El primero que entre que hable. RECORDAD QUE NO SE PUEDE ROLEAR NADA QUE HAGÁIS FÍSICAMENTE, SOLO RUIDOS Y VOZ.
—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Si estás desnuda no miro... —se oyen pasos y el sonido de los almohadones al dejarse caer sobre el sofá —Son cómodos estos sofás... ¿Cómo estas? Soy Walter de Wuppertal —en su acento se notaba que no era sajón.
—¿Quién está al otro lado? Te llevaría a bailar ¿Te gusta bailar? pero antes de entrar aquí me han hecho firmar un montón de papeles que prohiben muchas cosas ¿Por qué diablos hemos entrado aquí? —Era una pregunta algo retórica que él mismo se hacía.
—Lo cierto es que me resulta extraño hablar así ¿No te lo parece? Cuando pensaba en una cita a ciegas no pensaba que sería tan a ciegas —dijo sonriendo y agregó con un toque de ironía —¿Qué tipo de boda te gustaría tener? ¿Mientras antes sepamos eso antes podremos casarnos, no te parece?
Una risa auténtica se oyó del otro lado.
-Hola, no, estoy vestida. Espero no decepcionarte. No sabía que teníamos que venir en el traje de Eva.
El sonido repiqueteante de unos tacos se detuvo, un suspiro se coló en el aire, al tiempo en que fue sustituido por el de algo mullido. -Es verdad, son muy cómodos.
Una pausa pequeña.
-Soy Natalie, un gusto conocerte. O como sea que se llame a esto -lo comentarios de él provocan otra serie de risas cristalinas.
-Me gusta bailar, sí. Aunque soy medio torpe en mis movimientos pero podría aprender si tengo con quien practicar.
El ruido de un almohadón siendo acomodado, otro suspiro. -Esto es raro. Yo tampoco sé realmente lo que va a suceder. Respecto a una boda...- en su tono dulce y sereno se adivina una sonrisa -algo íntimo, algo romántico. Soy una soñadora.
Esperó unos segundos antes de preguntar:
-¿Qué te atrae de una chica, Walter? ¿Y dónde queda Wuppertal? Yo soy de Lancashire, Inglaterra.
—¿Decepcionarme? Para nada. Me llevaría la misma impresión que si fueras disfrazada de sirenita —se escapó una risita —por desgracia...
Al escuchar el sonido de los tacones exclamó —¡Vienes elegante! ¿Qué llevas puesto?
—Yo tampoco soy bailarín profesional, aviso. Así que podemos practicar juntos.
Se escucha el ruido de una estilográfica arañando el papel —Soñadora... eso está bien. ¿Cuál es tu sueño más recurrente? Respecto a la boda, coincido. No me gustan las grandes celebraciones.
El silencio se prolongó tras la preguta de la chica y un murmullo de pensamiento antecedió a la respuesta —humm... si no puedo verla... me atrae sin duda que tenga la misma manera de ver el mundo, que podamos compartir alguna pasión como el mar o los tatuajes ¿Tienes algún tatuaje?
Acto seguido dijo —Wuppertal queda cerca de Dusseldorf en la frontera con países bajos, y a unas tres horas de Amsterdam. ¿A qué te dedicas Natalie?
La mención de la sirenita provocó otra risa.
-Me gusta el mar pero no para tanto. Aunque sí amo esa historia. ¿Sabes que el final verdadero es muy triste?
No se lo cuenta, sino que lo deja en suspenso. Sobre la pregunta de la vestimenta, hay un mmm de pensar. Short a cuadros, corto. Blusa igual. Tacos altos...
Estallan más risas.
Y una boina roja. Tal vez el traje de sirenita suena mejor.
La mención de que tampoco le gustan las celebraciones grandes provoca un sonido de asentimiento. En el momento que se habla de aficiones comunes, ella responde con emoción.
-El mar...
Hay anhelo en su voz. Se sienten más almohadones siendo movilizados.
-Soy maestra de un jardín de infantes. -la voz baja un poco, con delicadeza.
-Ella el final se convierte en espuma, en el cuento verdadero. Y no tengo tatuajes ¿tú tienes?
Se oye diversión en su voz.
-Tienes tatuajes y trabajas de mmm pirata.
Estallan risas y se siente un golpe.
