me sacó de mis pensamientos, dibujando una sonrisa entre divertida y burlona, antes de llevarme la mano izquierda con la que sujetaba el pan en la espalda, y mi mano hábil sobre mi corazón, antes de inclinarme para dar uno de esos saludos cordiales. -Lady Daenyra, parece que los dioses me han bendecido con vuestra presencia en este pasillo tan solitario.- 

La vida de Daenyra se estaba convirtiendo en un verdadero caos y muchas veces se la veía corriendo de un lado al otro del castillo sin sentido aparente. Pero esta vez frenó en seco al ver al Mallaerys dirigirse a ella.

- ¿Vaya, desde cuándo te han enseñado modales? Pero si sabe saludar como todo un caballero ¿O es que se te ha pegado algo de ver tanto estirado por el castillo?- la pulla iba directa, pero lo hacía con una sonrisa. Era una especie de juego del que parecía no cansarse ya que pensaba que Bastian lo disfrutaba tanto como ella.

Su frente sudorosa y pelo revuelto indicaban que ya debía de haber estado corriendo desde mucho más lejos. En sus manos llevaba un tarro de miel y una cuchara.

Mi sonrisa se ensanchó ante aquella respuesta, y la mía tampoco se hizo esperar. -Sí, así es. También me enseñaron de que hay que estar en buen estado: vestir bien, estar arreglado y hablar con los nobiliarios indicados. Me imagino que te faltan esas lecciones, ya que después de todo tienes el cabello hecho una maraña y estas empapada en sudor.- Mi sonrisa se redujo a una pequeña mueca burlona al tratar de no reír está vez, caminando hacia la menor.

-¿Y eso que llevas ese tarro de miel?- Está vez pregunté con una verdadera seguridad, no sin esperar alguna respuesta para otra pulla hacia ella.

De forma instintiva se intentó acicalar un poco el pelo aunque sin espejo ni cepillo lo único que conseguía era cambiarlo a posiciones más absurdas.

- Bueno es que algunos trabajamos para que nuestros invitados estén a gusto y no nos pasamos el día dándole a la lengua con cada heredera que vemos por ahí a ver si nos la conseguimos encamar- dijo devolviendo el puñetazo a su amigo. Luego, recuperando la sonrisa, añadió: - Llevo esta miel a la novia, para que se lo eche en el té.

¿A que no sabes de qué me he enterado? ¡¿Sabes que a mi hermano le han regalado de dote un huevo de dragón?! Está petrificado pero ¡es un maldito HUEVO DE DRAGÓN! ¿Te puedes creer qué suerte tiene? Seguro que cuando alguno de notros nos casemos nos entregaran alguna joyita insulsa que solo nos podremos poner una vez en la vida y a tomar viento fresco.

En fin, ¿tú te has enterado de algo? Cuéntame algún cotilleo, anda.-

Ahogué una risa al verla como solo empeoraba su cabello, antes de volver a llevarme la mano al pecho y fingir un gesto de sorpresa, como el de alguna de las damiselas más estiradas del reino al ver un acto completamente escandaloso. -¿Como te atreves a hacer tales acusaciones a uno de tus invitados?  Si yo soy un tonto sin modales, tu eres una bruta sin decoro.- Y para seguir un poco la broma negué fervientemente con la cabeza en total negación, y con una cara de disgusto como aquel que pisa por accidente alguna mierda de caballo. Pero rápidamente vuelvo a actuar con normalidad cuando finalmente Daenyra responde.

Una vez me paré a su lado mientras le hice una seña para seguir caminando, esta vez si mostré asombro ante la noticia. -Mierda... Eso sí que es impresionante, ¿Como es que los Celtigar tenían un huevo de dragón?- Pregunté en voz alta, la verdad era algo que no me creía, incluso me puse a mirar hacia el frente algo confundido hasta que finalmente salí del asombro como para responder a su pregunta. -Oh, casi nada. Quienes han estado conversando con los otros invitados han sido mi madre y hermana, Lucatiel me contó un poco de los Leng, que a pesar de ese aspecto que tienen son muy agradables, y que sus tierras están repletas de arena como en Dorne. Lo que sí te puedo decir, es que mi querido hermano quedó cautivada por la chica Leng desde que la vio.- Aquello último lo dije en voz algo baja, inclinandome hacia Daenyra.

Estuvo a punto de regalarle un gesto obsceno para que comprobara lo bruta que podría llegar a ser, pero el comentario sobre los invitados acaparó inmediatamente su interés. Sin duda tendría que haber prestado más atención en la clase del maestre Forthwind, porque seguía sin entender porqué los Leng, que le sonaban a que eran una familia de una isla muy lejana al sur de Essos, estaban invitados a la boda de su hermano.

