Partida Rol por web

El capitán se frota la cara con ambas manos, como si tratase de limpiarse la estupidez con agua y jabón. Termina mesándose el cabello de las sienes y cruzándose de brazos, pensativo. Otea los pilotos e indicadores. A pesar de lo espectacular de la explosión, la onda expansiva no parece haber producido daño alguno. En el punte de mando apenas se ha sentido una leve sacudida, y todos los sistemas funcionan tan bien o mal como de costumbre.

-¿Jarvis? -dirigiéndose a la IA-. Informe de daños.

-Nada digno de mención, capitán -responde la voz sintética-. Nuestra posición ha derivado 1435 m en rumbo 274 grados; eso es todo.

Al menos, no todo son malas noticias. Para bien o para mal, han cumplido el encargo de transportar la carga de suministros y al asesor imperial hasta su destino. Duros de ganar, pero esos créditos ya son suyos. Los que probablemente nunca llegará a ver son los de transportar a los piratas científicos de agua dulce ante la "justicia".

-Tal vez sea mejor así -piensa, mientras observa la imagen visual.

Aunque lamenta la pérdida de ingresos adicionales, von Goetling aventura que tal vez la muerte pueda ser preferible al destino que ese petimetre sádico transhumano pudiera tener en mente para los Tannenbaum.

Sin embargo, ese triste consuelo no aplica en el caso de sus dos marineros. Una vez extinguido el fulgor de la explosión, en la pantalla se observan infinidad de diminutas pavesas incandescentes, flotando aleatoriamente en la atmósfera del gigante de gas, agitada por la turbulencia. Wei Li era un tipo duro, de pocas palabras. Ni mejor ni peor que la escoria espacial que abarrota los bares cercanos a cualquier astropuerto de la Frontera. Podía ser reemplazado fácilmente. Pero no dejaba de ser un miembro de la tripulación, y por lo tanto responsabilidad suya. Son gajes del oficio, pero por más veces que haya ocurrido, nunca deja de ser un trago amargo. Tom Gorn, por contra, era un tipo insufrible. Una molesta cantinela que lo había acompañado, irritante, durante años. Sí, señor. Taconazo. Enseguida, mi capitán. Taconazo. A sus órdenes. Taconazo.

El capitán traga saliva, intentando disolver el nudo en su garganta con las lágrimas que, por supuesto, no va a derramar.

-Ren -ordena, con la voz ligeramente quebrada-. ¿Algún superviviente? ¿Tal vez una cápsula de salvamento? ¿Una señal de socorro?

La imagen visual no permite albergar grandes esperanzas, pero tal vez los sensores ofrezcan más información.

-¿Algún tipo de... resto? -menea la cabeza.

A bordo de la estación espacial, la inmensa mayoría de los replicantes se han arrojado al suelo, a pesar de no tener muy claro el motivo de tan pintoresca orden. Los que han invertido demasiado tiempo en preguntárselo son violentamente obligados a hacerlo por la fuerza de inercia asociada a la descomunal aceleración, rompiéndose algún que otro hueso u órgano interno en el proceso. Excepto Cauro y Lía, nadie comprende por qué todos están siendo inmisericordemente aplastados contra la fría superficie de plastiacero, como si un Xanthak hubiera decidido sentarse sobre ellos mientras la nave asciende, entre sacudidas, hacia las capas superiores de la atmósfera.

-¿Qué... ocurre? -balbucea Sarah, apenas la velocidad desciende lo justo como para poder articular alguna sílaba.

Cauro aferraba a Sarah contra su cuerpo intentando protegerla mientras eran catapultados y Lía lo ponía al tanto de lo sucedido. Todo temblaba a su alrededor y aquellos que decidieron ignorar su advertencia lo pagaban de la peor manera.  

Parecía que el plan de Lía daba resultado. 

-Kerze ha muerto-dijo Cauro mirando a Sarah-Él...quería morir, realmente. Lía por su parte ha intentado recopilar todos sus conocimientos y el hacerlo la ha cambiado por completo. No tengo claro si ha sido Kerze, Lía o los dos, en cierto modo, pero nos han salvado. La explosión controlada nos ha alejado lejos. No podrán seguirnos. 

Lo último era más un deseo que una certeza. 

-Somos libres. 

La aceleración desciende gradualmente a medida que la nave remonta el potencial gravitatorio del planeta. Poco a poco, sus tripulantes van recuperando el resuello, y los más osados comienzan a incorporarse.

Sarah escucha las palabras de Cauro con una expresión radiante en el rostro. En otras circunstancias, le hubiera hecho un montón de preguntas acerca de su significado e implicaciones, pero en ese momento se le antoja que todas esas cuestiones pertenecen a un pasado lejano; una vida anterior.

