Partida Rol por web

ya no parecía haber ningún enemigo sobre los muros, todos o estaban en la puerta o dentro de los muros, por lo que hecho un vistazo a mi alrededor, para conprobar si habían algún herido de gravedad al que tuviera que acercarme para curar sus heridas, pero por el momento la batalla se estaba ganado.

-¿Ventaja?¡JA! Os enseñaré ahora mismo lo que es llevar ventaja. - dijo, cogiendo una granada incendiaria de su cinturón con suficiencia. Sin pensarlo demasiado, la activó y apuntando hacia el enemigo sin miedo, la lanzó justo en medio de ellos*. 

La granada trazó una parábola corta, pues no había demasiada distancia entre él y el enemigo, que imprudentemente se habían apelotonado formando un muro de lásers que intentaban ofrecer resistencia a la élite de la guardia. El artefacto incendiario golpeó el suelo e inmediatamente se desató una lengua de fuego que rodeó con sus brazos a todos los herejes, elevando la temperatura en apenas un segundo tanto que el plástico y los metales blandos comenzaron a derretirse a ojos vista, así como la carne expuesta. El aire se llenó del olor a carne quemada y a pelo hecho fosfatina. 

- ¿Ve Sargento, ésto es tomar ventaja? - dijo Arrin, con una sonrisa en la cara que no se veía gracias a la máscara, pero que se intuía por el tono de su voz. 

Su mano subió hacia el mango de su montante, dispuesto a cargar contra el enemigo en breves segundos, en cuanto el fuego amainara. 

Agazapado desde detrás de la alambrada junto a Snarl, Jarl vio al sargento y a Sven quedar engullidos por la explosión de las cargas. Mientras se disipaba el humo, el psíquico vislumbró a uno de aquellos fanáticos demagogos que seguía berreando obscenidades desde lo alto de la muralla.

Enfurecido y preocupado por los efectos de la explosión (¿sería aquello alguna treta del archienemigo? ¿sabotaje, tal vez?) canalizó la energía disforme a través de su cuerpo. Extendiendo uno de sus dedos y señalando al sacerdote oscuro,  descargó toda su furia de nuevo en forma de relámpago contra él.

-¡¡Muere, escoria!!

Los Tyvianos lo habían hecho bien. Avanzaban a la victoria, de manera lenta pero segura efecto del humo de cobertura que habían lanzado con anterioridad los miembros de la legión penal. Pero aún así, eso no detuvo a los Tyvianos de llevarse cierta parte de la gloria, pues aunque ciertamente el espeso humo les dificultaba la visión lograron despejar numerosas amenazas que se encontraban en los muros.

Onorato sentía en su boca y orificios nasales el sabor a humo, caminaba junto al resto de la compañía, los cuales no dejaron de disparar ni en un solo momento. Llevaba su rifle recostado al hombro pues no tenia intensiones de disparar, analizaba el panorama de manera detallada antes de dirigir otro tiro. El terreno tuvo una clara depresión cuando entro en un cráter, su vista se aclareció un poco, pues el humo parecía por fin disiparse.

Almeyque iba a su lado con los ojos entrecerrados, intentando ver. El joven muchacho tosió de manera dramática mientras oreaba el grisáceo gas gris de su rostro con la mano que tenía libre. Estaba por decir algo cuando Onorato notó un fuerte brillo estroboscópico en el rabillo del ojo, tan solo unos instantes un ensordecedor sonido acompañado por una onda de choque choco contra ellos.

El pelo que escapaba de su casco se movió descontroladamente y el humo se disipo, siendo empujado por el choque de la explosión y aumentando la visibilidad. Almeyque trastabilló un poco pero no cayó. Algunos Granaderos del Regimiento dirigieron una mirada rápida, pero prestaron poca atención.

—¿Son los Varangianos? ¿No es así?— inquirió Almeyque siguió el ejemplo de Onorato y el resto del regimiento al no detenerse.

Onorato se encogió de hombros —No lo sé— respondió dando miradas rápidas y luego volviendo su vista al frente. Una inmensa columna de humo subía  a los cielos con la forma de un pequeño hongo que se disipó con rapidez, era la primera vez que lograba presenciar una explosión de tal magnitud.

