Ya tenéis escena, si alguno se excusa de ir que me avise y lo saco
Durante la corte de navidad, Sir Ewan se había acercado a cada uno de vosotros y os había informado que, a mediados de enero, haría una misa en honor de Blake, Gwenn y Horace, los cuales habían muerto durante el fatídico año de la hambruna por diferentes motivos. Dejó claro que no sería una celebración, y que si bien la casa estaría abierta para quien necesitara quedarse a pasar la noche no habría un gran banquete, Dinton estaba casi en la ruina.
Al llegar a Dinton, aquellos que habían estado antes, especialmente por la boda de Blake, pudieron notar que el estado del señorío había empeorado. Era claro que las gentes habían pasado hambre y los edificios no habían sido mantenidos, pero tres cosas destacaban en medio de tanta miseria. La iglesia estaba más limpia que de costumbre, y no era la apariencia de limpieza del momento para la ceremonia sino aquella que se adquiere del uso permanente y el cuidado por el detalle. No estaba tampoco el típico carruaje eclesiástico que había traido al párroco, y que lo llevaría nuevamente a su abadía. Luego, una serie de edificios pequeños sobre la colina, cerca de una choza de tamaño normal, quien se acercara reconocería unas colmenas que, por la estación, no rebosaban de actividad y cuyas habitantes apenas si salían a buscar lo más esencial del sustento, esperando a la primavera. Finalmente los guardias, quien se molestara en contarlos llegaría a quince, repartidos entre patrullar los caminos, cuidar la casa señorial, la iglesia y pasearse con aire de seguridad por los dominios de Dinton.
Sir Ewan los recibió a cada uno en la entrada de la iglesia, agradeciendo la comparecencia, e informando que la misa empezaría al mediodía, liberando a quienes llegaran más temprano para que pasearan, comieran algo, o simplemente descansaran del camino. En el altar había tres objetos, a falta de retratos, para recordar a la familia fallecida, y parecía cruel que todos ellos representaran la corta edad de los fallecidos. Una espada de prácticas por Blake, un aro de bordar, con unas flores a medo terminar, por Gwenn, y un mordillo de madera por Horace.
Ewan invita tambien al suegro de Blake y a su familia por si quieren asistir, pero entenderá si no asisten dado que lo consideran responsable de lo sucedido.
El viaje desde Berwick Saint James había resultado agotador para Sir Caerwyn, mas no iba a faltar a la invitación del señor de Dinton. De ser de otro modo, quizá había rehusado acudir por problemas de salud, pero por Sir Ewan podía hacer aquella excepción.
Sir Caerwyn llegó las lindes del señorío y pidió un momento a Kieran antes de continuar. El mero hecho de cabalgar le ocasionaba demasiadas molestias.
—Estoy bien, sólo... necesito un momento— se excusó, arqueando el cuello hacia atrás y cerrando los ojos mientras una nube de vaho se escapaba de entre sus labios. El peso de la armadura, el dolor y el cansancio, estaban haciendo mella en él.
Aprovechó ese momento para observar Dinton desde la lejanía, arrugando la frente al ver con sus propios ojos la desgracia que se había cernido sobre el señorío de Sir Ewan. Ahora entendía el estado de aquel que ya consideraba un amigo durante la Corte de Navidad, y sintió cierto pesar por no haber podido hacer más por él.
—Vamos— dijo, con decisión, obligándose a ignorar su propio malestar, pues lo importante ahora era Sir Ewan y su familia.
Una vez en Dinton, Caerwyn se apresuró a desmontar. Lo hizo con mucho cuidado, torciendo el gesto y apretando la mandíbula cuando sus pies tocaron el suelo. Negó ante la preocupación de su escudero —. En serio, Kieran, no insistas— respondió, severo —. Esta es otra lección que deberás aprender, hijo. A veces hay que anteponer a los demás frente a las necesidades de uno.
Le pidió ayuda para quitarse la armadura, pues se la había puesto para estar seguro en los caminos, pero ahora en Dinton no era menester y era un peso que prefería no tener que soportar más de lo debido. Además, el motivo de su visita era una misa por las almas de los difuntos familiares de Sir Ewan. No veía razón para llevar protección.
