Partida Rol por web

Proyecto Arpa de Oro

2. La Fundación

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31/08/2015, 22:22
Director

01.03.1377

Todos estaban esperando  que comenzara la reunión en aquella salita de la segunda planta de la Finca Clancy. Habían pasado dos meses, las dudas habían quedad resueltas y se habían realizado unos tímidos avances. Todo estaba preparado para que el proyecto Arpa de Oro echara a volar.

Kazumi, Nerissa, Ewander y Rohellec ocupaban cuatro de las cinco sillas que se encontraban en torno a la redonda mesa de madera decorada con un par de quemaduras con forma de manos. A la derecha de cada uno de los presentes estaban sus candidatos elegidos: May Reilly, una joven de piel bronceada, pelo castaño y ojos claros; Helena Panoukos, una ilmaterina de ojos verdes, pelo castaño y ondulado y labios carnosos; Trizo Cervezasabrosa, un joven mediano de pelo alborotado y expresión desafiante; y Alice Redwell, una hermosa joven con expresión desconfiada. Aún faltaba que llegara una persona para completar la reunión.

La puerta de la salita se abrió y Chester apareció por ella llevando una pequeña bolsa de terciopelo azul marino Pero a diferencia de lo que se esperaba, nadie lo acompañaba. Fue entonces cuando la ausencia de Daura empezó a hacerse notar. ¿Dónde estaba la druida?

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31/08/2015, 22:23
Chester Clancy

El joven se acercó hasta la mesa y sin tomar asiento, puso la pequeña bolsa encima de la mesa. Después apoyó sus dos manos en la mesa y miró a los presentes con el ceño fruncido y expresión preocupada.

Supongo que todos os estaréis preguntando dónde está Daura. No va a venir. La noticia de la muerte de Elminster ha sido un duro golpe en los Círculos druídicos. Ella, al igual que otros druidas, necesita recuperar su equilibrio interno y en esas condiciones no está capacitada para embarcarse en esta empresa—llegados a ese punto el mago comenzó a titubear—. N-no sé si me equivoqué eligiéndola, pero... tenemos que seguir adelante. El mundo, eeeh, continúa girando y no nos va a esperar. Quizás, puede que algún día ella esté preparada para tomar la silla vacía, o a lo mejor… queréis que otra persona la ocupe. No sé, vosotros tenéis que decididlo.

Chester hizo una pausa y dejó de apoyarse en la mesa para colocarse bien las gafas, las manos le temblaban. Después de lo ocurrido en la primera reunión y la actitud de Daura, para él tenía que ser duro que la situación tuviera ese desenlace. Inspirando fuertemente un par de veces el joven mago recobró la compostura y sacudió un par de veces su cabeza para volver a mirar a los presentes.

Yo os elegí, os convoqué, os reuní y os hice una proposición—dijo con solemnidad—. Mi labor de “liderazgo” ha terminado. Es hora de que yo dé un paso atrás en vuestro favor. Estaré a vuestra disposición para ayudaros en todo lo que necesitéis y daros mi consejo cuando lo requiráis, pero el liderazgo, las decisiones y sus consecuencias ahora recaen sobre vosotros.

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31/08/2015, 22:46
Nerissa

Nerissa estaba sentada en la silla con los brazos cruzados más por comodidad que por otra cosa. Se había hundido ligeramente en ella para que no terminasen dándole calambres en la espalda de estar erguida como una vela en aquel respaldo. Su Familiar asomó la cabeza del interior de la capucha con curiosidad cuando Chester entró por la puerta, aferrándose con las pequeñas garras al hombro de su dueña.

En honor a la verdad, a la genasí no podía importarle menos por qué Daura no hubiese venido, de hecho, casi se alegró de que no lo hiciese; la druida no había hecho más que méritos para caerle mal, despreciándolos y juzgándolos a todos desde el mismo principio sin tan si quiera conocerlos, como si ella y sólo ella fuese propietaria de la verdad absoluta.

Tranquilo, lo de que se encontraba algo desequilibrada ya había quedado patente—respondió sin dejar claro a qué se estaba refiriendo con exactitud. Entonces dejó de lado el tema como si éste hubiese perdido interés y señaló la bolsa con la barbilla, sonriendo con pillería para quitarle algo de hierro al asunto—. ¿Nos has traído el almuerzo?

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02/09/2015, 16:10
Rohellec Eremir Sigäel Do'Ahrail

Así que allí estaban de nuevo, todos otra vez en el salón de Chester. Cuando llegó el bardo, Evan y las dos hechiceras ya estaban allí, acompañados todos de sus respectivos reclutas. 

