Partida Rol por web

La Tienda de Animales Mágicos es una tienda situada en el Callejón Diagon. Es muy pequeña y ruidosa con cada centímetro de pared cubierta por jaulas. En ella se vende todo tipo de animales, caracoles venenosos naranjas, una tortuga gigante con joyas incrustadas, ratas elegantes negras que son muy inteligentes, búhos, cuervos, gatos de todos los colores, Puffskeins, un conejo que se transforma y mucho más.

El exterior de la tienda de animales mágicos no era como el de los demás, pues en ella colgaban jaulas para lechuzas y y otro tipo de criaturas y a través del ventanal podía verse más movimiento del que cabría esperar en cualquier otro lugar.

Sin esperar a tener el permiso de vuestros padres, y arrastradas por el ímpetu de Luna, llegasteis hasta ella y entrasteis. Nada más hacerlo, una extraña criatura salió corriendo a toda velocidad; de no haber sido de color verde, habríais pensado que se trataba de alguna clase de liebre o conejo, pero teniendo en cuenta el color, era evidente que era otra cosa.

El dueño se detuvo delante de vosotras, cansado y con bastantes arañazos por todas partes.

-Vaya, ahí va mi último huffpuff.

Detrás de él había jaulas de todas las clases y tamaños, con carteles y una lista de precios; había búhos, cuervos, gatos de diferentes colores (e incluso uno era rosa), un conejo que parecía y desaparecía, ratas, ratones, caracoles, tortugas y un sinfín de animales variados.

El hombre recuperó al compostura justo cuando terminaron de llegar todos.

-Los huffpuffs son especialmente traviesos. No les gusta estar en una jaula y de vez en cuando se enfadan sacan sus cinco patas ocultas y arañan todo lo que tengan a su alcance -dijo, tocándose algunas de las heridas y ahogando el dolor -. E-en fin. ¿En qué puedo ayudarles, señoritas? ¿Desean algún animal en particular o solo comida? Esta semana tenemos una oferta en lechuzas por solo 10 galeones cada una, e incluso nos han llegado varios pipaguanetos de las islas de rarotonga.

El hombre señaló hacia los pipaguanetos, que no eran más que una especie de jilgueros de colores brillantes muy bonitos. Pero entonces uno de ellos abrió el pico y salió una llamarada que a punto estuvo de prender fuego a unas ratas que había cerca de ellos.

-Sí, bueno. Es mejor que no abran mucho el pico, pero son muy curiosas. También disponemos de un amplio surtido de abogguineas de nubes -os explicó, señalando a una extraña niebla que había flotando por la tienda, con forma ovalada. En un principio era como si alguien hubiese estado fumando pero después visteis como un ojo aparecía y desaparecía -. Lo malo es que conviene tenerlos encerrados o a veces simplemente se van flotando.

Finalmente, el hombre señaló a los animales más conocidos, como las ratas, los gatos, las lechuzas y los sapos.

-Claro que aquí tenemos también lo que los alumnos de Hogwarts suelen llevarse. Son los más fiables.

Yo tenía claro clarísimo que deseaba una lechuza, porque me encantaban las aves y además las veía muy útiles. Desde que recordaba, había querido tener animales y cuidar de ellos, pero sabía que tenía que ser responsable y no podía comprar cualquier cosa.

Sin embargo, mis posibilidades de tener una mascota diferente, como un gato o algo así, se desvanecieron en cuanto sufrí mi accidente. De alguna manera la mayoría de las criaturas detectaban lo que yo era y solían huir de mí.

Quizás ya se me hubiese pasado.

En cuanto entramos, algo pasó corriendo entre nosotras y me volví para ver qué era. Apenas acerté a ver que era verde y la verdad es que no tenía ni idea de qué podía tratarse, hasta el que señor de la tienda dijo que era un huffpuff.

-¿Un… Huffpuff? –repetí, mirando sorprendida a Ivy. No tenía ni idea de como eran aunque parecía bastante claro que ya no teníamos que preocuparnos por ellos porque no quedaban más.

