Partida Rol por web

Los dos seres mucilaginosos se lanzaron a por Erzsen mientras Jarik asomaba del pozo, colgado de la cuerda. Dos lacerantes golpes impactaron sobre el menudo cuerpo del conde, rajando cuero, tela y carne. Esta vez el niño no gritó a causa del dolor, sino que lo hizo presa de un miedo súbito que se le metió hasta el tuétano, como un veneno ponzoñoso... un miedo más físico que mental. Su ahora nervudo cuerpo de gato se estremeció como un junco mecido por el viento de la ribera, haciendo titilar la luz que emanaba de su daga, creando así fantasmagóricas sombras por la sala, dandóle un aspecto aun más lugubre, si podia ser eso posible. Aun con todo aquello, el joven noble retuvo los redaños suficientes para asestar un tajo alto a la gelatinosa cabeza de uno de los cadaveres, provocando un relampago de luz, tal era la velocidad de su mano.

El sacerdote enano comenzó a descender, siguiendo la estela del pistolero y el joven conde. Los gritos de dolor llegaron hasta los oídos de Ishaya, el cual no dudó en bajar por la cuerda a toda la velocidad que sus cortas piernas le permitían. El lugar era ciertamente lúgubre, pues resultaba ser una caverna irregular repleta de escombros y vegetación negruzca. En el centro de la estancia, un estanque de agua estancada y maloliente, recogía el agua que se colaba a través del agujero del nivel superior.

A medio camino, el inquebrantable servidor de Pharasma se detuvo, y pudo ver como Erzsen y Jarik se debatían contra dos criaturas viscosas de facciones cadavéricas. Otra muestra del horror de aquel lugar. Estaba claro que la Senda Susurrante había elegido un buen caldo de cultivo para sus experimentos...

No tenía tiempo que perder. Vio como el joven conde de Anactoria hincaba su rodilla en el suelo. Nuevamente estaba herido y su vida corría peligro. Tenía que bajar, aunque en aquella posición indefensa seguramente alguna de esas criaturas intentaría alcanzarlo...

El pistolero salto al suelo en el momento que notó como una de las criaturas que atacaban al conde intentaba abatirlo también a el. Sus sentidos alerta, le indicaron que el joven ladrón estaba muy malherido. Levantando a pimentera, su primera opción de ataque, disparó una doble descarga sobre el primer ser, el que le había intentado atacar.

El primer disparo impactó en el suelo, a escasos centímetros de la bestia... pero el segundo, penetró en la asquerosa piel blanda de ésta...

Justo en ese momento, el noble enano aparece bajando por la cuerda. Jarik espera haber atarido la atención de la espantosa criatura lo suficiente para que el enano pase desapercibido... 

La bala abrió un boquete en el mocoso y contorneante cuerpo de la criatura, la cual tras unos segundos en los que cimbreó de forma acelerada, estalló en una lluvia de viscosa. A pesar de eso, todavía había una potencialmente mortal, que acechaba para hundir sus purulentas garras en el malogrado cuerpo del joven conde.

Las balas le afectaban...

Dos asquerosas criaturas acosaban a Erzsen, que se mantenía en pie a duras penas. En cuanto puso un pie en el suelo dos sonoros estampidos sonaron en la caverna que se había abierto ante él, las balas procedentes de la magnífica arma de Jarik provocaron la caída de uno de los enemigos.

Sin perder un segundo extrajo la varita de poderes curativos y recurrió a la palabra que activaba el objeto mientras invocaba la ayuda de Pharasma...

Que Pharasma nos asista... Densa vulnerum!

La criatura viscosa flotó sobre el algua cenagosa del estanque hasta ponerse cerca del sacerdote pharasmita. Ishaya, justo acababa de usar los poderes de la varita curativa sobre el magullado cuerpo de Erzsen. Sin contemplaciones, la criatura lanzó un zarpazo sobre el enano, pero la Dama de las Tumbas quiso que no sufriera daño, pues sus legamosas garras, a buen seguro virulentas, no alcanzaron a dañarle...

Casi doblegado por el dolor interno que le hacía trastabillear como un borracho de los muelles, Erzsen sintió como una presencia sosegante y tranquilizadora inundaba la ruinosa sala. De ella emanaba un candor tibio, relajante, que invitaba a la paz, que expulsaba los temores y teñia de blanco la negrura de aquel nefando lugar. Era Ishaya, bajando de la oscuridad como un angel redentor. En la confusión de su agitamiento, el niño conde notó como una energía penetraba en su ser, aliviando su dolor corporal, aunque nada pudo hacer por aquel estado de inquietud de su alma. Sin embargo, la presencia de Ishaya bastó para dotar de nuevo de fuerza a su maltrecho cuerpo, y con otro golpe sesgado que pretendía rajar una garganta mucosa, Erzsen se alzó de golpe, como eyectado por un muelle de Fe y Coraje.

