Lo de Daphne era tan surrealista que me estaba sacando de la espiral negativa. Pero surrealista no en plan mal, sino... no sabría muy bien como describirlo. Bueno si, quizá en el sentido de la autenticidad, aun saber si hacia el terreno de la locura o de afinidad. En cualquier caso, era bienvenido que me sacaran del tiesto.
- Supongo... - Traté de pensar alguna ocasión en la que los huevos me sentaran mal. Y no, aunque me suena que había una cosa salmonela o algo así en ciertos casos, pero me lo quedé para mí. A veces rectificar no es de sabios, sino de estúpidos. No si... creo que yo también me estaba volviendo loco.
- Huevos para decidir si quiero ir a una fiesta - Parpadeé dos veces y levanté los hombros - Tal vez funcione... ¿Tienen que ser duros, fritos o revueltos? - Pregunté totalmente en serio.
El ascensor por fin se cerró y comenzó a bajar.
Samantha hizo aquel comentario que no me quedó muy claro a quien iba dirigido, me pilló despistado y no me di cuenta de si me estaba mirando a mi o a su pareja. Pero no sé, quizá mejor hacerse el despistado.
Giacomo me invitó de forma oficial, abrí la boca para alegar algo, pero siguió hablando tan rápido que me resultó imposible y... bueno, lo dejé estar. Quizá así era mejor, asistir, siempre... siempre estaba el alcohol y la posibilidad de pillar una buena cogorza, si, no lo descartaba para nada.
Con un gesto curioso, miré a Arthur. Eran serias sus palabras pero el tema en si, no lo era. Era una decisión importante, si eras una persona de huevos revueltos o pasados por agua o fritos. ¿Podría determinar eso el feeling de una relación? Era tan importante el desayuno, que lo que ingerias cobraba una vital necesidad de sincronía.
- Diría que da igual el tipo de cocinado - pero lo mismo ni era cierto - ¿Por qué, cual os gusta a vosotros?
Y después de no parar de hablar sobre ellos, de repente, tiejia un hambre voraz. Hambre de muchas cosas, hasta de compañía y de bacon.
El ascensor llegó a la planta baja, abriendo las puertas tras un timbre agudo
Miré confundida a ambos. ¿En serio estaban teniendo la conversación que yo pensaba? Me resultó la más extraña e incómoda para tener en un ascensor. Suspiré y tomé la mano de mi prometido, saliendo del mismo.
- Espero que encontréis lo que buscais - tratando de ser amable
EL ascensor se abrió y deje salir primero a Daphne que estaba delante y después con la mano de mi prometida sujeta salimos para que Arthur fuera el ultimo que estaba detrás junto a su maleta.
"No se si tengo los números de teléfono de vosotros, pero se lo comunicare a los del programa que os avisen si al final realizamos dicha fiesta, espero verte de nuevo Arthur, y como te dijo Sam seguro que te sentara bien..."
Le comunico mientras ya estábamos hacia la salida
"Bueno que te salgan estas tortitas ricas Daphne, nosotros vamos a dar un paseo por la zona.. vamos cariño (digo mirando a mi prometida y seguido haca la puerta la cual de cristal entraba bastante luz por ella)
Si llegamos a la par a la puerta la baro para que pasen ellos y sobre todo le sea mas fácil a Arthur con su maleta.
"Nos vemos chicos" ( digo una vez han hablado ellos)
Entrar en sintonía con otra persona, como Daphne en este caso, era algo que me gustaba. Por peregrina o extravagante que pareciera una conversación, siempre había que darle una oportunidad. O bueno, esa era mi forma de pensar. Me gustaban las nuevas experiencias y me fascinaba empatizar con otros, bueno, al menos con gente que me pareciera agradable.
- Gracias - Respondí a las palabras amables de Samantha.
Giacomo que parecía más hablador nos dijo lo de la fiesta - Si de cara al programa hay que autorizar algo, autorizo para que me puedas llamar - Aunque aún no había decidido del todo qué iba a hacer. Ahora que el ascensor había llegado al final del recorrido y se abrieron las puertas... me sentía muuuy cansado.
