El tiempo pasó, y salvo por conversaciones puntuales, el silencio era absoluto. Tras lo que podría haber sido 1 hora o 10, por fin se oyeron unos golpes en la trampilla. Uno de las guardias la abrió y de allí salió un hombre joven con una armadura mejor que la de los guardias que estaban vigilando.
- No olvides nuestra generosa oferta Rufus, estaremos esperando una respuesta para mañana o buscaremos a alguien más... Atrevido.
Silvano juraría haber visto a ese hombre en alguna parte, pero no recordaba donde.
- Vamos. - Dice el hombre mirando a los guardias, que lo siguen sin decir palabra.
- ''¡Rufus!, mierda, a este no tengo que matarlo.'' - Maldijo Silvano para si mismo. - ''Bueno, espero que al enterarse de la muerte de Rufus, el tal Julius se de por aludido. Tendré que esperar, solo un poco más...''
El tiempo vuelve a pasar, ahora parece que más lento que antes. A Silvano le comenzaba a doler el cuerpo de estar en la misma postura todo el rato, pero no podía arriesgarse a moverse ahora que todo estaba en un mayor silencio. Tras un tiempo que parece eterno, por fin se abre la trampilla.
- Esos gilipollas piensan que me voy a patear la ciudad en busca de un tio sin tener ni idea de donde está. No se que narices se han creído. Esto ha sido una perdido de tiempo, nos vamos.
Era un hombre con pinta de matón, nadie lo acompaña. Al oírlo, los matones de fuera comienzan a entrar, y tienen conversaciones triviales que por suerte ya no están escuchando los guardias de antes (Hacen comentarios bastantes ofensivos).
Al ver al otro hombre, Silvano se da por aludido de que lo están buscando, por lo que hay alguien que tiene especial interés en matarlo, o se trata de un complot para asesinar a los asesinos del Jarad.
Los siguientes momentos para Silvano son parecidos a una especie de ritual metódico en el que procede con mucha delicadeza. Primero se saca una segunda flecha que se prepara por si falla su primer intento. Después encara el arco cubierto en sombras bajo su manto. Inspira aire y tensa el arco con su objetivo en mente y a la vista. Apunta a zonas vitales del cuerpo, como pueden ser la cabeza, el cuello, la garganta, los pulmones o el corazón. Contiene la respiración por un momento y dispara su flecha. Solo su puntería puede hacer justicia a la precisión de Silvano.
Motivo: Destreza
Tirada: 1d6
Resultado: 3
La flecha viaja silenciosamente por el aire e impacta de lleno en la cabeza de Rufus.
Al hombre no le da tiempo a soltar ninguna otra palabra. Con los ojos abiertos como platos, pero ya sin vida, Rufus se desploma en el suelo del almacén. El caos no tarda en cundir en el lugar, y los matones no tardan en predecir la dirección de la flecha y señalan la posición en la que está Silvano. Algunos van hacía las escaleras de mano, otros van hacía fuera, para interceptarlo por si escapa por la ventana.
Tal cual Silvano es consciente de su éxito, se pone en pie, da media vuelta y recoge tanto la segunda flecha que se había preparado, como la vasija que había dejado apoyada contra la pared. Abre la ventana rápidamente, pero en silencio, mientras el resto de lacayos siguen sumidos en la conmoción del caos, localizando la procedencia de la flecha.
Recoge de la pared la cuerda por la que había entrado, y coge impulso para caer al otro extremo del pequeño muro, a poder ser, apoyándose encima de él para amortiguar su caída y poder saltar ipso facto a otro elemento que le ayude a caer a nivel del suelo sin perder el equilibrio.
Motivo: Agilidad
Tirada: 1d6
Resultado: 4
Motivo: Resistencia
Tirada: 1d6
Resultado: 2
En el momento en el que Silvano alcanza a pisar el muro (si es que lo pisa), suelta la cuerda (para no quedarse haciendo un movimiento estúpido de péndulo y chocarse contra la pared.)
Silvano no tiene ninguna dificultad para llegar hasta lo alto del muro, y parece que se puede mantener en equilibrio. Por desgracia, un fallo en el calculo de la distancia de caída ha hecho que tenga las piernas doloridas. Tras otro salto sobre una caja por fuera del muro llega al suelo. Como si hubiera estado siempre a su lado, aparece Roockie.
- La misión no ha terminado, hay que entregar el mensaje. Sígueme.
Y de pronto, Roockie comienza a correr entre las sombras, tan rápido que incluso a Silvano le cuesta seguirla con la vista.
Los matones ya habían salido del almacén, y habían visto a Silvano en el muro. Ya lo estaban rodeando, armas en mano. Por suerte Roockie había corrido en la dirección contraria.
Tira otra vez por Fuerza/Resistencia.
''Maldita sea ese Julius. ¡MALDITA SEA!''
