Partida Rol por web

Otro día más pasaba, la cálida luz del Sol te daba la bienvenida a un nuevo  día. Te revolviste inquieta en la cama, enredando tu cuerpo entre las sábanas blanquecinas. Estiraste los brazos, quizás intentando encontrar algo allí que no fuera vacío. Un puchero salió de tus labios de manera inconsciente. 

Sola… 

Como  siempre. Un suspiro sonoro y sentido desde  lo más profundo del alma, no importaba cuantas veces lo intentara, la fuerza de voluntad que invirtiera, ¿acaso estaría sola siempre?

Que más daba tenía que ponerse en pie para ir a trabajar al ayto lo antes posible.

Motas de polvo revoloteaban entre los rayos de luz que entraban por la ventana, cuyas cortinas, apenas entreabiertas, oscilaban con la brisa matutina. Danielle observaba su suave movimiento tendida de lado entre las sábanas. Lanzó un suspiro de pereza, y luego se incorporó sobre la cama para mirar alrededor, dónde nada excepto una casa vacía le devolvió la mirada. 'Quizá debería conseguirme un perro' se dijo, aunque lo que en realidad quería distaba mucho de ser una mascota. Se apresuró a darse una ducha, asi luego pudo tomarse el suficiente tiempo para arreglarse el cabello hasta que estuvo satisfecha.

En la cocina no había la gran cosa, pero de todas formas se contentó con café y tostadas. Se sentó junto a la ventana, dónde disfrutaba de una linda vista de la calle y los comercios en la acera de enfrente. Tras el rápido desayuno, la pelirroja se dirigió presta a la puerta, tomó su cartera, llaves y un abrigo, y salió rumbo a una nueva jornada de trabajo con una sonrisa en los labios.

Decides ir hacia tu puesto de trabajo, paras mirando el reloj, viendo que son las 12. ¿Nunca lo arreglaran? Igualmente, pese a todo, decides ir en dirección hacia la oficina. En tu camino, puede ser que te encuentres a Amy, Nicho y Lyam charlando
-Ir directamente hacia el puesto de trabajo
-Dialogar unos instantes con alguna de las personas especificadas 
-Pararte un momento en alguno de los locales del centro

Los aromas matutinos del restaurante de la esquina inundaban la calle: café, tostadas, y la tarta de manzanas más famosa de la ciudad. Danielle se detuvo apenas un instante para apreciarlos, y luego continuó su caminata entre las hojas caídas.

Al llegar al reloj miró hacia arriba, como hacía siempre que pasaba por ahí, a cualquier hora. 'Mañana prepararé una petición para incluir la reparación de el reloj en el presupuesto. Ya es hora de que arreglen esa cosa! Me pregunto hace cuanto ya que no funciona....' Tales pensamientos cruzaban su mente cuando a mitad de camino reconoció unas siluetas familiares, y se acercó con una sonrisa radiante a saludar a sus vecinos.

DÍA 2

La habitación aún estaba a obscuras. Conforme sus ojos se adaptaban a la penumbra, Danielle distinguió las sombras que formaban los muebles. La poca luz que llegaba a la habitación venía de las farolas de la calle, atenuada por las cortinas de su ventana. 

Poco a poco, su respiración comenzaba a normalizarse. No estaba segura, pero creía haber gritado al despertar. ¿Había tenido una pesadilla? Los fragmentos de su inquieto sueño estaban aún dispersos, pero al igual que las sombras de la habitación, pronto cobraron forma y sentido. Las imágenes venían a su mente, no envueltas en la borrosa neblina que usualmente cubre los sueños, sino con la desconcertante nitidez de un recuerdo. Recordaba cada detalle. Las páginas del libro. La carreta, con sus nefastos compañeros de viaje. Los sonidos y olores del pueblo. La gente aterrada.

Y a la bestia.

Se levantó y fue hasta el baño, donde se lavó frenéticamente la cara con agua fría. Cuando levantó la cabeza, una chica asustada le devolvió la mirada al otro lado del espejo. ¿Qué le estaba pasando? ¿Acaso estaba enloqueciendo? ¿Por qué una simple pesadilla le hacía sentir asi?

'Eso no fue solo un sueño...'

Sacudió la cabeza, confundida por sus propios pensamientos. Decidió darse una ducha, y así poder relajarse y olvidar el asunto... al menos de momento. 

Luego de vestirse y arreglarse el cabello como todas las mañanas, fue hasta la cocina para prepararse algo de desayuno. Sentía que no volvería a dormir en una semana, así que pasó del café y decidió tomarse un té en su lugar. Se sirvió unas galletas y mermelada, y se sentó en la mesita junto a la ventana.

Al abrir las cortinas distinguió el sol en el horizonte. Apenas estaba amaneciendo. Fue entonces que cobró conciencia de la hora y se dio cuenta de cuan temprano se había despertado. Aún le faltaba un buen rato para ir a trabajar, así que se tomó su tiempo para disfrutar tranquilamente de su desayuno mientras contemplaba con la mirada perdida los comercios de la acera de enfrente.