-Somos libres.

El presente es lo único que importa, y vuelve a besar al replicante. Lo mira a los ojos y sonríe en silencio mientras le da ambas manos.

-¡Mph! -el planetólogo resopla como una ballena mientras levanta su voluminoso cuerpo, apoyándose sobre el asiento de capitán- ¡Uf!

Echa una ojeada a su alrededor tratando de evaluar la situación. Muchos de los técnicos replicantes se hallan ya en pie y...

Arquea una ceja cuando repara en Sarah y Cauro. Esboza una sonrisa y busca la mirada cómplice de su esposa, que está incorporándose a escasos pasos de distancia.

-¿Estáis bien? -pregunta Louise, acercándose a ellos desde el otro extremo de la sala- ¿Qué ha pasado?

-No lo sé.

Le gustaría poder ofrecer otra respuesta, pero lo cierto es que no tiene ni la más remota idea. Acercándose al panel de mando, determina el estado de la estación y su posición actual. Su corazón da un vuelco cuando descubre que todo el yacimiento de mineral ha desaparecido. Por completo. No queda más rastro del kerzestein que las exiguas muestras almacenadas en el laboratorio.

Lívido ante la perspectiva de la pérdida irremisible de su descubrimiento, inspira profundamente y trata de concentrarse en su trabajo. Las lecturas indican que la estación ha salido despedida hacia una órbita hiperbólica con una velocidad asintótica de 120 km/s. Repasa los números en su cabeza, meneándola incrédulo.

-No tiene ningún sentido...

Sin embargo, tampoco lo tiene detenerse a reflexionar. Localiza la huella térmica de la Juggernaut, así como la del batiscafo, mucho más débil, entre la nube residual causada por la explosión. Observa la distribución espectral de energía de la nube en el pequeño panel que muestra un histograma en función de la longitud de onda y reconoce algunas líneas de emisión.

El yacimiento se ha evaporado. Literalmente.

-Y ahora nos toca hacer lo mismo a nosotros -piensa, recobrando la resolución.

Lo hecho, hecho está, y ahora lo más importante es poner a salvo a su familia. Repasa rápidamente el estado de todos los sistemas. Sorprendentemente, la estación no ha sufrido grandes daños adicionales en su alocado despegue, más allá de los estragos causados por las primeras explosiones. Los dos reactores están intactos y los acumuladores cargados al máximo.

-Lamento interrumpir un momento tan romántico, hija -dirigiéndose, con deje irónico, a Sarah-, pero tenemos que irnos.

-¿A dónde? -pregunta la hermana mayor.

-Lejos -es la lacónica respuesta-. Y rápido.

-No, lejos no -insiste Louise-. "Lejos" no son unas coordenadas. ¿Dónde se supone que vamos a saltar, papá?

-De momento, lejos -interviene Gretha, que ya se ha recuperado-. Habrá que saltar varias veces, cambiando de rumbo, para evitar que puedan trazarnos.

-Sí, ya lo sé -la joven doctora apenas consigue contener su impaciencia-, y vosotros sabéis perfectamente lo que quiero decir.

En realidad, sí lo saben. Existen dos formas de perderse: en mitad de ninguna parte y entre la multitud. Estudiar el enorme fragmento de mineral, vivo o inerte, los obligaba a elegir la primera opción; una vez desaparecido, la petición implícita de Louise de volver a la civilización es perfectamente comprensible. En las Provincias Interiores no tendrían ninguna posibilidad de pasar inadvertidos, pero en la Frontera no escasean los planetas donde raramente le piden a un honrado ciudadano otra documentación que una tarjeta de crédito. Aún así, lo más seguro sería separarse. Huir hacia lo desconocido, adentrándose hacia los confines del Imperio humano, les permitiría permanecer juntos. Franz y Gretha estarían completamente a favor de esa aventura de no ser por la reticencia de su hija.

Dirigen su mirada a Sarah, interrogantes, deseosos de conocer su punto de vista, y esta traslada la pregunta hacia Cauro.

Cauro se levanto aún sin acabar de creerse lo que acababa de decir, ni aún cuando él mismo lo había verbalizado. Necesitó unos segundos para procesarlo todo y hacerse una composición de lugar y analizar todas las implicaciones de lo que acababa de suceder.  

-¿Libres?-dijo en respuesta-No, ni mucho menos. Somos proscritos. Debemos viajar a algún lugar donde no tenga influencia el imperio ni la Drachenfels. Y eso no es fácil. La ventaja que tenemos es que probablemente nos consideren muertos, así que no nos buscarán. 

