Partida Rol por web

7 de septiembre, 2018

-12°

07:12 hs.

Tanto tu como Mikael deciden ir al ayuntamiento local para intentar conseguir algo de información sobre el Gobernador.

Era curioso poder caminar por las calles heladas de una ciudad a tan tempranas horas de la mañana, por lo general, durante estos horarios, deberían estar durmiendo para evitar ser chamuscados por el sol, sin embargo, estaban ahí, dando pasos sobre la acera y la nieve, sin temor alguno ya que el techo natural de esa zona del mundo seguía oscuro, sin rastros del astro rey por ningún lado.

Llaman a Alberto para que los lleve hasta el edificio y este no tarda más que un par de minutos en aparecer con el vehículo que los había recogido en el aeropuerto.

Raudamente, llegan al lugar y notan que no había mucho movimiento adentro, solo estaba una muchacha de piel morena atendiendo, le piden información sobre el gobernador y esta avisa que el señor se había tomado el día libre por motivos de salud.

Pero que de igual manera intentaría concretar una cita en su hogar ya que solía hacer eso hasta las 10am, ya luego no atendía a nadie.

Hecho este paso, les avisa sonriente que los atendería a las 8am, por lo que una vez más en el rodado con Alberto, se dirigen a al hogar del Señor Lichman.

Una vez frente a la misma, notan que contaba con un muro bastante alto que lo rodeaba, una gran verja evitaba el paso a extraños y en una caseta se encontraba un guardia quien, al mirar al chofer, llama a su patrón, rápidamente recibe la orden de dejarlos pasar y activa un botón que abre lentamente el portón.

La casa era relativamente grande, de quizá tres pisos, con una fachada particular y una arquitectura gótica.

El vehículo debía ser estacionado en una rotonda, detrás de otro casi del mismo porte y desde ahí debían caminar algunos metros hasta la gran puerta de madera, llegando a ese punto, se abre nuevamente dándoles paso para ingresar a la casa.

Adentro, todo se asemejaba a un estilo medieval, desde la entrada hasta el techo, parecía más una especie de castillo antiguo que el hogar de alguien que gobernaba una ciudad.

La sala era circular, con una chimenea y algunos sofás relativamente cerca, en uno de ellos, se encontraba el dueño de la casa y dos acompañantes quienes se habían levantado para despedirse del viejo mientas que el mayordomo que les abrió la puerta, decide tomar sus abrigos.

 Mientras esperaba, observaba a mi alrededor, buscando cualquier cosa que me llamara la atención, al mismo tiempo que le iba preguntándole a mi compañera:

 - ¿Que opinas de nuestro anfitrión, a juzgar por su gusto en decoración?.

Me encanta esta tierra, tan helada, tan inmisericorde, y tan ajena al calor del Sol. Puedo entender que hayan estúpidos dispuestos a morir por ella. Probablemente si tuviera menos edad, ideales y experiencia yo sería una de ellas.

Durante el ir y venir con Alberto, Katherine observaba al humano con sumo desinterés, salvo por sus gestos por si denotaban algún tipo de entrenamiento marcial, y a Mikael, a quien tenía tan cerca que captaba su atención con intensidad.

Durante el viaje, le dedicó algunas dulces sonrisas al Tremere, para que se sintiera cómodo con ella y el largo silencio del viaje. Rara vez habían intercambiado palabras en el pasado, y por lo que a la sociedad vampirica representaba, hasta ahora había bastado con saber que era un Tremere.

Finalmente llegaron a la mansión, tras el rodeo de la oficina, y Mikael le preguntó por los gustos del anfitrión, o mejor dicho, su decoración.

Katherine dio una respuesta no muy comprometida, pero tampoco vulgar, tal como se esperaba de una Toreador:

-Algunas piezas son originales, y denotan cierta edad... de épocas más oscuras. Podríamos estar tratando con uno de la Estirpe a decir verdad, aunque reconozco que los humanos de éstos tiempos a veces me confunden, ya que valoran las herramientas del pasado por una extraña concepción del estatus o el coleccionismo. Es demasiado pronto para concluir nada.

Mientras había observado las piezas, durante la espera, aprovechó para captar con la mirada todos los tipos de seguridad que podría contar el casoplón, así como puntos débiles, por si algún día hacían una visita en peores circunstancias. Tras eso, cuando finalmente entraron, grabó en su memoria los rostros de los que se iban, por si eso fuera más importante en el futuro, y se apartó para darles paso.

Katherine le dio el abrigo, aunque el bolso se lo quedó, mientras con la excusa para quedarselo, sacaba un espejo para arreglarse el pelo antes de ver al Gobernador. Luego se encaminó hacia él, detrás de Mikael, dándole la iniciativa a los hombres.

Mientras, analizaba por supuesto al Gobernador.

