Cathleen parecía disfrutar sin duda de las ocurrencias, sonrisas y gestos del caballero.
—Discrepo. Creo que luchar con espadas es menos peligroso— bromeó la mujer —. Habrá que pensar en cómo hacerlo, ya que Caerwyn no está para organizarlo— se golpeó el labio con el índice, pensativa.
Por un momento, Cathleen pensó que el caballero había perdido el control de su montura, más sólo pretendía "alongarse" para robarle un beso a la mujer, que rió con suavidad tras sentir un agradable cosquilleo en el vientre por la osadía del varón.
—Truhán...— murmuró ella, antes de morderse el labio y sonreír —¿Cuán cercano está ese futuro, decís?— añadió ella, arqueando una ceja y sin dejar de sonreír.
— Bueno, ciertamente en público quizás sea más peligroso bailar, las lenguas pueden ser tan afiladas como el acero —consideró él, dándole la razón a la mujer, aunque en ese mismo tono gracioso—, pero la verdad es que me preocupa poco lo que piensen los demás, en especial cuando toda mi atención va a estar centrada en una sola persona —continuó, sonriéndole a Cathleen—. Caerwyn os ha dejado "a cargo", ¿no? —preguntó, con cierta gracia—. Además, no creo que se necesite demasiado para que los campesinos y sirvientes se animen a un pequeño festival.
El caballero sonrió victorioso ante su "gesta", volviendo a acomodarse en su silla, avanzando la bestia a paso tranquilo.
— ¿Oportunista, tal vez? —se llevó una mano al mentón, con gesto "pensativo", aunque la última pregunta de la pelinegra hizo que el de Tisbury se sonrojara y tuviera que apartar la mirada brevemente—. Bueno, la verdad es que tenía pensado tenerlas en cuenta tan pronto como esta noche... y de ahí, sólo el resto de mi vida, si os parece bien —respondió él, inclinándose un poco hacia ella, para mirarla a los ojos.
Cathleen aún no parecía muy convencida respecto a la pequeña fiesta para los aldeanos. Demasiados riesgos y, por mucho que la respetaran, seguía siendo una mujer a la que su señor le había dado demasiados privilegios.
—Caderyn, me encantaría bailar con vos, mas creo que ya hemos puesto en riesgo demasiado en apenas un día, ¿no creéis?— sonrió complacida, pues no cambiaría nada de lo vivido al lado del rubio en tan poco tiempo —. Caerwyn tendrá que regresar lo más tardar mañana al alba, me temo— suspiró —. Así podremos ir de caza sin temor al qué dirán, aunque las... muestras de afecto— bajó la mirada, avergonzada —deberán ser sutiles y a escondidas—añadió, alzando de nuevo la mirada hacia su amante. Realmente no habría mucha diferencia, a excepción de que el "cortejo" no sería apropiado y tendrían que fingir camaradería, ser más astutos y aferrarse a cada arrebato fugaz que el azar les regalara.
Ella sonrió, entre divertida y nerviosa, sacudiendo la cabeza mientras sus mejillas se acentuaban por el bochorno.
—Esta noche suena muy bien— acercó su montura cuidadosamente a la de Caderyn, lo justo para acariciar el brazo del caballero con afecto —, pero no tanto como el resto de nuestras vidas— sonrió enamorada.
No tardarían demasiado en regresar al corazón de Berwick Saint James, donde deberían volver a mantener las formas y limitar sus sentimientos a las miradas y sutiles sonrisas. La noche los envolvería con su manto y podrían, en silencio y a escondidas, yacer de nuevo como si fuera la última vez. Y es que, la verdad sea dicha, ambos habían escogido un camino peligroso y la única certeza era disfrutar cada momento el uno al lado de otro como si no hubiera un mañana.
Cathleen, por muy tristes que fueran sus palabras, tenía la razón. Una cosa era ser la anfitriona de un caballero, y otra muy diferente organizar todo un evento que seguramente trastocaría las jornadas del señorío. Con pesar, pero una mirada que daba a entender que lo entendía, Caderyn asintió a lo que decía la dama.
— Tenéis razón, por supuesto —concedió él—, hemos tentado demasiado a la suerte, y aunque... no cambiaría absolutamente nada, ciertamente no deseo tampoco importunaros, amor mío —le dedicó una sonrisa, que se agudizó, al tiempo que un notable sonrojo ascendía por su cuello, cuando la dama mencionó las muestras de "afecto"—. Lo entiendo, y aunque admitiré que me será difícil controlarme —desvió la mirada, aún sonrojado—... os prometo que haré mi mejor esfuerzo, aunque —un brillo travieso atravesó su mirada, y se inclinó nuevamente un poco hacia ella—... mentiría si no dijera que pienso arrebatar cada momento a escondidas —le "informó", en tono pícaro.
El caballero sonrió ante la cercanía de su amada, depositando la otra mano sobre la que acariciaba su brazo, entrelazando sus dedos con los de la dama.
— Os prometo que así será, amor mío —Caderyn apretó con sumo afecto la mano de su amada, la alzó hasta su boca y depositó un tierno beso en el dorso de su mano, para luego liberarla con suavidad.
El viaje se hizo rápido, demasiado rápido para el rubio, quien quería disfrutar de cada momento junto a su amada. Mentiría si no dijera que le costó volver a aquel semblante de normalidad con Cathleen, más teniendo en cuenta el amor que se profesaban y que habían consumado en aquel lugar. Sin embargo, muy a su pesar tenían que hacerlo, pues bastante habían arriesgado ya con los momentos que habían arrebatado.
Llegada la noche, el de Tisbury se escabulló tal y como había prometido, reavivando la llama de la pasión, pero también del amor, que templaba cada uno de sus actos. Poco le importaba el camino que tendría que recorrer, si lo hacía de la mano de Cathleen, pues estaba seguro de que poco le importaría entregarlo todo, si con ello lograba mantener a la mujer que amaba a su lado.
Sin duda alguna, aquella visita a Berwick resultaría ser la mejor decisión que Caderyn tomase en toda su vida.