Partida Rol por web

El infante Manuel contemplaba la barahúnda y la matanza que con muy buen tino habían formado sus unidades con mucho ánimo: aquella era una maravilla de la tecnología tyviana, y el hombre no podía estar más satisfecho de sus congéneres. Y como estaba de tan buen humor, le era fácil hacer concesiones graciosas.

-Por supuesto, hijo -asintió- Posiciónese en el lugar y ofrezca cobertura a nuestros hombres... y si ve cualquier objetivo jugoso, despepítemelo haga el favor.

Señaló hacia adelante con la espada-sierra.

-¡Señores todos! ¡Continúen con la estrategia como hasta ahora, órdenes son órdenes! ¡Rifles prietos y quiero que abran fuego contra el primer hereje que entre en su punto de vista! ¡Mantengan la formación, filas marciales y prietas! Nada de fantasías, caballeros -dijo, sin poder reprimir una sonrisa, encabezando las fuerzas- sólo buen y viejo exterminio.

Se puso en movimiento, tomando posiciones en el cráter donde se había encontrado el liderazgo de las Hienas (formado por el comisariado, aquellos insurrectos qué otro liderazgo iban a tener) para poder tener un mejor punto de vista de la situación.

Al cabo de un rato en seguir la marcha Don Ynestrillas finalmente decidió dar las órdenes que tanto esperaban, al igual que la última vez todos los Tyvianos se detuvieron durante unos instantes y se movieron de manera casi mecánica.

El humo  se disipaba y mantenía su vista borrosa por lo que se dificultaba disparar bastante, al menos estaba seguro que si les iban a disparar los que se llevarían las primeras bajas seguramente serian las hienas.

Los objetivos más visibles estaban sobre los muros, entre ellos los operadores de las inmensas baterías de artillería. Disparo, pero su disparo erro, tal vez a causa del humo y el ángulo, siguió su camino junto al resto del regimiento detrás de las hienas.

El combate se recrudecía, ahora que los soldados enemigos empezaban a responder con ganas al ataque imperial. Los disparos volaban de un lado a otro y las bajas empezaron a acumularse, ahora sí, en ambos bandos, pero parecía que nada podía detener el avance de los leales al Emperador.

Los Zapadores llegaron al pie de la ladera, alcanzados por el psíquico de su unidad que había llegado hasta ellos, pero el alambre de espino situado entre las rocas les impedía avanzar con facilidad, por lo que tuvieron que detenerse para ir despejando el camino, cubriéndose tras el mismo mientras les llovían encima disparos enemigos, abatiendo a varios de los varangianos.

Los tiradores trabrisianos, posicionados ya, empezaron a disparar sobre los soldados del Caos más cercanos. El tiro de Mesut Emrah fue demasiado alto y se perdió en la lejanía, pero el de Demet Gürel logró volarle la cabeza a un enemigo asomado por el muro, mientras que otro disparo impactó en la cabina de la batería izquierda, dañando a su operario, aunque no matándolo.

En el centro, las cosas se igualaron un poco tras el bombardeo tyviano. Viendo que no quedaban suficientes enemigos que merecieran la pena para su lanzallamas, Desastre McKnife echó a correr buscando cubrirse al resguardo de la propia muralla enemiga, para evitar ser objetivo de las armas más pesadas del enemigo. Un par de soldados lo vieron y dispararon sobre él, uno de los láseres dándole en la pierna derecha, aunque su armadura de caparazón de "cosecha propia" absorbió la mayor parte del disparo.

Los Granaderos Tyvianos apretaron la formación y sonrieron ante la orden dada por Don Manuel, abriendo fuego de manera disciplinada y avanzando por filas y cubriendo a cada una de ellas con una salva de disparos cuando le tocaba moverse. Las almenas del fuerte quedaron llenas de agujeros ante la lluvia de fuego láser, que se llevó por delante a varios siervos del archienemigo.

