Penetré en las profundidades de la caverna. El calor fue en aumento, me desabroché el equipo y me deshice de parte de la ropa. Estaba perdido, pero por alguna razón ya no sentía miedo. Presentía que el final y el comienzo de todo se encontraban muy cerca.
Llegué a una cámara más amplia con un techo alto en forma de bóveda. No sabría decir cuánto tiempo me tomó llegar a ella. ¿Horas? Puede que solo unos segundos. Al adentrarme en la cámara comencé a escuchar un rumor de voces; no podía comprenderlas, pero estaba seguro de que se dirigían a mí, quién sabe si tratando de comunicarme un mensaje vital. Seguí el eco de aquellas palabras ininteligibles. Luego la cámara se convirtió en una especie de pasillo de paredes negras, de ese mineral. Por allí deambulaba una multitud. Había rostros de todas las etnias y edades. Algunos me miraban de aquella extraña manera, otros se dirigían a mí en lenguas que no podía entender. Atuendos de tiempos pasados, hombres de las cavernas en sus pieles de foca… acaso habitantes primitivos de aquel lugar. Otros me eran completamente desconocidos, como de otro mundo o una era futura. Avancé entre el río de gente hacia una potente fuente de luz de un color nuevo e indescriptible. Creo que fue entonces cuando abandoné mi cuerpo y pasé al otro lado...
En cuanto a Comut Von Biems, este se sentía tranquilo, echando un vistazo a todos los presentes con cierta curiosidad y tan solo deteniéndose ante el cosmonauta ruso al cual saludó como un camarada que era. Tras esto, siguió a Theodore Scott allá donde este parecía dirigirse.
-¿Es mal momento para decir que Comut se dejó la cartera en los otros pantalones?. -Preguntó mientras lo seguía hacia aquel extraño lugar más allá de lo físico.