De Lunar se rascó la cabeza e hizo una mueca, al notar que la explosión fue seguida por otras menores —Sí, deben de ser ellos— afirmó dando una rápida mirada. Dirigió la vista de nuevo al frente, pero no sin antes en pensar en el musculoso varangiano contra el que él y Onorato se habían enfrentado, intentó despejar toda idea que le desconcentrase y siguió adelante, la batalla comenzaba a calmarse, vio unas cuantas llamaradas donde había una de las inmensas torretas que se dispuso a disparar tan solo unos instantes atrás contra los imperiales, le llamo la atención aquel suceso, pues se trataba de un solo hombre el que hizo aquello y ahora parecía estar dándole la vuelta a la torreta. Tragó saliva, intentando concentrarse esta vez  y siguió adelante.

Ya no quedaban objetivos visibles en los muros... pero Mesut era desconfiado por naturaleza: aunque tenían exploradores en los alrededores, el Tabrisiano tenía dudas sobre que hacer. Temía que el Enemigo enviara refuerzos con alguna superchería o usando malas artes y los rodearan, siendo especialmente vulnerables mientras el resto de tropas asaltaba la fortaleza..así que entendió que lo mejor sería escalar los muros y defender la posición desde allí evitando ser arrasados.

-Trepemos los muros hermanos, desde allí podríamos cumplir mejor nuestra misión - así Mesut, que vio su flanco vulnerable, decidió poner a sus Hermanos Devotos en los muros.

Jiang Li estaba a punto de celebrar todas aquellas prácticas de tiro dando resultado en la muerte de un siervo del caos cuando de repente, tras un barrido visual, se dio cuenta de que alguien había derretido una almena. Un rápido vistazo atrás le dio visión de un hombre cargando con un cañón de plasma ahora sobrecargado y expulsando vapores.

-Oh…

Claro, que no quería quedarse atrás y sabía que las ametralladoras pesadas estaban haciendo de lo suyo con la gente, volvió a asomarse desde su cobertura y descargo una ráfaga de proyectiles a los soldados que estaban manipulando la ametralladora a escasos metros más allá. Murmuró una plegaria al omnissiah, para que la cobertura que los separaba, incluido alambre de espino, no fuera suficiente para detener el plasma de su rifle.

En aquella situación Ynestrillas tardó su tiempo en ver lo que pasaba debido a la posición, las masas de hienas, las humaredas, las explosiones, los gritos, los fuegos, las vaharadas láser y todas aquellas pequeñas cosas sin las que una batalla sería un eficiente tablero de regicida. Para cuando consolidó de forma definitiva la situación del campo de batalla pudo ver que sus hombres habían barrido el terreno como les había mandado, ¡estimables muchachos!, y que las baterías habían sido inutilizadas, lo más probable por los zapadores, dado que escuchaba aún los aullidos característicos de víctimas de metralla masiva y accidentes explosivos. No se es tyviano sin reconocer el timbre.

-¡CAMPEADOR! ¡CAMPEADOR, ME ESCUCHA!

Trató de comprobar si el gigantón era capaz de escucharle, enfrascado en su sangrienta competición con quien estuviera bloqueando la puerta, y tras esperar un par de breves instantes se resignó a que no fuera este el caso: Campeador tendría que arreglárselas por su cuenta (y no es que tuviera mucha fé en la capacidad de improvisación ogretil) o las Hienas recoger el testigo y despejar, que para eso las pagaban.

Sacudiendo la cabeza ante la situación, se dirigió a sus tropas

-Caballeros. Avance y consolidación una vez las puertas estén despejadas. Si cualquiera de ustedes viera a alguno de esos rezagados a tiro, ocúpense. Ni cuartel ni prisioneros ni piedad, no con esta purria.

Apuntó unos momentos con la pistola y trató de disparar al sacerdote satánico, pero la mezcla de la humareda y la distancia hizo que fallaran el blanco, que se perdió en la lejanía hasta que la luz se disipó. El sargento reprimió un gruñido de disgusto por lo bajinis.

y continuó moviéndose con ellas, encabezando la marcha, tomando la posición justa para disparar al predicador oscuro

El fuerte estaba prácticamente tomado, aunque los pocos enemigos que quedaban estaban dispuestos a vender cara su piel. El oficial que protegía la puerta estaba dispuesto a morir matando, y aprovechando que había herido gravemente al ogrete, volvío a arremeter contra él con su espada sierra, ahora atacando a su otro brazo como si intentara dejarlo simétrico con el ya dañado. El dolor recorrió de nuevo a Campeador, que a pesar de su resistencia, empezaba a acusar el desgaste sufrido, con sendos brazos para el arrastre y sangrando profusamente, sin poder sujetar su arma siquiera.