Ambos caballeros se despiden del señor Lichman, entre los cuatro cruzan miradas, uno era de apariencia más frágil, con una melena encrespada y piel caucásica al igual que su acompañante, un hombre calvo de marcada musculatura y gafas solares.

Los hombres parecían ser simples mortales con ropajes elegantes, sin embargo, al cruzarse con ellos, algo no cuadraba correctamente en la escena, como si una corazonada sobrenatural se alertara y diría que uno de ellos no era del todo normal, al menos el de cabello largo así lo parecía.

Fue difícil concentrarse en la situación ya que el gobernador los habla.

- Por favor, adelante, siéntense – dice indicando su sofá de manera muy cortes –

En todo momento se verá como un hombre afable mientras se acomodan, si bien no se levantara ya que parecía muy cómodo en su lugar y algo anciano para realizar movimientos brucos, una vez sentados ambos, hablara nuevamente.

- ¿Bien, es usted Katherin de Norteumbria verdad? – preguntara y luego agregara rápidamente – sepa usted disculpar caballero, pero no me dijeron que la señorita aquí vendría acompañada – levanta la mano a modo de saludo y si Mikael la toma, notara que tiene pulso y calidez que solo un mortal podría tener -

 Miré de reojo y con suspicacia al hombre de cabello nero, pero no pude centrarme más en él, ya que nuestro anfitrión exigió toda mi atención. Tras realizar las presentaciones pertinentes, hice lo propio:

 - Me llamo Mikael Van Kleis. Lamento haber llegado sin avisar, acabo de legar a su hermosa tierra y quería conocerle personalmente.

 Si hay algo que la experiencia me a demostrado, es que a cualquier gobernante, sea del tipo que sea, le gusta que halaguen sus dominios y a si mismo.

Cuando el gobernador la reconoció, le dedicó una sonrisa dulce y amable, mientras tomaba asiento. Se preguntó como sabía su nombre si era la primera vez que le veía, aunque era cierto que su fama la podría predecir, lo más seguro concluyó, es que fuera el nombre que le dieron en el ayuntamiento para la cita.

-Asi és, Katherine de Northumbria, gobernador -tras sentarse en el sofa, recatadamente, adelantó la mano hacia el rostro del gobernador para que se la besara- es un placer conocerle, gobernador.

Tras las presentaciones iniciales, y si le había besado la mano, más cordial aún, se relajó en el respaldo, y empezó poco a poco, apoyando las palabras de Mikael:

-Lo cierto es que aún me cuesta acostumbrarme al cielo largamente nocturno de su ciudad, pero es bastante curioso y romántico, si se me permite decirlo.

Tras romper el hielo, volvió a dejar que los hombres siguieran con sus iniciativas, mientras ella ponía una postura engañosamente relajada, dando a entender lo muy a gusto que se sentía en la compañia del gobernador.

El anciano se atusa el bigote y sonríe ante los halados.

- La verdad que sí, este era un pueblucho abandonado por culpa de la gripe española hace mucho, por lo que quedó como un lugar fantasmal por varias décadas, luego llegue yo y comenzamos con cien personas, de pronto éramos doscientos mil y hoy en día hemos llegado al millón de habitantes, es curioso y es una bendición poder notar semejante progreso, – se lo notaba orgulloso – fue una tarea conjunta con el banco local y con el gobierno de los Estados Unidos, se requirió una buena inversión y por suerte ha dado frutos, temía ser la Kangbashi de América – ríe con una leve carcajada –

Su mayordomo estaba atento en todo momento.

- Robert, ¿me traes el periódico por favor? Dios, disculpen mi mala educación, ¿desean algo de desayunar? La cocinera puede prepararles cualquier cosa, solo deben pedir -

Su empleado llega con lo solicitado y el gobernador lo coloca debajo de una agenda que tenía a su lado, que, a su vez, albergaba unos lentes para leer.

- Por cierto…de Northeumbria, un apellido muy peculiar – dice sonriente – ¿de qué procedencia es? -

Mantuvo la mano enfrente, esperando la reciprocidad que nunca llegó. Puso cara de molestia, pero no añadió nada más a ese incidente, salvo anotarlo mentalmente porque demonios no lo había hecho. ¿Acaso se olía de alguna manera que tener contacto con Katherine podría ser mortal?

Algo en él ya no le gustaba desde que percibió a un vampiro salir de ahí. Que ella supiera todos los camarillas se habían reunido en el hotel, así que era probable que estuviera vinculado de alguna forma al Sabbath o a los Anarquistas, consciente o insconcientemente.

Cuando se rió de su propia broma, Katherine guardó silencio. Se acabó la coba. Si eso alimentaba su ego pero no había resultados, entonces es que no era lo que debían hacer.

