- Ver a ese bebé... Me recordó lo que hablamos y... Sabía que no eras el único... Pero... Eso me ha demostrado la suerte que he tenido de unirme a ti en matrimonio... Tu... Tu me lo contaste...
Tras aquellas palabras se separó ligeramente de él con una mirada algo apenada y tímida.
Edward sonrió ante el ofrecimiento de Sir Caerwyn, cada vez le caía mejor ese caballero y se alegraba de que Dios en su inmensa misericordia no lo hubiera reclamado a su lado todavía. —Os agradezco vuestro ofrecimiento, pero no será necesario. Hoy es un día para celebrar y así se mantendrá. — Puso su mano en el hombro del caballero de manera amistosa y siguió con su camino.
Edward no pudo evitar sentirse algo mal por las palabras de su esposa, aunque trató de ocultar esa tristeza tras una tierna sonrisa y un cálido abrazo. —Y también te he jurado que no volverá a pasar. Vamos mi hermosa rosa, no dejes que esos pensamientos arruinen este día tan feliz. Volvamos con los invitados, que se quedaron preocupados. —No quería dar mucho campo para habladurías, no en ese día.
Disfrutó de los brazos de su esposo, de cómo estos la rodeaban y de la calidez que le transmitía apoyando ligeramente su cabeza en el hombro de él y besando su mejilla con ternura.
- Lo sé... No fue eso... Confío en ti, esposo... - Resultaba extraño decir aquella palabra pero ahora le gustaba como sonaba y eso se reflejó en su sonrisa - Si, regresemos... Lo siento mucho... Necesitaba alejarme un poco de todo ese bullicio...
Se levantó tomada de la mano de su esposo y antes de regresar lo miró con cierta esperanza.
- Edward... Cuando todo esto termine... ¿Tendremos tiempo para nosotros? Hemos compartido nuestro enlace pero me gustaría también disfrutar en soledad de mi esposo... Para conocernos bien... ¿De aquí marcharemos a Cholderton?
Edward hace un gesto con la cabeza restándole importancia a lo sucedido. —No hay nada que disculpar... esposa. —Sonríe al pronunciar esa palabra, se siente bien finalmente poder llamarla así. —Créeme que si hubiera podido elegir habría celebrado la boda en Cholderton, pero ya vez que cuando a nuestro señor se le mete algo a la cabeza es difícil llevarle la contraria. — Comentó algo frustrado por no haber podido darle a Ealasaid el día perfecto con el que había soñado.
Mientras caminaban escuchó las dudas de su esposa y con las vista al frente para disimular le respondió bajando la voz. —Te prometo que estaremos solos, no me importan las tradiciones, ni lo que digan los demás, cuando llegue el momento estaremos solos. Y después partiremos a Cholderton, hacia nuestra nueva vida. — El caballero sabía lo que venía después de la ceremonia y las felicitaciones y no estaba dispuesto a exponer a su mujer a algo tan terrible.
Río divertida aquella afirmación, una risa más natural y sincera que las que solía escuchársele en la corte, una risa que claramente era sólo para él...
- No podría haberlo definido mejor Sir... Edward - Le dedicó una cálida sonrisa que acrecentó ligeramente el rubor de sus mejillas al decir aquel nombre ahora en un tono mucho más personal y privado - Pronto veré nuestro hogar... Y eso es lo único que importa...
Acarició levemente su mejilla sin que la sonrisa se desdibujara de su rostro y cuando él le susurró aquello la sonrisa desapareció pues ella no hablaba de aquello pero ahora le había recordado qué sucedía tras una boda, lo que sucedía en la noche de bodas ante los testigos...
- Yo... Yo... No hablaba de eso... Yo... Lo había olvidado... Pero... Pero... ¿Eso podrá hacerse? Querrán... Querrán comprobar que he llegado pura para ti...
Edward maldijo internamente cuando por culpa de un malentendido le causó más preocupaciones a su esposa. Trataba de darle calma para que disfrutara del día y había logrado todo lo contrario. Todo por dejar que un pensamiento que le había estado dando vueltas a su cabeza saliera de esa manera.
Detuvo su andar y la miró a los ojos. —Nadie tiene que comprobar nada, mi palabra deberá bastar o sino encontrarán mi espada. — Sentenció con firmeza y la besó. Ella ya no estaba sola, ahora estaba él para ayudarla, apoyarla y sobre todo defenderla.
Cuando sus pasos se detuvieron las palabras de su ya esposo aliviaron su alma y su corazón, dedicándole una sincera sonrisa de agradecimiento.
Sintió los labios de él posarse sobre los de ella en aquel primer beso fuera de la ceremonia y ya como esposo y esposa y simplemente se dejó llevar por éste, pegando su cuerpo al de él y emitiendo un ligero jadeo.
- Yo... Quiero entregarme a ti... Edward...
Por primera vez sintió que podía dejarse llevar, porque ahora era una mujer casa y él era su esposo... Se pegó más a él para disfrutar de nuevo de sus labios, saboreándolos con cierto anhelo.
Caerwyn aún padecía ciertas molestias, así que desde que tuvo la oportunidad, se despidió de ambas parejas, si bien se mostró algo más seco con Sir Llywelyn, posiblemente por cómo actuara el caballero con la dulce Lady Ealasaid para haberla disgustado de aquel modo.
La despedida para Sir Edward y su bella esposa, en cambio, estuvo llena de buenos deseos para ambos, además de la promesa de que, si algún día lo requerían, podían contar con su apoyo y que las puertas de Berwick St. James estarían abiertas para ellos.
Poco más puedo aportar ^^
No me marquen salvo que sea para la despedida.
Después de la boda, el espectáculo para los nobles asistentes con las joyas de Newton y la escena de Lady Ealasaid lléndose sola y llorosa, Sir Alein se marchó sin muchas ganas de más festejos, realmente esperaba que aquella presentación de las joyas y la inversión que había supuesto abriera más comercio con su señorío, sino era así entonces asistir a la boda habría sido una completa y absoluta pérdida de tiempo.