Partida Rol por web

Apenas me quedaban fuerzas. Cada paso en aquella escarpada ladera era una gesta. A mitad de ascensión, alcancé un punto donde el hielo formaba una suerte de puente entre dos rocas sobre un profundo abismo. Hice un alto para esperar a Battleworth; me seguía a unos veinte metros, a punto de desplomarse. En un gesto que no entendí, acaso premonitorio, el insensato se había desatado la cuerda de seguridad que nos mantenía unidos.

Cogí una bocanada de aire mientras esperaba al capitán para ayudarlo a cruzar. Cuando llegó, una sombra surgió de entre las rocas. Al principio pensé que se trataba de otra visión, pero cuando se abalanzó sobre Battleworth lo reconocí: era Duncan. Estaba completamente fuera de sí, parecía poseer la fuerza de mil hombres, y su mirada indolente me recordaba a la de esos fantasmas. En un primer momento el capitán logró zafarse, pero Duncan contraatacó blandiendo su piolet. Quise correr al auxilio de mi amigo, pero en menos de un segundo ambos ya se precipitaban al vacío. Sucedió demasiado rápido. Al asomarme al abismo solo pude ver la bruma de la ventisca. Era imposible que alguien hubiese sobrevivido a esa impresionante caída. No recuerdo si lamenté la muerte de mi compañero o simplemente acepté que yo sería el próximo en caer. De cualquier modo, no había vuelta atrás.

Continué mi camino hasta dar con una pequeña abertura entre el hielo. Parecía la entrada a una gruta, y un agradable calor emanaba de ella. Supe que debía entrar. Las paredes de la cueva estaban llenas del mineral negro que habíamos extraído meses atrás del fondo marino. Aunque lo que más llamó mi atención fue la extraña acústica de aquel lugar; el sonido de mis pasos se repetía en una suerte de eco que vibraba una única vez, solo una, como una respuesta burlona. Después paraba en seco y se producía un perfecto silencio. A los pocos metros encontré la mochila de Duncan abandonada en un rincón. Cómo podía haber llegado a la cueva antes que nosotros era algo que en ese momento ignoraba. Ahora sé que su mente oscura estaba llena de pasadizos secretos.

Para fortuna de Comut Von Biems, mientras este estaba escalando, luego de hacer una pausa para hacer aguas mayores, pudo ver como a su lado caían al vacío tanto Battleworth como Duncan; y aunque este quiso advertirle al capitán de lo que Duncan planeaba, simplemente se le olvidó.

-Oh... -Comentó mirando hacia abajo- Comut sabía que algo se le olvidaba a Comut...

Encogiéndose de hombros, este siguió subiendo, para adentrarse al interior de aquel volcán detrás de Theodore Scott.