Partida Rol por web

En cuanto Zhao hizo descender la rampa trasera y Rabiah dio la orden, los que habían acudido a ayudar con el control de daños descendieron del vehículo, encontrándose aquella frenética escena. Rápidamente se desperdigaron para echar una mano con lo que fuera, que no era poco. En un principio, cada uno fue donde mejor le pareció, y al ver a caras nuevas moverse entre las conocidas, finalmente el Oficial Lorr reparó en ellos, y sobretodo, en el Chimera.

— ¡EH! — gritó — ¡Por la gracia del Emperador, esto si que es una señal! — empezó a hacerle señas a Zhao — ¡Muévete, vamos! ¡Hay que despejar esto de rocas para que podamos apartar de las llamas las cajas que faltan! — le señaló un montón de escombros que bloqueaban la entrada del depósito, y que varios adeptos estaban intentando mover con sus herramientas, sin éxito. Otros dos pares salían del edificio, cargados con cajas, aprovechando el hueco dejado por la explosión dado que la puerta estaba bloqueada, aunque aquello los acercaba peligrosamente a las llamas.

Lorr siguió gritando al verlos — ¡No, esas no! ¡Hay que priorizar las cajas negras, las de explosivos! ¡Luego las verdes de la munición! ¡Y por último las blancas del equipo general! — abrió una caja negra que le habían traido, anotó su contenido asintiendo con tanta satisfacción como urgencia, todo sin dejar de gritar — ¡Venga, que no tenga que estar repitiéndolo todo cada vez!

Más gritos se sucedían por el lugar, también reclamando más ayuda, sobretodo la del transporte blindado — ¡Aquí, por favor! ¡Hay heridos que están muy graves! ¡Necesitan que los lleven a la enfermería ya, o no lo conseguirán!

El grupo se echó hacia adelante al unísono, aunque pronto la cohesión del grupo se perdió debido a las diferentes velocidades que llevaba cada uno. Nereida rápidamente dejó a todos atrás, lanzándose en una sorprendente carrera que sin duda había sido merecedora de varios premios deportivos... de no ser por el abrupto final que tuvo, ya que cuando esta casi llegando hasta el combate, el barro le jugó una mala pasada y cayó de bruces al suelo, aunque más manchado de barro no podía estar ya su uniforme.

Los tyvianos avanzaron más o menos a la par, adelantándose el soldado pesado Heredia y quedando algo por detrás el sargento Ynestrillas, que iba dando las órdenes pertinentes. Desastre se acercó a ellos, probando suerte con su rifle láser, aunque el tiro no acabó dando a nadie a pesar de la gran concentración de blancos tanto amigos como enemigos. Los varangianos se movieron con más cautela, aguardando a que el psíquico Brotinn tuviera a los traidoresnal alcance de sus poderes. Los Doblesueldos, por su parte, se separaron, con Arrin dando un rodeo por las habitiendas para flanquear al enemigo, y Kord quedando más atrás, ralentizado por su pierna herida.

Frente a la carpa, el tiroteo se reanudaba a medida que más traidores iban apareciendo del interior de las nubes de gas. Sus disparos eran certeros y concentrados en los soldados de la Guardia, ignorando los blancos fáciles que suponía el personal de apoyo. Uno de los soldados Devotos recibió un impacto en el hombro que casi le inutilizó el brazo, mientras que el varangiano paró otro con el pecho. Ello no supuso percance alguno, sobretodo para su escopeta, que descargó sobre el enemigo más cercano, dándole de pleno. Otro de los tabrisianos hizo gala a la fama de su regimiento, dando en la cabeza de uno de los traidores y segando su vida con un tiro láser.

Más disparos se efectuaban por parte de los imperiales que retrocedían sobre los atacantes, pero debido a su retirada, ninguno más dio en el blanco, más preocupados como estaban en cubrir a los oficiales, aunque fuera con sus cuerpos. El comandante Changpú, cubierto tras una de las barricadas y protegido por sus hombres, se percató de la presencia de los refuerzos, y de la comisaria Kirmehild, que en un suspiro se había plantado casi a su lado.

— ¡Alabado sea el Omnissiah, comisaria! — respondió el drafelivano — ¡Han tomado la zona de mando con ese maldito gas! ¡Hay que rechazarlos!

