Partida Rol por web

 La torre del maeste se encontraba como siempre en silencio, pero no por estar en silencio significaba que nada estuviera pasando. Grandes descubrimientos se dieron en ese silencio así como también grandes tratos se cerraban ante el único sonido del rasgido de una pluma sobre el pergamino. Aquella poderosa falta de sonido fue interrumpida por un toquido en la puerta. Estando tantos años al servicio de los Baelralys le dieron al maestre el oído para identificar cada toquido de puesta y cada ritmo de caminata, su experiencia le decía que Maegor era quien interrumpía su actividad.

Cuando tuvo el permiso para entrar le dejo ver al maestro que su intuicion estaba en lo correcto. "Maestre, espero no estar molestandole con mi presencia." dijo el heredero con humildad pasando dentro del lugar acomodando un libro que tenia debajo del brazo. "Creo que tengo algo que podria interesarle." expreso ansioso acercandose a donde estuviera el sabio hombre.

Mas alla del loibro que parecia antiguo en el brazo se encontraba vestido con telas bastantes comodas y no demasiado elegantes. Pero que tenian los colores de la casa y como siempre el dragon blanco de la casa.

- Adelante Maegor. Puedes pasar - dijo el Maestre mientras soplaba sobre la tinta del pergamino un poco de talco, que absorbiera el exceso de tinta y le permitiera continua con su labor más adelante, una vez hubiera atendido las inquietudes del Heredero.

Arrastrando la pesada silla sobre la que estaba sentado hacia atrás, dejó sitio libre para ponerse en pie y recibir al Heredero como correspondía. Forthwind sólo mostraba esa clase de comportamiento únicamente ante tres presonas en aquella Fortaleza. Lord y Lady Baelralys... y su primogénito y heredero...

Aguardó hasta que el joven penetró en la estancia.

-Tomad asiento, por favor. Vuestra presencia siempre es y será bienvenida. Sois el legítimo heredero de esta noble Casa, mi Señor. Y yo no más que un mero invitado - indicó con un además de la mano y se sentó tras asegurarse de que el heredero lo hacía en primer lugar. Como correspondía a su posición. - ¿Qué puedo hacer por vos? Joven Señor. ¿Qué os inquieta? - Forthwind conocía al chico desde hacía muchos años y en cierta forma, se podría decir que era su favorito entre toda la "camada".

Aguardó en silencio a que Maegor le expusiera el motivo de su visita.

- Comprendo... -  el Maestre extendió la mano para que Maegor le entregara el volumen que traía consigo y que parecía ser el origen de sus desvelos.

- Y a pesar de ello, trato de no olvidar cual es mi lugar. Cuales son mis deberes y responsabilidades - el Maestre acarició suavemente uno de los eslabones de su cadena.

- Conozco casi mejor que nadie el peso del honor. De los votos hechos y los juramentos pronunciados. Es por ello, que trato de prepararos para el devenir, mi Señor. Llegará el día, que debáis asumir, lo que vuestro nacimiento os ha otorgado - dijo en un tono de ligero pesar y preocupación. Como si se compadeciera de él.

- Mientras el aliento siga siendo exhalando aliento, juré servir y proteger el Reino. Podéis contar con mi colaboración para cualquier asunto... - expresó de forma cortés y educada.

Forthwind alcanzó el volumen y lo depositó en la mesa con suavidad. Meticulosamente, como un experto archivista, comenzó a ojear por encima el tomo.

- Lamentándolo mucho, el eslabón de Zinc, no figura entre los de mi cadena, mi Señor. Nací y crecí en Poniente, entre los muros de La Ciudadela. No gocé de demasiada compañía durante mi estancia en Antigua, para aprender la lengua de vuestros ancestros - reconoció con pesar y cierta añoranza.

- No obstante, si que estoy familiarizado con los entresijos de la Antigua Fe... - añadió, aguardando a donde quería ir a parar.

