Howard tenía la carta sobre el viejo mueble colonial, en el hall de la casa. En ella, había escrito una escueta respuesta:
Estimado Hewitt:
Bien, como desee Sarah. Como bien sabes si Daphne viviera, estaría deacuerdo con ella... Así que tras meditarlo largamente (En realidad tras una larga y típica discusión de casados), visitaré a tu família.
¡Oh!, por cierto. Encontré una vieja botella de Château Mouton-Rothschild 1975, que me envió un antiguo amigo desde Francia. Dicen que es un buen caldo el de ese año. Si, diantres, ya se que no es un vino Kosher... ¡pero que demonios, te he visto comer doghnuts cuando trabajas, y bien que no son Kosher!. Llevaré poco equipaje, y seguramente vendré en autobús, con el primero del dia.
¡Nos vemos pronto, viejo amigo!
Att. Howard.
PD: De la insidiosa dama, ya hablaremos cuando llegue. No te prometo nada.
La biblioteca estaba inundada de una nube languidosa de incienso. Con las cortinas echadas, y con las luces apagadas. La silueta del viejo, se recortaba en una sutil penumbra. No estaba oscuro, era esa oscuridad con la que las personas áun son capaces de ver, pero en la que las sombras de los muebles y los objetos. Esconden terribles figuras y fabulaciones increibles.
Howard intentaba entrar en trance, se había pasado casi dos horas en absoluto silencio. Solo faltaba esperar a que las puertas de su inconsciente se abrieran, y bajase aquellos setecientos setenta y siete escalones, antes de llegar donde moraba Mocetius... Quizás si dejaba su mente en blanco...
Mocetius estaba lamiéndose la pata, cuando apareciste.
El cielo estrellado, pero sin luna, indicaba que estaba enfadado.
El camello que estaba al otro lado del tablero de ajedrez, fumaba un pitillo con tranquilidad. Movió un álfil y anunció jaque mate.
La mirada de Mocetius era furiosa, pero controlada.
Con un gesto de su zarpa, el camello y el tablero de ajedrez desaparecieron, se fijó en ti y sigúió lamiéndose.
¿Qué quieres de Mocetius, Howard?
Parece ser que al final conseguiste encontrarle...
Howard avanzó varios metros hacia el enorme felino, hasta situarse en donde antes estaba ese extraño camello.
No pretendía interrumpirte Mocetius, solo venía en búsqueda de tu compañía y consejo. Tengo que emprender un viaje y me cuesta desprenderme del viejo caserón y de mi Mujer.... Aunque dudo que puedas entenderlo, pues tu siempre has morado aqui.
Howard suspiró quejumbroso, era viejo y el ver a alguien sentado y él de pie. Le hacía sentirse mas viejo aún.
¿¡Porque demonios no hay sillas en este lugar!?
Mocetius te mira desde su altura, y sigue lamiéndose la pata.
Asi que debes viajar... mmm... hace tiempo que no lo haces, ¿verdad?
Mmmm... A Mocetius le gustaria viajar... si... conocer lugares nuevos... aunque hace poco que te conoce, siempre has vivido en el mismo sitio... y eso es aburrido.
Tu anterior encarnación era más interesante... si... también conoció a Mocetius siendo más joven y eso siempre ayuda...
Cough, cough... -una tos seca le sacude y una bola de pelo sale volando de su boca- Disculpa... sabes que siempre puedes volver, ¿verdad?
Por otra parte, ¿tan lejos te vas?
Mmmm... cuéntale a Mocetius más cosas de este viaje...
Howard permaneció unos segundos, submergido en sus pensamientos. Sus largas garras de viejo, acariciaban su barba de chivo, amarillenta por la nicotina.
Con la vista perdida en la inmensidad espacial, Howard empezó a hablar con lentitud, sin dejar su barba.
Uhm... supongo que me voy, por petición de un amigo. Si no hubiera sido tan insistente, seguramente habría renunciado.
Pero cultivamos nuestras amistades mediante favores y el trato que les ofrecemos.
Luego, fijó su mirada a los insondables ojos felinoides de Mocetius.
Pero, lo que más temo de este viaje. Es encontrarme con gente que me recuerde tiempos pasados, gente que quiera abrir viejos libros que tenía olvidados. Y que con ellos, me venga el recuerdo de tiempos pasados, en los cuales, Daphne aún estaba viva...
Luego, una vena de su frente empezó a hincharse, y mientras abria y cerraba los puños con fuerza. Empezó a vociferar.
