Partida Rol por web

Los chasquidos que con cada gatillazo Orrin provocaba en la batería hicieron que el sargento de la Drusus temiera lo peor. Sabía de sobra que no podía fiarse del Munitorum para proveerle de equipo, y por ironías del destino parecía que los herejes guarnecidos en ese fuerte corrían su misma suerte. Si tan solo hubiera sido la otra batería la que hubiera fallado... 

Sin darle más vueltas, decidió actuar: se agachó, deshaciéndose del rifle repetidor que tan bien le había servido hasta el momento, que quedó colgando de su correa, y recogió el rifle de fusión que Arrin le había dejado. Lo hizo con la reverencia y el respeto que merecían tanto la pieza de equipo, por su potencial destructor, como el espíritu que decían que albergaba. El Acechante corrió a esconderse, y él apuntó el cañón en la dirección que ahora ocupaba. 

Rodeado por todos lados, empezó a recibir golpes contra su armadura y su cuerpo sin plantearse siquiera esquivar ni para ni uno, tal era la furia que le cegaba la mente. Un golpe con suerte penetró su casco lo suficiente como para hacerle girar la cabeza mientras la sangre caía por su frente, cegándole lo suficiente para molestarle en su visión. 

Aquello fue seguramente la salvación del malnacido que le golpeó, pues Arrin le devolvió el golpe gritando como un poseso pero el ataque pasó silbando por el costado del soldado del caos. 

Independientemente de cómo estaban las cosas, era impresionante ver al enorme doblesueldo rodeado por un montón de soldados del caos, cayéndole golpes por todos lados y aguantando como un jabato. 

Lamentablemente para las fuerzas leales, Arrin no dudaría mucho más así. La fuerza de los doblesueldos estaba en atacar unidos, y estaban muy separados....les estaban matando como a perros, uno a uno. 

Quizá fuera por el estado en el que había entrado, que le dejaba medio idiotizado y no percibía su alrededor con tanta claridad, algo en lo que estaba trabajando, o quizá fuera que realmente el santo al que habían fallado les estaba empezando a perdonar sus faltas, pero al ir a alzar el arma para golpear de nuevo, el soldado hereje del Caos que tenía delante justo pareció cruzarse en el camino del filo de su arma.... **

La situación era como Nereida se temió, una oleada de enemigos a tener muy en cuenta, no solo por su número sino por su disposición y determinación a recuperar lo que consideraban suyo. Ahora les tocaba a los imperiales demostrarles que estaban equivocados.

Hienas! ¡Prepárense para rechazar al enemigo! ¡Manténganse agachados y aprovechen al máximo la cobertura! ¡Centren sus disparos en la infantería enemigo! ¡Los blindados para los que lleven armas adecuadas! ¡Fuego a discreción! - vociferó sin haber sido capaz de darle ese toque de inspiración ideal a sus hombres. Pero ha todo importaba poco, se les echaban encima y aún estaban demasiado lejos para su pistola bolter. La espada de energía de la comisaría brilló con cierta intensidad , preparada para acabar con esos perros del caos.

Shan Dianqiú bajó la cabeza un instante para girarse y dedicarles un abanicado de mano a Jia Yuga y a Jiang Li Fang, intentando darles a entender que estaba muy sorprendido con la cantidad de enemigos que se les echaban encima. Mientras tanto alguien le estaba palmeando el hombro para llamar su atención, cuando miró pudo ver a su yerno señalándole aquellos monstruos arácnidos que se acercaban.

- ¿Sabes, Huohasai? La madre de Baozhai era la más fiera de Drafeliv pero me llenaba de orgullo cada vez que me informaba de la aparición de una araña en su estudio para que me hiciese cargo- el soldado del 112º comenzó a sobrecalentar el cañón de plasma, iluminando de azul y despidiendo gases de refrigeración-; ahora ella no está, mi hija es tu mujer y estas arañas han crecido demasiado... Pero me seguiré haciendo cargo.

Y con esto liberó en estallido cegador la descarga de plasma reconcentrada que salió disparada en dirección al monstruo mecánico con patas.