Espoleado por el fragor del combate y algo desorientado por el humo y las explosiones, Campeador echó a correr hacia adelante como le habían enseñado, atravesando la cortina de humo en dirección al enemigo. Ver salir a aquella mole de entre el humo para abalanzarse sobre la puerta era una visión que nadie quería tener, por lo que los que la custodiaban no dudaron en abrir fuego sobre el ogrete. Las ráfagas de láser impactaron en su armadura sin causar daño alguno, pero uno de ellos tenía un lanzagranadas en las manos. La bomba perforante salió disparada hacia Campeador, algo que sí podía hacerle daño de verdad si no lograba apartarse a tiempo.

Los legionarios penales, sin duda, fueron los que se llevaron la peor parte, para variar. Aquellos que se quedaron atrás y dispararon fueron los más afortunados, y aunque la mayoría de tiros fallaron, algunos consiguieron dañar una de las baterías enemigas,  pero la carga ordenada por la comisaria Kriemhild quedó parada cuando las escuadras de Hienas se toparon de bruces con que el ogrete de sombrero de plumas les impedía llegar a la puerta. Los penales se agolparon en aquél cuello de botella, sin posibilidad de retroceder debido a los que llegaban desde más atrás y empujaban a los de delante.

Aquél apelotonamiento no fue desaprovechado por el enemigo. Uno de los lanzamisiles disparó un misil de fragmentación contra la masa de hombres, acabando con muchos de ellos de un plumazo, aunque por suerte, el segundo lanzamisiles pareció darle problemas a su empleador. Las baterías enemigas tampoco tuvieron suerte aquella vez, la de la izquierda volvió a fallar sus disparos a causa del humo, mientras que la de la derecha, con su artillero quizás todavía abotargado por el poder de Brotinn, se las arregló para encasquillar los cañones que en ese momento apuntaban a los Zapadores.

De repente, dos enormes explosiones se escucharon a lo lejos, así como dos grandes columnas de humo empezaron a elevarse desde el otro lado del fuerte. Disparos y gritos lejanos podían escucharse, amortiguados por el sonido del combate que mantenían en aquella parte, pero todo parecían indicar que los drafelivanos habían iniciado también su ataque por la otra cara del bastión.

Tanto Nereida en su carrera hacia la puerta, como Don Manuel en su calculado avance a la cabeza de sus hombres, pudieron divisar las capuchas rojas de aquellos impíos siervos del enemigo que se dedicaban a enardecer a los suyos con letanías y salmos heréticos. Mientras aquellos predicadores de los Poderes Ruinosos siguieron con sus cánticos, el enemigo seguiría combatiendo con todas sus fuerzas, pero si lograban acabar con ellos, era muy posible que su muerte quebrara la moral enemiga, al menos durante unos momentos que podrían aprovechar para acabar de superarlos en aquella batalla.

El enemigo pareció haberlos detectado antes de su aproximación, seguramente a causa de la polvareda que levantaban los vehículos, ya que la infantería rápidamente ocupó posiciones dentro y fuera del fuerte, sus murallas y torres, así como las barricadas exteriores, pronto llenas de soldados enemigos. Los del Caos pronto estuvieron listos para recibirlos, pues incluso un misil fue lanzado desde las murallas, impactando de lleno en el blindaje frontal de uno de los Chimeras, que no obstante apenas sufrió daños. Las baterías enemigas se colocaban también en posición, aunque demasiado lentas. Los blindados drafelivanos se lanzaron a la carga.

Unas cortas bien dirigidas ráfagas de bólter pesado impactaron en una de las baterías, sus proyectiles explosivos destrozando la protección de la misma, acabando por provocar una gran detonación cuando la munición de la propia batería estalló, volatilizando al artillero y lanzando fragmentos y metralla por toda la torre en la que estaba situada, dando a los soldados enemigos que se habían situado en ella. Lo mismo sucedió con la otra batería cuando las torretas de los Chimeras viraron para dispararle. Varios de los cañones automáticos fallaron, pero impactaron los suficientes como para que la otra batería corriera el mismo destino que su gemela. De un plumazo, habían hecho perder al enemigo sus más preciadas defensas, aunque seguían teniendo armas pesadas.