Shan observó aquella escena con todo el detenimiento que se pudo permitir, llegando rápidamente a la conclusión de cuál sería la manera óptima de aprovechar los recursos que tenían para solventar aquella amenaza. Podían ignorar el incendio, no contaban con medios para apagarlo y de todas formas ya lo haría la lluvia por ellos. Pero no podían permitir que se extendiera, por lo que lo primero que debían hacer era un cortafuegos alrededor de las llamas. Los propios escombros del depósito servirían para contener el fuego, que no atravesaría el rococemento.

Desbloquear la entrada del depósito también permitiría una mayor agilidad y seguridad a la hora de ir sacando cajas del interior, evitando nuevas heridas e indisposición del escaso personal humano, y posibles detonaciones por cercanía al calor de las cajas transportadas.

Con los heridos no había mucho que hacer. No tenían entre ellos a nadie que tuviera conocimientos de medicae, y lo único que serviría de ayuda sería cargar a todos los posibles en el Chimera e ir haciendo viajes hasta la enfermería. Aquello salvaría vidas, pero les dejaría sin su mayor fuerza de trabajo allí. Si no querían deshacerse del transporte y su pala, al menos la sacerdotisa podría dar los últimos sacramentos a quien los pidiera, si la necesidad les obligaba a ello.

El sentido les volvió a ambos en medio de una nube de dolor y humo. Apenas podían abrir los ojos, pero todo cuanto podían ver era una superficie porosa y gris, débilmente iluminada por un fuego. Sentían una gran presión sobre ellos, y había partes del cuerpo que ni respondían a sus llamadas ni podían mover. El sacrificio de V y de Olion les había salvado la vida, pero eso no había evitado que la explosión, o sus consecuencias, les afectaran igualmente.

Estaban cubiertos por escombros, ruinas y trozos de rococemento provenientes del techo y las paredes del depósito. Podían escuchar a lo lejos gritos de urgencia y de auxilio, pasos acelerados, y sonidos de arrastrar y mover algo pesado. Si había gente por allí, sin duda no había reparado en ellos o tenía cosas más urgentes que hacer, porque por el momento, nadie acudió en su ayuda.

Tras dejar bien asegurado al traidor a base de literalmente cargarlo de cadenas, hierros, y todo aquello que pudieron encontrar que tuviera pinta de pesado, de lo cual los sintemúsculos aumentados de Orrin dieron buena cuenta. Sin un cortador láser, nadie iba a poder sacarlo de allí, y estaba claro que él ni tenía ni iba a poder manejar uno.

El cuarteto de Doblesueldos abandonó por fin el taller, tras dejarlo todo lo a salvo posible, para salir corriendo hacia la zona de mando, el lugar donde estaban los últimos enemigos, y donde por fin podrían reunirse con el resto de su escuadra. La lluvia volvió a caer sobre ellos una vez en el exterior, recordándoles que la tormenta seguía sin tener fin, y que el embarrado suelo podía jugarle una mala pasada a más de uno.

Kord asintió a su compañero y avanzó con toda la rapidez que permitían sus heridas hasta una de las casetas, donde esperaba poder parapetarse del enemigo el tiempo suficiente para calcular el mejor vector de aproximación. Era una situación desesperada para él, herido más allá de lo que era viable y sin su rifle sobrecargado para poder disparar a buen alcance. De no ser por su fe en que el Emperador les daría la victoria, habría jurado que una fuerza más allá de lo comprensible se había esforzado en intentar acabar con ellos.

- Vamos Jurgen, aún tenemos algo que decir en todo esto...

Se levantó sin mayor dificultad y avanzó unos metros hacía el frente, acercándose al comandante mientras desenfundaba la espada sierra en la mano izquierda - hemos acudido en cuanto se ha recibido la alerta, los sacaremos de ahí a patadas - y sonrió disfrutando de la idea de poder acabar con aquellos malnacidos en combate cuerpo a cuerpo, o al menos ,esa era su pretensión. Las ordenes habían sido dadas y la defensa se tornaba contra ataque. 

En cuanto todos se bajaron, Zhao volvió a subir la rampa del Chimera y escuchó lo que el Oficial Lorr decía. Rabiah había ordenado a sus hombres recoger heridos, pero tardarían aún unos segundos en cogerlos y llevarlos hasta él, así que podía ayudar mientras tanto. De nada iba a servir recoger heridos si toda aquella zona saltaba por los aires y todos morían. 