-Perdón, son estos tacos. Creo que tienen mente propia. Te enseñaré a bailar despacio, porque ves que la coordinación no es lo mío. Dime, ¿por qué te anotaste aquí y a qué te dedicas?
—Como todos los cuentos de Andersen... Pero el que no quiera dramas tiene a Disney para que le den otra versión de la historia —dijo con un tono reflexivo que no pretendía ser moralizante.
Hizo un sonido de asentimiento para mostrar que había oído —Ya veo tu atuendo, así puedo ir poco a poco dibujándote, por fuera y por supuesto por dentro.
—Bonita profesión. Tú te encargas de hacer brotar esas flores. —dejó un momento de silencio cuando escuchó el final de la historia y como negaba tener tatuajes, luego dejó ir una carcajada cuando la escuchó elucubrar —Sí, tengo tatuajes pero no soy un pirata... Yo me encargo de enderezar esas florecillas que tú cuidas para que broten. Soy trabajador social en un centro de menores.
—¿Estas bien? —dijo por puro impulso escuchando luego la explicación de Natalie.
Se oyó un suspiro —Me anoté... pues supongo que me anoté por comprobar si privándonos de la visión nos preocupamos de verdad de escuchar e interiorizar lo que queremos del otro y de nosotros mismos. Eso creo.
Un ajá se dejó oír cuando él decía aquello sobre Disney.
-Entiendo lo de querer endulzar las historias, aunque es interesante saber también su versión original… al menos de adulto.
La mención de dibujarla provocó una risilla ahogada, o por un almohadón o por sus manos, no podría decirlo.
Entonces hubo una exhalación de sorpresa cuando él le indicó su profesión. El sonido de tacos retomó, más cerca. Luego se detuvieron.
-Eso es algo digno de hacer. Debes haber visto tantas historias de vida. Yo los tengo cuando son todavía muy pequeños y, si Dios lo permite, aun no han sufrido cicatrices.
Asintió con otro sonido a lo dicho al final por él.
-Yo me anoté porque…
Su voz se quebró, no pudo seguir con el motivo, pero al menos intentó explicarse.
-Te diré luego eso, ¿vale? Me anoté por buenas razones.
Un poco de silencio, pero pronto brotó otra pregunta:
-¿Cuántos años tienes, y has estado casado alguna vez?
El silencio se hacía al otro lado de la pantalla mientras Natalie hablaba, sin tener nada nuevo que aportar a aquella realidad. No obstante acompañó con una risa tranquila sus reacciones, incluso cuando se levantó para acercarse.
–¿Eres una persona religiosa? –dijo tras escucharla. Luego continuó –Estamos condenados a tener cicatrices, tarde o temprano. Saber gestionarlas adecuadamente es el reto. Y para eso el contexto es importante. Muy importante. Cicatrices en un kindergarten es lo más desagradable que podrías encontrar.
Cuando sintió el silencio incómodo de Natalia intervino –Oh, no tiene...–sin embargo callo en cuanto ella siguió e intervino una vez acabo de hablar –De acuerdo... ¿Dónde te gustaría viajar? –dijo tratando de cambiar de tema y dejarle su tiempo.
–Tengo treinta y tres años y nunca estuve casado... ¿Y tú?
-No lo sé, lo de religiosa. Me considero más alguien espiritual. Quiero decir: creo en Dios bajo mis propios términos.
La voz mantenía un aire apacible al decir aquello, tranquilo. Otros sonidos de aprobación llegaron con eso de las cicatrices. Todavía los tacos no se movieron del lugar.
-Me gustaría conocer Hawai -de nuevo un tono más alegre. -De hecho, me gustaría ir casi a cualquier lugar del mundo. Pero tampoco es que me muera por ello. Solo que Inglaterra no es tan cálido. Y como te dije, el mar es tan atrayente, pero no cuando hace mucho frío para meterte.
Se oyó una risita. Los tacos se movieron un poco con la siguientes palabras.
-Tengo 24 años.
Parecía caminar en círculos.
-Sí, yo estuve casada.
La voz volvió a un tono madio quebrado. Un suspiro hondo llegó y sus pasos se detuvieron cerca.
-Te... ¿te gustan las mascotas?
La voz seguía un poco triste.
-¿Y... y? No, no tengo otra pregunta ahora mismo. Mejor dime algo de ti. Lo que quieras. Un pequeño retazo de tu ser.
