Partida Rol por web

En medio de un hermoso salón de baile, Eros se presentó para dar sus últimas palabras y felicitaciones.

- Finalmente termina esta travesía. Os deseo sólo lo mejor. Espero que hayáis disfrutado toda la experiencia y os regalo esta última cita. De aquí al futuro, bueno esa ya no es mi tarea. Sed felices y estad en paz.

Así Eros se retiró dejando a las parejas elegidas tener este último momento juntos... o quizás sería el segundo de muchos; Esa ya era otra historia...

El corazón me latía tan fuerte que pensé que me iba a explotar. Si, al final me había elegido. Hades... Con la bendición de Eros y Psique.

Corrí hacia él, sin poder contener mi alegria:

- Hades, mi vida... amor, ¿significa esto que vienes conmigo? ¿Serás mi rey? -Tomé sus manos, besándoselas, buscando sus bellos ojos.

Hades bajó un poco la cabeza y sonrió, mientras abrazaba y levantaba del suelo a Andrómeda, haciendo que de un par de vueltas alrededor de él gracias al envión que llevaba la rubia.

- Eso significa que, quieras o no, eres la mujer que he elegido para una segunda cita. - Dijo sin soltarla y a su oído. - Y eso significa que vamos por el buen camino, ¿no crees? -

El Dios del Inframundo bajó sus brazos hasta la cintura de la Diosa y la dejó en el suelo frente a él, mirándola fíjamente a los ojos.

- Y creo que en realidad, tú serás mi Reina más que yo tu Rey, hermosa dama. -

- Seré lo que tú quieras que sea, Hades, tu reina, tu amante... Pide y te daré, porque en esta isla nadie ha sabido llegar hasta mi corazón como lo has hecho tú.

Le abrazo con fuerza cuando me levanta, sintiéndome dichosa en sus brazos. Me posa y me mira mientras habla.

- Dios, rey, humano... Me has elegido, igual que yo te elegí a ti. Y sin la timidez de la primera cita le beso con pasión abrazándole.

Hades correspondió su beso apasionado abrazándola con más fuerza, dejándose llevar por las caricias de su Reina y cuando terminó, se separó un par de centímetros de sus labios y la miró nuevamente a los ojos, sonriéndole.

- Esta isla no será más tu prisión, Andrómeda. Esta isla ahora será nuestro, por llamarlo de alguna manera, nuestro paraiso. - Dijo el Dios de los Muertos con total seguridad. - Ahora estás conmigo, cualquier cosa que te retuviera aquí, desaparecerá como lo hace el sol todos los días. Vendrás conmigo, a mi Reino, a pasar la eternidad conmigo. Espero que no te moleste la oscuridad y los colores oscuros. -

El oscuro Dios dejó de sonreir y se puso serio por primera vez.

- No quiero mentirte, es lo que hay. Vivirás entre muertos, y serás mi Reina. La gente, además de amarte, te temerá y te convertiras en la Diosa del Inframundo a mi lado. Eso es lo que te ofrezco, además de mi oscuro corazón. -

Mi sonrisa se enfrió, y mis brazos cayeron en torno a su cuerpo....

- ¿Qué estás diciendo? No... no es eso lo que me dijiste... lo que me prometiste.... Dijiste que tu trato con Eros... Me aparté un segundo de él, respirando. Mi mundo, mi reino, mi gente...Una lágrima resbaló por mi mejilla, porque ya era tarde para negarle nada. Le amaba. Mi corazón ya no era mio.

- Si. Iré. Contigo siempre, aunque sabes que no era ésto lo que esperaba. Sólo te pido un favor, y espero tu benevolencia. Pon a alguien al frente de mi mundo. Alguien que cuide de mi pueblo.

Sequé mi lágrima volviendo a acercarme a él, volviendo a abrazarle... Te amo Hades, y desde que nuestra cita terminó sólo he podido pensar en ti.

- Lo siento, pero tenía que decírtelo. - Dijo Hades ahora sonriendo. - Era la última prueba que necesitaba para saber la verdad, Andrómeda, siento si te he herido de alguna manera. -

Hades levantó la mano para secarle los restos de la lágrima que rodaba por su mejilla, sin dejar de sonreir. Acto seguido, con su otra mano, extrajo el añillo que llevaba en su dedo corazón y cogiéndole una mano a Andrómeda, lo depositó en la palma de su mano, cerrándola suavemente después.

- Este anillo representa todo lo que soy, todo lo que fui, y todo lo que seré, y ahora es tuyo, para siempre. Yo viviré a tu lado, también para siempre si eso es lo que el destino me depara, pero ya no seré más el Dios del Inframundo. Con ese anillo, reconozco tu amor y reconozco el mío por ti. Con ese anillo, el que ahora tienes en la mano, mi vida, mi alma inmortal y mi muerte te pertecene, desde ahora y para siempre. -

El hombre, ahora hombre ya que había dejado de ser Dios en cuanto afirmó que su corazón pertenecía a Andrómeda, inclinó un poco la cabeza hacia atrás, para mirar hacia el cielo en un gesto de agradecimiento. Luego la volvió a mirar a los ojos.

