Partida Rol por web

Otro bache en el camino despertó a Erik de sus pensamientos y hizo que su odio por aquel viaje fuera en aumento. No es cómo si no se hubiera acostumbrado ya a ir en carruaje después de dar tantos viajes últimamente, pero sin duda el camino estaba resultando de lo más aburrido. Por un momento, incluso Erik deseo que quien tuviera delante fuera Remo, que al menos le daba alguna clase conversación, pero rápidamente se arrepintió de dicho pensamiento al recordar lo pesado que podía llegar a resultar aquel individuo. 

Frente a él estaba Gholas, sentado recto como un tronco y con los brazos cruzados. Una postura digna del honor que había lucido cómo armadura durante toda su vida... Armadura con la que seguramente moriría puesta. Miraba hacía la ventana y parecía pensar profundamente en algo. Las bromas o las conversaciones animadas estaban por supuesto descartadas con ese hombre. Hablaba solo cuando era necesario o para hacer comentarios breves y si iniciaba una conversación era sólo para repasar algún detalle de la operación. Erik lo conocía bien, y sabía que hasta que todo aquello no hubiera acabado no cambiaría de humor.

Por las palabras que Gholas había compartido con Erik tras su proposición para acompañarle, era evidente que su viejo amigo en parte se sentía responsable de cómo había acabado todo aquello. En el pasado él, Erik y el padre de David habían sido cómo hermanos, dependían y confiaban plenamente los unos en los otros. Que ahora estuvieran de camino a apresar al hijo de uno de sus amigos convertía a Gholas en un hombre que parecía estar regresando de una derrota, serio y lúgubre. 

Hacía unas horas que Gholas y Erik habían repasado punto por punto lo que iban a hacer, y parecía que iban a pasar otras tantas horas rodeados de aquel tenso silencio. 

A Zaziel lo acompañan dos hombres de mi hijo de su confianza. Son dos hombres que sabemos que estan a favor de nuestra causa y, aunque al principio no les hace mucha gracia proteger a un sirviente como Zaziel, no tardan en comprender la importancia de la situación.

Mi hijo Lucas espera una señal. Cuando volvamos de las tierras de los Hollster enviaremos un pequeño séquito de hombres a caballo. Lo normal es enviar estos caballeros para informar de que llegamos a la ciudad con buenas nuevas, y por tanto no será nada raro. Pero hablarán con Lucas y le darán la señal.

Gholas solo trae a su guardia personal, y eso es perfecto. Intentaré atraerlo a mi causa. Y si no... tendremos un amigo menos, pero en ese mismo momento perderemos un enemigo.

Zaziel tiene órdenes de ir hasta Kihnstone, en zonas con poca gente, y siempre iluminando la piedra. Una vez los golems lleven uno o dos días causando destrozos, Zaziel saldrá de la ciudad por otra de sus puertas para volver a la capital. Entre mis hombres, hay un general que ha participado en numerosas batallas contra bandidos. Él, juntos  a dos de sus hombres, será el encargado de ir a mis tierras para informar a mi hermano de la situación y volver con refuerzos. Mis hombres ya son conscientes de la parte del plan que necsitan saber. Si es necesario matarán a Gholas, y en principio no tenemos por qué atacar a los Hollster. Esta gente seguirá las órdenes de los generales mientras sigan cobrando mi oro.

El silencio en el carruaje continua, pero de pronto Erik puede escuchar cómo en el exterior alguien está dando una especie de aviso, alguno de sus hombres. Y tras varios segundos, el carruaje se va deteniendo gradualmente. Antes de que ninguno de los dos pueda hablar, uno de los hombres de Erik se asoma a la ventana del carruaje. 

- Mi señor, el camino está bloqueado. Parece que algo ha derribado un par de árboles. No se preocupe, nos estamos encargando de apartarlos lo más rápido que podemos. 

Tras que el hombre se vaya, Erik puede sentir como Gholas aparta la cortina y se inclina hacía la ventana. Tras unos segundos emite un sonido de fastidio. 

- Parece obra de esos endemoniados Golems... Cómo si no tuviéramos bastantes problemas ya. 

Siento un rumor de ropas. Es Gholas girándose para mirar el bloqueo.

- Ejem... Gholas, aprovechando este momento de calma que tenemos, hay algo apremiante de lo que deberíamos hablar.

Gholas espera que inicie el tema con curiosidad, así que no me demoro.

- Espero que recuerdes la conversación que tuvimos antes de marcharme a las tierras de los Hollster hace unas semanas. Me refiero a la conversación acerca del futuro de Helltia. ¿Has pensado algo más al respecto?

Comenzar este tema era la señal. Escuché algún ruido fuera del carruaje. Algunos de mis hombres ya se estaban moviendo para protegerme en caso de que sea necesario... o hacer lo que les pidiera.

Gholas suspira sonoramente. 

- Confiaba no tener que hablar de esto de nuevo, Erik. - Dice con tono cansado. - Pero sí, recuerdo dicha conversación. Y sí, he estado pensando en ello... - Vuelve a un tono más serio. - Pero mis argumentos siguen siendo los mismos que entonces. El pueblo no podrá aguantar una guerra y nosotros no tenemos la fuerza para ganarla.