A lo lejos se veía la polvareda que precedía a la tormenta del caos, el ogrete estaba dispuesto en formación tal y como le había ordenado su "Capitán". Le divertía ver a los perritos corretear hacia él, las babeantes fauces parecían ser irrelevantes puesto que de tanto en tanto les animaba con alguna palmadita para que corrieran más deprisa. Cuando las unidades de granaderos empezaron a efectuar salvas de aproximación Campeador salió de sus ensimismamiento, cogiendo su lanzagranadas para disparar de forma algo más tardía que el resto de su unidad. No se complicó en demasía en calcular la trayectoria, ni el viento, tan solo sujeto el cañón y trató de apuntar a la masa de infantería que se iba acercando, un mero disparo a bulto que salió más que desviado. Aunque de forma instintiva parecía que la formación en su unidad si que le permitía rectificar un poco la trayectoria del proyectil-¡Ñiiiiaaaauummmm, badadooooom!Jeje, mira mami Caronte dispara!-la infinita paciencia de la mujer asignada al "cuidado" de aquel descerebrado era digan de la gracia del mismísimo Emperador.

Desastre dio un par de golpecitos a la frágil chapa tras la que se cubría. Seguía sin tener mucho sentido para él estar ahí fuera esperando teniendo un fuerte bien bonito desde el que disparar a esos cabrones. Pero bueno, él no era el jefe de nadie, por no entender tampoco entendía porque se habían cargado unas baterías perfectamente buenas y unas puertas perfectamente funcionales de este lado, ahora les vendrían muy bien. Él había despejado su lado sin romper nada, ¿Quien era ahora el incivico criminal eh? Deja las cosas como te gustaría encontrarlas, decía siempre el Padre McSagart, pero luego cuando arrancaba el tapizado y dejaba birras por ahí como le molaría a él le caía la bronca.

Un mundo lleno de hipocritas.

Observó la fila de perros que se acercaban corriendo. Unas bestias feas y con peor pinta que una mudanza con resaca. Detrás venían blindados ligeros y más gilipollas como los que se habían cargado. Ah, que bien vendría esa batería. Sopesó el lanzallamas de Bernin. Menudo capullo, había conseguido recircular el combustible sin la locura de gasto extra que le había costado a él y ni siquiera lo había usado para algo interesante. Bueno, había llegado el momento de corregir eso. Esperó a que los perros echaran a correr hacia él. A ver si se juntaban en la puerta o para intentar cargarse a los legionarios, y cuando tenía el máximo número a tiro, dio rienda suelta a la válvula de combustible. Esta pasó por el el tubo trucado que había puesto el cretino de Bernin en vez de la válvula de seguridad y expelió el combustible a una presión excesiva que roció a quien se pusiera en medio riendo como un maníaco.

El llamado a la batalla había iniciado y los varangianos no iban a quedarse con los brazos cruzados ante la llegada de los enemigos, aunque el sargento Morsov tramaba mantenerse en un segundo plano durante la defensa del fuerte, el ansia de combatir de los hombres a su mando parecía diferir contra sus ideas. Con una rápida orden de avance, los zapadores se dirigirían a la entrada norte del fuerte donde se podían hallar más o menos los mismos despojos que habían quedado en el lado sur. 

—Compañía, nos haremos un hueco en la puerta y cubriremos la entrada ante toda clase de enemigo que desee pasar a través de ella. Brotinn, preparate para plantar explosivos a mi señal. Nadie debe pasar, nadie.

Orrin rugió de rabia mientras empezó a hacer lo que cualquier persona coherente, cabal y con conocimientos tecnológicos haría en su situación: darle a la máquina la paliza de su vida. Puñetazos, patadas, insultos... Y por arte de magia, desencasquillado. No había nada como conocer al Omnissiah para saber que una buena torta pone a andar los cacharros más insistentes. Sin embargo, el condenado hereje había corrido a refugiarse tras el fortín como el canalla que era, y los disparos de la nueva ráfaga se estamparon contra el muro.