Ya cerca de la base del fuerte, los bólters pesados de los demás Chimeras rugieron, acabando con varios soldados enemigos que se refugiaban en uno de los cráteres abiertos por la artillería. Otra ráfaga segó al operario de un arma pesada justo cuando se disponía a colocar la misma, facilitando así el posterior desembarco de las tropas del 112º, que no tardarían en bajar de sus transportes para enfrentarse cara a cara al enemigo.

El ascenso dio comienzo, con bastante buen tino, por lo general. El sargento Krause trató de zafarse a los rugosos salientes de la pared, pero apenas se alzó medio metro antes de resbalar y caer al suelo, con el cuerpo sin sufrir daño, no así el orgullo. Al ver aquello, el operador Orrin tuvo una idea que les facilitaría las cosas. Empuñando su cortador láser, empezo a "abrir" agujeros en el muro a modo de asideros, de los que se sirvió para ir subiendo sin demasiado problema, seguido de su hermano Arrin.

Aquella estratagema tenía su peligro, claro. Los stummers ocultarían cualquier sonido bajo, pero el resplandor del láser no había manera de cubrirlo, y a medida que fueran subiendo, el fulgor sería más y más evidente para los guardias a medida que el contraste con el cielo nocturno aumentaba. Pero por el momento, parecía estar saliendo todo bien.

Por si acaso, y en vistas de que los primeros en llegar arriba estarían solos frente al enemigo, el especialista Gerald decidió probar suerte y empezar a subir por su cuenta, ya que el camino abierto por Orrin era demasiado pequeño como para que por él cupieran más soldados. Aun así, Gerald tuvo más suerte que Reinhardt, y poco a poco fue ascendiendo lento pero seguro, hasta lograr quedar a la misma altura que Arrin.

Abajo, el sargento seguía atento a cualquier posible avistamiento enemigo, mientras Gunther iba pasando las comunicaciones de las demás escuadras que se seguían escuchando por la radio.

- Aquí Basirov, ascendemos a buen ritmo. No es fácil, pero pronto tendremos algunos en la cima.

- Elphame. Ascenso comprometido, demasiada vigilancia arriba como para arriesgarnos, descendemos y nos matenemos a la espera a que podamos "hacer ruido".

- Misma situación en la torre noreste. Parece que el enemigo se concentra más en la cara este. Abandonamos el ascenso y buscaremos un método de entrada alternativo. Probaremos una de las puertas.

La mitad del grupo de ataque se había decantado por no comprometer la misión al abandonar la escalada, cada una de las dos escuadras con sus dos métodos particulares. Dependía ahora de la suya propia, y de la Basirov, el tomar sus respectivas torres y reducir las defensas enemigas antes de que estas se percataran de su presencia.

Arrin subió detrás de su hermano, sin poder adelantarlo en ningún momento, ya que no había hueco para pasar en el camino que estaba trazando con el láser. Se sentía impaciente, pero se obligó a serenarse y a asegurar la subida, pues ya estaba varios metros por encima del suelo. No era por la posibilidad de morir, eso estaba asumido, era la vergüenza de fallar y dejar vendidos a sus compañeros, así que trató de fijarse bien y llegar arriba, más que correr y caer. Su mirada se dirigió hacia lo alto de la muralla cuando le pareció ver un haz de luz barriendo el borde. Despiste fatal.

Poco a poco fue ascendiendo hasta que sus dedos se cerraron sobre la superficie lisa de la pared. Antes de que pudiera darse cuenta estaba cayendo, y su otro brazo se movió buscando un asidero. Apenas unos instantes y se agarró a uno de los cortes, sintiendo la tensión del tirón de la gravedad en sus hombros. Poco a poco fue recuperando el terreno perdido, maldiciendo interiormente la distracción que casi le cuesta el fracaso de la misión.

