Partida Rol por web

Estaba deseoso de partir en busca del volcán. En aquellos días pensaba que todos los problemas que habíamos pasado, el frío, el estrés físico y mental… todo se resolvería al llegar la primavera y partir hacia el misterio. Qué equivocado estaba.

El invierno antártico era duro. La falta de luz nos mantenía a todos intranquilos y malhumorados. A pesar de que Battleworth se esforzaba por mantener a los hombres ocupados en las tareas de caza y exploración, lo cierto es que al terminar la jornada había poco que hacer aparte de meterse en el saco de dormir a leer o remendarse las ropas. Se palpaba la ansiedad por volver a tener horas de luz y pasar a la acción.

La noche en la que el capitán anunció la partida de hombres que viajaríamos al volcán me tocó hacer guardia. Había un cielo despejado plagado de estrellas. Era precioso y al mismo tiempo escalofriante. Me sentí tan pequeño bajo aquel negro infinito que por primera vez en mi vida fui realmente consciente de lo insignificante de la vida humana. También me sentí angustiosamente solo en un mundo inabarcable y sin sentido. ¿Qué hacíamos los seres humanos en esa mota de polvo olvidada del vasto universo? ¿Lo sabríamos algún día? La evolución no podía habernos llevado tan lejos para negarnos la respuesta. Me negaba a aceptar semejante crueldad.

Una estrella fugaz cruzó el lienzo pintado de constelaciones, iluminándolo de un vivo rojo. Sentí un presagio, una palpitación. La boca me sabía amarga y un dolor punzante me atravesó el corazón. Bajé la vista del firmamento: Duncan, mi relevo, estaba a mi lado, su ojos negros fijos sobre mí.