Caderyn se detuvo al escuchar que habían salido del mercado, y miró hacia los lados también, certificando lo que la dama decía. La verdad sea dicha, tampoco se había dado cuenta, pues la totalidad de sus sentidos estaban enfocados en la dama. Caderyn se echó a reír con suavidad, mirando a Cathleen a los ojos, aunque ante su pregunta, su sonrisa se esfumó y acabó por desviar la mirada, ligeramente apenado.
— Ehh —el caballero se llevó una mano a la nuca, un poco nervioso. Nunca antes se había sentido así con una dama, y estaba un poco inseguro de cómo proceder, o qué era lo adecuado para decir. Al final, el hombre resolvió ser sincero, y dejó salir el aire de golpe de sus pulmones, armándose de valor—... pues... la verdad es que... me resultáis una dama sumamente interesante, Lady Cathleen —confesó, sin atreverse a mirarla directamente—... y, si así lo deseáis y aceptáis, me gustaría poder... llegar a conoceros un poco más... o quizás más que un poco —acabó por añadir, con las mejillas sonrosadas, aunque esta vez sí buscando los ojos pardos de la dama con los propios.
Cathleen parecía desear que el caballero le dijera que simplemente estaba siendo cortés, aunque disfrutaba de su compañía. Algo que pudiera apagar las dudas de la mujer, pues sabía que el enamoramiento o el cortejo era algo que debía mantener lejos de ella.
Sin embargo, ver a Caderyn desviar el rostro y perder la sonrisa, hizo que se sintiera culpable mientras un nudo se formaba en su pecho, incluso llegando a llevarse una mano al mismo mientras veía la indecisión del caballero.
Entonces el varón logró articular algo al fin, haciendo que Cathleen lo mirase con cierto pesar y a la vez con ilusión, pues los ojos son la puerta del alma y era imposible fingir lo que en ellos se reflejaba.
—Sir Caderyn— comenzó a decir, desviando la mirada —, vuestras palabras me honran y no niego que siento una agradable calidez al escucharos— sonrió con timidez y las mejillas enrojecidas, pero no se atrevía a mirarlo a los ojos —. Mas creedme que velo por vos cuando os digo que no os conviene una dama como yo— apretó los labios y cerró los ojos con fuerza, impotente.
Ojalá fuera todo diferente, o mejor dicho "normal", pero no lo era y Cathleen sólo intentaba proteger al caballero de ella misma.
A Caderyn no le pasó desapercibido como los ojos de Cathleen parecían decir una cosa, mientras que sus labios decían otra. De igual forma, el hecho de que se llevara la mano al pecho. El gesto del caballero se frunció un momento (más producto de la confusión y el recelo que la dama había mostrado, que por estar molesta con ella), aunque en escasas milésimas de segundo su rostro volvió a adoptar un cariz amable y gentil.
— Lady Cathleen —respondió él, con voz suave y tranquila, en extremo amable—, me alegra que me hagáis partícipe de la calidez que sentís ante mis palabras —un suave sonrojo se hizo presente en sus mejillas, pues la dama, cuando menos, había aceptado sus intenciones—. No sé exactamente qué os lleva a decir que veláis por mí al mencionar que una dama como vos no me convendría, cuando hasta ahora lo que he visto en vos han sido cualidades excepcionales —hizo una pausa—. Si esa es vuestra única preocupación, os ruego me permitáis tomar esa decisión por mí mismo, habiéndoos conocido... ¿os parece? —concluyó, con una sonrisa.
La mujer quiso decir algo, pero las palabras se atoraron en su garganta. Respiró profundamente mientras memorizaba aquellos ojos avellana que ahora la miraban, así como aquella sonrisa que amenazaba con robarle la razón.
Cathleen miró a su alrededor, con cautela, observando los rostros de la gente. Si bien estaban en la capital y allí nadie la conocía, no podía dejar de sospechar de los oídos indiscretos. Suspiró y volvió a mirar al caballero.
—No puedo negaros eso— dijo, taimada, aunque en realidad una parte de ella quería darse al conocer al de Tisbury —, mas puede que lo que descubráis no sea de vuestro agrado, mi señor— bajó la mirada de nuevo antes de sonreír de medio lado y mirarlo —. Es vuestra decisión, por supuesto.
Podría haberse ido y poner fin, pero sentía como si estuviera anclada a aquella sonrisa. Por qué no se fue, es una pregunta que tardaría meses en poder responder.
Caderyn ladeó un poco la cabeza, con los ojos fijos en el rostro de la dama. El caballero estudiaba sus facciones, sus gestos, sus reacciones... Sonrió cuando la mujer suspiró.
— Me parecéis una dama sumamente curiosa, Lady Cathleen —replicó él, entornando un poco los ojos y arrugando la nariz—. Ciertamente la primera que se empeña en restarse valor a sí misma, al menos en mi experiencia... que tampoco es que sea demasiada —se apresuró a corregir, ligeramente nervioso—, pero eso ya dice algo de vos. Está decidido, pues —volvió a sonreír—. Si estáis de acuerdo, me gustaría hablar con vuestro primo al respecto... ¿Quizás una visita a Berwick? En un entorno más... ligero —Caderyn también echó una ojeada a las personas que quedaban por ahí, pues nunca se sabía cuando alguien podría estar observando.
Los gestos que acompañaron la réplica del caballero la hicieron sonreír tímidamente sin poder evitarlo, pues le parecía encantador a pesar del miedo interno que aquella situación le causaba.
—Está bien, Sir Caderyn— dijo con una sonrisa mientras lo miraba a los ojos —. No niego que a mí también me complacería volver a disfrutar de vuestra sonr...— abrió mucho los ojos y sus mejillas se enrojecieron—compañía— corrigió —. De vuestra compañía, sí...— bajó la mirada, abochornada—Ha-hablaré con mi primo— añadió, tragando saliva al volver a mirarlo.
Con mil temores en su pecho, y un hormigueo de placer en el vientre, la dama se despidió del caballero, pues ya estaba tardando en su regreso.
Sin duda, había sido un encuentro inolvidable.
Como hay varios frentes abiertos, creo que lo mejor es dar por cerrada esta escena.
Viendo que esta subtrama todavía aparece como activa en la escena de peticiones, comento para decir que estoy de acuerdo con Caerwyn, y que este apartado puede cerrarse ya ^^