Motivo: Resistencia
Tirada: 1d6
Resultado: 3
A pesar de sentir algo de dolor, Silvano no tiene muchos problemas para seguir a Roockie. Parece increíble que Roockie no se esté chocando con nada por el camino, pero Silvano se puede dar cuenta de que parece que está olfateando el aire. Tras una carrera de varios minutos, parecen dejar atrás a los matones y acaban en un callejón, a su derecha hay una calle transitada, por lo que allí estarán a salvo.
Roockie está exhausta, al igual que Silvano.
- Julius... El líder... El líder de los hombres con armadura. Llevaba un perfume. - Roockie sonríe, parece que le resulta gracioso. - E-el olor... El olor llevaba hasta aquí, si hay alguna taberna, burdel o posada cerca, tienen que estar dentro. - Respira. - Es importante entregar el mensaje, tienes que decirles que Rufus está muerto y darles a entender que tanto él como el hombre que lo envía pueden correr la misma suerte si nos siguen buscando. - Roockie se sienta a descansar. - Soy inútil en lugares concurridos, demasiados sonidos y olores... Esto solo lo puedes hacer tú. Te esperaré aquí.
Sylvano suspira. -''Esto me va a dar más problemas de lo que tenía previsto...''
Intenta localizar con la vista algún rastro de los hombres con armadura que había visto con anterioridad.
-''Mmm... ese hombre parecía importante. No creo que se haya hospedado en una posada... Quizá a estas horas de la noche esté buscando diversión en una taberna o en un burdel. Voy a probar suerte en el segundo, a ver si me relajo.''
Motivo: Sentidos
Tirada: 1d6
Resultado: 1
Tiro por avistar a ver si veo algún moñas de los de la armadura.
Parece que la búsqueda se prolonga más de lo que a Silvano le hubiera gustado, pero tras pasearse la calle arriba y abajo varias veces, escucha la voz de Julius venir de una taberna. La misma no llama mucho la atención y está en un callejón. Cuando Silvano se asoma los puede ver en una esquina, bebiendo felizmente. Es evidente que no quieren hacerse notar mucho, de hecho no llevan ningún estandarte en sus armaduras, por lo que parecen simples mercenarios. Son Julius y cuatro hombres con armadura, insinuarle algo ahí sería una locura. La taberna en sí no está muy llena, y sus diferentes clientes están muy separados entre sí.
Silvano entra en la taberna aparentando la máxima naturalidad posible. Se sienta en un taburete de la barra y se acomoda, como si viniera de trabajar en una dura y larga jornada en el campo. Alejado de los soldados de Julius, pide una inocente cerveza aparentemente para ahogar las penas. A los pocos segundos, y sin perder la atención de su objetivo vía auditiva, Silvano vuelve a dirigirse hacia la camarera/camarero de la barra en un tono que solo puede escuchar su interlocutor.
- Perdone, señorita. ¿Sería tan amable de invitar al hombre de la armadura a una ronda? Invito yo, por supuesto. Y entréguele esta nota también si es tan amable. - Añade Silvano con una jovial y contagiosa risa.
En el momento en el que el camarero/camarera le da la espalda a Silvano para llevar las bebidas a la mesa de Julius, Silvano se levanta y como el que no quiere la cosa, se va por donde ha venido, con la misma parsimonia con la que entró.
PD: Silvano hace como que bebe, está de servicio y eso implica ser profesional.
PD2: En la nota reza lo siguiente:
Las sombras te vigilan, no juegues con ellas o te consumirán como a Rufus.
Silvano desaparece por la puerta y se introduce en el callejón donde lo estaba esperando Roockie. Allí le confirma que la misión ha terminado y que pueden volver a casa. Antes de irse, se quedan un rato en el callejón y pueden ver como pasan de largo dos de los hombres con armadura que había en la taberna, en dirección al viejo almacén del puerto.
El paseo de vuelta transcurre sin incidencias. Roockie le suelta una ligera reprimenda a Silvano por el camino, por dejar que Julius se marchara. De no haber sido por su olor, la misión no hubiera podido ser cumplida. Y aún así Silvano tenía suerte de que Roockie no conociera los detalles de como había entregado el mensaje.
Una vez en la mansión de los Ramphart entran por la puerta de servicio. La cocina estaba a oscuras, lo que era extraño debido a que a esa hora Daga debería estar haciendo la cena. Algo nerviosos, Silvano y Roockie se encaminan hacía al comedor. Allí están todos, incluso Pals apoyado en una pared. Daga da vueltas nerviosa. Arc, Lancelot y Ariadna están sentados en la mesa, Ariadna sostiene lo que parece una carta entre las manos y Arc tiene un cuervo al hombro.
Cuando Daga ve entrar a Roockie y Silvano, se acerca a ellos nerviosa.
- ¿Donde narices estabais?
Pero no parece una reprimenda, es más bien como que lo grita para quitarse estrés de encima.
Ariadna levanta la vista, y mira fijamente a Silvano y le saluda con la cabeza. Hace un recorrido con la vista por la sala, y entonces su mirada se vuelve decidida. Deja la carta sobre la mesa.
- Haced la maletas, mañana partiremos hacía el desierto de Emphart.
[FIN DEL PRÓLOGO]