- Creo que podré acostumbrarme a vivir en esa isla a tu lado. -

Le miré incrédula, atónita... una prueba... no era cierto. No me llevaba al inframundo. La dicha no me cabía en el corazón, mientras sofocaba un grito de felicidad mientras me ponía el anillo.

- Mi vida te pertenece de hace mucho Hades. Me dejaste viva por algo en su momento, y Eros nos cruzó... Te pertenezco, te quiero, te amo....

Me perdí en sus ojos, alzando de nuevo mis brazos hacia él.

- Nunca, nunca te arrepentirás, mi amor. Te lo juro.

- No podía hacerte eso aunque quisiera, amor mío. Mi vida también te pertenece y sabes que nunca haría nada que te haga daño o te haga sentir mal. Es simplemente que tenía que probarlo de todas maneras y era lo único que sabía que no ibas a transigir, y aún así, por mi amor, lo has hecho. ¿Qué otra prueba puedo necesitar para saber que eres mía y sólo mía? - Dijo el Dios mientras le acariciaba la mejilla. - Ninguna. Esa era la única razón que necesitaba para confirmar tu amor. Y lo has demostrado con creces. Eres la mejor. -

El Dios la volvió a abrazar y se acercó a su oído para susurrarle.

- Y has tenido mucha competencia, que lo sepas. -

Mis ojos no pueden ver nada aparte de los suyos, mientras desliza su mano por mi mejilla. Aprieto mi rostro contra ella, besándosela. Me abraza, y la sensación es la de estar completa, un ligero "click" en el universo, dos piezas que encajan. Suspiro contra su cuello, apretándole contra mi.

Me habla de las demás, de competencia. Sonrio aún contra su piel, y respondo a su oido:

- No era la más accesible, ni la más experimentada, ni tenía poderes, ni dotes de lucha.... Tan sólo un corazón para entregarte y mi vida. Tú sin embargo no has tenido competencia ninguna. Y mil veces lo dejaría todo para ir donde tú quisieras, donde tú fueras feliz, porque mi felicidad sólo existirá a tu lado.

- Pero aquí nos quedamos. No pienso irme a ningún lado y seguro que mi sustituto ya la estará pasando canutas. - Dijo Hades sonriéndose. - La verdad, es que creo que podré vivir esta vida sin problemas, aunque bueno, todavía no conozco tu isla, así que... -

Hades chasquea los dedos y de estos salta una chispa de fuego oscuro.

- Creo que se han portado bien conmigo al no quitarme todos los poderes... o por lo menos eso creo. Seguro que Eros y Poseidon tienen mucho que ver en esto, amada mía. Ahora dime... ¿qué quieres hacer? -

- De momento, mi amado Dios.... vamonos a palacio. El pueblo entero andará revuelto con la desaparición de su princesa, y se llevarán una gran impresión cuando vean que vuelvo con su futuro rey... Aprovecho para darle un beso antes de seguir.... Y supongo que entenderás que de mano se muestren algo reacios a ti. Pero no te preocupes, amor, no pasará nada. Vamos para allá. Cuando estemos allí, podré enseñarte los aposentos reales.

Le abrazo mientras nos lleva al castillo, disfrutando de su proximidad. Allí, amor, baja.

Hades se colocó las gafas oscuras sobre sus ojos.

- El castillo es impresionante... - Dijo el Dios mientras se ponía la mano de visera. - Iluminado... la verdad es que me tengo que acostumbrar a tanta luz, pero mira, todo se andará. -

Hades caminó junto a ella con una sonrisa, mirando hacia arriba, viendo el tamaño del castillo y frunció el ceño.

- Si que es grande. Bueno, ¿qué tal si me das un tour por el castillo? Creo que si voy a vivir por aquí, tengo que conocer todos los rincones, desde los mas iluminados hasta... los más oscuros. -

- No te apures amor, yo te guiaré, y la luz no será problema en poco tiempo.

El ayuda de palacio se arrodilla ante nosotros apenas nos posamos ante él, pero sus ojos miran perdidos a mi amado.

- Ni una palabra. Es tu rey, ahora. Los dioses me llevaron a encontrar un buen esposo, y él ha sido el elegido. Quien se alze contra él, será ejecutado de inmediato. ¿Está todo en orden en el castillo?. Asiente en silencio. ¿Los aposentos reales también? Su cabeza baja aún más asintiendo nuevamente.

Tomo la mano de aquel al que ya he presentado como mi esposo, adentrándonos por los pasillos.

- Es más fácil asi. Cuando estés listo, haremos la celebración real, pero para mi, ya eres el rey del lugar, y mi esposo. Obviamos el salón, donde cortesanos y trovadores aún remolonean. Ahí ya has estado... aunque no te diera tiempo a verlo bien. Tranquilo, ya lo verás con calma. Nos perdemos por los pasillos, hasta que abro unas puertas dobles.

- La habitación de los reyes.