- En la sangre, reside el vigor para germinar un nuevo futuro. Si es la voluntad del Señor de la Casa Baelralys que ese sea el rumbo de la Casa, mi deber es asesorarle lo mejor posible - respondió el Maestre de forma críptica. Él no servía a ningún Señor en concreto, sino a la Casa y al Reino. Y portara quien portara el blasón, podía contar con sus servicios.

- Lamento enormemente desconocer la lengua de vuestros ancestros, pero si ese es vuestro deseo y el de vuestro padre, me pondré cuanto... - respondió en tono tranquilo y sosegado.

- No rechazaré vuestro ofrecimiento. De esa forma os obligaré a repasar vuestro conocimiento y poneros a prueba no sólo como alumno, sino como tutor - advirtió con ese brillo en la mirada y ese tono "peligroso" de una promesa, más que de amenaza velada.

Forthwind atendía a la lección que le estaba impartiendo su alumno, pero no por ello, iba a dejar la escapar la oportunidad de corregirle si se daba la circunstancia.

- Ahora lo haré yo. No obstante, el rezo es al Dios Enlil. Señor de los esclavos. Inicialmente su propósito era el de aplacar las sublevaciones y sin embargo... se convirtió, según narran los tratados, en uno de rebeldía y de asesinatos de dueños crueles - dijo con voz tranquila y serena, mientras trataba de acomodar su lengua para pronunciar las inflexiones a las que no estaba habituado.

El Maestre se esforzaba en repetir las frases, tratando de memorizarlas fonéticamente.

- El proceso de enseñanza exigen tanta o más preparación que el de aprendizaje. Hay que otorgar a discípulo de las herramientas necesarias para que el aprovechamiento sea óptimo. Cuando se inicia a un neófito en una nueva lengua, es común y ortodoxo, comenzar por los abecedarios y los fonemas asociados a cada una de las sílabas. A partir de ahí se puede dar un salto a las palabras... como escribir el propio nombre, localizaciones, frutas, animales - aleccionó Forthwind a Maegor.

Poseer conocimientos en una materia, no era suficiente para ser capaz de traspasarlos a otra persona. La labor de la enseñanza exigía también esfuerzo y sacrificio por parte del docente. Aquello no era sólo una lección de lingüistica, sino que el Maestre trataba de convertirla en una lección de vida.

A veces no somos conscientes de lo arduos o complicados que son las profesiones de los demás, hasta que tratamos de ponernos en su pellejo. Un carbonero por ejemplo, podríamos pensar que tiene un oficio fácil. Metes leña, deja que se queme, recoges carbón y vendes. Más nada más lejos de la realidad.

Hay toda una ciencia, conocimiento de las maderas y de botánica... Rudimentos de física y química como la Higroscopía, e incluso de albañilería para fabricar o remendar los hornos.

Desde el Rey al más humilde siervo, todos son pieza del ingenio que hacer al mundo moverse. Que las ruedas del destino giren de manera inexorable y nos acerquen a los brazos de la muerte. 

- Dracarys - respondió sin titubear y sin el menor gesto de duda. - Conozco a la perfección el temple y temperamento de Lady Elaena. Que no sepa hablar o leer el idioma, no quiere decir, que no me haya estremecido al oír entonar esas palabras, viéndola cabalgar a lomos a Arkax "la pesadilla escarlata" - el Maestre trataba de dejar claro que su intelecto era tan afilado como la navaja con la que operaba a sus pacientes.

- Te ruego que no me trates con condescendencia - advirtió al Heredero en un tono demasiado ambigüo que no dejaba claro, si se trataba de un consejo, una súplica o una amenaza.

- Fueron las palabras de tu despertar, Maegor. No tendrías más de ocho años y quizás apenas lo recuerdes. Pero desde aquel día, supe que serías digno Heredero de tu sangre - expresó con una familiaridad y un tono que le era impropio. Siempre tan serio, tan estirado, tan inflexible.

- Con el vagar de los años, los hechos remotos parecen más próximos, que el pasado inmediato - dijo con tono cansado. - Ya lo entenderéis - apostilló, para continuar atendiendo a la lección.

Forthwind asintió y prosiguió con la lección. Esforzándose todo lo posible por aprender y retener cada retazo de información.