El atuendo de Sir Caerwyn era de tonos oscuros, salvo por el blasón de su familia bordado sobre el pectoral izquierdo de su abrigo. El pelinegro presentaba los signos del cansancio en su rostro e, incluso, parecía haber perdido masa corporal. Pero, al encontrarse frente a la iglesia con Sir Ewan, ignoró su propio estado y sonrió amablemente al de Dinton.
—Bienhallado, Sir Ewan— saludó cortés, ofreciendo su mano enguantada, pues el frío en aquella época era atroz —. Agradezco vuestra invitación y será un honor acompañaros en este día— añadió.
Agradezco la invitación a la escena.. pero estos días ando algo escaso de tiempo y apenas tengo tiempo para postear mis propios posts.. además siendo un pagano irredento.. por muy bien que le cayera el pj, Dunn no iría a una misa en su vida. Así pues, quitadme de la escena plis.. ya coincidiremos en otras.. ;)
Lady Ealasaid había acudido sin dudarlo hasta Dinton pues aunque la ceremonia en Idmiston había sido privada y familiar, ahora sentía que su amigo Ewan merecía también de su apoyo, aunque aún seguía débil y su rostro mostraba una palidez demasiado evidente.
La joven vestía con un sencillo vestido negro sin adorno ni ornamentación alguna, su cuerpo estaba cubierto por una gruesa capa de piel oscura que si portaba el escudo de unión de las familias Cholderton e Idmiston. Apenas llevaba joyas encima, salvo un sencillo crucifijo negro que colgaba de su cuello con elegancia. Llamaba la atención que iba acompañada de un enorme perro que se había convertido en su fiel guardián y acompañante, no separándose de su dueña en ningún momento. Aquel perro llevaba poco más de dos años con ella y había sido criado en las perreras de Idmiston, siendo un regalo para la joven Ealasaid antes de partir a la corte.
- Mi querido Ewan...
Aunque sabía que era romper parte del protocolo ambos habían sufrido mucho y regresar ahora en aquellas circunstancias le rompía el corazón, por lo que abrazó casta y amistosamente a su viejo amigo, no pudiendo evitar que unas lágrimas resbalaran por sus mejillas mientras se separaba.
- No sabéis el dolor que siente mi corazón por estar hoy aquí por tan desgraciados acontecimientos... Idmiston y Dinton han sido amigos desde hace mucho tiempo y ahora nos une también la desagracia y el pesar... Espero me permitas también rezar y velar por las almas de mis hermanos y mi hijo nonato...
Tras aquellas palabras miró a Sir Caerwyn e hizo una cortés reverencia.
- Sir Caerwyn, lamento encontrarnos de nuevo en tan aciagas circunstancias...
(Como no sé si mi esposo Edward acudirá, no menciono nada de él, de momento. Sia cude y quiere añadir algo, adelante ^^)
Vestido:
Perro (Skylar):
Sir Aidan y Elaine llegaron en su carro, Kieran, Amber y Emma también los acompañaban. El pesar en sus rostros era notorio y cuando Sir Aidan abrazó a su amigo, no pudo evitar que una lágrima rodase por su rostro. -Estaremos a tu lado para todo lo que necesites. Sé que descrees de estas cosas, pero lo has visto con Julia. Si algún día sientes la necesidad de hablar con ellos avisame- dijo y luego saludó con un gesto de la cabeza a los presentes. Ealasaid también estaba allí por lo que se acercó tan sólo para decirle que también lamentaba sus pérdidas, luego se alejó y miró los objetos que recordaban la juventud de los que habían partido.
Extrañamente, el señor de Tisbury llegó uno de los últimos. Aquello era, cuanto menos, curioso, pues su señorío colindaba con el de Sir Ewan. Sin embargo, unos cuántos ruidos llamaron la atención de los presentes. Dichos ruidos, mujidos en realidad, eran originados por un par de vacas y bueyes (cuatro en total, 2 y 2), que estaban siendo escoltados por un par de guardias. Los animales se movían a un ritmo bastante parsimonioso, a lo cual seguramente se podía atribuir el retraso de Caderyn.
El rubio no tardó mucho en adelantarse de la pequeña comitiva, acabando por descabalgar a unos cuantos metros de la iglesia donde esperaba Sir Ewan. Frederick, su escudero, tomó las riendas de la montura, permaneciendo, de momento, encima de su caballo. Caderyn se acercó hasta Ewan y estrechó su antebrazo con la mano, aunque su mirada traía disculpas.