- Nos vemos - me despedí de Gio y caminé hasta el hall que estaba justo en frente. Hacía sofás y butacones. Me dirigí hacia ellos arrastrando mi maleta. Me pareció que hasta flojeaban mis piernas. En cuanto llegué me dejé caer en uno ellos. "No lo hagas Arthur... respira hondo, resiste" pensé con la mirada perdida
Gio y Samantha, salen del edificio agarrados y la muchacha parece que lleva algo de prisa. La puerta hace un ruido sordo al cerrarse tras su paso, de cristal y metal. Aún a través de la luna, se puede ver cómo han cogido camino hacia la derecha, mientras el tráfico, se silenciaba con los cristales acondicionados.
Daphne se retiró antes de que el huracan "Giosam" arrasase con ella, quedándose en un discreto y extraño segundo plano. Vio marcharse a ambos, y luego, con gesto curioso, observó la reacción de Arthur.
Samantha y Gio vuelven a su escena personal.
Daphne y Arthur, siguen en esta escena.
Después de hacer un gesto somero a la pareja, escuché volver a cerrarse las puertas del elevador, mientras los pasos de ellos aún resonaban en la recepción tras el cierre de la puerta. El desborde de energía que había derrochado en el recinto tan estrecho, no había sido casual. No era mi estilo sentirme cómoda con tanta gente en un espacio tan reducido y ese esfuerzo, no era sino autoprotección. Pero una vez pasada la vorágine, simplemente observé, no sin cierta pena, la forma derrotada de sentarse en los sofás de recepción.
El tejido mullido recibió su cuerpo, pero aún sentía que su alma necesitaba un descanso. Dos pasos lentos, muy lentos, hasta quedarme a su lado. En silencio. Escrutándole desde arriba con una expresión de pequeño duende curioso.
- ¿Sabes? - susurré - Sigo pensando que la idea de unos huevos, es la mejor de todas. Es como cuando Lupin le daba a los alumnos de Hogwarts chocolate, tras un disgusto - miré mi reloj comprobando que fuese una hora decente - Seguramente el bar ese de Brunchs, está mejor que un sofá en medio del tránsito de vecinos - intentando ser convincente.
Había sido un "momento de ascensor" bastante curioso. Pero tenía la sensación de que Samantha estaba en otra honda. Lo pensé, entre otras cosas, por las prisas que parecía tener por salir. Nada que reprochar, cada uno es como es.
Me había quedado tan absorto, que en un primer momento no me había dado cuenta de que Daphne estaba a mi lado - Oh... - La miré y traté de reprimir mi pena. Al menos pensar en huevos, causaba que dejara de pensar con tanta negatividad.
Me esforcé en sonreír de medio lado. Y acabé sacudiendo la cabeza de forma positiva - Vale, no me gusta ser el objetivo de las miradas ajenas. Supongo que ese bar será un sitio mejor - Daphne se estaba mostrando bastante empática y para como me encontraba, de algún modo lograba hacerme sentir un poco más a gusto.
Me levanté de nuevo y asiendo la maleta. Le cedí el paso. Estaba en una de esas situaciones que hablaban más los gestos que las palabras - ¿Y cómo te apetecen ahora mismo? Yo no sé porqué me apetecen fritos - Ya en la calle me coloqué de nuevo a su altura tirando de la maleta. Quizá mejor haberla dejado dentro, pero esta es una de esas situaciones que no te apetece pensar demasiado.
El hombre sentado tras el mostrador de mármol os observaba cauto.
Siguió con la mirada vuestra conversación y con una sonrisa permanente, parecía querer decir algo, pero ya fuesen gajes del oficio o prudencia, volvió al crucigrama de la página 30 del New York Times.
Había conseguido que se levantara del tresillo con la vaga promesa de unos huevos... (fritos?) A veces las cosas más sencillas, son las que terminan consiguiendo mover la rueda, sobre todo en momentos donde la desesperación puede adueñarse de nosotros. Había vivido muchas situaciones parecidas y no había salido victoriosa de todas, pero lo que sí era cierto, es que unos huevos revueltos, con algo de bacon, alegraban hasta al más taciturnos.