¡Y luego están las presentaciones editoriales. Malditos nidos de yupies, críticos cretinos, aduladores insípidos y neo-liberales, esos panfletarios de salón!
Poco a poco, fué calmandose, al recordar que hablaba con Mocetius. Hasta le pareció indecoroso que él alzara la voz, cuando el felino nunca lo había hecho. Se sentía como un niño dando pataletas. Y eso, le llenó aún mas de bilis.
Es odioso, es como representar una obra de teatro, mediocre, sórdida y con un final predecible. Dijo, con el ceño fruncido.
Pero debo de ir, ya que el nacimiento de nuevos nietos, no es nada trivial. Tras lo que suspiró, y con ello, pareció calmarse del todo.
Mmmm... miaw... así que en el fondo solo se trata de una reunión social-responde Mocetius-... Mocetius te entiende... son aburridas y pretenciosas... todo el mundo finge ser feliz y amigo de los que no han sido nunca amigos... muy triste, cierto...
Mocetius te recomienda que lo tomes como una mascarada... un baile de disfraces -alzas un momento la vista hacia el gatuno rostro de Mocetius, ahora con una máscara veneciana-... o puedes ser tu mismo. El hombre que ha sacado a la luz muchos enigmas del poder personal.
Una sonrisa maquiavélica cruza el rostro del espíritu.
Si son tan engreídos y cretinos, seguro que no tendrán ni idea de lo que hablan tus libros... y siempre puedes dejarles en evidencia... a Mocetius le divertiría...
-Mmm... si, supongo. Aunque no me agrada la idea de desperdiciar mi precioso tiempo con ellos...-
Howard no dejaba de acariciarse la barba, mientras contemplaba las estrellas del firmamento.
-El tiempo... Sabes viejo amigo, hace cosa de dos días Daphne, estaba revolviendo el viejo desván. Parecía estar languidosa y melancólica.
Aún no se que demonios buscaba, pero encontró un viejo baúl lleno de antiguos recuerdos y experiencias inacabadas.
Cuando estaba revisando los papeles y las fotografias, me pregunté si al caso son esas historias interrumpidas, las cuales me atan a este mundo.
No puedo negar lo que es evidente. Soy un viejo carcamal, un escritor marchito que es demasiado cobarde para quitarse la vida, y poder así descansar junto a su amada...-
Howard hablaba despacio, dejando la mirada perdida, como si evitara a Mocetius. Pues como bien sabia, Mocetius siempre tenía razón en todo, y ahora, temía su veredicto sobre el tema.
-Tantos años buscando el conocimento del "yo" interno, me han dado la capacidad de poder ver a la gente. Son ciegos estúpidos, lobotomizados y cebados como los gansos. No saben ver lo que realmente hay detrás de todo... ¿porqué serán tan estúpidos, al caso no es todo tan evidente?.
No... no siento compasión por ellos, mas bien me repugna su ignorancia y su corto entendimiento de "la verdadera realidad"-
Sus garras huesudas se abrían y cerraban con fuerza, irritado.
-¿al caso soy el primero en cruzar los setecientos setenta y siete peldaños del sueño, y llegar a las puertas de la comprensión?... ¿será porqué no he sabido llamar en ellas y los otros están dentro... o es que nadie ha llegado tan lejos?-
Dijo mientras se volvía a la gran esfinge, ahora adornada con una picuda máscara veneciana, propia de la época bubónica-
La máscara desaparece y la cara de Mocetius tiene algún rasgo más humano que antes.
¿Dices que no has llamado a la puerta? -te pregunta Mocetius- en tal caso quizá deberías hacerlo, ¿no?.
Mocetius es la prueba que has encontrado un camino de saber que no está al alcance de cualquiera. Pero ahora que has encontrado lo que buscabas, te sientes solo... Mocetius te entiende... también quiere cambiar de aires.
Igual si viajas, serás capaz de encontrar a otro como tu.
Aunque espero que no tan viejos y gruñones -añade con un susurro.
Uhmmm... seguramente tendrás razón, pero dudo que haya otros que entiendan estos conceptos.
Lentamente Howard levantó una poblada ceja....
¿Estabas jugando al ajedrez, no sería mas lógico que jugaras al parchís?. Ya que su significado es el viaje que hacen los cinco estados del alma, antes de cruzar el umbral del nirvana.
Tras mantener la ceja alzada durante un tiempo, levantó los hombros y sacó su pipa del bolsillo. Mientras la estaba llenando dijo.
Bueno, en realidad, siempre me pareció un juego estúpido i con poca substància, ciertamente prefiero un ajedrez. Saca ese tablero, creo que podré jugar mejor que un camello...