— Espero que podáis perdonar mi falta de discreción, Sir Ewan. Los animales poco colaboran, pero no quería llegar sin ellos. Os dije que ayudaría con la recuperación de Dinton, y pienso cumplir mi palabra. Son vuestros para hacer lo que sea necesario, pero son jóvenes y podrían tener crías con facilidad —rodeó al hombre con el brazo libre, depositando la mano a la altura de su omóplato—. Tenéis mis condolencias y mi apoyo, espero que podáis encontrar refugio tanto en Dios como en vuestros amigos, que no son pocos —el rubio le dedicó una sonrisa amable a Ewan, antes de ordenar a sus soldados que dejaran a los animales donde el caballero de Dinton, o sus sirvientes, indicaran.
Los soldados no tardaron en marcharse, mientras que Frederick acercó los dos caballos hasta el abrevadero o poste más cercano, atándolos poco después. Acto seguido, se acercó a su señor, y se mantuvo en silencio. Caderyn asintió suavemente a su escudero, reconociendo un trabajo bien hecho. El rubio se acercó hasta Lady Ealasaid, a quien saludó con una respetuosa reverencia de cabeza,
— Es un honor volver a veros, Lady Ealasaid, aunque las circunstancias sean... las que son —frunció un poco el ceño—. Sé que no es fácil, pero espero en mi corazón que os sintáis... minimamente mejor —dejó salir un pequeño suspiro y se retiró, saludando a Sir Aidan en el camino—. Bienhallado, Sir Aidan. Es grato coincidir nuevamente con vos.
Las comisuras de los labios de Caderyn se curvaron levemente hacia arriba cuando se percató de que Sir Caerwyn también estaba ahí, aunque apretó un poco los labios al percatarse del estado del caballero. Resolvió acercarse hasta éste.
— Bienhallado, Sir Caerwyn —inclinó la cabeza, con sumo respeto—. Espero que os encontréis... mejor, y que el viaje haya resultado... tranquilo, a pesar de las circunstancias —se acercó un poco más, cubriendo incluso su boca con una de sus manos, simulando acariciarse el mentón—. Confío en que Berwick no haya sentido demasiado vuestra partida, ¿sí? —preguntó esto último en un susurro.
vestido con una unica negra a juego con la de su esposa, y acompañado por una capa del mismo color, Sir Edward acompañó a su esposa hasta Dinton. El joven Leo les seguía de cerca. Su vestir era claramente un reflejo del de su sire, pero su porte desmañado de paje aun hacía que las ropas sencillas pero de calidad le quedaran mal puestas por mucho esfuerzo que sus señores dedicaran a acicalarlo.
Sir Edward dejó que su esposa tomara la iniciativa protocolaria, pues sabía de la fuerte relación que la unía a la casa de Dinton, relación en la que él era aun un recien llegado. Con gesto grave expresó su apoyo a Sir Ewan. Observó tambien los arreglos del feudo, apreciando especialmente el esfuerzo en mantener la iglesia en buenas condiciones. MIentras descargaban sus enseres, aleccionó a su joven escudero tra spreguntarle qué habia visto recibir una respuesta centrada sólo en los gurdias que le hizo menear la cabeza.
Los guardias son importantes, como lo es el esfuerzo por levantar los ingresos del señorio. Pero hay algo mucho más importante aqui. Ves Leo, esto es un señor con buena predisposición hacia Dios. Cualquier caballero debe ser valiente, pero respetuoso en extremo con Dios, que es al único al que hay que temer disgustar con tus actos. Sir Dinton ha tenido calamidades extremas como nosotros, per no por ello desfallece en su fe. Toma nota de ello. La Fe es una poderosa aliada aunque las desgracias la pongan a prueba. Sólo con fe podrás combatir la debilidad del alma.
