Partida Rol por web

Abres los ojos. Una espesa mezcla de humo y niebla te envuelve. Un profundo olor a quemado llega hasta tu cara, mientras que el viento transporta lenguas de ceniza grisácea que azotan tu cara. Miras alrededor. Te hallas en una aldea. Todo está callado, solitario, herido por la inquietante quietud que tan bien recuerdas y conoces. En el ambiente eres capaz de detectar el aroma de la muerte y de la lucha, la fragancia de gente que han dado hasta su último aliento en pos de la supervivencia, pues tus sentidos están perfectamente adiestrados para ello...

Por unos segundos crees hallarte en Ravengro, pero no, no se trata de esa localidad. Sea como fuere, todo ha sido arrasado, y no ha habido supervivientes. Algo demasiado conocido por ti...

Caminas por sus silenciosas calles intentando toparte con algo - amigo o enemigo- pero sólo encuentras el eco de tus botas y la sombra proyectada de tu cuerpo sobre las paredes de las casas, testigos de tu travesía en un lugar desconocido para ti. Aun así, sientes que te observan, que te contemplan y tus sentidos se acuzan como si fueras a entrar en combate... Entonces caes en la cuenta de que la hachuela del Cercenador vuelve a estar a tu lado, y un respiro sereno parece invadir tu corazón...

Sicarius era consciente de que su ira y sus ansias de poseer el hacha le habían llevado a algún tipo de juicio espiritual a un purgatorio o algo de lo que no era capaz de comprender en ese momento. Sonrió al ver que poseía el hachuela decidió que debía moverse, debía reconocer el lugar y salir de ahí para poder cumplir... no sabría decirlo, quizás su condena o su venganza.

Miró a su alrededor y los recuerdos le encogieron el corazón, le entumecieron la mente, pero no le agarrotaron su furia.

HAY ALGUIEEEEN

Gritó mientras se posicionaba para combatir, no fuera que los diablos del limbo en el que se encontraba viniesen en tropel a por él.

SI hay alguien  que de la cara...

comentó mas para si mismo que para sus posibles enemigos.

Sicarius permanecía en tensión, reactivo ante cuanquier movimiento que pudiera desencadenar un combate. Se sentía observado entre la bruma y el silencio, y eso... no le gustaba. Comenzó a espetar contra lo que fuera, sujetando con fuerza el hachuela del Cercenador, pero sus palabras no hallaron ningún tipo de respuesta.

Volvían a jugar con él. Se estaba cansando de ese jueguecito del gaoto y el ratón. Dispuesto a acabar con dicha pantomima, se aproximó hasta la puerta de la primera casa que encontró en su camino y con un fuerte puntapié la tumbó...

En su interior pudo contemplar como el hogar de una chimenea, crepitaba mientras algo se guisaba en una olla de latón. Olía bien. Muy bien. Casi sintió la necesidad de abalanzarse sobre la comida, si no fuera porque recordó que estaba muerto y porque no se hallaba solo en el interior de aquella casa. Alrededor de una mesa de madera recia, un hombre corpulento jugueteaba con un par de niñas  no mayores de diez años. Eran idénticas, mientras un joven adolescente desgarbado y pecoso observaba sonriente. Ninguno de ellos parecía reparar en el guerrero, ni tan siquiera la bella mujer que recogió la olla y cruzó el etéreo cuerpo del mocetón, mientras se aproximaba a la mesa. Todo aquello le resultaba muy familiar aunque distante...

- ¡¿Es esa la decisión que tomas para ti?¡-...- preguntó una cálida voz de mujer, mientras la escena familiar proseguía ajena a la presencia del espíritu de Sicarius. - ¡¿Tanto deseas apartarte de mi camino?!...

Una congoja desmesurada hizo que el bravo guerrero bajara su guardia estrepitosamente. Quizás estaba ante la mismísima Dama de las tumbas?

Esto... su camino?... nos conocemos de algo?

Titubeó Sicarius

Su musculatura se relajó y el guerrero bajó los brazos, no soltó el hachuela, la dulce y embriagadora voz que tiempo atrás le habría reconfortado ahora le aterraba.

No sé si eres quien creo que eres, pero si por lo fueses...

Comenzó a hablar con algo de seguridad hasta nostrar ira en sus palabras

Que por qué me aparto de tu camino?!?! pero tú has visto como nos has abandonado en ese agujero infecto? luchamos por tu causa y castigamos a tu enemigo dando hasta nuestras vidas, a cambio de qué? de una vida de sufrimiento, de ver como todo lo que deseas y amas se desvanece entre las brumas, y... y ... y...

En ese momento Sicarius empezó a balbucear, estaba desbordado en lágrimas de ira y dolor... estaba frente a algo que le era sagrado y había traicionado justo en el momento más inoportuno. Pero así era Sicarius, oportuno para las desgracias.

Justo en ese momento de rabia, entre las lágrimas que afloraban como puño en los ojos del mocetón, la imagen de un bello espadón se dibujó sobre el hogar de la chimenea, pero... ¡¡No podía ser!! Esa espada... ¡¡Esa espada!!... ¡¡Era Descanso Eterno!!

- Sicarius... ¿Puedes acercar la jarra de vino?- preguntó el fornido hombre al pecoso adolescente.

- Claro padre.- Respondió el muchacho yendo de un enérgico brinco hasta una alacena, mientras que su mirada se desviaba havia el preciado tesoro de la familia. La reliquia perteneciente a la Cruzada Brillante. Aquellos que lucharon contra el Tirano Susurrante y lo derrotaron...

Toda esa obstinación y rabia no le había permitido ver que se encontraba junto a su familia. La misma que le fuera un día arrebatada. Intentó gritar a pleno pulmón, pero la imagen se deshizo en la más espesa de las negruras...