-¡¡MAMONAZO, ESO ES ANTIDEPORTIVO!! ¡TE VOY A ARRANCAR LOS COJONES!

Jiang Li parecía sorprendida ante la acometida del enemigo, parecían bastante dispuestos a recuperar un fuerte, tanto que se imaginó que esto era algún tipo de trampa y más abajo en el patio se abrirían escotillas ocultas y saldrían más herejes para envolverlos en fuego cruzado. Tomó aire y apoyó el rifle de plasma en la defensa del fuerte, accionó este para que empezara a cargar el plasma y a lanzar vapores por los laterales, y fijó al acechador más cercano en la mirilla de su arma. Había hecho los ritos de recableado del sistema de refrigeración y ahora, con el Omnissiah en los labios se disponía a descargar el fatal plasma sobre el vehículo enemigo. Se permitió unos segundos para meditar sobre el blindaje de aquel artefacto, y disparó sobre este.

-¡Objetivo fijado, Acechador a las doce y diez! ¡Abriendo fuego!-Recordaba los días de instrucción meticulosa donde cada impacto de plasma debía significar algo antes de moverse al siguiente objetivo.

el enemigo se acercaba, y hasta que nadie saliera herido, solo tendría que disparar sobre los traidores, por lo que hinco una rodilla en el suelo y apunto sobre la horda que venía en linea resta, "Anzaro, dispara sobre esos bastardos, cuantos menos lleguen a los muros menos heridos tendremos que curar y menos buenos soldados se irán con el emperador" le digo a mi compañero cuando parece que tengo uno a tiro, abro fuego, casi a la par que el gigantesco cañón de plasma del 112º, el cual parecía haber impactado de lleno en una de las arañas mecanicas del enemigo, por lo que me quedo mirándolo, a esa magnifica obra de los hijos de marte, que llenaba el campo de batalla con su terrible ira azulada hacía los pobres desgraciados que se ponían delante. 

El psíquico se giró para mirar a Yngvarson. Luego se llevó el puño derecho al pecho, en uno de los tradicionales saludos de su Varangia natal.

-Con todo el respeto, sargento, mis escasas habilidades con explosivos me hacen tan peligroso para los nuestros como para el enemigo. Por decirlo de manera suave. Snarl y yo solicitamos permiso para trepar a las almenas y cubrir con mis poderes al resto de las escuadras mientras ellos ponen los explosivos.

Para los estándares de otros regimientos sería altamente inusual, si no directamente censurable, desobedecer una órden directa de un suboficial, pero acorde con la mentalidad individualista de los nativos de Varangia, Jarl se expresó sin miedo. Esperaba que  en aquella ocasión su sargento estuviese de acuerdo...

Onorato de Lascaris y Almeyque Lunar corrieron junto a sus hermanos de batalla tyvianos más de manera desenfrenada que ordenada como solían hacerlo. Era un caos entre todos los regimientos que corrían en multitud hacia su posición, sin embargo la marea roja de granaderos se abrió paso hasta llegar a las almenas.

Almeyque se quedó paralizado mientras Oronato buscaba una posición de tiro adecuada —Creo que… Creo que necesitaremos armas más grandes— comentó con cierta preocupación y una mueca en el rostro ante las inmensas columnas de polvo que que dejaban los tanques y las más pequeñas dejadas por las bestias —¿E-Eso son perros?

Onorato entrecerró los ojos sin decir nada y Almeyque asintió antes de tomar una posición en la almena, señaló a las numerosas hordas que marchaban detrás de los caminantes de metal y  su compañero entendió orden que este le dio.  

Morsov escuchó la petición del psíquico mientras iban marchando hacia las puertas. Frunció el ceño mientras meditaba la respuesta que le daría. Claro estaba que tener al psíquico en las lineas traseras bajo una mayor seguridad ante el fuego enemigo era una ventaja; pero aunque confiaba plenamente en sus habilidades, corría el imprudente riesgo de dejarlo solo con el resto de los regimientos y quien sabe como reaccionarían a sus hábitos sobrenaturales.