Fue un largo camino desde Newton Tony hasta Dinton, cruzando el condado completo de forma trasversal, pero por fin llegaron Sir Leomie, su recién casada esposa, su hermana soltera, y su escudero, todos con el sirviente personal de la familia a la misa en Dinton. Toda la familia de Leomie vestía de negro, e incluso sus sirvientes habían venido para la misa, como correspondía a un evento como este. Era la primera vez que Leomie estaba en el señorío de Sir Ewan, y tenía que admitir que no era muy impresionante. Había oído que el señor de Dinton había pasado por penurias, pero nunca se imaginaba que había caído a tanto, y se sorprendía de que su señor conde no hiciese nada al respecto. Bueno, al menos no le había quitado el señorío.
Pero Leomie reconocía también el mérito, y podía ver que incluso aunque no estuviese en buenas condiciones, Sir Ewan se encargaba de su dominio, manteniendo una guardia y manteniendo a sus campesinos ocupados. Se podía apreciar para alguien que sabía un poco de administración que las penurias no venían por la falta de trabajo.
Para cuando el séquito de Newton Tony llegó a la iglesia donde sería la misa se fijó que todos estaban ya reunidos. Por supuesto, se acercó primero a Sir Ewan a presentar sus respetos. —Sir Ewan, yo y mi familia os damos nuestro pésame por las pérdidas en el seno de la suya. La vida nos prepara por años para afrontar el adiós a un ser querido, pero dichos eventos deberían venir de a uno, nadie debería de tener que experimentar tantas tragedias en un año. — Le dijo con un tono neutro de luto.
Luego de eso y de escuchar la respuesta de Sir Ewan se dirigió a los demás reunidos para no monopolizar al 'anfitrión' de tan amarga ceremonia. —Bienhallados, todos. — Veía varias caras que le caían bien, como la de Sir Edward y su esposa y la de Sir Caderyn, lo cual le daba un tinte más personal a la reunión. Era distinto estar en un funeral con desconocidos a estar con gente que conocía. —Es una lástima que Dios nos haya juntado para un evento tan infortunio, pero el Señor trabaja de formas misteriosas. —
Lady Ealasaid dedicó una cálida, sincera y amigable sonrisa a sir Caderyn.
- Gracias por vuestras amables palabras Sir Caderyn
Hizo una ligera reverencia al caballero y después se disculpó con los presentes.
- Caballeros, damas - dijo refiriéndose a las esposas y acompañantes - Si me disculpan...
Se adentró en la iglesia para, en primer lugar, arrodillarse para rezar por las almas que habían partido antes de hora, por la suya y la de su esposo y por la de quienes habitaban Cholderton e Idmiston.
El caballero esperaba en la puerta de la iglesia, y se sorprendió al reconocer a Caerwyn a la distancia, podía decirse que era la mitad del hombre que había visto en la corte en Navidad. Algo grave debía haberle sucedido, quizá su señorío estaba pasando hambre, pero su escudero se veía igual y las ropas parecían nuevas, ¿Sería alguna enfermedad?
- Bienhallado Sir Caerwyn, - dijo estrechando su mano y dedicándole una sonrisa, y una mirada un tanto preocupada - gracias por asistir, aunque si os encontráis mal de salud podríais haber enviado una misiva y lo hubiera entendido. - le señaló el interior de la Iglesia, y también unos bancos que flanqueaban una mesa en la que seguramente comerían tras la ceremonia. - Contra lo que aconsejo tras una larga cabalgata, os invito a sentaros donde queráis.
En ese momento vio que se acercaba la comitiva de Cholderton, y una sonrisa involuntaria asomó a su rostro al ver que Mollie acompañaba a Lady Ealasaid. Cuando llegaron hasta la puerta, su hermana un par de pasos detrás de la pareja y con la mirada baja, Sir Ewan se adelantó un paso para decibirlos. Iba a dedicarle una reverencia a su amiga y a su esposo cuando esta lo sorprendió con un abrazo. En un principio se quedó paralizado, pero un momento más tarde respondía al abrazo con el mismo decoro, - Gracias Ela - respondió en un susurro, o quiza la voz queda se debía al nudo que atenazaba su garganta - Me hubiera gustado abrazarte en el campamento, brindarte mi consuelo mas allá de las palabras, debería haberlo hecho. - se separó entonces y ella pudo ver que también había llorado, - Los nombres de tus hermanos forman parte de la homilía, no sé que nombre ibais a ponerle al niño, ni tampoco si lo han bautizado, pero siéntete libre de rezar por él también, o pedir al sacerdote que lo haga. - le sonrió, y retuvo una de sus manos mientras saludaba a su marido.