—Buenos días a todos saludó Rohellec con una inclinación tras quitarse el sombrero—, cuánto me alegro de volver a veros. Ésta es Alice... —se detuvo enseguida, absteniéndose de no decir su apellido por respeto a sus preferencias—, una bardo cuyas aptitudes innatas os dejarán boquiabiertos. 

Dicho lo cual, y sin esperar contestación, se acercó a Evan para saludarlo a él más detenidamente. 

La habitación estaba tal y como la habían dejado cuando se fueron. Salvo por un detalle... allí faltaba algo. Algo afilado, profundo y malhumorado... ¿Dónde diablos estaría Daura? El aasimar no se imaginaba que la druida pudiese llegar más tarde que él mismo... y se había quedado con las ganas de hablar más con ella, pero tenía una extraña sensación, como si algo le hubiese ocurrido y no fuera a venir. 

Rohellec se sentó en una silla, como la vez anterior, apoyó una pierna sobre la rodilla contraria y sacó su laúd de la funda para comenzar a tocar. Entonces se acordó de algo.

—¿Dónde está Sahloknir? —le preguntó a Nerissa— todavía le debo una canción con un dragón como protagonista —sonrió.

Pero no le dio tiempo siquiera a empezarla porque, en ese preciso momento, entró Chester. Y entonces el bardo dejó de tocar y se puso serio, mientras todos se sentaban a la mesa. Asintió ante las explicaciones del joven y torció ligeramente el gesto con el comentario de la genasí... aunque en el fondo, algo de razón llevaba. 

—No te preocupes, Chester —respondió, conciliador—, Daura necesitaba encontrar respuestas que no hallará aquí. Démosle tiempo y empecemos nosotros. Si encuentra sus respuestas y algún día vuelve a estar lista, volverá —terció, esbozando una sonrisa amistosa que se reflejaba en sus ojos—. ¡Bien! —continuó con ánimo retomado— ¡Manos a la obra! Pero Nerissa tiene razón, ¿qué es ese saco que traes estrujado entre tus manos?

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03/09/2015, 11:38
Kazumi

Kazumi se había mantenido erguida en su asiento todo el tiempo, con las piernas cruzadas de lado en una posición cortesana. A diferencia de la incomodidad que mostraba maga de los cabellos de fuego, Kazumi encontraba confortables aquellos asientos. Claro que ella podía quedarse sentada durante horas en la posición del loto sin que se le durmieran las piernas.

La kozakurana observó cómo los dos pícaros entraban, dedicándoles un leve asentimiento de cabeza y una sonrisa de esfinge.

—Ha quedado claro que no quieres el liderato, Chester. No hace falta que lo repitas más veces —le dijo al mago, y esperó pacientemente a que mostrara el contenido de la bolsa.

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06/09/2015, 22:52
Ewander Hössner

Ewander saludó con la cabeza al bardo cuando entre en la sala, en silencio hasta entonces.

Cómo te gusta hacerte de rogar, colega —le susurró a su compañero mientras repasaba de arriba abajo a la muchacha que le acompañaba. Volvió entonces la vista hacia el mediano, quien parecía sumido en sus propios pensamientos para luego posar sus ojos sobre la tal Alice… Madre mía, menudo bombón. El bardo sí que sabía elegir bien a sus camaradas.

Entonces Chester empezó a exponerles la situación.

Vaya, así que la druida ya nos ha dejado en la estacada... Pues que bien hemos empezado, se dijo el pirata con amargura mientras Chester les mostraba la bolsa.

Evan se retrepó a continuación en su asiento y elevó el mentón, mirando interesado a Chester. ¿A cuento de qué venía lo del liderazgo? ¿Esperaba acaso que lo asumiera uno de ellos?

Veamos en qué termina todo esto.

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07/09/2015, 08:56
Chester Clancy

El joven mago comenzó a desatar el nudo de la bolsa que había puesto en la mesa.

Regalos, aunque estaréis de acuerdo conmigo de que son algo mejor que la comida—dijo esbozando una sonrisa para a continuación tomar una expresión solemne—. A lo largo de su larga vida, Elminster recolectó una gran cantidad de fascinantes, increíbles y en ocasiones peligrosos objetos mágicos. La mayoría de ellos deben guardarse a buen recaudo, pero si he sido lo suficientemente egoísta como para pediros que recojáis su manto, también debo ser lo suficientemente generoso como para compartir su legado.