-No se preocupe, venimos desayunados. Y mi apellido se pronuncia de Northumbria -aclaró por segunda vez- su origen se encuentra en la vieja Europa. -dijo sin dar más detalles, dado el gesto anterior que hizo.-mi familia tiene un largo linaje que se remonta bastante lejos, pero no quisiera incordiarles hablando de mí.

Miró hacia Mikael de nuevo para que cogiera la iniciativa, sino iba a tener que hacerlo ella con una trama de inversiones, para sonsacarle personalidades de interés.

 - Como mi compañera ha dicho, ya hemos desayunado antes de venir, pero le agradecemos mucho el ofrecimiento. - Le respondí con amabilidad. - Una historia fascinante y todo un ejemplo de visión, voluntad y superación, gobernador. Sin duda es un hombre digno de admiración y respeto.

Su móvil empezó a vibrar, señal inequívoca de que la llamaban. Alzó un dedo, para pedir un momento:

-Disculpen, ahora vuelvo, parece que tengo una llamada de lo más inoportuna.

Tras eso salió un momento a fuera, dejandolos solos, para atender la llamada.

Katherine se levanta de su asiento y el señor Lichman solo la mira alejándose, luego baja su mirada hacia Mikael y tras atusarse un poco la barba le pregunta.

- Bueno, gracias por los halagos, pero imagino que no han venido solo para decirme que la ciudad es bonita…soy un hombre ocupado y me gustaría saber a qué han venido –

Se lo notaba un poco arisco repentinamente, quizá el gesto de Katherine no le agrado del todo y esa era su forma de demostrarlo.

Al minuto de salir, volvió a entrar, su rostro demostraba cierta disculpa, mientras se acercaba a los presentes, pero lejos de volverse a sentar, se mantuvo de pie, mirando al alcalde:

-Lo lamento muchisimo, pero me ha surgido una urgencia que no debo ignorar. Sin embargo, permitame decirle que aunque breve fue agradable conocerle. Le dejaré con mi compañero, para que hablen de sus asuntos, y espero volver a visitar muy pronto este sitio en mejores circunstancias.

Reprimió el gesto de volver a cederle la mano, ya que recordaba el porqué no se la dio, y el auténtico motivo de su futura visita. Tras eso se agachó, y le susurró al oido de Mikael:

-Ten cuidado, creo que sabe lo que somos. Sé discreto e intenta averiguar gente influyente de Erebo. Haz lo que puedas, pero ten presente que tratará de no contarte mucho, sobretodo porque desconfiará. No les digas nada de nosotros, ni menciones las reuniones. Di que eres un inversor o algo así.

Y se alejó, tras darle un beso en la mejilla, cómo si fueran una pareja.

Nada más salir, llamó a Alberto, que no debía esperar muy lejos ya que sabía que la reunión no sería eterna, y le dijo, mientras se subia en la parte de atrás del coche:

-Al Alacran, por favor.

En cuanto subio, en el asiento de atrás, buscó cierta intimidad, mientras se preparaba para un posible enfrentamiento con el Sabbath. Eran posiblemente los vampiros más psicóticos de todos, salvo los Assamita, por supuesto, y era posible que el fuego estuviera entre sus opciones.

Si ese era el caso, estaba dispuesta a darles una pequeña sorpresa.

En su bolso siempre tenía los ingredientes necesarios preparados, pues era previsora, así que sacó un espejo de mano, con trampilla, que permitia abrir un acceso, dónde había grabado en plata un pequeño círculo taumatúrgico.

Para evitar el tema de los olores, bajó la ventanilla y luego advirtió al conductor:

-Céntrate exclusivamente en la carretera, no deseo ser molestada.

Para dar más fuerza a sus palabras, buscó alguna cortina corredera o algo que sirviera de muralla entre ambos, en caso de haberla.

Con el espejo, encima de sus caderas a modo de “cuenco”, mostrando la cara del círculo taumatúrgico, Katherine sacó un puñal de hueso del bolso y se hizo un corte leve en el dedo, nada serio, lo suficiente para que asomara una única gota de preciada Vitae.

En el centro del círculo, habia una pequeña vela de escasos centimetros, la cual encendió con un mechero (de ahí que bajara la ventanilla, no tan abajo para apagarlo, pero si la rendija suficiente para que el olor a quemado se disipara), y puso el corte del dedo en la llamada, mientras musitaba unas palabras arcanas como mantra para resistir. Lo importante no eran tanto las palabras, como la armonía, la costumbre al fuego, y al convencimiento místico y mental de que el fuego no podría destruirla.

Mantuvo el ritual, concentrada, hasta su llegada al Alacran.

Se quería asegurar de que todo iba a salir bien.

 Sonreí, mientras ella me daba el beso en la mejilla:

 - Vale, ten cuidado, tesoro.

 A continuación me dirigí a nuestro anfitrión:

 - Bueno, me interesaría invertir en este bello lugar y querría saber que me recomendaría.