- Sir Edward, gracias por venir, y por traer a mis dos hermanas. - su mirada fue del caballero a Lady Ealasaid, y luego a Mollie, para regresar al mismo - Vosotros sois parte de mi familia, espero que aceptéis pasar la noche en mi morada. - le hizo entonces una seña a su hermana para que se acercara, y soltando la mano de Ealasaid la envolvió en un abrazo fraternal.
- Quédate a mi lado para recibir a los invitados, luego nos pondremos al día, por ahora te necesito junto a mi. - mientras hablaba con Mollie, Lady Ealasaid entró a la Iglesia y Sir Edward marchó a controlar la descarga de los enseres, y el carro de Sir Aidan se detuvo frente a la iglesia.
Como siempre, la visión de su amigo y su familia le trajo una sonrisa al rostro, una que contrastaba con la cara de circunstancias de Sir Aidan y los suyos. Respondió al abrazo con fuerza, y aceptó las condolencias de la esposa y la hermana más grande, así como las muestras de afecto de las más pequeñas. - Gracias Aidan, aún no encuentro al asesino de Blake, quizá deba preguntarle a él, pero hoy no, hoy quiero paz. - dijo, y miró a las mujeres - Gracias por venir Lady Elaine, Lady Amber debo felicitarla por su compromiso, es una lástima que Sir Dunn no haya venido, pero lo entiendo.
Fue entonces que escuchó ganado, algo sumamente extraño porqué las pocas reses que tenía habían sufrido los efectos de la hambruna en carne propia. Se separó de Sir Aidan y avanzó unos pasos para ganar perspectiva y entonces los vió, y su cara de incredulidad se mantuvo hasta que el de Tisbury llegó frente a él. Aún así tuvo que sentir la mano sobre su hombro y oir la voz del rubio para centrar su mirada en su interlocutor. - La discreción está sobrevalorada, y vuestro gesto os engrandece, realmente sois un amigo de Dinton. Mi administrador seguramente sabrá cuál es el mejor uso, pero imagino que serán los padres del nuevo rebaño del Señorío. - buscó con la mirada hasta dar con un hombre que vestía con mejor gusto que Sir Ewan, y le hizo una seña para que se acercara. - Jarvis, agrega dos vacas y dos bueyes a tu lista de cosas buenas para Dinton, y pídele a los hombres que las lleven a los establos... y que no se las coman.
Volvió a centrarse en Sir Caderyn, y lo escoltó hasta la Iglesia - Gracias por venir, y por vuestro sentimiento y el ganado, cualquier cosa que necesitéis de mi, si está en mi poder realizarla, no tenéis más que pedirla. - llegaban al edificio cuando vió que se acercaba una comitiva numerosa, y dejó que el de Tisbury siguiera su camino hacia el resto mientras él se acercaba a recibirlos. Sonrió al reconcer a Sir Leomie, a su esposa y a su hermana, a quien ya había visto en la corte. - Bienhallados Sir Leomie, Lady Margareth y Lady Lailani, gracias por venir, y por vuestro sentimiento. Ciertamente éste año ha sido duro, los hermanos de Lady Ealasaid, su hijo no nato, Blake, su esposa y su hija... - meneó la cabeza - El único consuelo que me queda es que ya no sufrirán más en éste mundo... - señaló el patio frente a la iglesia, donde se enontraba la mayoría, - pero desvarío, Dinton es vuestro para recorerlo, aunque no haya mucho que ver, el servicio será al mediodía.
Podeis hablar entre vosotros si queréis, o buscarle la lengua a Ewan, o hablar con alguno de los PNJ, o si todos lo preferís pasamos a la misa. Puede faltar tanto como una hora para la misma, o tan poco como 5 minutos, todo depende de lo que queráis hacer.
PNJ que manejaré:
Mollie (hermana de Ewan, 18 años) la reina morena de Narnia
Jarvis el administrador
Lucas el escudero (hermano de Gwenn)
Seamus, el sacerdote.
Cualquier otro PNJ con quien quieran interactuar, me avisan.
El de Berwick negó con la cabeza y, aunque pareciera agotado, sonrió amablemente.
