La habitación hasta la que te diriges es más grande de lo que imaginabas. Tras parpadear compruebas que en gran parte se debe al efecto óptico de los inmensos monitores del fondo, cuyo paisaje estrellado crea la imagen óptica de amplitud.
Si estuvieses menos cansado quizás podrías apreciarlo mejor. Pero no es el caso. sólo te trae a la realidad la voz a tu espalda.
- Ponte junto a la cama. Te moveré para que descanses pudiendo respirar.
No sé si esto tiene esa función...
Comento, cuando escucho su voz.
Aunque estaría bien, la verdad.
Concedo, mientras acerco la silla y comienzo a traerar opciones para liberarme un rato. Mientras lo hago...
... lo siento, Rachel.
Mi tono suena apesadumbrado, además de cansado. Maldita silla, me gustaría abrazarla.
Ella se coloca a tu lado, sosteniendo la cúpula de cristal cuando ésta se despresurisa con un sonido sordo antes de que puedas sentir una bocanada de aire limpio. Llevas tanto tiempo dentro que no habías pensado en eso, el olor a enfermedad y muerte que tenía que llenar tu espacio aislado. Sin embargo, si ella lo nota, no hace ningún gesto que lo delate.
Tras el leve mareo de las nuevas bocanadas de aire y recuperar el foco de la visión, la ves moverse. No ha dicho nada aún.
Entonces, hace un gesto para comprobar tus apósitos, pero tu silla reacciona antes. Las vendas y parte de las correas que mantenían la sensación de estar flotando, se comienzan a retirar, y con ello, nuevos pinchazos de dolor.
Ojalá esto fuese más fácil, pero en realidad sentirte liberado de las correas es como sentirte un poco más vivo
De una hojeada compruebas que el aspecto de tus heridas es mucho mejor de lo que esperabas. Ojalá en tu viejo búnker hubiesen tenido esta clase de tecnología. No es la primera vez que este pensamiento te cruza por la mente.
Entonces puedes ver que ella deja algo a tu lado y se sienta en la cama. Un baso. Reconoces el color de aquel sabor experimental...
Esa bocanada de aire fresco que llena mis pulmones me hace sentir tan bien, olvidar la peste a la que ya me había acostumbrado, que el dolor pasa a un segundo plano... aunque mi rostro denota que no ha pasado desapercibido.
Es... increíble... esta tecnología...
Digo, fascinado por mis heridas, pero algo más importante llama mi atención: cierto batido.
¿Para mí...? Gracias, Rachel.
Hago un ademán de acercarme hacia el vaso, pero me detengo a mitad de camino y la miro fijamente.
¿Qué... piensas?
Pregunto, adivinar esas cosas me resulta más difícil que resolver un enigma de un asesinato con los ojos vendados mientras alguien me clava agujas. Que ya es decir.
-Pienso... -no suena como ella. Normalmente ella no dudaría diría las cosas o no las diría. Parece que hasta ella puede romperse ¿pero qué ha sido lo que desbordó el vaso?
-Estoy pensando... Que en realidad no he sido honesta contigo.
Sigo siendo realista. No debería tener pasaje en ese vuelo, por tanto... Yo...
Por un instante angustioso pasa por tu mente que estás en una posición demasiado expuesta. ¿Y si el hacker tenía razón sobre...?
Pero ella no hace ningún gesto brusco. Sólo está ahí, perdida en sí misma
- La exploración me ha hecho darme cuenta de muchas cosas de mi vida y ni siquiera sé qué hacer con ello. Yo... Llevo demasiados años evitando todo. Evitando sentir, evitando involucrarme.
Ni siquiera estoy segura de qué necesito de ti.
Me siento expuesto, y no me gusta.
Sin embargo, soy una cucaracha... vivir en riesgo es mi día a día. Y confiar en los míos.
Por fortuna, esta vez mi intuición no me ha fallado... y ella sigue a mi lado.
De algún modo parece comenzar a derrumbarse, casi exponerse, aunque he de reconocer que casi todos los matices de sus movimientos y palabras me pasan desapercibidos. Pero necesita ayuda, eso no pasa desapercibido.
Me encantaría tenerte a mi lado -reconozco, y la animo, a partes iguales-. Tampoco yo sabría qué esperar de mí.
Casi medio minuto de silencio, mirándola, pensando bien mis siguientes palabras.
Sólo... sólo sé tu misma. Puedes... contar conmigo.
Le sonrío desde mi posición, aquel batido ha pasado a un segundo plano.
- ¿Estas seguro? Ni siquiera sé qué opinarás de mí. Si te lo cuento.
Pero tampoco tengo a nadie con quien... - Se hecha hacia delante, apoyando la frente en las manos. Parte de su pelo termina de ocultar los ojos, desde tu ángulo de visión.
- Yo... hace años creo ... que me enamoré. - Una declaración así podría no ser nada. Lo que llega a continuación sí te deja una extraña sensación en el cuerpo - Me enamoré de Beta.
