El resultado de la votación fue bastante evidente, Ueno Ayaka, y por detrás estaba Tetsu Yoshida y aún más detrás Anbiru Yasashi. Aunque el hecho de castigarla o atarla no era algo que las chicas pensaran de hacer con ella, a fin de cuentas, absolutamente todas las chicas encerradas terminaron muriendo. Así que... la dejaron ahí, atrás.
Siendo Kawamura Mai la que finalmente giraría aquella llave para abrir la puerta cerrada que se encontraba en aquella sala de torturas, las chicas guardaron silencio mientras la pesada puerta lentamente se abría para revelar al otro lado de la misma un alargado pasillo que se extendía hasta el horizonte.
Por suerte, cuando la puerta se abrió no estaban mirando a la oscuridad, sino que en aquel pasillo había luces a ambos lados que lograban iluminar el camino para que las chicas pudieran avanzar sin demasiados problemas, excepto algún que otro insecto, roedor pequeño y grietas en la estructura, así como los escombros provocados.
Avanzando en aquel lugar, Kawamura Mai cerró la puerta detrás de sí, separándose ellas de la reciente votada.
Las chicas avanzaron por aquel pasillo hasta que finalmente tras mucho caminar, se encontraron con que el pasillo terminaba en una gran sala con tuberías. Las chicas se sentían más cansadas de lo habitual, como si hubieran estado caminando en una cuesta o como si el aire del lugar fuera más denso de lo habitual... quizás ambas.
En aquella gran sala, las muchachas se encontraron con siete cuartos perfectamente preparados para usarse como habitaciones, incluso tenían literas y una mesa de trabajo. Y para finalizar una última puerta final sin cerradura ni pomo, tan solo un teclado numérico, cerrada a cal y canto, sea lo que hubiera detrás de esa puerta, probablemente lo averiguarían en otro momento.
Ahora era el momento de ir a descansar...