—Quería acompañaros en este día, Sir— dijo con sinceridad —. Os habéis ganado mi respeto, mi aprecio y mi amistad, así que lo menos que podía hacer era venir y daros todo mi apoyo— añadió —. Sólo necesito descansar, no os preocupéis.
Dejó que el señor de Dinton recibiera al resto de invitados, cuando vio a Lady Ealasaid. Caerwyn tenía las manos entrelazadas al final de su espalda e hizo una pequeña genuflexión a la dama.
—Yo no, mi señora— dijo educadamente, ensanchando un poco su sonrisa, pero sin mostrar los dientes —. Son los momentos aciagos los que nos hacen valorar más a las personas que tenemos a nuestro lado. Las mismas personas que nos ayudan a levantarnos y a recordar que, tras la obscura noche, siempre regresa el amanecer— miró hacia el carruaje que se aproximaba y suspiró antes de posar sus ojos en la señora de Idmiston —. En lo bueno y en lo malo, Lady Ealasaid— dijo el pelinegro antes de ver a Sir Edward, a quién saludó con un asentimiento de cabeza.
Entonces se volvió hacia la hermana de Sir Ewan, con gesto de pesar —Lady Mollie— dijo más serio —. Lamento mucho la pérdida de vuestro hermano, su esposa y vuestro sobrino, milady— hablaba con sinceridad y arrepentimiento en su mirada. Aún aclarado todo, seguía sintiendo esa espina de culpabilidad.
Tras darle el pésame a lady Mollie, se apartó para no molestar. Guardó silencio, mirando hacia el banco que le había señalado Sir Ewan. No quería dar más muestras de su debilidad y preocupar demasiado a su anfitrión, así que frunció el ceño y sacudió la cabeza antes de que el sonido de los animales lo hiciera arquear una ceja, por lo que miró hacia la entrada del señorío.
Al ver a Sir Caderyn, el de Berwick mantuvo la compostura pero, por más que quisiera intentar no sonreír en demasía, sus labios inevitablemente se curvaron. Finalmente, desvió la mirada hacia el enorme perro de Lady Ealasaid, un ejemplar admirable sin duda —He de conseguir uno para que levante las presas de Jano, aunque no tan grande— musitó más para sí, antes de volver la vista al frente para encontrarse con el señor de Tisbury.
—Sir Caderyn— dijo, estrechando la mano de su hermano de armas —, un placer volver a veros— asintió a su afirmación —. Sí, poco a poco. Gracias por vuestro interés— respondió amablemente. No era desconocido que ambos habían trabado una buena amistad en el último año, quizá a ello se debía esa familiaridad.
Caerwyn escuchó el susurro del caballero y, con una encantadora sonrisa asintió a modo de respuesta. En ese momento llegó Sir Leomie con su esposa y Lady Ealasaid entró a la iglesia. El de Berwick saludó al bretón con un gesto de la cabeza y, al cabo de un rato, suspiró —Creo que voy a aceptar la sugerencia de Sir Ewan. Si me disculpan— se excusó, entrando también al edificio religioso pero ocupando un banco casi en la entrada misma, guardando respetuosa distancia con la dama y no interrumpiendo sus rezos. Eso sí, Caerwyn torció el gesto en una mueca incómoda al tomar asiento, teniendo que apretar los dientes hasta que consiguió sentarse.
Lady Ealasaid se encontraba en el interior de la iglesia, de rodillas sobre uno de los bancos y rezando con algunas lágrimas resbalando por sus mejillas. El dolor era grande y aún estaba demasiado presente...
Seguía preguntándose qué había hecho para merecer todo aquel dolor... ¿Acaso era un castigo del Señor? Debía ser mejor persona...
Sir Edward acompañó a su mujer al interior de la iglesia en cuanto los corceles estuvieron bien atendidos. Arrodillandose junto a ella le dio todo su apoyo posible con su presencia fisica. Él no habia sufrido una pérdida tan grande como su mujer (la pérdida de no natos era frecuente) asi que habia lidiado con el dolor mejor, y de manera más estoica. Pero aun asi la situacion le apenaba y estaba compungido por el ambiente d pérdida que les rodeaba: peor lo tomaba con entereza centrándose en un principio que habia guiado toda su vida: Para los fieles, Dios proveerá. Sus caminos eran inescrutables, y habia situaciones realmente incomprensibles para alguien devoto como él, pero falto de la luz que la Iglesia proveía, pero al final ese el principio básico a tener en cuenta.