Escupió a un lado, más específicamente del lado de Brotinn. Y terminó cambiando las ordenes para con el par.

—Mantén tus distancias con los defensores de las almenas, puede que estemos defendiendo el fuerte entre todos pero no te fíes de la sanidad de un hombre acorralado y con un arma en mano. Por tu bien, y el de ellos... mantén la distancia. Ahora lárgate, quiero tu cerebro psíquico trabajando a punto.

El nuevo asalto sobre el fuerte dio comienzo, ahora con los imperiales en el papel de sitiados. Listos para la defensa, la visión de semejante hueste que se les echaba encima no hizo si no llenar sus corazones con determinación. Esta vez, fueron ellos los que iniciaron la batalla, cuando el especialista Onorato de Lascaris disparó varias certeras ráfagas que abatieron a un buen puñado de enemigos.

A aquella salva le siguió todo un torrente de fuego a medida que más rifles láser se unían al combate. La infantería drafelivana hizo llover su mortal fuego sobre el enemigo manteniendo una coordinación estudiada para que en todo momento hubiera alguien disparando. Los Granaderos, todavía motivados por las palabras de Don Manuel, se alzaron tras las almenas y descargaron su furia sobre el enemigo mientras lanzaban la última parte de su grito de guerra — ¡La sangre de Tyvia! — en la vanguardia del asalto caótico empezaron a abrirse huecos a medida que los herejes eran alcanzados y abatidos sin piedad.

Estos, espoleados por sus oficiales, se limitaban a avanzar por el momento, corriendo y gritando sin hacer caso alguno a los disparos con que les recibían. Como punta de lanza del ataque, la pareja de blindados avanzó al unísino, abriendo fuego con sus cañónes láser sobre la delgada línea Tóxica. Algunos fueron despedazados por la potencia de aquellas armas pesadas, pero la cobertura y los cráteres lograron proteger a la mayoría. Uno de los disparos dio de lleno en la medicae del 112º, Jia Yuga, que con su frágil constitución salió despedida hacia atrás con un boquete en el pecho.

Entonces, el enemigo soltó a sus perros de la guerra, literalmente. Las bestias mutadas echaron a correr y dejaron atrás rápidamente al resto, sus fauces goteando una saliva purulenta y desesando hincar sus colmillos en carne humana. Pero su pobre inteligencia no contaba con el lanzallamas recién adquirido por McKnife. El legionario salió tras su cobertura y apretó el gatillo, iluminando la escena con un chorro de fuego. Aun así, las bestias demostraron ser realmente ágiles, pues tan solo dos de ellas acabaron reducidas a cenizas. Aun así, los demás penales no perdieron tiempo y dispararon con sus carabinas sobre las demás, acabando con otras tantas.

Los Zapadores eran una fuerza de combate cercano, por lo que el sargento Morsov situió a los suyos cerca del boquete de la puerta, cubiréndolo con sus escopetas. Pero había alguien entre ellos que no se veía tan limitado por el alcance. De la mano del psíquico Jarl Brotinn salieron despedidos unos relámpagos azules que dieron de lleno en uno de los oficiales enemigos, aunque su armadura logró evitar que sufriera mucho daño.

No fue tanta la suerte de otro de los oficiales, que fue elegido como blanco por los tiradores tabrisianos. Los láseres largos dieron buena cuenta de él cuando dos de ellos dieron de lleno en partes vitales, acabando con uno de los dirigientes enemigos. Pero el mayor revés que sufrió el Caos en aquellos primeros momentos de combate fue cuando el soldado pesado Dianqiú y la especialista Li Fhang coordinaron sus ataques. Tres proyectiles de plasma sobrecalentado al máximo recorrieron la distancia hacia el primer Acechante, dejando un rastro azul y un olor a quemado tras de sí. El piloto trató de apartarse, pero no lo logró a tiempo. El disparo del cañón de plasma dio de lleno en él, abriendo un enorme boquete en su blindaje, aunque el tanque logró mantenerse en pie... los pocos segundos en que tardaron en llegar los otros dos proyectiles, dando en lugares vitales que el anterior impacto había dejado desprotegidos. Las dos nuevas explosiones fueron eclipsadas por la del propio blindado cuando estalló en pedazos al ser incapaz de soportar semejante cantidad de fuego. De un plumazo, el enemigo había perdido uno de sus mejores efectivos, y el comabte no había hecho más que empezar.