Acercándose a Evan, Chester sacó de la bolsa una larga vaina de cuero oscuro con engarces plateados. En el centro tenía cuatro pequeñas gemas: un zafiro, un rubí, una amatista y una esmeralda.

¡La vaina de Gruenwall, el guerrero de las tres espadas!—dijo como si estuviera anunciando a alguien—. Introduce tu espada en ella y la hoja quedará limpia y restaurada, como si acabara de ser forjada, pero esa no es su habilidad más impresionante, pues podrás imbuir en tu espada una de las cuatro energías elementales a voluntad.

Tras tenderle la vaina a Ewander, el joven mago se dirigió hacia dónde se encontraba Rohellec. Entonces sacó un hermoso laud. Chester miró sonriendo al bardo.

Esto es un Stradvos.

Los Stradvos eran los laúdes más codiciados de todo Faerûn fabricados por el luthier del mismo nombre hacía siglos y para la mayoría de los bardos, entre los que se encontraba Rohellec, no eran más que una leyenda. Se desconocían cuántos de estos quedaban aunque nadie creía que fueran más de diez. Sus propietarios por supuesto se encontraban en el más absoluto de los anonimatos.

Y no es un Stradvos cualquiera, pues la magia habita en él. Cada una de sus cuerdas posee un conjuro que podrás lanzar si estás capacitado para ello y si en alguna actuación te faltan manos... el Stradvos te dará unos instantes de autonomía.

Kazumi fue la siguiente persona a la que el joven mago se acercó y sacó de la bolsa un ramillete con unas flores de cerezo, tres de color rosa, tres de color blanco y tres de color amarillo. Cuando la kozakurana lo cogió un fresco olor floral la evocó a su infancia.

Las asesinas de la Orden de la Flor de Cerezo de Kozakura usan estos ramilletes para decorar su pelo. Además del agradable olor, tus sentidos se verán incrementados y si ingieres una de las flores liberarás un efecto mágico. Los efectos mágicos varían en función de tu “espíritu”, así que tendrás que probarlas. Por suerte, no tienes que preocuparte de quedarte sin flores, volverán a florecer con el paso de los días.

Después de dar la vuelta casi completa a la mesa, Chester se detuvo frente a Nerissa.

Elminster tiene tantas cosas que te fascinarían… que me ha sido realmente difícil elegir algo para ti. Sin embargo creo que estarás de acuerdo con mi elección, pues no hay otra cosa que un auténtico mago valore más.

Metiendo las manos en la bolsa, el mago sacó un pesado libro de cuero y refuerzos metálicos. Sin duda alguna se trataba del grimorio de un mago, un libro de conjuros de Elminster.

El archimago escribió muchos grimorios, pero este es uno de los más interesantes. No sólo por el claro orden con el que escribió y por su contenido, sino porque en sus últimas páginas Elminster plasmó unas de sus mayores aportaciones al Arte: esquemas para realizar tus propios conjuros. Estúdialos, complétalos y dale forma a tu propia magia.

Tras haber entregado sus regalos, Chester completó la vuelta a la mesa volviendo a su posición inicial.

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07/09/2015, 15:23
Rohellec Eremir Sigäel Do'Ahrail

El bardo esbozó media sonrisa ante las primeras palabras de Chester sobre lo que había en aquel saquito. Agradeció las intenciones del mismo con un breve asentimiento de cabeza y esperó pacientemente a que el joven explicase el contenido. 

Quedó fascinado con los matices que brotaban de las refulgentes gemas de la vaina que le regaló a Evan; al girarla entre sus manos, las cuatro piedras engarzadas liberaron haces de luz de color en todas direcciones. Rohellec obsrvó el regalo de su amigo y escuchó con atención, admirando las inmensas capacidades de aquel objeto.

Pero entonces, sin previo aviso, Chester se volvió hacia él. Los ojos del aasimar se abrieron de par en par nada más ver asomar el extremo del asta de aquel precioso instrumento. No necesitaba palabras para saber qué era aquello, pero se trataba de un instrumento de leyenda. A medida que el joven hablaba, sus ojos se fueron haciendo cada vez más grandes, alcanzando dimensiones insospechadas. 

Cuando fue a agradecerle el regalo a su anfitrión, su garganta tardó en producir sonidos. Últimamente ya le había pasado un par de veces aquello de que no le salieran las palabras, la verdad era que en los últimos meses las emociones habían sido más fuertes que nunca. Se aclaró la garganta y lo intentó por segunda vez. 