Luego de los señores de Cholderton, Leomie y su familia pasó a la iglesia, eligiendo uno de los bancos de en medio donde se pusieron de rodillas solemnemente en silencio y empezaron a rezar por el alma inmortal de los fallecidos, o al menos eso parecía. Internamente, la hermana del caballero bretón, Lady Leliani, quien era una persona íntegramente cristiana, era la que más se apegaba a ese pensamiento. Leomie, por su parte, quien secretamente era pagano a pesar de haber sido criado en el seno del cristianismo, rezaba de una forma distinta, pidiéndole a los dioses de la tierra y a Beli Lugh que de la bienvenida a los nuevos integrantes de su reino, y Jacob, el escudero, parecía ocupado en intentar copiar a su señor lo más posible más que en rezar. Por último, la esposa del bretón se encontraba con una cara apasible entre la familia, su semblante calmado y sin que se pueda ver en qué pensaba.
El rubio dejó salir una pequeña carcajada ante la respuesta de Sir Ewan, encontrando gracia en sus palabras, y un poco de refugio en su modestia, pues alguien más orgulloso seguramente habría rechazado su apoyo. Sin embargo, el de Dinton lo había aceptado de buena gana, y aquello alegraba a Caderyn, quien volvió a abrazar con camaradería.
— Sir Ewan, Lady Mollie. Nuevamente me pongo a vuestra disposición —les dedicó una respetuosa reverencia con la cabeza, le indicó a sus hombres que se retiraran nuevamente al señorío y finalmente se apartó del caballero, entrando a la iglesia instantes después.
Caderyn se mantuvo cerca de la entrada, con la espalda apoyada en la pared, observando silenciosamente la efigie del cristo, y también a los más fieles, que rezaban de rodillas. Él nunca se había considerado particularmente religioso, pero en momentos como aquel… suspiró e inclinó la cabeza un poco, murmurando una breve plegaria por los fallecidos y por los que quedaban en Dinton, en especial Sir Ewan y Lady Mollie.
Al ver que la gente empezaba a tomar asiento, el de Tisbury paseó su mirada por las bancas de la iglesia, decidiendo rápidamente el lugar donde se sentaría. Con una pequeña sonrisa, tomó asiento a un lado de Sir Caerwyn, entrelazando los dedos de sus manos (las de Caderyn), y apoyando los codos en sus rodillas, con gesto solemne.
— Habéis hecho un gran esfuerzo, Sir. Estoy seguro de que Sir Ewan os lo agradece en gran manera, y ciertamente lo merece… el pobre ha sufrido demasiado —tragó en seco, aunque en algún momento “empujó” al caballero con su hombro, de forma amistosa, quizás incluso cariñosa—. Me alegro de veros —le sonrió de medio lado.
Poco a poco la iglesia se iba llenando. Caerwyn miró hacia el altar de forma respetuosa. No era el mayor de los creyentes pero comprendía la necesidad de creer que había una fuerza superior que disponía las piezas del tablero a su antojo. El antojo de un Dios que no siempre era benévolo o justo, pero aferrarse a su existencia era a veces el único que camino que quedaba.
Vio de soslayo cómo Caderyn se sentaba a su lado y asintió en silencio, antes de suspirar mientras cerraba los ojos e imitaba al de Tisbury, silenciando su atribulada mente para rezar por los difuntos.
—Si no lo hiciera, no sería quién soy— respondió en voz baja Caerwyn, mirando de soslayo al de Tisbury.
El suave empujón pilló desprevenido al de Berwick, que se ruborizó mucho y miró en todas direcciones con apuro. Por suerte para él, todos estaban centrados en sus rezos y pensamientos, pero el silencio solemne de la iglesia podría romperse con facilidad.
Caerwyn estrechó la mirada "amenazadora" a su amor secreto, antes de poner una disimulada mano -tras asegurarse de que nadie los veía- brevemente en la rodilla de Caderyn, y presionar con suavidad.
—Y yo a vos— musitó con sinceridad, devolviéndole la sonrisa antes de guardar la compostura de nuevo.