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Los días se siguen pareciendo entre sí. Nunca pensaste que echarías en falta las variaciones entre estaciones, pero te descubres a ti mismo pensando en el el repiqueteo de la lluvia en el exterior en los días en los que no tenías ni patria ni refugio.
Quizás solo se trate de que has estado soñando con ello. Durante unos minutos, te demoras, dejando que la música de tu despertador flote un poco más antes de detenerla.
Tu casa es, como las de la mayoría del Búnker, un ejemplo de espacio bien aprovechado, aún cuando no supera los 35 metros, poder prescindir de cocina, hace que el espacio parezca expandirse. Las lámpadas con hologramas 3D como imitación de ventanas hacen maravillas para reducir la sensación de encierro.
Casi hasta podrías imaginarte teniendo una vida normal aquí. Casi
Ahora puedes narrar un poco el principio de tu mañana, tus pensamientos e indicarme dónde quieres ir.
Un nuevo día y sólo lo sé por el despertador. El sol no me golpea en la cara, el viento no me acaricia.
Pero de algún modo ahora formo parte de esto, de esta prisión que hacen llamar Búnker, donde se aísla a los cerebritos por miedo a lo que hay fuera. Tal vez tengan algo de razón, sólo tal vez.
Me acomodo por unos segundos más en la cama justo antes de ponerme en pie de un salto y asearme, poniendo de fondo algo de música.
El sonido del metal y de las chispas me recuerda a mi origen y me hace sonreír. Me pregunto si Rachel querrá dar alguna vuelta si su padre no tiene nada raro en mente, o tal vez también saber si tengo que dar una vuelta para buscar supervivientes, pero lo descarto pronto ya que volví hace poco.
Me estiro y hago un poco de calentamiento antes de salir directo al bar para desayunar, tras conectar mi comunicador interno.