- No, Gholas. La pregunta no es si quieres o no una guerra. La guerra ya ha empezado. La pregunta es de qué bando estás. ¿De parte de los que quieren una Helltia mejor, o de parte del rey?

El sonido de mis hombres rodeando el carro se hace más notorio.

- Gholas, ¿vas a dejar que tu honor te impida elegir lo mejor para tus gentes?

Gholas se mantiene en silencio varios segundos, y entonces habla con un tono precavido, el típico tono calmado que se utiliza para calmar a alguien.

- Erik... - Comienza diciendo. - Temía que este viaje significara para ti más de lo acordado, y por lo visto estaba en lo cierto... Pero jamás pensé que llegarías hasta estos extremos. - Entonces, en un tono algo más suplicante añade. - Por favor, reconsidera el error que vas a cometer... - Y con un tono más serio. - Mi lealtad no va para aquel que tenga la corona sobre su cabeza si no para los inocentes que morirán a causa de un conflicto cómo el que propones. Para ellos es para los que hemos luchado todos estos años, y si de verdad quisieras lo mejor para Helltia, detendrías esta locura.

- No niego que vayan a morir inocentes. Al fin y al cabo es una guerra. Pero morirán inocentes para evitar que muchos más pasen hambre, vivan con miedo y estén bajo el yugo de un rey inútil y corrupto.

Me acerco más, hasta quedar cerca suyo.

- Dime Gholas, ¿morirás por Helltia, o vivirás para ella?

Fuera hay más rumor de movimiento. Seguramente ya estén posicionados.

- Moriré como siempre he vivido, Erik, haciendo lo que creo que es correcto. En otro momento, en otras circunstancias... Quizás hubiera escuchado tus palabras. Pero ya no, no cuando me has demostrado hasta dónde estás dispuesto a llegar... Pensé que podría hacerte entrar en razón, pero parece que ya es demasiado tarde. 

Erik puede escuchar el sonido de un arma al desenvainarse frente a él. 

Aunque puedo ocultarlo bien, no puedo evitar sentirme nervioso. Podría morir en cualquier momento. Sabía que esto sería posible desde el momento en que decidí tomar este camino. Aún sin mi, mi hijo podrá terminar llevando a cabo el plan, pero quiero vivir para verlo.

- Gholas, ¿en serio vas a atacar a un anciano ciego y desarmado? De todas las personas, ¿tú? ¿Es así como defenderás Helltia?

Intento mantenerme todo lo erguido y valiente posible, aunque dentro esté deseando encogerme para intentar resistir el golpe y me muera de miedo. Si oigo el zumbar de la espada no dudaré en poner mis brazos entre el arma y mi cabeza.

- No. - Responde Gholas, de forma solemne. - A no ser que no haya otra opción, no derramaré la sangre de alguien al que en el pasado consideré un amigo... Aunque se haya vuelto loco. - Pequeña pausa. - Ordena a tus hombres que se retiren, Lord Erik. 

Suspiro.

- Lamento mucho lo que está pasando, Gholas. De veras, me duele en el alma.

Abro la puerta del carro y hago ademán de salir, pero Gholas me detiene en el acto.

- Vale, vale. Comprendido, desde aquí.

Asomo la cabeza por la ventana del carromato, me llevo los dedos a la boca y doy un fuerte silbido.

No sé si me alegro o lamento el no poder presenciar la escena. Fuera del carro se oyen gritos y choques de metal contra metal, y metal contra carne. Cada uno de mis hombres se acercó lo suficiente a uno de los hombres de Helltia esperando este momento. Una daga en el cuello a traición, y elimino a una cantidad de hombres equivalente a la cantidad de los míos.

Aunque... quizá era una de las pocas veces en que me he alegrado de ser ciego. No soportaría ver la expresión de Gholas ahora mismo.

Las palabras sobran tras aquel silbido. Tan pronto como los hombres del castillo comienzan a caer, Erik puede sentir el frío filo de una espada a su espalda. La espada lo atraviesa por completo y Erik siente un dolor equivalente a cuando perdió la vista. La espada se desliza hacía fuera y el cuerpo de Erik cae al vacío (En dirección al hueco de la puerta debido a su posicionamiento). Pero antes de tocar el suelo, Erik siente cómo algo le agarra de un brazo y lo aparta hacía un lado bruscamente, haciéndole caer sobre la hierba. Acto seguido, y totalmente desorientado en el suelo, Erik puede sentir cómo sus hombres suben al carruaje... Y no tarda en sentir los gritos de agonía de Gholas Khanforn. 

Cuando parece que los sonidos de la batalla han terminado, Erik siente cómo algo lo coge en brazos con la facilidad con la que una niña podía coger a una muñeca, cómo si el cuerpo de Erik fuera ahora una simple marioneta. Y entonces, pierde el conocimiento. 

[FIN DEL CAPITULO 3]