Jejeje... veo que realmente es un hombre instruido... me gusta, me gusta... -su risa es estridente como su voz, digna de un villano de la productora Hammer, y al igual que no te sorprendería oírla en un castillo perdido en medio de los cárpatos, tampoco te parece extraña en esta librería.
¿Sabe? Hace un tiempo tenía todos los libros suyos... los de usted, me refiero, señor Blavatsky, hasta que- una voz femenina corta en seco su discurso.
¿Hola? ¿Está usted ahí, señor Halaster?
Algo que no pensabas poder ver en tu vida es a un librero tiritando. Siempre te habían demostrado tener más sangre fría que los lagartos, pero Halaster se ha puesto blanco y parece tiritar.
La voz, dulce y jovial, posiblemente en exceso, prosigue.
¿Sabe? Hoy tengo una cita muy importante y quisiera impresionarle, ¿podría usted aconsejarme sobre qué libro llevar?
Cuando tu y William os girais para comprobar la reacción de Halaster al oír esa extreña petición, este ha desaparecido.
Realmente, estas librerías tienen una forma diferente de tratar la física... Si Newton o Einstein estuvieran aquí, disfrutarían como cosacos...
Tras ver la extraña reacción del librero, Howard tiene un horrible presentimiento.
Cualquier tipo de persona que haga huir de esa forma a un viejo reptil, no debe de ser sana para Howard.
Temiendo a quien encontrarse tras la melosa voz, Howard se gira hacia donde viene la femenina voz. Permaneciendo estoico ante el encuentro.
Una figura femenina aparece de repente por un recodo que no contabas que existiera entre las estanterías.
Es una chica de unos 50 años, bien conservada, con una cara jovial y una sonrisa tan afable que hace temblar de pánico. Sonrie demasiado -piensas-, no puede tramar nada bueno...
Ella se para delante tuyo como si hubiera visto a un fantasma. Levanta el dedo poco a poco y te señala.
¿Us... us... usted? -balbucea- ¿es usted... señor Blavatsky?
Buscas a William para que te diga qué está pasando, pero notas que él también está descolocado...
¿Madame, qué hace usted por aquí? -se limita a decir Hewitt
Sus ropas medio orientales, medio gitana de película y el trato de madame de Hewitt solo da lugar a una respuesta lógica: es Madame Douglas-Dewitt.
-Con lo tranquilo que estaba siendo el día...-
-Saludos Madame- Howard optó por el estoicismo antes de soltar la bilis. Para ello ya tendría tiempo más tarde, ahora tenía que analizar la estrafalaria mujer que tenía delante. Y lo que és más importante: Que demonios quería de él.
Vaya.. qué bochorno... yo quería arreglarme un poco antes de la comida... -se queda quieta un rato y después empieza a moverse nerviosamente- bueno... verá, es un honor volverle a ver, señor Blavatsky. Sepa que para nosotros, para mi, es todo un logro personal que nos deje publicar sus libros... hace mucho que los lectores del mundo no pueden acceder a sus conocimientos, ¡¡será muy grande para todos!!
Entre sus movimientos espamódicos y nerviosos notas que no sabe si darte la mano o abrazarte o algo más.
De repente empiezas a tener recuerdos de ella. Esos gestos nerviosos estuvieron a punto de hacerla suspender varios cursos, por no saber expresarse en público. Contigo no, claro, porque hablar en público nunca ha sido una prioridad para tí...
Si, realmente ha cambiado poco en todo estos años. Y si existe un futuro escrito, ella lo ha cumplido con creces. Seguro que te pide dentro de un rato de leerte Las Cartas o algo parecido...
Necesito que aumentes tu ritmo de participación. Hay gente que se espera a que solucione tu escena para poder seguir la partida.
Si no quieres seguir el ritmo de 2 o 3 mensajes la semana (no haces ni 1), me lo dices y te llevo por separado o te saco de la partida.
-Si, ya, ya... Aunque sinceramente Madame. No entiendo porqué necesitaba alejarme de mis estudios, y de mi hogar. Para tan solo firmar unos libros. Y siendo lo más amable que puedo, por compromiso de mi amistad hacia Hewitt, accedí a venir. Tan solo por ello.
Me importa un bledo si mis libros se venden o no. No, no me quita el sueño, ni tan solo me preocupa.
Por ello quiero saber ahora, y cuando digo ahora, es ahora. El motivo por el cual he sido alejado de mis quehaceres. Y no se ande con rodeos Madame, que con su virtud comunicativa uno se cansa rápido de sus discursos. Que aún recuerdo sus ponencias...-
Howard, era el típico maestro severo, pero con el añadido que era capaz de escuchar a los demás. Él pensava fervorosamente que la verdadera autoridad residía en la fuerza intelectual, y por lo cual, los maestros debían de ser fuentes de respeto, conocimiento, comprensión y autoridad.
Sobre mi ritmo de participación... ya hablamos de ello. Como veas conveniente. No quiero entorpecer el ritmo de la partida, aunque permanezco activo (mas o menos) en Umbría, por esta partida.
William se escondió. Sabía que la bilis de Howard era demasiado para ese momento.
Vaya... veo que sigue siendo el mismo viejo cascarrabias de siempre- espetó la Madame- Bien, si insite, le diré porqué quería verle. Hubiera preferido que fuera en otras circumstancias, pero si usted lo quiere así...
Quería verle en persona para poder agradecerle sus clases. Realmente usted me enseñó cosas que nadie más lo hubiera hecho. Y gracias a eso, he visto cosas. Cosas terribles que después han sucedido, y cosas buenas... y le he visto a usted. Hablando con desconocidos... y otras cosas que por ahora mejor no decir.
Estoy preocupada por usted, profesor Blavatsky.
Su tono parecía de preocupación verdadera. Algo ofendida por la situación, pero realmente preocupada.
Howard sintió una punzada de alegría en el corazón. Douglas-Dewitt, hablaba mucho mejor cuando estaba bajo presión. Y él lo sabía.
-Me alegro de verla de nuevo, Madame. Veo que sigue soportando mis ataques. Si se toma esto tan en serio, y ha convencido a Hewitt. Será que realmente está preocupada por algo. Permítame que me disculpe por mi hosco comportamiento, pues no estoy acostumbrado a los cambios.-
Entonces Howard demostró que estaba dispuesto a escucharla, tan solo quería darle un bautizo de fuego antes. Para saber si se trataba de una simple editora, o si realmente buscaba algo más.
Tras mostrarse algo más cándido, Howard le besó en ambas mejillas, al modo francés.
-Vamos Madame Douglas, le invito a un café antes de comer, Hewitt conocerá alguna cafetería europea donde no sirvan agua sucia filtrada con un calcetín. Ya comprará el libro en otra ocasión-
Un suspiro de alívio cruzó la sala. Hasta los libros parecían aliviados.
William salió de su escondite y con un discreto "ehem", interrumpió la escena.
Ya son horas de ir a comer, Howard. Vayamos al restaurante y hablemos allí, ¿te parece?
-Si, será lo mejor... empiezo a sentir hambre-