O unas tortitas. No sabía porqué, se me antojaban unas tortitas esponjosas, apiladas, con sirope de arce o incluso, crema de chocolate y avellanas. Esa que tratas de despegar del plato con tenedor y cuchillo, para final e irremediablemente, tener que pasar el dedo por la superficie si quieres apurar las últimas gotas.
- ¿Y que tal si le dejas la maleta a Robert? A menos que sientas que el objetivo de una maleta, es ir de viaje. En tal caso, si que es cierto que deberías llevarla, no sea que se sienta triste. Podemos enseñarle Central Park. Luego, podrá presumir con las otras maletas, que sus ruedas son las que han recorrido más millas - propuse llevándome un dedo al labio, en un gesto taciturno, donde la realidad, podría ser mil veces otra, pero la mía, la mía era así de extraña.
Finalmente y al ver lo que pesaba el bulto, terminé colocar mis manos en la agarradera e impulsivamente llevarla hasta el encantador caballero tras el mostrador.
- ¿A que no te importaría hacer de baby sitter de la maleta? - devolví un gesto cómplice a Arthur - No queremos que tenga sentimiento de abandono - y llevándome la mano a la boca, le guiñe un ojo - Estaremos de vuelta, antes de que termines el crucigrama.
De vuelta al joven escoces, un gesto algo irreverente con los ojos en blanco asomó, mezclándose con la acostumbrada ingenuidad - Oh vamos, ni siquiera te va a echar de menos. Y estaremos a la vuelta de la esquina. Luego llevas a pasear la maleta ¿vale? Robert tiene mi teléfono si es necesario ¿si? - tomándole del brazo y tirando de él hacia fuera - Además, escucho unos huevos... fritos que gritan tu nombre - susurrando "Arthur, Arthur, muy bajito, como si algo en la distancia te impeliera"
Robert asintió esbozando una sonrisa de lo más concesiva al ver las ideas peregrinas de la muchacha. Si le parecían extrañas o extravagantes, no lo hizo notar, limitandose a tomar la valija, para salvaguardarla tras el mostrador, un genuino gesto de "cuidaré bien de ella, para que no se apene".
- Por supuesto señorita Didi. Espero que disfrute de un apetitoso brunch.
A la Daphne retraída del ascensor, parecía que la habían descorchado y en momento parecía convertirse en Daphne terremoto.
- Si, bien... - No tenía ningún problema en dejar la maleta en recepción. De hecho, me hacía un favor porque no tenía muy claro que hacer con ella y me la había llevado por inercia.
Antes de que pudiera responder a lo de Central Park y todo eso... De pronto vi mi maleta pasar de mano en mano hasta una pequeña habitación tras el mostrador - Gracias - Le dije al recepcionista.
Aún estoy mirando esa puerta cerrarse cuando la chica me toma del brazo y tira de mi hacia afuera. Estaba espeso, eso no lo podía negar. Una parte de mi mente parecía haberse cerrado en banda. No podía negar que hasta cierto punto era bueno, o al menos fácil, dejarme llevar por los acontecimientos.
Esto era una locura. Daphne estaba loca. Pero... ¿Quién no lo está un poco? Pese a que no quería, pese a que parecía imposible, me sorprendí a mi mismo sonriendo con lo de los huevos que me llamaban - Huevos con patatas. Sí, los oigo - Otra cosa curiosa es que hace unos minutos lo último que me apetecía era comer, y ahora parecía que se me había abierto el apetito.
Algunas dudas comenzaban a asomar por mi mente, pero de momento no me atrevía a preguntar. Además... no era el momento ni la situación. Supongo que aún seguía como medio Zombie. No era mi mejor versión de mi mismo. Pero eso a Daphne por el momento no parecía importarle.
La claudicación del escocés no hizo sino darme alas. Me apetecían unos huesos revueltos, quizás hasta con bacon o incluso esas tortitas que mi mente se había empeñado en imaginar. Todavía no había podido decidirme.