Aparte de aquello, la resistencia había sido prácticamente aniquilada. Los tyvianos avanzaban en fomración, ya casi encima del fuerte, listos para aprovechar el trabajo que los Hienas habían pagado con sus vidas y acabar de conquistar la plaza. Los legionarios penales empezaron a tomar los muros: el soldado McKnife se hizo con la única batería que quedaba disponible en el fuerte y se entretuvo haciéndola girar para encararla hacia sus antiguos amos, Mientras que la comisaria Kriemhild acabó con el predicador de un certero disparo de bólter que destrozó el pecho del hereje de dentro hacia fuera. Otra de las escuadras se asomó al patio, y con los disparos de sus carabinas abatieron al último lanzagranadas enemigo.

Los tiradores trabrisianos, viendo que no quedaban objetivos, avanzaron para buscar nuevos, recorriendo el terreno plagado de cadáveres por el que antes habían pasado los demás regimientos. En el otro flanco, los efectos de la enorme explosión finalmente se disiparon, dejando ver que la torre se había desmoronado y dejado un camino de escombros que llevaba directamente hacia los muros. Los Zapadores no tardaron en salir de su cobertura y dirigirse hacia el agujero abierto para asegurar aquella parte del fuerte.

Aturdido por la explosión que él mismo había provocado, pero todavía vivo, salió de entre la tierra removida el sargento Morsov. Había quedado gravemente dañado, pero podía moverse. No podía decirse lo mismo de Sven, que estaba completamente incosciente y sin signos de seguir con vida. No obstante, la ayuda no tardó en llegar. El medicae de los Granaderos, viendo que poco trabajo tenía entre los suyos, se había acercado hacia el lado varangiano, y había dado con ellos de casualidad.

Algo más lejos del campo de batalla, se encontraba el psíquico Brotinn, pero aquello no suponía el mismo percance para él que para otros sin sus podres. La distancia o incluso la línea de visión significaban bien poco cuando podías controlar el poder de la Disformidad, y eso mismo hizo Jarl, buscando un objetivo con su mente para luego descargar sobre él varios rayos de energía pura. Los relámpagos del Castigo lanzado fueron a impactar en el oficial del Caos que se divertía mutilando a Campeador, paralizándolo de dolor durante un momento mientras la electricidad quemaba su cuerpo. Aquello fue cuanto necesitaba el ogrete, que a pesar de sus heridas, logró hacerse con una granada de fragmentación y arrojarla sobre su enemigo.

El explosivo no dio en el blanco, pero al rebotar en el arco de la puerta, se desvió lo justo para que el oficial quedara en el rango de la explosión... aunque también el propio Campeador. La metralla hizo mella en ambos, aunque sorprendentemente el ogrete consiguió sobrevivir una vez más, si bien le esperaban varias semanas de dolorosa recuperación tras tanto castigo.

Con el fuego de plasma drafelivano acallando el de las armas pesadas del Caos, la batalla dio un vuelco de un momento a otro. La especialista Li Fhang logró con dos disparos certeros acabar con la posición de ametralladora que hostigaba a una de las escuadras de infantería, fundiendo la cobertura tras la que estaban, las armas, y a los propios enemigos. Aunque en algunos casos, como el del soldado pesado Dianqíu, la suerte les falló cuando, al apretar el gatillo, su arma se encasquilló al no haber sido preparad adecuadamente para abrir fuego sobrecargado.

Los Chimeras también giraron sus torretas para apuntar a los muros, y barrieron los mismos con fuego de sus cañones automáticos y bólter pesado, acabando con no podos soldados enemigos, incluyendo alguna de las pocas amenazas serias que quedaban, como uno de los lanzagranadas.

Aprovechando aquello, los drafelivanos avanzaron. Varias escuadras se detuvieron a quitar las zonas de alambre de espino que les impedían el acercamiento al fuerte, mientras que las otras les cubrían, abatiendo a aún más soldados del Caos. Pocos eran los drafelivanos que caían ya, la defensa enemiga completamente desorganizada, apenas saliendo de los muros nada más que disparos desesperados.