Cuando abrió los ojos, se hallaba correteando por los pasillos y claustros del Templo. Kendra y Lyria compartían juegos bajo la atenta mirada de Ishaya y Lorrimor...

¿Sigues pensando que la Dama del Destino estuvo siempre alejada de ti?...

Sicarius miró su mano, esta sostenía el hachuela regalimante, el mal que le había hecho perder la cabeza en sus últimas horas de vida. La dejó caer y miró sus mano como si el contacto con el mango del arma hubiese impregnado ahí todos sus males, calló de rodillas con la cara empapada en autorrepudio y frustrada sensación de ya no poder hacer nada.

Porqué? porque no he sido capaz de ser mejor después de todo lo luchado? que he hecho!!...

En ese momento ya nada importaba y todo tenía una relevancia extrema, Sicarius se daba cuenta de la gravedad de sus últimos deseos al morir y no entendía como un guerrero como él, incorruptible, de mente tosca y firmes condiciones había podido caer tan lejos de su credo.

Perdón padres, perdón madre, perdón hermanos, perdóname Angela... no solo no he podido protegeros, tampoco he sabido ser el heroe que os prometí.

Encogido hecho un bulto en el suelo el que fue un férreo luchador de la no vida había dejado de luchar, ahora esperaba su castigo eterno resignado y totalmente derrumbado.

Siempre he estado a tu lado...- Dijo la voz femenina con ternura y calidez como lo haría una madre que consuela a su hijo, y entonces los ojos del espíritu del guerrero se abrieron.

Estaba nuevamente en el salón de su casa, pero la escena ya no era tan jovial. Ahora su familia se hallaba muerta en el suelo, mientras una horda de no muertos los despedazaba sin remisión. Él, un muchacho fuerte y desgarbado, aferraba el mandoble de su padre y comenzaba a batirse con furia por la propia supervivencia, lanzando tajos fuertes y descoordinados con los ojos cerrados y repletos de lágrimas... Ahí se hallaba su origen... Su verdad olvidada... Su traumático secreto... La realidad que ni tan siquiera él conocía...

La fuerza de las criaturas era incontenible, como en muchas tantas ocasiones... como lo fueron en Harrowstone... y el pobre adolescente, armado con un filo puro de un bien mayor, cayó al suelo inconsciente, preso de sus múltiples heridas. Ahora sería pasto de los zombis...

De repente, una luz celestial se antepuso al chaval, y una criatura acorazada hizo frente a los no muertos. Su prístina armadura era imponente, y su presencia y poderío resultaba sobrenatural...

La criatura angelical comenzó a repartir golpetazos de gran fuerza que uno a uno, fueron destruyendo a los zombis. Sus movimientos eran de una precisión y velocidad letal, y esas toscas y lentas criaturas eran incapaces de dañarla... Finalmente, todas sucumbieron alrededor del muchacho...

- ¡¡Sicarius Vanhuter!!... ¡¡Abre los ojos y mírame!!- inquirió la voz femenina con firmeza y autoridad. El tono era severo, como el de un juez que está a punto de dictar sentencia. En el momento que el espíritu del mocetón abrió los ojos, pudo contemplar ante él a Angela... ¡¡Sí su Ángela!! Pero en esta ocasión, la niña mostraba los ojos de milenios de sabiduria.

- ¡¡Siempre he estado a tu lado!!-  dijo la niña - Ahora dime si quieres vender tu alma a la no muerte...-

No... no se si soy digno, mi traición merece castigo, siempre ha sido así...

Su sorpresa no era mayor que su congoja, pero Sicarius era un hombre de honor y férrea disciplina. Incluso si en vida uno de sus hermanos hubiese cometido semejante traición él no hubiese dudado en castigarlo sin piedad dejando a un lado sentimientos, el honor ante todo... Sicarius se sentía contrariado, el incorruptible ahora corrupto...

Aun no comprendo porque lo hice, pero lo hice... quiero volver a ser digno de vos, pero me siento sucio por todo este final lleno de falacias y locura. Aceptaré el castigo que me impongas y rezaré para poder volver a ser un siervo que alcance tu luz...

Agachó la cabeza y prosiguió

Ahora decidme, cual será mi castigo? lo aceptaré sea cual sea... pero antes me gustaría que me respondieses a una pregunta... porque tantas molestias en guiarme y protegerme si al final no he podido alcanzar ningún designio digno? cual era mi misión para vos?

Pharasma encarnada en el cuerpo de la dulce niña se acercó hasta el espíritu del Sicarius. Su rostro era severo y dulce a la vez, tan ininteligible como hermoso. Difícil de comprender pero a la vez poderoso y bello. Ella era el juez supremo. Ella había juzgado al mismísimo Aroden dios de la Humanidad.

- Tu vida pasará sin linaje Sicarius... Ese es tu castigo... Tu extirpe sólo será un recuerdo, así que depende de ti cuan grande quieres que sea la memoria de tu glorioso paso por el mundo- dijo mientras que con sus manos acariciaba el rostro del mocetón. Aquello era el mejor de los besos que alguien pudiera sentir... ¡¡La piedad de un dios!! - Ama cuanto puedas y serás amado, pero...- y en ese momento las manos de Angela se colocaron sobre las sienes del guerrero y una multitud de imágenes corrieron en la mente de Sicarius. Lo había visto. Había visto su destino y su misión...

- Por eso te guío- dijo con una reverente sonrisa la niña diosa - Por eso...- Y justo decir estas palabras, Angela comenzó a desvanecerse al igual que todo lo que rodeaba al fortachón.

- ¡¡¡Aún no Sicarius Vanhuter!!! ¡¡¡Aún no!!!- sentenció la Dama de las Tumbas y Guardiana del Destino.