En ese momento miré a mi alrededor y vi que habían animales de todas clases. Quería probar mi teoría, así que me acerqué a un gato que había allí, uno rosa extrañísimo, pero fue verme y soltarme un bufido, lo que hizo que retrocediese rápidamente. No, no había cambiado nada en absoluto. Parecía muy claro que los animales detectaban lo que era y que definitivamente no iba a poder tener una mascota como los demás.

Ni siquiera me molesté en averiguar lo que era un pipaguaneto, porque seguro que también huía de mí o se enfadaba al acercarme. El hombre los señaló y en un principio me pareció hasta que eran monos, pero solo durante un momento. Entonces soltaron ese… eructo o lo que fuera, con una llamarada capaz de prender fuego a media tienda.

No, no eran muy prácticos.

Tampoco lo eran esas nubes que parecían peces pero al mismo tiempo ni siquiera se notaban que estaban allí. Eran muy extraños. Así que yo lo tenía claro.

-Ah pues… yo querría… ¿una lechuza? –pregunté mirando a mis madres, que dijeron que sí rápidamente con la cabeza.

-Eso, una lechuza, por favor. Y una jaula para llevarla, claro –dije, buscando entre las que había allí una que me gustara, hasta que di con una que me parecía preciosa. Era una lechuza gris con la cara marrón y los ojos negros como la noche. -. Esta. Esta de aquí.

El hombre se dirigió hacia la jaula, la cogió y me la acercó para que pudiera tocarla a través de los alambres.

-Es una de las lechuzas que más tiempo lleva con nosotros. Por su color no suele quererla nadie. Es joven todavía, pero las demás se venden deprisa. Esta en cambio… bueno, estoy seguro de que se mostrará muy agradecida de tener por fin a una dueña, sobre todo a alguien tan encantadora como usted, señorita.

De haber estado concentrada en todo lo que me estaba diciendo, me habría sonrojado, pero tras escuchar que nadie la quería, había desconectado casi completamente. Qué injusta era la vida si un animal tan bonito como aquel no podía salir de allí. Era un poco como yo, así que ambas nos haríamos compañía.

-¿Cómo se llama? –pregunté.

-Pues se llama Edwina.

-Edwina, hola Edwina –repetí, recibiendo como respuesta un ulular hermoso y constante por su parte. Supuse que eso significaba que le gustaba y que estaba de acuerdo en venirse conmigo.

Miré a Janice, emocionada.

-Denos también comida para… ¿un mes, por ejemplo? De esa manera no tendrás que preocuparte durante todo ese tiempo –dijo Eloise.

A continuación cogí la jaula y volví a acariciar a Edwina a través del alambre. Era muy suave y parecía gustarle que la tocara. Estaba deseando soltarla y que pudiese acompañarme y estar conmigo. Sabía que en Hogwarts no podría tenerla demasiado tiempo a mi lado, pero al menos ya no estaría encerrada en aquella tienda y en esa pequeña jaula.

-Gracias –les dije a mis madres.

A continuación, me volví hacia Ivy.

-¿Tú que vas a pedirte? ¿Otra lechuza? –le pregunté, expectante, mientras esperaba su respuesta. No sabía qué era lo que tenía pensado ni tampoco si lo habría hablado antes.

Por su parte, a Nolan, que estaba a su, no se me ocurría verlo con una lechuza sino con una rata o algo por el estilo. Era más de chicos, me parecía a mí -. ¿Y tú?

Pero lo más importante era que yo tenía ya mi lechuza y me sentía la bruja más feliz del mundo.

La tienda de animales tenía una fachada característica, tanto como particular el olor que denotaron al entrar, ya no solo por los restos orgánicos que las criaturas generaban, también por el tipo de alimento que degustaban.

Luna estaba súper animada e Ivy se contagió de su entusiasmo, siguiendo a su amiga hacia el interior del comercio, observando todas las criaturas, especialmente a algunas que parecían devolverles la mirada, como las lechuzas y algunos gatos. La pelirroja no tenía ni idea de cuál sería el animal que comprarían, pues todos le encantaban, ¡hasta aquella criatura verde que parecía una liebre!

El dueño del Emporio era un tipo peculiar, que vestía de una manera muy británica y cuyo aspecto denotaba agotamiento. Jade se percató de que estaba lleno de arañazos, y la joven obtuvo una explicación del motivo por el que así se encontraba, puesto que un huffpuff había sido disgustado por cualquier motivo, y no eran seres tranquilos y serenos, atacando en ocasiones sin ton ni son.