Si no había ninguna sorpresa inesperada, pronto se reunirían con las fuerzas del ataque principal tras acabar con todos y cada uno de aquellos herejes traicioneros.

Mientras sonaba la alarma, varios estallidos brillantes tuvieron lugar en el cielo, iluminando el fuerte entero y sus alrededores con una luz blanca que resaltó las siluetas de todo el mundo. El casco de los Tempestus rápidamente graduó sus visores para compensar la nueva iluminación, aunque dedicidamente se había acabado lo de permanecer escondidos. Nuevos soldados salían desde los barracones armas en mano, listos para presentar batalla.

El primer tanto había sido anotado para los Doblesueldos, pero el enemigo no se quedó corto a la hora de responder.  El oficial enemigo no perdió tiempo y, identificando al sargento enemigo de entre los tres atacantes, apuntó hacia él con su pistola bólter y abrió fuego de manera indiscriminada. Los proyectiles de bólter no eran cosa de broma podían hacer mella con relativa facilidad incluso en la robusta armadura de las tropas de asalto imperiales, más le valía al sargento Krause y a su ayudante Gunther, ocupados en intentar acabar con uno de los artilleros, en esquivar aquella salva mortal.

Pero la venganza de los Doblesueldos no tardó en llegar, cuando Arrin arrojó una granada incendiaria sobre el grupo de enemigos cercano. Uno de los soldados enemigos logró ver el objeto volando hacia ellos y logró apartarse a tiempo, pero el resto quedaron consumidos en la bola de fuego que siguió a la explosión. Las llamas devoraron a varios y los ropajes de otros, incluyendo al oficial, se prendieron fuego, no pudiendo hacer nada más que intentar sofocar las llamas.

Bajo la luz anaranjada del fuego, y la blanca artifical de las bengalas, Orrin pudo distinguir sin problemas la posición del artillero de la batería derecha, por lo que, sin darle tiempo alguno a recuperarse de la momentánea ceguera, fue hacia él y lo ensartó de lado a lado con su montante sin que este pudiera defenderse o ver que era lo que lo mataba siquiera. La muerte de un perro, la más justa para aquella clase de traidores.

No obstante, abajo de la muralla, las cosas no se presentaban tan fáciles. La pareja de Doblesueldos acabó del todo con los enemigos que venían desde la izquierda tras un intercambio de disparos, mientras que uno de los soldados que venía por la derecha logró acertar a uno, aunque por suerte la armadura absorbió todo el impacto. La desgracia de verdad llegó cuando otro soldado enemigo se acercó a los todavía convalecientes Doblesueldos que había caído del muro, y acabó con ambos, disparando a uno con el rifle sobrecargado a través de uno de los visores de los ojos, y con el otro metiéndole su bayoneta entre las juntas de la armadura, atravesándole el cuello de lado a lado. Una lamentable pérdida para una tropa que apenas podía reemplazar a sus caídos.

En el resto del fuerte, el combate continuaba, y se recrudecía. En la torre noroeste podía verse a la escuadra Basirov en las mismas que la de Krause, con las baterías despachadas y haciendo frente a los enemigos que salían de los barracones. Otro tiroteo tenía lugar cerca de la puerta norte, donde la escuadra Josman luchaba por abrirse paso a través. La torre sureste estaba tranquila, sin rastro de la escuadra Elphame, hasta que, de repente, una explosión de dimensiones considerables hizo retumbar la tierra y acalló todo otro sonido durante un momento, mientras una enorme bola de fuego y humo se expandía hacia el cielo, junto con trozos de la torre y de las dos baterías que había sobre la misma. Sin duda, los de la Elphame habían cumplido con lo de "liarla".

El ogrete estaba hecho trizas, era duro ver como se levantaba bamboleándose con un brazo inerte, totalmente castigado por el fragor de la batalla y con unas heridas que bien hubieran podido abatir a cinco hombres. Caronte sonrió de medio lado y retrocedió al fin unos pasos, no tenía fuerzas para cuadrarse pero si para chillar.-¡CAMINO DESPEJADO MI CAPITÁN!- le gritó a Don Manuel de Ynestrillasa. A duras penas y arrastrando el destripador como podía con el brazo que menos castigo había sufrido se dirigió de nuevo a la formación para recibir ordenes.

