Partida Rol por web

Antarctica

Kybalion

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03/09/2022, 20:02
Theodore Scott

Avanzábamos con la moral hundida y sin apenas provisiones. Tampoco lográbamos pegar ojo. Habíamos abandonado los cuerpos de nuestros amigos en la nieve, y aunque no hablábamos del tema, creo que en el fondo de nuestras almas ambos habíamos aceptado que nosotros seguiríamos el mismo destino. Dos hombres cuerdos no habrían dudado en dar media vuelta, pero a esas alturas ya no lo éramos. Una fuerza invisible, más poderosa que el instinto de supervivencia, nos atraía hacia el volcán.

Tenía la sensación permanente de que alguien nos seguía, acechando tras cada cresta de hielo. ¿Era Duncan? Sentía pasos y respiraciones que me hacían estremecer. En un momento me volví y sorprendí a Battleworth embobado como un estafermo, balbuceando palabras sin sentido. “Abkaan, abkaan”, repetía. Su rostro barbudo y demacrado se vació de pronto de cualquier signo de vida, sus ojos opacos clavados en un punto a mi espalda. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras reunía el valor para darme la vuelta. Al girarme lo vi con mis propios ojos: era el zulú de las nieves…

No era posible, y sin embargo ahí estaba, tan real como nosotros, la imagen que arrebató el juicio a Holgerström y sus hombres. Su tez de ébano se recortaba tétricamente sobre el fondo blanco de las faldas del volcán, serena, impasible al frío extremo. Nos atravesó con aquellos ojos que parecían rasgar el tejido del tiempo hasta sus confines. Antes de poder reaccionar, el zulú emitió un sonido ininteligible y desapareció entre la nieve.

A partir de aquel momento las visiones fueron constantes. Hombres, mujeres, niños… gentes de otras eras, seres que jamás había visto bajaban de la montaña en una procesión fantasmagórica. Se cruzaban con nosotros y sus rostros nos daban una fría bienvenida, como si llevasen millones de años esperando nuestra llegada. Seguimos escalando como dos autómatas, sin más motivo que hallar el origen de aquel reguero de misterio.

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03/09/2022, 21:15
1º-Comut Von Biems

Avanzaron con la moral hundida y sin apenas provisiones. Tampoco lograron pegar ojo, principalmente porque Comut no paraba de hablar. Habían abandonado los cuerpos los compañeros de viaje en la nieve, y aunque no hablaron del tema, Comut creía que en el fondo de sus almas ellos dos habían aceptado que todos seguiríamos el mismo destino. Tres hombres cuerdos no habrían dudado en dar media vuelta, pero a esas alturas ya no lo eran y Comut nunca lo fue. Una fuerza invisible, más poderosa que el instinto de supervivencia, los atraía hacia el volcán.

Comut tenía la sensación permanente de que alguien nos seguía, acechando tras cada cresta de hielo. ¿Era Mariola? Sentía pasos y respiraciones que le hacían estremecer. En un momento se volvieron y sorprendieron a Comut embobado y balbuceando:

-Comut... Comut...

Ignorando aquello, pues era normal, el grupo siguió escalando como tres autómatas, sin más motivo que hallar el origen de aquel reguero de misterio.