—No tengo palabras, Chester —respondió al fin, en un quedo murmullo—, que puedan describir mi agradecimiento, todas quedarían demasiado vacías en comparación con lo que siento en estos momentos. Haré honor al nombre del regalo —terminó, alargando las manos lentamente para coger el laúd. 

En ese momento el joven se volvió para hacerle su regalo a la kozakurana, pero el bardo ya no prestaba atención a nada más. Sus manos sujetaban el Stradvos con clara veneración; sus dedos recorrieron las cuerdas con suavidad y delicadeza, acariciaron su contorno, la cabeza, el mástil, el borde de la caja de resonancia con su perfecto acabado, hasta llegar al cordal. Su mirada recorrió los trastes con ojo experto, se detuvo en el puente y comprobó la forma en que estaban atadas las cuerdas al mismo, de una curiosa manera que nunca había visto antes, después, en el otro extremo, a las clavijas. Quiso probar a afinarlo, pero no se atrevió a rasgar las cuerdas aún, al menos hasta que Chester le hablara un poco más de cómo funcionaba y de qué cuerda provocaba qué hechizo, así que aquello fue lo único que no se atrevió a hacer. 

Luego se acercó el laúd al rostro y aspiró profundamente. Olía a diferentes maderas, algunas las reconocía, otras no. Olía a Antigüedad y a magia. Olía a canciones aún sin componer, a leyendas todavía desconocidas, a lugares inexplorados. Los labios del aasimar se expandieron en una sonrisa cálida, una sonrisa que hacía tiempo que no esbozaba. La sensación de aquel laúd lo había transportado al pasado, a otro tiempo y a otro lugar. Un lugar de sueños por cumplir, de caminos por tomar.

Finalmente, Rohellec observó con detenimiento la hechura y el acabado. La caja era de madera clara, probablemente arce o koa; los acabados del perfil, también claros, tenían una tonalidad diferente, ¿sicomoro?... la tapa armónica, ligeramente más oscura, podría ser perfectamente cedro rojo, una madera con altas cualidades sonoras; y el mástil, claramente más oscuro que los otros tres, parecía caoba, resistente y flexible. En cuanto al resto de detalles, el bardo logró reconocer —o al menos eso creía— algunos materiales más: el diapasón, de color prácticamente negro, estaba fabricado seguramente de ébano; el puente, algo más claro que éste, con unas vetas características y distintivas, era de sonokeling y el aro y los acabados de los agujeros de la tapa armónica, en forma de "f" y "f" invertida, podrían ser de bloodwood, una madera muy apreciada como adorno de los instrumentos de cuerda y muy codiciada, pues pocos quedaban ya que estuvieran fabricados con ella. 

Aquella combinación de colores, algunas maderas casi blancas, otras negras, dotaban al instrumento de un aspecto de contrastes perfectamente pensados, matizándose unas a otras y resaltando todas y cada una de las partes del laúd. A primera vista, nadie podría decir que había visto uno igual y el bardo, en ese sentido, no era una excepción. Sólo en sus sueños había visto un Stradvos personalmente y aquello, sin lugar a la menor duda, los superaba todos con creces. 

Notas de juego

Espero que no te importe máster XD me he dedicado a investigar sobre laúdes e instrumentos de cuerda y me he emocionado con la descripción jajaja si tenías otra cosa en mente, me lo dices y lo cambio XD.

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11/09/2015, 08:58
Kazumi

En el mundo había demasiadas personas que amaban las cosas y pretendían tener a las personas, cuando debería ser al revés.

Kazumi aceptó su regalo sin tanta fascinación: las cosas eran eso, cosas. No obstante, no dejaba de apreciar que había sido el más efímeros de los regalos. Las flores crecían y morían; una nueva flor crecía en su lugar, pero no era la misma. Era un regalo vivo, no una cosa muerta.

—He oído que cierto Señor prohibió el uso de flores en su corte por temor a las Asesinas de la Orden del Cerezo —le contestó a Chester, con una sonrisa de medio lado—, y que las asesinas utilizaron abanicos con púas envenenadas para acabar con él. Quizá pensaba que las flores era un suerte de insignia que la orden de asesinas deben llevar siempre.

Kazumi olió las flores y dio tiempo a que los demás disfrutaran de sus regalos antes de hablar de lo verdaderamente importante: el siguiente paso que debían tomar.