Se sintió su caminar de nuevo, hasta que pareció detenerse de nuevo.
—Vale, eres deísta entonces —dijo mientras se escuchaba escribir sobre el papel.
Se escuchó un gesto de asentimiento —Hawai, supongo que es un buen sitio que visitar —agregó también con un tono sosegado —sé a lo que te refieres, en Alemania tampoco es que tengamos el mejor de los climas.
Se escuchó una exclamación de sorpresa —¡Eres muy joven! y aún así estuviste casada. Intuyo por tu voz que no salió muy bien. ¿Te cuesta hablar sobre ello? —preguntó tras escucharla suspirar tan profundamente.
Una risa tranquila se escuchó acerca de la pregunta de las mascotas —Sí, tengo una gata. Se llama Lucky.
Sopesó la siguiente petición en silencio.
Luego repitió —Un pequeño retazo de mi ser... complicado eso.
Un poco de silencio más y se explicó —Soy bastante observador pero se me da mal hacer demasiadas preguntas por lo que suelo parecer tímido cara a cara. Aunque no prejuzgo por el aspecto, aunque sí por las acciones. ¿Te vale? Ahora enseñame un retazo de ti...
-Deista -repitió ella -nunca me lo he planteado así.
No se oía en su voz algún doble sentido sobre ello, sino un tono de reflexión.
-Verdad, aunque es muy bonito. Conozco la zona de la Selva Negra por una tía que fue allí hace unos años.
Se rió con la exclamación sobre su edad. Otro suspiro antes de comunicar lo siguiente. -Sí, pero voy a hablar de ello... solo que no ahora mismo. No puedo todavía.
Un hilo de voz acompañó eso último. Unos segundos después el ruido de anotar algo, acompañó a lo dicho de sí mismo y a lo de la gata.
-Me encantan los animales, son un refugio seguro. ¿Algo sobre mí? Nunca me enfado o si realmente lo hago, tengo que salir a caminar porque no quiero pelearme. Prefiero hablar, lograr calmarme primero. Creo que nunca he gritado en mi vida...
Se queda en silencio unos segundos.
-Bueno, solo una vez y no de enojo.
El tono trémulo es notorio.
-¿Eres enojón? No sé igual cuánto nos queda hasta que nos llamen, así que si no es ahora me lo dices después.
—La Selva negra es preciosa —dijo con orgullo —Aunque me pilla bastante más al sur. Pero no me puedo quejar de mi zona.
Se escuchó el ruido de los cojines al incorporarse y silencio.
Al poco respondió —tómate tu tiempo, aunque no se cuanto más nos van a permitir estar aquí.
Siguió escribiendo mientras ella contaba pinceladas sobre su carácter. Asintió varias veces y luego compartíó —No te gusta confrontar. Eso ha veces se puede volver un arma de doble filo contra nosotros ¿no crees? —reflexionó intentando enlazar alguna pincelada con la que hilvanar todos esos silencios.
—Para no dejarte con las dudas te diré que sí. Que soy un enfadón. Tengo un alto concepto de la justicia y cuando me encuentro con lo contrario me rebelo —Se volvió a escuchar el sonido de cojines como si se hubiera sentado.
—Por si acaso, y apurando los momentos ¿Cuánto mides?
Ella se movió por el ruido de cojines, pero se sentía cerca. Asintió sobre la hermosura de la Selva Negra y sobre lo de que no sabían cuánto tiempo les quedaba.
-Sí, puede ser un arma de doble filo. Veo a lo que vas. Pero no digo de no platicar las cosas sino de evitar el gritarse o tratarse mal.
Sobre lo de su carácter, la voz concluyó:
-Está bien tener ideales, más me refería a esas personas que se enojan por cosas incluso pequeñas, como quien tiene el control remoto de la T.V
Se rió con la pregunta sobre la estatura.
-Mido 1,65 aproximadamente... más con tacos.
Un silencio no incómodo se filtró del otro lado, ella parecía cómoda en el hablar.
-¿Cómo actuarías si estuvieras enojado conmigo? -quiso saber la voz.
-Oh, ya casi nos tenemos que despedir... me cuentas más en la próxima.
Un sonido de beso en el aire se oyó mientras ella decía:
-Fue un gusto, Walter.