Y lo más adecuado para un vehículo como el suyo, con su gran pala al frente, era aquella pila de rocas. Los que intentaban moverlas estaban teniendo más bien poco éxito, porque era un enorme montón de piedras pesadas difícil de mover. Sin embargo, ahora Zhao era uno con el Chimera, y sus músculos ya no eran sus escuálidos brazos, sino poderosas ruedas de acero. Maniobró por el estrecho espacio, evitando por los pelos el resto de escombros y las cajas, casi encallando el Chimera entre dos piedras, pero consiguiendo finalmente embestir la pila de rocas y apartarla totalmente del camino, desperdigándolas más adelante. 

Hecho eso, dio marcha atrás con el vehículo y se acercó a donde estuvieran llevando a los heridos. Volvió a bajar la rampa y dijo por la radio del Chimera: 

-Aquí Zhao, traed a los heridos a bordo y les llevaré a la enfermería. 

Waldemar podía escuchar como los disparos se estaban dando a todo su alrededor, pero aun estaba demasiado lejos del combate directo para usar su escopeta. Siguió corriendo como pudo, mientras le decía a Ejulf que apresurara el paso. Debían llegar al frente para hacer una punta de flecha contra el enemigo, y empezar a hacer un cambio importante en el combate.

Al final, pareció que el edificio se les había caido encima, una manta de rococemento y oscridad les cubria totalmente.

-11010001011... Gabarri... Soldado Gabarri. ¿Se encuentra todavía entre los vivos?

Intentaré... Mover los escombros para encontrar una via de escape - informo antes de que el poderoso servobrazo me responda con unos chispazos de tensión. 

Maldito fuese... Justo en este momento no. La explosión habrá dañado las conexiones.

No se veía con fuerzas para remover los escombros 

Gabarri, si sigues ahí, te ayudaré a salir. Necesitamos ayuda antes de que el resto del monitorum se venga abajo y y los escombros nos sepulten del todo. 

Algo que quizás había pasado ya y nos encontrabamos a varios metros bajo rococemento. Pero Clank no quiso ni plantearse esa posibilidad. 

Mao Fu, si todavía amas a tu sierva, guianos fuera de este embrollo - rezo en silencio angustioso. 

Reinhardt salió del taller junto a su tropa, desplazándose todo lo rápido que podía. 

—Pasaremos rápidamente por la cantina —dijo, cambiando el que había sido el plan inicial— para ver si están Arrin y Kord. Después nos dirigiremos a la zona de mando. 

Al fin y al cabo, había ordenado a la escuadra reagruparse en la cantina. 

Debía ser cosa de la oscuridad, o el agotamiento que sufría por todo lo que había ocurrido esta noche, pero lo cierto era que el enemigo aun estaba lejos como para poder darles un buen susto, es mas me había quedado muy lejos de mis estimaciones iniciales. Aun tendría que avanzar suficientes metros, como para poder cubrir a los oficiales que huían en desbandada mientras los soldados recibían la furia de los soldados enemigos. - Vamos señores, enseñemos a los herejes. 

Arrin y Hans siguieron corriendo a toda pastilla, inclinados hacia adelante, semi-agachados y armados con pistola y cuchillo. Los rayos láser pasaban por todos lados, y parecían arreciar ahora que se acercaban aún más. 

Siguieron escorándose hacia su izquierda, acabando su carrera en una aparatosa caída al resbalar ambos en un charco, justo al lado de uno de los miembros del Monitorum al cual no dedicaron ni media mirada. El charco tenía un desnivel que no habían podido ver por culpa del agua. Resultado, el previsible a pesar de que casi habían podido restaurar el equilibrio, pero con un suelo en ese estado, era complicado rehacerse de una caida, una vez iniciada. 

Al caer, automáticamente amortiguó la misma y se posicionó para disparar. El resbalón había sido inoportuno...o no. Quizás San Drusus, vigilante ante uno de sus elegidos, le había hecho caer justo en el sitio indicado. Se fijó que allí en el suelo, y gracias a las protecciones que habían ahí en medio, estaban a cubierto de la mayoría de los tiradores, aunque el objetivo de aquellos traidores no eran ellos, si no los que huían. También se fijó que uno de los traidores estaba justo delante de ellos. 

- Hans...acabémos con él. - ambas pistolas apuntaron amenazadoramente al traidor, que disparaba a placer sin percatarse de la que se le venía encima. 