- ¡Oh!... Lamento mucho que haya resultado herido - Dijo educadamente Ivy mientras su mirada recorría las jaulas de animales - Veníamos buscando nuestras mascotas para llevar a Hogwarts... - Comentó Jade con la mejor de sus sonrisas - No tengo claro qué animal escoger. Todos me parecen hermosos... - Y por más que se fijaba en las criaturas, más difícil tenía su elección - ¿Qué es un pipaguanetos? - Preguntó extrañada de no conocer de qué ser se trataba, hasta que descubrió unas pequeñas aves de colores - ¡Qué monas! - Exclamó hasta que una llama de fuego salió de su boca - No creo que a mi madre le gusten mucho, cualquier cosa que pueda quemar las cortinas no le agrada... - Se excusó, pero no había que ser un genio para llegar a esa conclusión

Otra oferta extraña eran las aboggineas de nubes, criaturas que o bien estaba encerradas o se podían retirar flotando. Ivy tuvo que poner una cara rara, pues el hombre se decantó a señalar los animales más conocidos que, de hecho, eran los más comunes de llevar a la Escuela de Magia.

- No sé qué escoger. Luna, ¿tú que comprarás? - Preguntó curiosa a su amiga mientras miraba de jaula en jaula, intentando decantarse por una mascota en concreto, mientras que Ferlet parecía decantarse por los animales con plumas - Vaya, tengo la sensación de que esa lechuza me ha dado la espalda - Comentó no valorando demasiado las aves, a pesar de lo útiles que eran - Podría elegir un ratoncito, así siempre me acompañaría - Razonó, parándose delante de un sapo - Húmedo y viscoso no, gracias...

Finalmente, la joven se posicionó delante de un felino blanco con heterocromía, el cual mostraba un ojo azul claro y el otro de tono miel.

- Pero, ¡qué preciosidad! - Buscó a su madre con la mirada para que diera el visto bueno - ¡Mami, mira! Un gatito blanco, con ojos de distinto color... ¿no es precioso?...

En aquel instante, Luna se acercaba a un gato rosa y el animal le metió un bufido, denotando que no la quería como dueña - Vaya, no parece que le caigas bien, se ha comportado contigo como esa lechuza blanca conmigo - Sonrió Ivy, inocente con sus comentarios, mientras los Ferlet hacían sus compras, una lechuza parda que nadie quería, un ejemplar que a la pelirroja le pareció bonito. ¿Qué animal no lo era?

- Me gusta ese gato. Me encanta cómo me mira... - Sonrisa divertida y es que el animal se puso panza arriba con el fin de recibir caricias, de alguna manera, parecía que Jade le gustaba - ¿Mamá, ¿puedo quedármelo? - Y es que Tracy tenía la última palabra. De decir que sí, se haría con todos los complementos para tener su mascota bien cuidada durante un mes.

Entre la variopinta muestra de animales que había en la tienda, no os costó demasiado conseguir uno, puesto que Luna se decantó con rapidez por una lechuza e Ivy por un gato precioso.

Tracy aceptó de buena gana la elección de su hija, aunque en el fondo no le hacía demasiada gracia que le llenase la casa de pelos. Durante la mayor parte del año estaría en Hogwarts pero cuando regresara, quizás tuviesen problemas.

-Está bien, puedes, pero será mejor que vayas enseñándole a comportarse. No quiero que cuando lo tengamos en casa durante las vacaciones se convierta en un problema –le advirtió, sacando dinero para pagar por todo ello.

El hombre parecía agradecido y ayudó a meter el gato en el transportín. Este parecía bastante manso, aunque al acercárselo a Luna emitió un bufido, como había hecho el otro gato, y adoptó una posición defensiva.

Las madres de Luna se miraron entre sí con gesto preocupado y la abrazaron como si intentaran consolarla. Robbert en cambio lo hizo con curiosidad. Parecía claro que no le gustaba aquella pequeña. Ese gato no le inspiraba mucha confianza.