Cuando el humo de la granada se dispersó el Ogrete rugió con rabia, aquella mole se había comido una granada perforante a quemarropa. Trozos de la armadura le colgaban de mala manera mostrando quemaduras graves por todo su cuerpo, así con un severo desgarro en la inmensa barriga, ahora el dolor lo había desbocado. Si antes Campeador ya pensaba poco ahora la furia le cegaba, cargó hacia delante tratando de ensartar al guerrero del caos que llevaba el lanzagranadas, una vez lo hiciera lo levantaría en volandas como a una muñeca de trapo mientras regaba con sus entrañas a sus compañeros. Tanto le daba que le rodeasen o que fueran más, desde que había empezado su entrenamiento Campeador había sido adiestrado para poder enfrentarse a una legión con la misma efectividad que solo contra un único adversario.

Morsov podía escuchar a lo lejos los aullidos de dolor de los penales solo ahogados por el constante ruido del bombardeo de parte de los Tyvianos. Una bestia rugía entre el humo y el estruendo de las armas. Seguramente habían llegado ya a la puerta, eso explicaba las cosas. Organizarse en su interior requeriría un plan en si mismo y la reagrupación entera de las compañías. Claramente no se iba a dar ese caso. Por fortuna, ellos tenían su vía de entrada frente a ellos, solo hacía falta construirla.

Aunque su propia compañía estaba pasándolo mal también. El fuego de armas enemigas alcanzaba constantemente a los varangianos, y aunque algunos podían soportar los impactos gracias a la gruesa armadura de piel, tela y coraza no todos corrían con la misma suerte. Para terminar de condenarlos, el asolador sonido de la batería siendo cargada y preparada se podía escuchar desde donde ellos estaban. Los zapadores hacían su mejor esfuerzo por remover el alambre de espinos y poder continuar avanzando hacia los muros, donde podrían hacer daño de verdad, Pero se tardaban demasiado. Los psíquicos habían salido corriendo hasta uno de los cráteres ocultándose de ráfagas que habrían consumido sus vidas en instantes. Cosa que alivió al sargento de no ser porque pronto no podrían moverse un ápice bajo el fuego de la batería.

Todavía tenía una granada en su mano y su espada sierra rugía en la otra. No iba a ser. Colgó la espada sierra otra vez en su espalda, ya que su cintura estaba abarrotada de aparatos y detonadores que poca confianza inspiraban. Miró a su lado y colocó una mano sobre el hombro de Sven mientras que su cerebro preparaba ordenes a toda velocidad.

—¡Jarl Brotinn, maldito seas, quiero ese cerebro psíquico operando otra vez y a máxima potencia! ¡Camarada Sven, tu y yo crearemos una rampa para la compañía! Espero que hayas preparado el temporizador de los explosivos antes de venir.

El sargento sonrió ceñudamente, conocedor de que un pie mal puesto o un segundo de más ahí parados iba a matarlos a todos. ¡Pero que injusto de parte del destino matarlos a todos antes de derramar una sola gota de sangre! Era intolerable. Ya tendrían carne de sobra que hender. Primero debían unirse a la refriega de un modo u otro.

Salió corriendo de entre los alambres de espinos, saltando sobre agujeros y esquivando barricadas que habían visto tiempos mejores. Sus pies luchaban por alzarse entre el fangoso terreno castigado por la batalla y su corazón latía intensamente al enviar sangre a las tensas extremidades. Derrapó y pegó la espalda al muro, chocando con él. Se sentó apoyando la espalda contra la pared, dejando la granada en el suelo y mirando hacia arriba mientras sacaba las cargas de una mochila pequeña.

El cabreo de la comisaria fue supino cuando vio como el enorme y bobo ogrete la adelantaba por la derecha y se interponía en su camino bloqueando el paso. Se quedó mirándolo apretando la mandíbula hasta que llegó a la posición - ¡DESPEJA EL CAMINO! ¡NOS VAN A ACRIBILLAR AQUÍ! ¡APARTATE! - le gritó el ogrete con un claro mal humor mientras se preparaba para disparar la pistola gancho. Cuando el cable salió despedido hacía la muralla, el gancho que llevaba en el inicio no llegó a colocarse donde debía y el sistema automático empezó a recoger el cabrestante. Como si la divina mano del Emperador hubiera estado fijándose en ese momento en la comisaria, el gancho, al descender, se quedó bien fijado en la muralla permitiendo que Nereida pudiera ascender triunfal. 

