Partida Rol por web

La criatura fue alcanzada nuevamente por una daga de Erzsen, pero aunque el pícaro sabía que cualquier mortal no habría soportado tanto dolor, aquel ser era otra historia. Con la daga clavada en su pecho, centró su mirada en el joven conde, y comenzó a andar pesadamente con sus brazos alzados hacia la posisción en la que se hallaba el muchacho, olvidando a los que se encontraran tras la puerta atrancada. Era como si todo el entendimiento y razocinio hubiera desaparecido del que fuera uno de los académicos más prestigiosos del principado.

Por unos instantes, la situación pareció mejorar en la Mansión Lorrimor... pero sólo fue un espejismo... entre la niebla, el joven noble pudo observar como se acercaban más de esas criaturas no-muertas.

La niebla ahora parecía vomitar más de aquellos seres tambaleantes, lentos pero implacables, como la marea en los bajíos. Erzsen se sintió desfallecer. Más que nunca, deseó saltar al suelo y correr en busca de sus amigos, sus hermanos, y morir junto a ellos, tal era su destino. Pero el pensamiento de Kendra, allí sola a merced de la turba no-muerta que se aproximaba, le impedía tal acto. Así, pues, empuñó otra daga y se dispuso a lanzarla contra el putrefacto Lorrimor. Quizás su destino fuese el morir por mor de un bien mayor, el no dejar abandonada a la hija de aquel demonio que ahora clavaba sus muertos ojos en él. Si tal era su sino, no habría de faltar a él. Que viniesen todos los muertos del infierno. Erzsen los recibiría a dagazos, y cuando su munición menguase, saltaría entre ellos con el nombre de su padre en los labios y el ultimo de sus puñales presto a vender muy cara su noble piel.

El joven noble lanzó una nueva daga al torso de la criatura que en su día fuera Lorrimor, pero ésta ni tan siquiera trastabilleó. Parecía como si los proyectiles no la mermaran... Aquello era una pesadilla, pero Erzsen ya había decidido cómo acabarían sus días si el final había de llegar. Atrás quedaba la sombra de Erodel, esa criatura enfermiza, sin piedad ni corazón. Un ser despreciable, e incluso más muerto en vida que los seres que se acercaban de forma implacable a la mansión.

Ya había encontrado la paz en su corazón y estaba preparado para lo que fuera...