La daga sagrada de Erzsen, entró en la viscosa materia que constituía a tan grotesco ser como si de un acto reflejo, de una época pasada, le hubiera abordado. Una vez hendida la hoja, la criatura cimbreó, pero en vez de estallar como la anterior, esta se volatilizó en una nube de ceniza...

La paz volvió...

- ¡Espiritus nuevamente! - exclamó con fervor en los ojos el joven inquisidor al oir los gritos de auxilio del pícaro conde. Hasta ahora los enemigos de la prisión no sólo no habían dado tregua alguna, sinó que además estaba consiguiendo exhaustar los ánimos y energías del grupo, que poco a poco mermaban. A pesar de eso la determinación de Desther a purgar aquel lugar era clara, y no titubeo en lanzarse en auxilio a su compañero y segar a toda entidad malvada que morase en el lugar.

Con agilidad sorprendente el inquisidor se lanzó haciendo uso de la cuerda, consiguiendo que su fuerza de herrero le bastase para deslizarse sin que su armadura y armas le hicieran caer como un peso muerto. Ya tocando tierra, empuño la alabarda en posición de ataque, preparado para el combate.

Como si de un saco de herreruza se tratara, Sicarius se precipitó desde la planta superior. Algo había fallado en el descenso del guerrero. Tal vez, saber que sus hermanos se encontraban en peligro, le obligó a adoptar riesgos ciertamente peligrosos. Por suerte, su gran robustez le permitió encajar el duro golpe que a otros sería capaz de descalabrarlos.

Por suerte para todos, Jarik y la daga de Erzsen habían hecho su trabajo a la perfección, con lo que Desther y Lyria pudieron descender hasta la cámara cavernosa co suma tranquilidad. El lugar tenía un aspecto fantasmagórico, cubierto de escombros y plantas negruzcas y enrevesadas, mientras el agua chapoteaba sobre el oscuro estanque como si de una cascada se tratara. Al norte, unos amasijos de madera carcomida y hierros, conformaban los restos de lo que antaño fuera algún tipo de elevador, mientras que un tunel en el oeste se internaba en la oscuridad.

El resto de los hermanos acabaron de bajar sin más dificultad, excepto Sicarius, que debido a la prisa por socorrerle tuvo un traspies y cayó cuan largo era en el repugnante estanque. Sin embargo, su fortaleza mermó el daño recibido. Buen Sic. Erzsen enfundó la daga sagrada, que había hecho estragos en los dos viscosos espiritus. Antes de esto, el niño conde sugirió que Desther volviese a iluminar el escudo de Sic, pues el gran guerrero sería mucho mejor ariete que él. Mientras el inquisidor ponía en práctica su don, el muchacho de pelo de fuego hizo un breve relato de lo acaecido mientras todos acababan de bajar:

- Surgieron de entre las ruinas, como humo vivo, mientras no dejaba de escuchar cientos de alaridos de dolor y agonía, y un hedor a quemado lo invadía todo... - explicaba Erzsen como ensimismado - ... y cuando todo cesó, se abalanzaron sobre mi. Eran como gelatina podrida, muy solidos de repente, y sus garras se cebaron en mi carne con saña. Su contacto fue... escalofriante, me inundó de miedo. Gracias a Pharasma por esta arma bendita, pues ha sido mortal para ellos, al igual que la brillante puntería de Jarik. - dijo guiñandole un ojo.

Cuando finalizó, se sintió más relajado, sus manos dejaron de temblar y su cara volvió a mostrar aquella sonrisa de niño bueno que ultimamente había cultivado.

- No volveré a hacer esto - dijo algo compungido, mirando sobretodo a Sic - ...aventurarse así solo ha sido una locura... yo no sirvo como ariete. La proxima vez lo haremos mejor. - acabó con una sonrisa de oreja a oreja.

Cuando recogió el resto de su equipo que Desther le había bajado con amabilidad, se preparó para seguir avanzando, y por inercia, ya se iba situando cerca del inquisidor y de Sicarius, para volver a adoptar la formación a la que se habían acostumbrado.