¡Hienas! ¡Seguidme! - vociferó ascendiendo por el muro para luego, al llegar al borde este, saltar al interior con la sanisima intención de empezar a cercenar miembros de aquellos cerdos herejes. Para otro momento quedaría la charla con el sargento tyviano que no supo mantener la correa bien firme de estúpido dogo de caza. 

Orrin siguió empeñado en su tarea, sabiendo que era de máxima importancia llegar arriba lo más rápido posible. Cada segundo que invertían existía el riesgo de que les atraparan antes de tiempo, pero también había otro: que se encontrara en la superficie del fuerte en solitario. De un modo u otro, escalar mientras se hacen asideros luchando contra el tiempo e intentando ser sigiloso no es fácil... Y casi le cuesta una buena caída.

Por suerte, logró agarrarse justo a tiempo, y frustrado por aquello, renovó esfuerzos, cortando y escalando a una velocidad de vértigo... Casi podría haber salvado el muro en solitario, y seguir escalando hasta el mismo Sol. Pero claro, no era nada que no hiciera cualquier Doblesueldo un miércoles. 

Mientras el sargento se sacudía el polvo de la armadura, Orrin se acercó a la pared de la que había caído y empezó a improvisar una suerte de asideros usando el láser. Reinhardt asintió, satisfecho con la inventiva del operador, y observó a los Falkenhorst y después a Dietlinde iniciar el ascenso con más éxito del que él había tenido. Cuando hubo algo de espacio, indicó a sus otros dos soldados que mantuvieran la guardia y agarró uno de los asideros. Justo entonces uno de los gemelos y después el otro amenazaron con caerse de la muralla, haciendo que algún guijarro lloviera silenciosamente sobre él y el resto de la escuadra, pero por suerte todo quedó en nada. 

—Mantened la calma —murmuró, mientras empezaba a trepar siguiendo el camino marcado por Orrin—, saboread estos instantes... la anticipación. Más... más pronto que tarde este baluarte estará bajo nuestro control... y los que lo custodian cara a cara con... los dioses malditos a los que adoran. 

Su discurso, sin embargo, fue interrumpido constantemente por las dificultades que le ocasionaba la escalada, y la falta de ritmo y cadencia le arrancó todo lo que de inspirador pudiera tener. 

-¡Objetivo abatido!-Dijo cuándo vio a través del visor del Chimera la batería estallar en pedazos, aun podía notar los calientes casquillos del bolter pesado cerca de sus pies, y no tardó en buscar el siguiente objetivo a abatir, relamiéndose bajo el casco de su armadura caparazón. Casi lo tenía hasta que el impacto de un misil la hizo encogerse por puro instinto y perder este en el traqueteo del transporte que había resultado dañado. Parpadeó y volvió a inclinarse para localizar la fuente de aquel misil que había hecho saltar las alarmas de más de uno allí dentro. Esta vez, a un objetivo más pequeño, no pudo impactar, los proyectiles del bolter pesado mordieron la pared y alguna protección, sin afectar a nadie, haciendo que Jiang Li apretase los dientes. Se acordó de su hermano, que en su lugar seguramente estaría rezando para que cada salva de proyectiles alcanzase su objetivo. Quizá debería haber hecho lo mismo.

El viejo Tangtang, irónicamente también el recluta más novato de todo el regimiento, comprobaba el estado de su cañón de plasma con el manual abierto  sobre su rodilla. Iniciando secuencias y apagándolo varias veces mientras escuchaba su característico zumbido y comprobaba la luz azulada que iluminaba y apagaba la sección de 'pasajeros' del tanque.

- De noooche.. De díiiaaa... - bromeó con sus compañeros de unidad- ¿Cuándo velamos la máquina por el Omnissiah? -volvió a apagar y encender los sistemas del cañón de plasma- De noooche.. De díiiaaa... 

