La mujer de ropajes oscuros miró su rostro en el espejo que siempre le sonreía proclamando lealtad a su belleza, aunque sabía que… estaba ella de por medio, evitando que pudiera tener aquel maldito pueblo realmente postrado a sus pies.
Pero , era el gran día.
Con una sonrisa macabra en el rostro declaró: - Al fin su desgracia será mi dicha… - sacando de entre sus pechos un pequeño pergamino que desenrolló.
La poción estaba lista, aunque, con la mirada entrecerrada de pena, podía ver sobre aquella cama del gran cuarto el cuerpo yacente de lo que más amaba en aquel momento : su padre. El hombre de avanzada edad, inerte, sobre el lecho. Sin corazón alguno, pues, la reina lo había arrancado de su pecho y lo había hecho cenizas sobre aquel caldero.
Definitivamente, ya no tenía nada. Sus ojos azules como el hielo, reflejaban el mismo calor que sentía su corazón en aquellos instantes: soledad. Pero, tenía el poder, el poder para cambiarlo todo y debía alzar la cabeza como la reina que le habían obligado a ser.
Con el mentón alto, giró el rostro al frente, escuchando los halagos innecesarios de aquel espejo, sonriente, sabía muy bien que la desgracia de aquellos malditos iba a ser su victoria. Al final, su venganza daría luz y Blancanieves, así como todos sus queridos amigos del reino de la luz y las cosas odiosamente brillantes, se hundirían bajo su manto de polvo negro.
Plantón, alzándose, meneando la cola de su vestido al aire, empezó a caminar taconeando durante el camino hacia aquel salón donde chispeantes brillos de oscuridad aparecían, eclosionando como burbujas.
Definitivamente, había llegado el momento de hacer el gran hechizo irreversible. Su poder se volvería supremo, su magia sería la más poderosa, pues había aprendido del mejor y con un tono frío, cortante, la mujer alzó la voz pronunciando unas palabras que deberían estar prohibidas.
Una risa, empezó a salir de su boca, notando y respirando como la nube de polvo negro la recubría, empezando a avanzar por todo el reino. Sentía la fuerza arrolladora de todo su poder, el suyo, el del sentimiento más grande que anidaba en su pecho: el odio.
Había llegado el tiempo, un tiempo diferente.
Con una sonrisa ladina, unos ropajes extraños, la mujer observó el gran objeto que parecía una especie de marcador de tiempo parado. Sí, el tiempo eterno donde, al fin, los villanos, retomarían el reinado.
- Se acabó lo de… “y fueron felices”. - declaró aquella mujer, caminando con la melena al aire, en aquella ciudad que según el letrero, decía bien claro dónde todo quedaría callado ahora .
Mientras la imponente figura desaparecía por el pasillo para volver a su habitación, haciendo caso de sus instrucciones ante la preparación de aquel gran hechizo, los ojos fríos de otro ser monstruosamente poderoso se clavaron divertidos mirando aquellas chispitas negras empezar a surgir.
Una risita de duende, aguda y traviesa, apareció de su boca, así como su imagen se dio a conocer en aquella sala, ante el caldero. El hombre de cabello plateado y orejas puntiagudas, se acomodó observando y olfateando: - ¡Arrancaste un corazón! Sabía que no me decepcionarías, querida. - declaró con una sonrisa que bien podían ser unas fauces de bestia; pues, aquella muchacha se había convertido en la mejor aprendiz de su magia más perversa. Pues, había demostrado que no le importaba pagar cualquier precio por su magia… porque como bien decía él: Toda magia tenía un precio.
Pero , aún así, la alumna aún no superaba al maestro. Él siempre iba dos pasos por delante de ella. Por eso, sus engarradas manos hicieron surgir de bajo sus prendas un pequeño frasquito con una luz muy intensa, el líquido olía terriblemente dulce y sacó la lengua asqueado.
La poción de amor, era tan difícil de conseguir pero, tan y tan especial. Que con una simple gotita:-Puede destruir cualquier malévolo plan. ¡Chas! - canturreó el hombre con aquel tono irónico y burlón, derramando una pequeña gotita que hizo dar un gran chispazo blanco sobre toda aquella oscuridad.
Pues, necesitaba que el conjuro se diera a cabo pero, también, necesitaba que pudiera romperse para volver atrás y recuperar todo lo que había conseguido… aunque, ahora , le faltaba algo muy importante para él.
Movió la mano, al son que un polvo se dejaba caer con su movimiento, escondiendo el color de aquellas pequeñas chispas blancas, transformandolas de nuevo y así, también, escuchó los pasos volver, mirando con una sonrisa altiva aquel pasillo, al tiempo que él mismo desapareció de ahí con un insonoro chasquido y un susurro: - ¿Tan dispuesta estabas a pagar ese precio …?- con una sonrisa que demostraba lo agradado que estaba de ver un corazón tan y tan oscuro como el propio.
Cualquier cosa valía la pena para tener poder, ¿cierto?
StoryBrooke, otoño con algo de aire frío, las hojas caen de los árboles como nieve en invierno. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Quién sabe, pues, ese reloj sigue marcando las doce desde que tenéis memoria.
Aún así, sabéis algo, demasiado bien, lleváis toda la vida ahí, en esa ciudad con aires de pueblito, disfrutando de la calma que, a veces, se os hace algo pesada pero, no os podéis quejar mucho porque vivís bien, ¿no? A pesar de notar que algo… os falta. ¿La rutina es tan mala?
Otro día más, vuestro puesto de trabajo, avanzar continuar , casi todos los días parecen una copia idéntica del anterior.
Pero, la verdadera cuestión es…
¿será realmente como el anterior?
En algún pequeño lugar de StoryBrooke… lo que estaba roto, empieza a regenerarse.
Y, cuando el detonante empieza a sonar, el efecto dominó se da. Parece que los recuerdos empiezan a aflorar en la gente de StoryBrooke. ¿Habrá llegado el momento? Después de tantos y tantos años , atascados en el tiempo.
Mr. Gold store is open....
Erick ha entrado a uno de los lugares más recomendados para la trama. Mr Gold es un tipo extraño pero, su tienda, oh:Está llena de cosas utiles para todos.
Por ser el primero, vas a tener un hermoso regalo...
Tu objeto especial.