Mamá se enfadaría mucho si se enteraba que elegí a las tortitas y papá se regocijaría con ello, no sé si con la elección o con el enfado de mamá. Claro, que siempre podía pedir ambas cosas y compartirlas.
Lo que si no me apetecía era quedarme sola en casa mientras esperaba que Walter volviese. No había parecido de lo más entusiasta cuando me dijo que tenía que salir, así que encontrarme con Arthur en esta ciudad en la que solo tío Joss estaba (y a saber donde) era casi como un regalo del cielo.
Sonaba casi también como esa promesa de huevos escalfados.
En la calle caminábamos uno junto a otro, grande junto a pequeña, en esa maldición que me acompañaba desde siempre, sobre todo si había muchachos cerca mía que habían tomado demasiado yogur de pequeños.
- ¿Has pensado que vas a hacer después de comer esos huevos? - comencé cautelosa, dando saltitos sobre los adoquines - ¿Habías estado antes en Nueva York? La verdad es, que sería una pena que volvieses a Escocia sin verlas.
Tampoco sabía como le sentaría a Walter tener durante un rato, una tercera pata en el banco, pero él no estaba ahora y mi asiento estaba, como poco, cojo. Y mi estómago rugía. Lo hacía siempre que me ponía nerviosa.
La muchacha tenía razón el bar estaba cerca y aún parecían servir desayunos, o en su defecto, unos carísimos y suculentos brunchs.
Una mujer, entrada en carnes y rondando la cincuentena, con gafas de concha, recogido pulcro y cofia, con aspecto dulce y angelical, ataviada con el típico uniforme blanco al más puro estilo años 50 de filo en rojo y nombre en placa, sobre el lado derecho del pecho, os sentó en una mesa de formica, junto al la ventana de la entrada, donde además de observar el tránsito de la ciudad, los peatones se detenían a contemplar las exquisiteces del local, así como la carta.
- Buenos días parejita - dijo entusiasta, con un bloc de anillas superior en la mano y un bolígrafo sencillo - ¿Os pongo un café fuerte para empezar? - al sonreir, se le formaban un par de hoyitos en la mejilla, asi como sus ojos parecían restarle al menos diez años de edad a un rostro de por sí amable - Si me permitís una recomendación, tenemos un revuelto de setas, salmón y queso crema que quita el sentido. Y unas tortitas recien hechas con manzana, canela y dulce de leche, que en Argentina aun nos gritan de la envidia - recitó risueña - Decidme ¿Que va a ser?
Daphne te miraba sonriente, observando el menú tamaño gigante que había frente a ella, como un niño observa el escaparate de una juguetería el día previo a la venida de Santa Claus
Llegamos al local. La niebla mental no parecía despejar, aunque agradecí el aire... bueno, limpio lo que se dice limpio no. Pero al menos tenía menos sensación de claustrofobia. Salir me haría bien.
- Supongo que volver... - Bueno si, eso es lo que parecía más lógico. Aquí al fin y al cabo no me quedaba nada. Sin ánimo de despreciar a Daphne. Su compañía era agradable, acogedora. Mucho mejor que estar solo. Pero ella tendría que volver con su vikingo y yo... pues eso.
- No, es mi primera vez - Respondí a lo de si había estado antes en esta ciudad - Tiene mucho de todo por lo que veo. Pero creo que no soy de ciudades grandes. Aunque creo que tienen un parque inmenso ¿No?
Entramos en el bar y creí retroceder algunas décadas en el tiempo. Solo había visto camareras así en las películas. Pero me di cuenta de que los adornos del local iban en consonancia. "Esta gente de ciudad no sabe ya que inventar... " pensé para mi mismo.
La mujer comenzó a hablar de comida, comida y más comida - Eh... uh... ummm.... - Mi cabeza estaba a punto de hacer un cortocircuito. Pero antes de que lo hiciera, respondí - Un café y unos huevos con beicon. Para ella... - Miré a Daphne y esperé a que respondiera por si misma. Pero por como miraba la comida temí que fuera a pedírselo todo de golpe. Para nada me consideraba une persona superficial, pero era evidente que mi acompañante debería tener un poco más de cuidado con las cantidades, por salud más que nada.