Era un rezo sencillito, de los que se aprendían de bebé y el único que le venía a la cabeza con el estruendo exterior y aquella explosión contra las paredes del chimera. Si eso había ayudado a quitarle el miedo a la oscuridad a sus hijos ahora esperaba ayudase con los nervios, no sólo de aquellos valientes, sino también de sí mismo.

La cima estaba cerca, pero no veía la forma de asirme con facilidad para seguir trepando, es cuestión de tiempo que pierda el equilibrio y me vaya para abajo. 

Las palabras del sargento poco me ayudan, más bien me desconcentran y acabo por perder la mano, a punto de caer.

Desastre corrió por el campo de batalla y procuró atravesar el humo de forma discreta, pero un par de aquellos asquerosos soldados caoticos se dieron cuenta y abrieron fuego contra él. Uno de los dos falló por mucho pero el otro le impacto en la pierna, arrancando una maldición al irlandiano. Curar algo así le iba a salir caro en su regimiento, dónde los medicae brillaban por su ausencia. Derrapó escondiendose tras la pared esquinera de la torre, fuera del alcance de los soldados mientras calculaba mentalmente cuando le iba a sablar Apaños Joe por algo así. Dirigió un vistazo rápido a la pierna, la armadura parecía en buen estado, pero al sobrecalentarse le había quemado el gemelo.

- Me cago en su puta vida, voy a freir a ese hijo de puta- masculló, mientras arrancaba el cartucho vacío del lanzallamas y se lo pasaba a 34, que lo había seguido hasta apretujarse tras él en el muro.- Sujeta eso- le ordenó, de malas maneras, mientras sacaba otro de los cartuchos de combustible y lo colocaba en el dispensador. Seis disparos y una mierda, estaba seguro que les daban menos prometio solo por ser del penal, seguro que esos gilipollas de los Devotos tenían munición de altootanaje que no usaban más que para metersela por el culo. 

La batería de la derecha seguía sin disparar pese a que Brotinn había dejado de concentrarse hace poco. El psíquico intentó reunir de nuevo la energía disforme, esta vez en forma de relámpagos que hacer caer sobre sus enemigos, pero la conexión con el empíreo no era fuerte en aquella zona y las energías se disiparon sin tan siquiera haber comenzado a formarse...

¡Maldita sea! blasfemó frustrado.

Mesut vio como su disparo pasar alto pero su camarada se lo dijo:

-Alto. Dos metros- dijo con la vocecita extraña que tenía. Mesut asintió y corrigió la trayectoria esperando que esta vez encontrara la guía del Emperador.

Esta vez le dio órdenes a su camarada:

-Tenemos el objetivo claro, no hace falta que me guíes, dispara- era común que los tiradores fueran de dos corrigiéndose, pero tras la maniobra suicida por el centro las Hienas, no podían permitirse perder el tiempo con disparos de precisión extrema, así que Mesut dio indicaciones a los demás tiradores- seguid disparando a esa batería, cuanto mayor sea nuestra Fe mejor guiadas estarán las balas, destruyamos a esos traidores antes que la batería dispare de nuevo...tengo el temor que el resplandor confunda a esos convictos de las Hienas y se piensen que es la luz del Emperador que viene a rescatarlos... lo mismo se lanzan contra ella intentando abrazar la luz láser -dijo mientras volvía a ajustar la mira de su láser: en ella aparecía uno de los operadores de la batería.
 

Onorato intento disparar nuevamente contra el operador de la batería, pero sus disparos erraron de manera catastrófica. No había ordenes en el campo por ahora solo debían seguir, Almeyque iba a su lado, balbuceando como siempre.

—¡Parece que Campeador se ha metido donde no debe!— comentó mientras seguían la marcha.

De Lascaris le dirigió una mirada y hizo un gesto de cara para que se mantuviera concentrado hacia el frente. Por ahora solo quedaba esperar que sucedería en los próximos instantes, o bien las baterías los convertirían en una masa roja de huesos astillados y carne molida, todo dependería de lo que Ynestrillas ordenara.