Si de él dependiera, arrastraría a aquel hereje de los cojones hasta el puesto de mando, puede que haciendo una gira escénica por todo el campamento en el proceso... Pero, como les enseñaron en la Schola, la necesidad obliga. Así que tendría que quedar allí, cargado de cadenas, mientras acudían a salvar el día.

-Una puta vez más, claro. Vivimos rodeados de idiotas...-masculló por lo bajo, notablemente enfadado. Los resbalones por el barro no ayudaron, siendo acompañado cada uno de una sonora imprecación sobre las madres de los herejes y sus cuestionables hábitos higiénicos y reproductores.

Rabiah predicó con el ejemplo mientras predicaba tambien literalmente. Llevando en volandas a un herido para cargarlo en el chimera, levantaba la voz para hacerse oir, hablando de como no debian temer a la muerte porque, tanto en vida como en la muerte, iban a servir al emperador y a llenarlo de orgullo con sus sacrificios. 

El pitido y la oscuridad lo llenaban todo. Y dolor. Mucho dolor.

Una parte de su mente no dejaba de decirle que el dolor era bueno, que si le dolía es que estaba vivo. Otra le decía que la muerte podía doler, que nadie lo sabía así que cerrase la bocaza de positivista asquerosa. Tuvieron una buena pelea. Abrió los ojos como pudo y intentó evaluar su situación. Estaba vivo pero no por mucho tiempo. No había luz y algo enorme le oprimía el pecho. La explosión había tenido a bien darle sepultura. Todo un detalle si le hubiese matado pero como seguía vivo ese detalle se convertía en una cruel broma. Sobrevivir de milagro a una explosión así para morir enterrado vivo entre rococemento. 

Vio más que oyó a Clank mover los labios pero el pitido no dejaba de sonar. Asintió con la cabeza porque le había parecido leer vivo en los labios de la Tecnosacerdotisa. Intentó mover la piedra que tenía encima con algo de ayuda de la mujer pero era muy pesada para él. Apenas tenía fuerzas. Por su mente pasó un momento de rabia y maldijo al emperador y su cruel sentido del humor. ¿Porqué coño iba a salvarles la vida para dejarlo morir allí enterrados? 

NO CREO QUE PODAMOS SOLOS. - gritó a pleno pulmón incapaz de oírse a si mismo antes de toser hasta casi echar los pulmoes. - ¡AYUDA! ¡CLANK ESTÁ AQUÍ! ¡ESTA VIVA! - gritó sabedor de que se darían mucha más prisa por salvar la vida de una tecnosacerdotisa que la de un penal. Ojalá alguien los oyese. 

Con más voluntad que habilidad, Murat continuó su trabajo con las cajas de munición. Aunque cierto era que no era más que un tirador que se sentía muy torpe entre aquellos soldados de intendencia que sabían cómo hacer su trabajo.

-¡Demasiado lejos, forbannelse!- se lamentó el psíquico antes de salir disparado hacia la primera línea. Pero la mala suerte hizo que pisase la tapa de una caja de munición. Húmeda y podrida, la madera cedió, haciendo que Jarl cayese de bruces arrastrando a Snarl cuando intentó desesperadamente sujetarse a algo...

Jiang Li empezó a moverse cuando se dieron directrices. Cajas negras, sobre todo, eran las mas importantes, si podían salvar los explosivos no solo conseguirían salvar el pellejo, si no que además evitarían que mas edificios colapsaran…Este quizá tendría salvación al amanecer.

Buscó a TangTang y le palmeo el hombro:- Creo que entre los dos podremos agilizar lo de llevar las cajas fuera; que el omnissiah nos proteja…

- Si el fuego se extiende su destrucción será mayor que la que tenemos delante, los propios escombros podrían usarse de cortafuegos.

- Desbloquear la entrada del depósito sería lo óptimo y mover las cajas la mejor manera de conseguirlo.

- Por los heridos poco podemos hacer, cada esfuerzo por salvar una vida pone otras diez en juego.

Así analizó Shan Dianqiú la situación, tan objetivamente como pudo, sin embargo la frialdad con la que juzgó las vidas de quienes peor lo pasaban le avergonzó pues no le gustaba negarle auxilio a nadie. Presto se puso mover cajas con la inestimable ayuda de Jiang Li.

- Protege siempre - respondió antes de doblar rodillas.