Los disparos y explosiones se sucedían a su alrededor, mientras unas bengalas estallaban en el cielo nocturno iluminando todo el campo de batalla. Las llamas se reflejaron en el casco de Arrin mientras varios soldados gritaban de agonía siendo purificados por el fuego del Emperador. Sin perder el paso, Arrin se adelantó, yendo de cara hacia el enemigo con una preocupación inexistente por su seguridad personal. Las balas bólter pasaron por su lado, impactando en el Sargento que se estaba partiendo la cara con el operario de la torreta mientras su hermano había despachado al otro de un tajo.

Con un movimiento fluido, fruto de la práctica, el enorme doblesueldo sacó otra granada del cinto y la lanzó encima del Sargento enemigo. Justo antes de soltarla, el grito de dolor del Sargento* hizo respingar a Arrin, ése leve movimiento elevó la granada unos centímetros de más, lo que hizo que la granada pasara por encima de la cabeza del oficial enemigo y tras un rebote, explosionara a escasos dos metros de su punto original, ahí donde Arrin había apuntado. - ¡Sargento, no grite tanto que no oigo llorar al enemigo, cojones! - dijo por el canal.

La explosión de la torre sureste llenó el aire de olor a cordita y pólvora, así como una amalgama de polvo, luz y color. - Ah....¡rapaces!¡Cómo se entretienen! - dijo el soldado.

Sus dedos acariciaron la empuñadura de su espadón, mientras comenzaba a coger impulso para cargar hacia el enemigo. Táctica doblesueldesca...cegar al enemigo, cargar contra él y destrozarlo con el espadón.

¡LIMPIEMOS LA FORTALEZA DE ESTA ESCORIA!  - gritó exultante tras ver como su disparo había hecho blanco y cobrado una victima. Se relamió el labio inferior y volvió a alzar su pistola bolter. Sabía que no estaba tan cerca como el tiro anterior, pero Nereida, viendo la situación y sabedora de la importancia que resultaba eliminar a esos que predicaban las falacias de sus falsos dioses, decidió ir a por el.

Apuntó en una pose perfecta, brazo estirado, espalda recta y la mano sin temblar, pulso firme, como la rectitud del comisariado Imperial. No dudó, no titubeó, y cuando lo tuvo bien claro y a la vista, disparó. El sonido de un arma bolter siempre era ensordecedor, y era inevitable girar la cabeza durante un segundo para ver que arma había sido y de quien. Nuevamente el disparo iba muy bien dirigido, a la cabeza del predicador del caos... ahora solo faltaba que no lo evitara agachándose en el ultimo segundo.

Los montantes de Reinhardt y Gunther alcanzaron al artillero de la batería que miraba al oeste con avidez, pero no tanta como para matarle. Daba igual: estaba muerto, y hasta él lo sabía. Por muy aturdido y desorientado que estuviera, la noción tenía que haberle alcanzado y atravesado entero como si estuviera hecho de mantequilla, clavándosele más hondo de lo que el acero de los Doblesueldos lo había hecho. Las bengalas tiñieron de luz el fuerte justo cuando la expresión del hereje cambiaba, y un mero destello del sistema de visión nocturna le impidió degustar todo lo que habría querido su transformación. Las cosas parecía que iban bien... 

Y entonces algo explotó en su mano izquierda. El mango de su espada saltó en pedazos. Soltó un gruñido casi a la vez que Gunther también lo hacía, y las voces de los dos se confundieron en el vox hasta que fueran ahogadas por completo por la granada incendiaria que acababa de lanzar Arrin, y los aullidos de dolor que la siguieron. 

Sin pararse a mirar sus heridas, y a falta del montante que acababan de destrozarle, agarró su pistola y disparó contra el artillero. 

-¡Cierra el pico, Falkenhorst! ¡No os quedéis mirando, joder! -vociferó, furioso, pero no con él, sino con el hijo de puta que acababa de arrancarle media mano-. ¡Dietlinde! ¡¿Situación ahí abajo?! ¡¿Dietlinde?!

La Batería giraba para apuntar al sacerdote del caos cuando, antes de detenerse, la comisaria le disparó y le reventó la cabeza. Pues vaya.- Eh 34- masculló, por encima del ruido de los coginetes, mientras miraba al oficial del caos de la almena opuesta- descuelgate y busca el lanzallamas de ese cabrón de Bernim- ordenó,- pilla también los cargadores de todo y tendrás ración de postre, y si no más vale que te maten- añadió, apuntando el cañón al oficial del caos. Apuntó con cuidado y acarició el gatillo con el índice.