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11/09/2015, 10:37
Nerissa

Nerissa tomó el grimorio entre las manos con el cuidado que requerían aquellos objetos para un mago y lo observándolo concienzudamente. Por supuesto que para un practicante del Arte cualquier objeto mágico tenía un gran valor pero un grimorio era precisamente la esencia de lo que dicho practicante del Arte era capaz de alcanzar, su más intrínseca conexión con la Urdimbre. Y aquel grimorio concreto había pertenecido a Elminster.

No obstante, la respuesta de la genasí fue bastante más críptica, esbozó media sonrisa levantando la vista del tomo para mirar al antiguo aprendiz del Elegido de Mystra.

—Gracias, Chester—dijo sin especificar más.

Luego guardó con cuidado el libro en su bolsa y esperó a que los demás terminasen de inspeccionar sus regalos para poder proponer el tema de conversación referente a lo siguiente que debían hacer.

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13/09/2015, 22:34
Ewander Hössner

Evan alzó una ceja y tomó a continuación la vaina que le ofrecía el mago. Parecía una vaina ajada y algo gastada, rematada con un engarce metálico en la guarda y sin nada en apariencia llamativo más allá del conjunto de gemas dispuestas en círculo alrededor de la parte superior. Un objeto aparentemente sencillo, algo tosco y con un increíble potencial.

Le pegaba, sin duda.

Se quedó en silencio mirando dubitativo aquella vaina mientras el resto de sus compañeros trasteaban con sus nuevas pertenencias. Y de esta guisa permaneció durante un rato, sin saber muy bien qué hacer a continuación. Entonces extrajo su espada y la introdujo en su nueva vaina

Gracias, amigo mío —le dijo a Chester mientras se incorporaba y desenvainaba la espada—. Me has dejado sin palabras.

Y entonces hizo algo verdaderamente estúpido: retrocedió un par de pasos y lanzó un fondo a la silla donde hacía tan sólo unos segundos estaba sentado. La espada se hundió en la madera, acompañando a los acordes que Rohellec le estaba sacando a su nuevo laúd en ese momento con el sonido del respaldo al resquebrajarse, y la silla se prendió en llamas.

Ups…

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14/09/2015, 09:49
Chester Clancy

Chester alzó las cejas sorprendido ante la acción de Ewander.

Agradecería un poco más de cuidado con el mobiliario de la casa—dijo de forma diplomática, pero con un tono que denotaba molestia—. Si seguimos a un accidente por reunión tendré que replantearme el ofrecérosla. No me gustaría ver la casa de mis padres reducida a cenizas.

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15/09/2015, 10:54
Kazumi

Kazumi lanzó un suspiro, preguntándose por qué motivo a Ewan le había dado por ensartar una silla con su espada.

No encontró ninguna respuesta razonable.

—Habéis hablado con Alustriel, supongo —cambió de tema—. Paloma y Tormenta nos han dicho que ella estaba encargada de investigar sobre el pueblo de Daunil y la muerte de Eilir. ¿Os ha dicho algo al respecto?

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17/09/2015, 22:59
Ewander Hössner

Bien, definitivamente aquel había sido un movimiento muy muy estúpido. Sin saber muy bien cómo arreglarlo, y ante las miradas de incredulidad, asombro y seguramente vergüenza ajena del resto de los asistentes, Evan envaino de repente su espada para desenvainarla apenas unos instantes después. El zafiro brillo durante una fracción de segundo y el pirata lanzó un nuevo golpe a la silla, esta vez menos vigoroso. El respaldo empezó a cubrirse de una leve escarcha, cubriendo las llamas y extinguiéndolas al momento (lo que llenó de una humareda oscura y nada agradable la habitación).

Bien —dijo tomando asiento de nuevo en la maltrecha silla, como si nada de aquello hubiera pasado—, creo que estábamos discutiendo algo sobre el liderazgo y lo que hacer para restaurar el equilibrio si no me equivoco. 

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17/09/2015, 23:01
Nerissa

Nerissa se pellizcó disimuladamente el puente de la nariz durante un instante. Podría haber apagado ella misma el fuego con sólo un gesto, llevaba en la sangre esa capacidad, pero Ewander se adelantó y prefería no opinar sobre el resultado. Aunque menos mal que la silla no era suya.

—No, lo que estábamos haciendo era preguntaros qué fue lo que os dijo Alustriel.