A Li Fhang no le costó recordar lo que había memorizado durante su entrenamiento sobre los blindados acechantes que utilizaba el enemigo. Podían tener una buena potencia de fuego contra la que la infantería corriente poco podía hacer, pero en realidad su blindaje era fácil de sobrepasar si se sabía donde disparar... y se hacía con el arma adecuada.

Si bien hasta aquél momento en el comabte habían tenido sus más y sus menos, ahora parecía que definitivamente el Emperador los había dejado a su suerte. Arrin y su pareja blandían sus espadas de un lado a otro, pero la furia había hecho demasiada presa en ellos y a los herejes les resultaba fácil esquivar sus ataques. Por el otro lado, sus bayonetas eran incapaces de atravesar el blindaje de los Doblesueldos y no podían hacer más que arañarlos y rasgarlos en los lugares más desprotegidos, acabando con los imperiales de forma lenta, pero a ese ritmo, segura.

Pero lo pero en aquellos momentos era el tanque. Orrin maniobró su batería para dispararle, pero impedido por la otra batería y por la propia torre, el disparo no dio en el blanco. Fue por un pelo, pero no dio en el blanco. Al ver que el proyectil pasaba de largo, el piloto del acechante volvió a armarse de valor y salió de nuevo al descubierto. Ahora sí, enfiló con sus cañones la batería ocupada, y apretó el gatillo. La ráfaga no fue tan continuada como las anteriores, el piloto ya no se regodeaba en sus masacres y ahora solo quería acabar con aquello que le suponía una seria amenaza. Y vaya si lo hizo.

El parco blindaje de la batería no pudo aguantar tal cantidad de fuego. El láser sobrecargado impactó en todas partes, incluidos los cargadores de munición, lo que dio paso a una gran detonación que se llevó por delante todo el armatoste de la batería. Por suerte, que estuviera tan poco protegida facilitaba el poder entrar y salir de ella, con lo que quizás Orrin podía salvarse de lo peor de la explosión si saltaba a tiempo.

El Acechante en campo abierto presentaba un blanco inmejorable para el sargento Krause, especialmente ahora que empuñaba el rifle de fusión del especialista Arrin. Más la falta de familiaridad con aquél tipo de armas jugó en su contra, y tratando de apuntarla y dispararla, hizo que el mecanismo de esta se bloqueara. Ningún rayo abrasador saldría de aquél rifle hasta que solucionara ese problema... pero, tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos, tendría que elegir a dónde decidar sus esfuerzos.

Desastre escupió al suelo. Malditos bichos escurridizos. Pero lo bonito del engendro que había parido Bernim era que podía disparar sin recargar, así que, asomandose por el otro lado de la valla y tras un rápido cálculo, volvió a iluminar la estáncia con un chorro de prometio en llamas que cubrió varios de esos apestosos chuchos.

La explosión de uno de los blindados fue suficiente para que Nereida sonriera aviesa, contenta con lo ocurrido - buen disparo - dijo por la radio haciendo alusión al teniente que lideraba la fuerza drafeliviana. Mcknife realizó su trabajo con el lanzallamas y descubrió lo que se temía, que los perros del caos eran bastante ágiles, evitar un cono de llamas de un lanzallamas no era algo sencillo de hacer. Su mirada se centró en aquellos canidos que se les acercaban a gran velocidad y se mentalizó a que recibieran la carga por su parte, lo bueno era que se trataba de un reducido número, al menos los que venían por su lado, no como por el otro lado, donde las hienas parecían que iban a recibir una gran carga. Tendrían que guardar la linea.