Y fue finalmente el turno de Nolan. El inquieto joven había estado mirando por toda la tienda en busca de algo que llamase poderosamente su atención. Las lechuzas parecían muy sosas; los gatos, demasiado mansos; los sapos eran un problema porque aparte de quedarse quietos y saltar de vez en cuando, no parecían hacer nada más.

Así que Nolan se sentía frustrado.

-Quizás si me dice lo que está buscando, podría ayudarle –se ofreció el hombre de la tienda, la amabilidad personificada.

-Quiero algo diferente, que sea… no sé, como boom, boom, o algo así –explicó, haciendo gestos con sus brazos imitando a una explosión.

Sus padres negaron con la cabeza. Ningún animal iba a cumplir las expectativas del joven Nolan.

-Para eso ya te tienen a ti, tesoro. No queremos nada más, gracias –dijo finalmente su madre, cerrando toda discusión sobre el tema. Si lo que estaba era buscando algo para crear problemas, no lo iba a conseguir o al menos, no en aquella tienda.

Pero Ivy y Luna estaban muy satisfechas con sus compras. Luna llevaba la jaula de Edwina con sumo cuidado y la joven Ivy, el transportín con su gato, que cuidaría y mimaría todo cuanto pudiese y que dormiría con ella en la cama. Así la protegería de los chicos si es que hacía falta.

Aquella tienda quizás no vendiese cosas demasiado útiles, pero sí que proporcionaba algo de alegría a los jóvenes alumnos que venían a ella. Sin embargo, en el caso de Luna, también añadió algo de preocupación y tanto ella como sus madres sabían a qué se debía.

La Tienda de Animales Mágicos es una tienda situada en el Callejón Diagon. Es muy pequeña y ruidosa con cada centímetro de pared cubierta por jaulas. En ella se vende todo tipo de animales, caracoles venenosos naranjas, una tortuga gigante con joyas incrustadas, ratas elegantes negras que son muy inteligentes, búhos, cuervos, gatos de todos los colores, Puffskeins, un conejo que se transforma y mucho más.

Nada más entrar, una extraña criatura salió corriendo a toda velocidad; de no haber sido de color verde, habríais pensado que se trataba de alguna clase de liebre o conejo, pero teniendo en cuenta el color, era evidente que era otra cosa.

El dueño se detuvo delante de vosotras, cansado y con bastantes arañazos por todas partes.

-Vaya, ahí va mi último huffpuff.

Detrás de él había jaulas de todas las clases y tamaños, con carteles y una lista de precios; había búhos, cuervos, gatos de diferentes colores (e incluso uno era rosa), un conejo que parecía y desaparecía, ratas, ratones, caracoles, tortugas y un sinfín de animales variados.

El hombre recuperó al compostura justo cuando terminaron de llegar todos.

-Los huffpuffs son especialmente traviesos. No les gusta estar en una jaula y de vez en cuando se enfadan sacan sus cinco patas ocultas y arañan todo lo que tengan a su alcance -dijo, tocándose algunas de las heridas y ahogando el dolor -. E-en fin. ¿En qué puedo ayudarle, caballero? ¿Desea algún animal en particular o solo comida? Esta semana tenemos una oferta en lechuzas por solo 10 galeones cada una, e incluso nos han llegado varios pipaguanetos de las islas de rarotonga.

El hombre señaló hacia los pipaguanetos, que no eran más que una especie de jilgueros de colores brillantes muy bonitos. Pero entonces uno de ellos abrió el pico y salió una llamarada que a punto estuvo de prender fuego a unas ratas que había cerca de ellos.

-Sí, bueno. Es mejor que no abran mucho el pico, pero son muy curiosas. También disponemos de un amplio surtido de abogguineas de nubes -os explicó, señalando a una extraña niebla que había flotando por la tienda, con forma ovalada. En un principio era como si alguien hubiese estado fumando pero después visteis como un ojo aparecía y desaparecía -. Lo malo es que conviene tenerlos encerrados o a veces simplemente se van flotando.

Finalmente, el hombre señaló a los animales más conocidos, como las ratas, los gatos, las lechuzas y los sapos.

-Claro que aquí tenemos también lo que los alumnos de Hogwarts suelen llevarse. Son los más fiables.