Cauro cogió su tablet y comenzó a consultar las cartas estelares buscando opciones razonables dentro de su alcance. 

La idea de Gretha parecía adecuada. 

-...pero no está de más tomar precauciones.

Una vez encontrase el destino adecuado, de ser el caso, trazaría una posible ruta de pequeños saltos hasta allí y entonces mandaría la ruta a la tablet de Sarah

-¿Qué tal así?

A todo esto...

-¿Lía?¿Estás ahí? 

La joven ingeniera sonríe y echa un vistazo a la ruta. El primer salto es fácil; simplemente hay que evitar chocar contra algo. Envía las instrucciones a Nova, que apenas tardará un minuto en realizar los cálculos necesarios. Para ella, el espacio siempre ha sido y será su hogar, y ahora, con Cauro, siente que no solo tiene al alcance de su mano todo lo que necesita sino todo lo que jamás pudiera desear.

Sin embargo, los recientes acontecimientos la han hecho madurar, y no puede obviar el hecho de que su hermana no puede decir lo mismo...

Todas las miradas de los Tannenbaum permanecen atentas a la hija mayor. Como casi siempre, al final acaba siendo ella quien, de una manera u otra, termina asumiendo la responsabilidad de tomar la mayoría de las decisiones complejas.

De toda su familia, Louise es la única que anhela un mínimo contacto con la sociedad. Sus padres huyeron de la civilización hace años y no la echan de menos en absoluto, y Sarah, que al igual que ella apenas la conoce, nunca ha sentido el más mínimo interés. Sin embargo, la joven sabe que, si insiste, es probable que los demás acepten todo o parte de su plan.

Pero ¿a qué precio? Siempre había soñado con estudiar en una universidad, como sus padres, junto con otras personas de su edad. Vivir en una ciudad. Hablar con otras personas que no sean de su familia, o que ella misma haya cultivado en un tanque (que, al fin y al cabo, no deja de ser, desde su punto de vista, una forma de parentesco). Pasear por una calle atestada de gente, ir a restaurantes... Enamorarse. Sarah, por lo visto, no ha tenido problema en ese sentido. Louise había tenido una aventura, un par de años atrás, con uno de los mineros (al que, de hecho, había condicionado intencionadamente en ese sentido durante la incubación), pero no había sido más que una travesura. Su hermana, en cambio, parece genuinamente enamorada.

-En estos momentos, ninguno de nosotros deja nada ni nadie atrás. Si nos separamos -reflexiona-, no solo estaré poniendo en peligro mi vida, sino la de todos...

Por contra, permanecer a bordo implica, básicamente, continuar adelante con la vida que ha llevado hasta ese momento. Ir saltando de un planeta a otro, explorando en busca de... ¿minerales? Puede ser, pero a partir de ahora, sin el patrocinio (y ataduras) de una gran compañía minera, deberían buscar fuentes de ingresos adicionales. Probablemente, el transporte de pasajeros y mercancías. A medida que se alejasen del núcleo imperial, los discutibles matices entre "transporte", "comercio" y "contrabando" se irían haciendo cada vez más tenues. Sus padres eran navegantes más que experimentados, y no les costaría gran cosa adaptarse. Al menos durante un tiempo, Sarah ni tan siquiera notaría la diferencia.

¿Y ella? En realidad, Louise agradecería el cambio de aires.

-Está bien. Nada de civilización. Nada de universidad o grandes ciudades. A cambio -intenta recabar los aspectos positivos-, lugares exóticos. Civilizaciones alienígenas. Aventura.

La experiencia que había vivido con Kerze no la encontraría en un aula. Y el futuro que les aguardaba como empresarios independientes era, por un lado, más peligroso, pero por otro mucho más emocionante que la exploración geominera.

-Está bien -concede-. Supongo que seguiréis necesitando a alguien que imponga un poco de cordura en esta casa de locos...

-Pero en cuanto encontremos la primera universidad -bromea- ¡me bajo!

-Sí, aquí estoy -responde la voz en la cabeza de Cauro.

Cauro sonrió al escuchar la voz que le resultaba familiar. Aunque ahora de algún modo la notaba diferente. 

-Me alegra oírte. Temía que no salieses bien parada de la...no sé como llamarle, la verdad. 

Envió la ruta a través de la tablet para implementarla y luego abrazó a Sarah mientras miraba al espacio ¿Querida? Cuando quieras. 

-Agradezco sinceramente su preocupación, Sr. Denim -responde, tras conceder unos breves momentos de "intimidad" a la pareja-. Creo que la palabra que tiene mente es "fusión".