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17/09/2015, 23:23
Ewander Hössner

Ahora que lo dices, encanto— Evan se acarició distraído el mentón y elevó la vista al techo—, puede que sea de eso de lo que estuviésemos hablando... sí. Es una buena historia pero mucho temo que yo no haría más que simplificarla y saltarme los detalles. Rohe —se volvió hacia el bardo—, cuéntales a nuestras buenas amigas lo que tuvo a bien contarnos la gran y poderosa Dama.

Y mejor que sea él quien lo cuente, porque como os cuente lo que me dijo a mí… No —se interrumpió mentalmente—, Rohellec sabrá cómo aderezar la historia para evitar aquel galimatías pseudomístico y profético. 

Fue entonces cuando cayó en la cuenta de algo: ¿quién o qué diantres era Eilir? Suponía que tarde o temprano se enteraría si se dedicaba a prestar atención en lugar de hacer de petimetre pendenciero.

Notas de juego

Te me adelantaste Auri xD

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17/09/2015, 23:37
Rohellec Eremir Sigäel Do'Ahrail

Rohellec sólo levantó la cabeza de su laúd cuando escuchó el estallido y vio la luz de las llamas en la silla de al lado. Sus labios impidieron una risa que había estado a punto de aflorar y su mirada se dirigió inmediatamente a Chester. 

-No te preocupes, Chester -le dijo, conciliador- conozco a un ebanista, puedo pedirle que te haga otra silla igual, tómatelo como un regal... 

Pero entonces Evan congeló la silla y se sentó encima como si nada. Así que el bardo también hizo como si nada. Interrumpió su frase a la mitad, alzó las cejas y automáticamente se volvió hacia la kozakurana. La verdad era que no tenía muchas ganas de contar todo lo que la Dama Argéntea les había dicho, sobretodo porque muchas veces era personal. Sin embargo, respecto al asunto del pueblo que había ardido, no tenía demasiada información. 

-Sí, fuimos a ver a Alustriel, pero la Dama Argéntea no nos dijo mucho sobre Daunil. Incluso le ofrecimos muestra ayuda para descubrir qué había sucedido, pero no la aceptó. Simplemente nos advirtió respecto a la misión que tenemos todos nosotros entre manos, nos dijo que tuviéramos cuidado y nos deseó mucha suerte con ella... aunque con palabras mucho más elaboradas y bonitas, por supuesto. Y sobre Eilir, no sé qué pasó con él durante ese incidente, Alustriel no lo mencionó. 

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18/09/2015, 10:21
Kazumi

Kazumi esbozó un ligero gesto de preocupación. Necesitaban información, una red de espías que les informara sobre los movimientos enemigos, actividades sospechosas y rumores interesantes. Sin el apoyo de los agentes Arpistas -y las Hermanas habían dejado claro que no lo tenían- estaban dando palos de ciego.

—Pero eres un bardo, ¿no? Tendrás contactos, conocerás gente. Un pueblo no se desvanece en la nada sin que la gente hable de ello durante días. Podrías tratar de recabar información —propuso Kazumi, antes de dirigirse a la genasí de fuego—. Nerissa, ¿tienes a tu disposición algún conjuro de adivinación que pueda ayudarnos?

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18/09/2015, 12:00
Nerissa

Sí, podría escudriñar a Eilir—respondió Nerissa que tamborileaba ociosamente con los dedos sobre su propio brazo mientras lo mantenía cruzado con el otro—. Si está muerto, el intento fallará, pero supongo que eso ya nos dirá algo. La parte mala es que hoy no he memorizado ese conjuro concreto.

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22/09/2015, 21:17
Rohellec Eremir Sigäel Do'Ahrail

El bardo, tras unos segundos embobado en su nuevo instrumento, levantó la cabeza como si le hubieran echado un cubo de agua encima.

—¡Claro! Puedo indagar —le respondió a Kazumi con una sonrisa en el rostro que no se reflejaba en sus ojos—, puedo escuchar rumores, habladurías y todo lo que se cueza en las calles. Si podéis esperarme unos días, averiguaré la historia. 

Dicho lo cual, el bardo volvió a bajar rápidamente la vista a las cuerdas que tañía suavemente. Su mente se había perdido en el recuerdo. Seguramente Evan podía intuir perfectamente en qué estaba pensando, en quién. Seguro que él sabía qué acontecimiento estaba recordando, qué suceso que propició cierto encuentro fortuito, cierta presentación... pero no le importaba. Él ya conocía esa historia. ¿Por qué puñetas había tenido que ser en Daunil? ¿Por qué precisamente allí?