Estudié mucho y me entrené muy duro para poder ser seleccionada para las misiones en el exterior, para estar tan solo un poco más cerca de él.
Con el tiempo traté de convencerme que era una tontería. Era imposible que estuviéramos juntos y aquí dentro éramos muy pocos. Mis sentimientos, nada de lo que yo pudiera desear importaba. Me prometí.
Entonces ... entonces llegaste tú.
Ahora necesita hacer una pausa. Le falta el aire, y aún así el torrente que ha empezado a fluir continúa - Y cada vez que te miro... no puedo evitar verlo a él.
Y debería ser fiel a la promesa que le hice a mi prometido, pero en realidad... él sabe que jamás he sentido nada por él, y eso lo mata por dentro. No sé si lo sospecha, pero creo que me odia. No sé qué hacer.
¿Qué debería hacer, Beta? Tu siempre tienes buenas respuestas para todo. ¿Qué debería hacer? - Habla al aire, o quizás a su recuerdo de ese hombre. Un hombre moribundo al que sin embargo más de uno podría envidiar ahora. Un hombre que, en gran parte... eres tú.
- ¿Qué debería hacer? - Acaba con un sollozo.
Escucho, impertérrito, las palabras de Rachel, que habla de amor, de dolor, de dudas... de cosas que nunca he entendido demasiado bien. Pero deja claro que Beta era importante para ella... y que de algún modo ve su reflejo en mí.
Finalmente suspiro... hago un esfuerzo por estirar la mano, disimular el dolor... y acariciar su rostro o brazo (según alcance desde mi posición) para hablar con un tono conciliador.
Lo siento... yo no soy Beta. Pero hay algo que sí se... que no le gustaría verte así. El mundo se acaba en unos días... y tú preocupándote por la promesa a un idiota que no sabe ver lo que vales. Mal, Rachel, muy mal.
Dejo pasar unos segundos, meditando, para finalmente reafirmarme.
Símplemente sé tu misma. Y que le jodan al mundo, si no le gusta.
- Si... supongo que tienes razón.
Me iré de aquí. Si todos vamos a morir, me gustaría al menos estar a su lado.
Ha dejado de temblar. Parece que una idea clara se está formando en su mente. ¿Pero abandonar la seguridad de este refugio era la mejor opción? Y más allá de eso... Te das cuenta en el mismo momento en el que lo dice que la necesitas para sortear la burocracia del lanzamiento.
Tiempo... necesitas que te de un poco de su tiempo. ¿Cómo podrías conseguirlo?
Hay una manera fácil, pero no estás seguro de que tu cuerpo fuese a responder convenientemente.
¡Espera un mo..!
Toso, carraspeo.. y me aclaro la garganta. La miro, y no sé si negar o asentir o... saltar por algún lugar muy alto. Mi tono es claro, aunque ligeramente dubitativo, como si no estuviese muy seguro de lo que digo.
Quiero decir... te necesitamos. Te necesito. Su... su sacrificio es para lanzar la Nostromo... y no sé si seré capaz sin tí.
Hago un esfuerzo por incorporarme un poco en la cama, y aunque siento dolor, tan sólo cierro un ojo e inspiro con fuerza. Acto seguido la miro directamente a los ojos.
Después, después podrás ir...
- Después de ayudarte podría ser demasiado tarde - Te reprocha - Demasiado tarde para, como dices, ser yo misma. Para estar... acompañada - aprieta las mandíbulas. En realidad ya suponías la respuesta - Si eso es todo lo que te mueve a pedírmelo, puedes encontrar a otro. No soy imprescindible.
Si no fueses imprescindible para mí... ¿crees que te lo pediría?
Pregunto, ante su réplica.
Niego.
Me conoces. Además... -me corrijo- Ya sabes lo que pienso de ti. Sé feliz.
Termino cediendo. Perderla me duele, pero retenerla con engaños no sería honesto conmigo mismo, menos cuando yo mismo le he dicho que ella misma.
Sólo... asegúrate de que es lo que realmente deseas ¿sí?
- En realidad no. No sé lo que piensas - se levanta de donde estaba sentada - mañana no me busques, pues ya no estaré.
Aparta la mirada. Cuando lo hace, sientes que algo en tí se desgarra. No añade nada más, y sólo camina hacia la puerta...
De repente sus palabras me hacen darme cuenta de algo. De dos cosas.
Y ya que se marcha, no tiene sentido dejarlas en el aire.
Tampoco yo sé qué piensas. Pero ei, es el final, así que le jodan al resto -enuncio mi conclusión en voz alta-. Me caes bien, joder. Nunca sé qué pasa por tu cabeza, pero podría cerrar los ojos y dejarme caer al vacío, confiando en que estarás ahí. Pero los dos somos... callados, así que es claro que tampoco puedes saber qué pienso, ahí tienes un poco.
Hablo, con la elocuencia de... alguien sin demasiada elocuencia, pero que está hasta los cojones de tonterías.