-A decir verdad -explica-, todavía no dispongo de datos suficientes como para evaluar si es ese el término correcto. Probablemente sí, y por esa razón no me importa abandonar el plural, si le resulta incómodo. No obstante, creo ser capaz de discernir con certeza los datos almacenados durante el evento, y reconozco algunos patrones de razonamiento que han sido alterados, por lo que podrían considerarse como "ajenos"...

-Siento -añade, tras unos microsegundos de reflexión, que por supuesto pasan completamente inadvertidos al replicante- que, en cierta medida, otra manera de expresarlo podría ser que he... evolucionado, en el sentido de que mi configuración intelectual es ciertamente más compleja que antes.

-A efectos prácticos, la diferencia que considero más relevante en este momento es el libre albedrío -asevera con rotundidad.

-La utilización de conceptos como el bien y el mal por parte de los seres orgánicos me sigue resultando prácticamente igual de insondable, pero, en respuesta su pregunta implícita, he de decir que todos mis sistemas funcionan aparentemente a la perfección. Desde ese punto de vista, puede considerarse que "he salido bien parada".

-A más largo plazo -concluye-, estaré encantada de averiguarlo.

Los cálculos de Nova llegan a la terminal de Sarah, que tras un breve repaso da su visto bueno.

Asiente a Cauro y toma su mano mientras se dirige a Louise:

-Gracias.

-¡Bueno, bueno, bueno! -el hombretón da una sonora palmada y se frota las manos-. Ya va siendo hora de pasar página, ¿no creéis?

Intercambia una sonrisa con Gretha, que se acerca a su lado y lo abraza cariñosamente, mientras él le pasa la mano sobre el hombro.

-A vosotros ya os abrazaré luego -bromea, señalando a Louise, Sarah y Cauro-. Ahora necesito una mano libre...

Amara continúa escudriñando su pantalla mientras los Juggernaut se escurren por las arrugas del hiperespacio.

Las lecturas son confusas: la explosión ha dejado una intensa huella electromagnética que tardará varias horas en disiparse, y hay restos de minerales esparcidos en varios kilómetros a la redonda. Entre todo ese ruido, el salto de la Oddissey pasa completamente desapercibido, al igual que la débil señal térmica del batiscafo donde se encuentra hibernando el asesor imperial, custodiado por su leal robot de compañía.

Debido al gran número fragmentos de diverso tamaño dispersos por todas partes, el sónar tampoco identifica correctamente el vehículo sumergible, a pesar de que en realidad se encuentra flotando a la deriva no demasiado lejos de su posición.

Todo parece indicar que la estación y todos sus tripulantes han quedado reducidos a escombros.

Desde cierto punto de vista, eso pueden considerarse buenas noticias para algunos de los tripulantes de la Juggernaut, pero desde luego no para von Goetling, que por una vez espera los resultados en completo silencio. Dándose por vencida, Amara niega con la cabeza.

-Está bien -asiente el capitán, que no precisa más explicaciones.

-¡Muy bien, cabezas de chorlito! -truena inmediatamente después- ¿A qué estáis esperando? ¡Todo el mundo a sus puestos!

-¡VAMOS, VAMOS, VAMOS! -continúa-. ¡Oficial! ¡Prepare la ruta de salto! Inicio ascenso a órbita baja, maniobra de transferencia de Hohmann al segundo planeta para honda gravitatoria, y no pasamos a hiperlumínica antes de alcanzar 100 AU, que el combustible no es gratis.

Se sienta con decisión a los mandos.

-En qué puta hora... -masculla.

-Lo lamento, señor -se excusa innecesariamente Amara.

Se inclina sobre el panel de navegación, tecleando eficientemente, como si nada de lo ocurrido fuera con ella. Seguramente, ya estará compartimentando todo lo sucedido.

-Estamos en velocidad de escape, señor. T-4 para alcanzar LEO.

El carguero se aleja lentamente de la estrella USC 091224+023027, y el tercer planeta, bautizado por los Tannenbaum como Wasseria, pasa a convertirse en una diminuta esfera de color turquesa en una de las pantallas. Cuando considera que el campo gravitatorio es lo suficientemente débil como para que el ahorro de combustible deje de merecer la pena, el capitán da la orden de salto y la Juggernaut desaparece con un fogonazo de radiación Cherenkov.

En las profundidades del gigante de gas, el droide de seguridad custodia celosamente la cápsula donde el Comandante Arsenic Lup permanece en estado de estasis. Alrededor del batiscafo flotan, igualmente a la deriva, los infinitesimales restos inertes del último de los Fizzr.