Tomé asiento, alisando el vestido al poner las posaderas en la silla de cuero rojo al más puro estilo años 50 en consonancia con todo lo decorado en el local. Junto al menú, se encontraba un cajoncito con salsas en sobre, pajitas y de todo tipo de complementos, específicos del sitio. El 50´s Vintage me recordaba a un local que había en Fort Lauderdale y que cada cumpleaños solia visitar con mi amiga Alma, para darnos un homenaje, en las pocas veces que me permitía el lujo de sentir un orgasmo de sabor.
Este tipo de lugares, me los había prohibido mamá desde pequeña, con la cantinela de que" el azúcar lo carga el diablo" y "cinco minutos en mi boca y para toda la vida en las caderas" , por lo que cuando papá estaba molesto o quería darme el capricho, me llevaba a uno, dándome permiso para coger la carta.
Como si fuera una cueva del tesoro de Ali-Baba y la decisión lo más complicado de mi vida, fruncí el ceño, comentando espontánea y atrevidamente - Un batido de.... - iba a decir chocolate con nata, pero, eso me resultaba algo extrañamente especial. Algo que quizás solo desearía volver a tomar con una persona - Mejor, un capuccino con cacao y...
Suspiré. ¿Por qué me hacían esto? ¿Quién era el alma maquiavélica que se atrevía a poner una carta con 45 tipos diferentes de tortitas y rellenos? ?¿Que maestro de la tortura había conseguido poner de todo lo divino y mundano en un sólo trozo de papel?
- ... tortitas con fresa, arándanos y nata - a regañadientes, a pesar de que algo con otro tipo de sirope y una promesa de coronación cual Sherpa Tibetano, llamaría más mi atención.
Con un par de parpadeos de corte inocente, despedí a "Dorothy" o como rezaba su chapa, tras una sonrisa de sus labios carnosos, bien perfilados a carmín intenso.
- Central Park si. Sale en todas las películas y en Friends. Creo que puedes perderte dentro. Lo mismo necesitas un par de días para conocerlo en condiciones. ¿No te llama la atención visitarlo? Ya estás aqui. Total, Escocia no va a moverse de donde se encuentra y quizás después de tanto trasiego, el programa debería permitirte recuperarte en un lugar tan idílico como Central Park. No debería estar permitido que pasasen cosas.... como esta - con un escalofrío y pavor al darse cuenta que algo así, podría haberle sucedido a ella misma. Ni pensarlo podía y.... eso no tenía pinta de ser tan irreal o incluso, lejano.
Daphne parecía dudar bastante. Yo... bueno, no tenía prisa. La de volver a "mi cueva" a lamerme las heridas, pero que no era una prisa como tal.
Era una chica completa, curiosa. No había olvidado que había sido mi primera elección en el programa. Aunque de eso parecía hacer un millón de años. Y ahora... ahora todo parecía distinto. Seguramente hasta yo era distinto.
- Te gusta el dulce... - Más que una pregunta fue una corroboración - El ama de llaves, mi... segunda madre por así decirlo, siempre me dice que desconfíe de una persona a la que no le gusta el dulce - Si, sonreí levemente.
Luego seguimos hablando de la ciudad - Si... no estaría mal, me llama la atención. Pero... ir yo solo... - arrugué la nariz en gesto de... "no mola"
Y sonreí de nuevo cuando habló de mi de ese modo y sobre lo que me había sucedido. Si, era una chica empática - Gracias, eres muy amable - Luego levanté los hombros - Supongo que era un riesgo que había que correr - Aunque no así, no hacía falta que fuera de ese modo. No me imaginé un final tan absurdo y tan duro, especialmente cuando parecía ir tan bien.
La camarera Dorothy comenzó a ponernos las cosas en una bandeja
- Permíteme que te invite. Qué menos por hacerme compañía - Le dije a Daphne y deposité un billete en la barra, iba a ponerlo de veinte, pero al final lo puse de cincuenta por si era más caro de lo esperado, no estaba al corriente de los precios en este sitio.