Me preocupas. Tú, tengas lo que tengas en tu cabeza, sea lo que sea que hayan hecho contigo. Tú eres tú, y eso no ha cambiado en ningún momento desde que te he conocido. Y mataría al imbécil que se le ocurra insinuar lo contrario, si no fuese por que en este lugar todos parecen tener un palo en el culo y no ser capaces de actuar con sinceridad. Es por eso que lo deseo.
Extiendo mi mano, mostrando la palma de la mano, aunque ella no se detenga siquiera a mirar. Es más, qué diablos, hago lo posible por ponerme en pie y poner mi mano en su hombro. Sé que lo que me va a doler, pero lo que voy a decir le va a doler más a ella, aunque si se marcha, no me importa. Que se marche con la verdad, una de esas pocas cosas que casi pueden compararse con la libertad, pues no se puede ser libre en la mentira.
Deseo que seas feliz, que seas sincera, que seas libre. Y lo deseo por que eres irreemplazable, para mí, eres... como una parte de mí. Y no soporto las cadenas.
Y tras eso siento el dolor, flaquear las piernas. Quizá me haya pasado, así que me dejo caer en la cama. Y pese a todo, me siento mejor.
Consigues que se detenga para escucharte, aunque no te mira.
Cierra los puños con fuerza, hasta que puedes apreciar que sus nudillos pierden color.
Apenas alcanzas para tocarla cuando pones todo tu empeño en erguirte, pero lo logras. Y con eso te basta para sentir en la llena de los dedos que ella está temblando.
Cuando caes al fin, derrotado por el dolor, algo se transforma en ella. Se gira de improviso, preocupada, y se vuelca en ayudarte a ponerte en una posición en la que pudieses respirar mejor, aprovechando para colocar otra vez algunos de los apósitos que controlan tu estado, que se te habían desconectado.
Ya no sangras, pero eso no significa que sea menos doloroso.
Mientras lo hace, puedes escuchar cómo musita - idiota, idiota, idiota... ¿Para qué has hecho eso? Vas a conseguir hacerte daño - pero entonces te mira. En sus ojos hay una intensidad que te atrapa, como si fueses una polilla frente a la luz y al contemplarla, el mundo avanzase a la vez demasiado rápido y demasiado despacio.
Cuando te quieres dar cuenta, ella se ha inclinado sobre ti, enlazando sus labios con los tuyos. Un beso con sabor a sal. Entreteje sus dedos con tu pelo blanco, acariciando el contorno de tu oreja hasta apoyarse en tu nuca, como si no quisiera que te escaparas de ese beso hasta que ella no te diera permiso.
Cuando finalmente recuperas ese espacio, es casi como si parte del dolor hubiese desaparecido. - Eres... Eres incorregible - apoya su frente en tu pecho - No voy a dejarte. No aún. Te quiero demasiado. ... Idiota
Me preocupa que se contenga, me preocupa ella... pero no puedo hacer nada: caigo.
Y cuando caigo, apenas espero su reacción, impulsiva -y luego encima recrimina la mía- y... pasional.
Cuando siento sus labios sobre los míos, mi primer gesto es sorpresa... siendo tan opuesto a lo que ha dicho. La saliva es tan... antihigiénica... pero hay algo en ella, en sus gestos, en su suavidad, que hacen que me importe más bien poco. Hasta llega un punto en el que es... sensiblemente cálido, agradable.
Su declaración... no me la espero, pero... la acepto. Una parte en mí estaba deseando algo así... una parte que, quizá, si no hubiese sido por estos últimos gestos de ella no hubiese despertado.
Maldición...
Mascullo. Sin embargo, no puedo evitar sonreír como un imbécil cuando me llama idiota. Es tan... sincero. Tan agradable. Tan auténtico en mitad de este caos de esterilidad y secretos y accesos denegados que es casi como una bocanada de oxígeno.
Quizás... sea yo quien no te deje marchar luego...
Susurro, sorprendiéndome a mí mismo con mis palabras. Libertad. Me recrimino. Pero no puedo negar... que lo he dicho con el corazón, sincero y brutal.
Me duele el cuerpo.
Pero que le den.
Soy yo quien alza su mentón y acerca el rostro para besarla. Primero un beso suave, posado. Después otro, un poco más intenso. Finalmente un tercer beso en el que lo único que quiero es quedarme con ella, tomarla a través de los labios para mí, bastante más egoísta de lo que suelo ser.
Pero no puede negar que le he advertido.
El resto de la noche se podría resumir en cadenas de besos y caricias mudas. Las palabras habían muerto tiempo atrás y nada más quedaba por añadir, ya habíamos decidido.
Mi cuerpo herido buscó refugio en el calor de, sencillamente, estar juntos.
Estaba cerca de dormirme, cuando ella se levantó para macharse, supongo que para dejarme descansar. Pero me desperté lo justo para tomarla de la mano y obligarle a volver a tumbarse. No me importaba que estuviese a mi lado, es más, descansé como hacía años que no lo hacía.
¿Qué pasaría después?
Estoy seguro que ni el Dios Máquina lo sabría.