Ante ti, aparece un tablero de ajedrez, justo para las medidas de Mocetius. Le miras con sorpresa mientras él se relame una pata y, como si realmente le costara entender el problema, te mira desde su altura, mira el tablero y vuelve a mirarte.
El espacio y el tiempo son cosas realmente curiosas... cualquiera de los peones de Mocetius es más grande que tu -dice con una sonrisa.
Mientras él se hace algo más pequeño, junto con el tablero.
Ahora podrás jugar al ajedrez con Mocetius, Howard- dice mientras observas que el tablero sigue siendo enorme para ti, aunque ya puedes arrastrar las piezas por el tablero.
¿Sabes? A Mocetius nunca le ha gustado el parchís. Todo ese misticismo de las fases de la vida es algo soporífero para un espíritu libre como él... peón C3...
Howard sonreía contento, mientras llenaba la pipa. El juego lo había transportado lejos de sus preocupaciones.
Ahh, "amigou". No esperarás que me sorprenda. Eso es una obertura Zaragozana... clásica donde las haya, entre la corte real castellana.
Siguió llenando la pipa, y luego, con parsimonia la encendió. Sus ojos revoloteaban el tablero.
Bueno, a veces la gente se comporta como si estuviera jugando al ajedrez... esa mujer, mismamente. Ella juega con blancas, y parece que intenta ganarse mi confianza utilizando caminos indirectos... diría que ha abierto a la Deprez... haciendo movimientos absurdos que no conducirán a ningún lugar... Volvió sus ojos a la esfinge. Probemos algo clásico, ya que me has forzado a jugar de centro... uhm... Peón a D6. Si, una Mieses será correcto.
Y esperó paciente a que el Mocetius moviera la pieza por él.
Las horas pasaron y la partida se acabó.
Mocetius hizo gala de su superioridad gatuna, y del hecho que conocía a Howard mejor que él mismo, y cuando empezó a aburrirse le ganó.
Mocetius hace jaque mate, Howard...
Deberías vigilar por si la señora esa también será capaz de hacertelo...
Ahora vuelve con Daphne, que te espera para cenar...
Cuando abres los ojos, Daphne está delante tuyo con una bandeja con algo de comida ligera y fresca.
Estás agotado física y espiritualmente y agradeces la gran idea de Daphne.
Después de cenar, te das cuenta de una cosa: es la vez que has mantenido la concentración durante más tiempo.
A la mañana siguiente, Howard empezó a preparar su maleta. Era una de esas viejas maletas con "pedigrí". En su lomo había pegatinas y sellos de distintos lugares y países. Aunque casi todos, de Estados Unidos, Canadá, Francia y España; aunque también había alguno de Sudamérica.
-Uhmm... veamos...- dijo mientras se rascaba una poblada ceja. -Calcetines, ropa interior, varias camisas, varios pantalones, una chaqueta de verano, mi vieja corbata de dar clases, mi genuino sombrero panameño... si, será mejor que deje el fedora hará demasiada calor... uhm... cepillo de dientes, la navaja con su escobilla, mi diario, algunos apuntes del nuevo libro... y... "Le mesmérisme", del propio Franz Mesmer. Aunque dudo que pueda leerlo con tranquilidad... Bien creo que es todo... ¿Me dejo algo, cariño?-
Dijo a Daphne, mientras cerraba la maleta, con un "clik" metálico.
*Sombrero Fedora: Es el típico sombrero de 1930, típico de la época ganster (el de Fredy Krugger, Indiana Jones, Blues Brothers... etc.).
Daphne repiquetea en el suelo indicándote la máquina de escribir, un ventilador, una mesilla de noche y un montón de cosas más.
Cuando ya estás algo aturdido por la ingente cantidad de cosas qeu te dice, para y hace el conjunto de raps y knocks habituales para cuando quiere decir que le ha hecho gracia algo.
Solo era una broma, te indica. Puedes marchar tranquilo.
Sabes que le gustaría que te quedases, pero también que cree que te hará bien este viaje.
Te vas a dormir. Tienes pesadillas, pero has aprendido a leerlas y escucharlas y la dejas fluir, aunque no sea de tu agrado.
Monstruos de leyenda te atormentan y deidades paganas interceden por ti. Algunas con ropas modernas o incluso futuristas. En conjunto te resulta un poco bizarro.
Cuando despiertas, ya has llegado a una conclusión. Con este viaje, empieza un juicio.
Lentamente, te levantas, te vistes y te dirijes a la parada de autobús.