- Hasta la vista, gilipollas- murmuró, antes de disparar.

corro al ver que entre el lado de los varangianos estan sufriendo bajas, aunque mi deber es estar con mis hermanos, mi deber de medicae me imploraba que saliera a salvar la vida de cualquier camarada de la guardia herido, por lo que corro hacía los heridos, "Anzaro, quita la armadura del sargento, y luego toma el pulso de la señorita, puede que su alma no se haya ido todavía con el emperador y pueda volver a luchar" le digo a mi compañero para que se vaya tomando precauciones, y yo sacaba el equipo medico para curar las heridas de Morsov, el cual parecía tener heridas de metralla, algo bueno, pues eran una de mis especialidades después de mas de decada y media de servicio. "sargento, si vuestra merced, pose alguna bebida alcholica, se la recomiendo, hay pocas cosas peor que el notar como te sacan metralla del cuerpo"

Había gente que no encajaba bien los reveses de la vida, como que un proyectil te hiciera saltar el mango del arma. El sargento parecía ser uno de esos. Lo cierto es que el propio Orrin no pudo reprimir una mueca al ver aquello, pues tenía claro que iba a tener que arreglarle la mano... Y el montante. Joder, uno nunca paraba de trabajar aquí. 

-Ya va, ya va...-replicó Orrin con alegría, mientras desalojaba el fiambre que había sido un hijo de puta con un arma muy grande, y tomaba asiento en la misma. Oh sí, alguien iba a llevarse un premio de los gordos hoy. Solo quedaba decidir quién. Por un momento valoró conectarse con su MIU a la batería, pero finalmente descartó la idea: quién sabe qué clase de basura albergarían los sistemas de un artefacto del Enemigo. Hasta que los muchachos de Marte no pasaran aquello por chapa y pintura, lo más que estaba dispuesto a hacer era quemar munición con él.

Mesut llegó a la base del muro y decidió que era buena idea treparlo:

-tú, tú -señaló a un par más-tu trepa por allí y tu por allí..cuando lleguéis arriba soltad unas cuerdas o algo e id ayudando a los que vayan trepando

Así que los tres empezaron a trepar sin aparejos con la esperanza de llegar arriba y ayudar a los demás...Mesut resbaló cuando llevaba un tiempo...y otro de sus compañeros parece que iba a llegar.

tras caer sin hacerse daño y ver la altura absurda cambió de parecer...

-Vamos por la puerta- no tenía mucho sentido trepar el muro habiendo tomado la puerta.

Aquella había sido una toma perfecta de libro. O al menos eso creía: el infanzón Don Manuel no era amigo de los libros que no estuvieran en previo mandados o que se esperara que leyese por obligación social, como no lo era ningún tyviano de sangre ardiente que se preciase, que para las lecturas estaban los sacerdotes si de tu alma inmortal se trataba y los adeptos si de cualquiera de las otras menudencias era cuestión. Como fuese el debate, no hacía la operación menos perfecta. Ninguna de las formaciones había cursado bajas, únicamente uno de los independientes apoyos pesados que había muerto en el acto (con el material sobreviviendo, así que bajas aceptables) y Campeador, que había salido vivo absorbiendo el daño que de otra manera hubiera sido dirigido a seres humanos de verdad. Todo con todo, una gran actuación.

"Ah, y hablando de él..."

Señaló con la espada a la formación.

-Buen trabajo, Campeador. Vuelva a la posición anterior -con un ogrete no se podían usar demasiadas sutilezas, pero eran buenos con la memoria muscular si les habías machacado la disciplina mil veces, como cualquier otro soldado- Tiene permiso para desquitarse con cualquier traidor que encontremos por el camino, ¿pero no se entretenga mucho eh?

Le dio una pequeña palmadita semiafectuosa en el brazo sano, como recompensa a haber cumplido al final como refuerzo para que volviese a hacerlo en el futuro, y señaló con la sierra a la puerta.

-Caballeros, ahí tenemos la puerta: quiero que accedan en orden, consoliden la posición y disparen a todo traidor que encuentren en su interior sistemáticamente. Si se cruzan en su camino arróllenlos, bayoneteenlos como los perros que son, aplástenlos y continúen avanzando. Quiero que sea todo mesurado, disciplinado y excesivo: esta basura sólo entiende un mensaje.