Ella había llegado tarde a la recepción y no les había visto llegar pero sí que le habían llamado mucho la atención su exótica apariencia cuando los había visto de lejos en los jardines.

- Oh, cuenta, cuenta... ¿Te has enterado de qué hacen aquí?¿ Por qué les han invitado? ¿Van a ofrecer a su hija en matrimonio? ¿Te la vas a encamar también?- la sonrisa de Daenyra iba de oreja a oreja.

-¿Sabes? El que insistas tanto sobre el tema de encamar herederas, me hace pensar que estás interesada, me atrevería a decir que te veo entusiasmada por la idea.- Una sonrisa burlona y felina se formó en mi rostro, aún tratando de mantener ese porte y andar formal de un noble, esperando su reacción antes de responder.

-No, no me he enterado que hacen aquí, Lucatiel y mi madre fueron solamente a saludar y conocerlos. Parece que ambos son hermanos, y en lo personal me imagino que tendrán alguna clase de relación con los Celtigar, o incluso puede que alguna de las otras casas hayan invitado a los Leng por tema de relaciones o algo parecido.- Fue lo más que podía aportar, mientras picaba un poco del pan que tenía y llevármelo a la boca, antes de picar un trozo más y ofrecérselo.

Sin duda a Bastian no le faltaba ingenio, pero Daenyra siempre encontraba algo con qué responder a sus ataques.

- No, la verdad es que no estoy interesada en acostarme con herederas, aunque seguro que alguna se lo pasaría mejor conmigo que con muchos de esos señores que las pretenden...

Pero ahora en serio ¿por qué no vas a conocer a la Leng en persona? ¿Es que no tienes curiosidad? Creo que vienen a hacer algún tipo de negocio, algo están tramando, de eso seguro. Podrías acercarte a ella y ver qué esconden... Y luego me lo cuentas todo ¿Qué te parece?-

-Bueno, si eso crees puedes demostrarmelo, aunque sería cuanto menos escandaloso, jaja.- Solté una pequeña risa y luego volví a tener esa cara pensativa, con mi mirada yendo hacia el techo por unos segundos.

-Pues si me dan curiosidad la verdad. Tal vez cuando Lautrec hable con la chica Leng pueda ir para tratar de distraer un poco a su hermano, aunque... La verdad si he escuchado algo interesante.- Mi vista volvió a Daenyra a la que me incliné un poco. -Lucatiel y mi madre dijo que vieron algo impresionante. Los Leng les mostraron sus armas, pero Lucatiel vio que en un cofre donde cargaban monedas de oro y gemas, vio asomarse algo muy raro... Vieron como un pedazo de tela escamada, Lucatiel dijo que parecía como una especie de manta o algo así, y parecía ser hecha con las escamas de una bestia de esas tierras. Cuando ellas preguntaron, solamente dijeron que era un "dragón de las dunas", una especie de serpiente gigante y mortal que almuerza caravanas enteras en el desierto.- Hablaba en voz baja, sonando todo misterioso y conspiranoico, aunque simplemente me estaba inventando toda esta historia para ver si lograba engañar a Daenyra y saciar aunque sea un poco esas ansias que tenía de "información".

Parecía tan convincente que Daenyra se lo creyó todo.

- ¡Guau, vaya! Entonces a lo mejor han venido para comerciar con esas pieles nuevas. Supongo que mientras esas serpientes no puedan volar, al menos en Poniente, estaremos seguros. 

Bueno tú avísame si te enteras de algo, ya sabes, que yo voy y llevar esta miel a Pricilla.- Seguramente que cuando se enterase de que la había tomado el pelo se enfadaría bastante, pero por el momento parecía contenta.

-Claro, veré que consigo por ahí.- Respondí, pero antes de que se fuera la detuve, arreglé un poco como podía su cabello y luego hice que volteara hacia donde iba. -Y cuidado al correr, no vaya a ser que te tropieces. Y ya sabes donde encontrarme si necesitas algo.- Y con una amplia sonrisa me despedí con la mano mientras iba al lado contrario.

Y una vez estaba de espaldas, teniendo una pequeña sonrisa triunfante en mis labios.

Tanta vuelta la desorientó un poco y casi se vuelve por donde había venido. A parte, juró que en vez de arreglarla el pelo algo malo le había hecho. Se fiaba de Bastian lo justo, que era bien poquito.

Estuvo a punto de echarle el tarro de miel por encima solo por si acaso, en venganza preventiva, pero tendría que volver a las cocinas y eso sería otro viaje más.

- Mmmh, vale... - se despidió con una mirada cargada de inquina y salió corriendo de nuevo. ¿Le habría colgado algo raro del pelo?