Partida Rol por web

Hannah no vuelve a la carga por el momento, y mira a Gustav de reojo, no parece tan convencida cómo él. 

Por otro lado, parece que el hombre que está haciendo de portavoz se comienza a cabrear. 

- ¿Cómo que no la tenéis? ¿Dónde está? - Parece que se está alterando. 

- Un hombre nos contrató para traerle a Erina, viva. Se la entregamos y cuando ibamos a seguir nuestro camino ha pasado esto. Lo mejor que tienes es que te digamos por donde se han ido y salgas ya a perseguirlo. - Me pongo en guardia. - O podemos continuar el combate. -

- ¿Que os contrataron? - Dice el hombre, extrañado. - ¿Quién se supone que sois, entonces? Alguien ha estado actuando en las sombras, a nuestro alrededor. ¿No eráis vosotros? - Gustav va a responder, pero de pronto el hombre le detiene con una gesto de la mano. - Bueno, ahora mismo eso ya no importa. Seais quienes seais, aceptasteis un encargo contra hombres de la Iglesia, y eso os hace enemigos igualmente. Espero que la muerte de uno de los vuestros os haya servido de escarmiento sobre que tipo de encargos debéis aceptar. - El hombre le hace un gesto a sus dos compañeros para que se acerquen. - Salgamos afuera, y mostradnos el camino. No liberaremos al niño hasta que estemos lejos de la posada, así que no intentéis ninguna tontería. 

Hace un gesto con la cabeza, en dirección a la puerta, cómo si esperara a que Gustav saliera primero. Hannah, por su lado, sólo mira a Gustav y al hombre alternativamente, esperando la decisión de Gustav. 

Hago una señal a Hannah para que salga y miro hacía arriba y hago otra señal para que Silvano este atento. - Bien, trato hecho. Cumplire con mi parte pero como no cumplais vosotros con la vuestra no habrá nada bajo el cielo que os pueda proteger. - Salgo, vigilante de cualquier trampa. y cuando estoy a fuera les explico por donde ha ido el hombre con Erina. - Estando Erina inconsciente no creo pueda moverse muy rápido.

Cuando Gustav le hace la señal, Silvano abandona la sala, se sitúa frente a Pals, se agacha, y recoge arma y funda con delicadeza. Cuando está a punto de levantarse, le susurra "Requiéscat in pace" y acompaña la cita con la palabra sombra. Guarda su espada en el cinto y el mandoble de Pals se lo coloca en la espalda. Tras eso, acompaña a Gustav hasta el exterior. 

Todos abandonan el lugar sin ningún incidente, a pesar de que la tensión es palpable. Para la sorpresa de Gustav y Silvano, uno de los hombres de Erina sale al exterior de la posada cargando con el cuerpo inconsciente de la compañera de Erina, no parecía posible que hubiera tenido tiempo para ir a buscarla en el intervalo que había transcurrido. 

En todo caso, tras la explicación de Gustav, los tres hombres, cargados uno con Smith y otro con la mujer, parecen listos para partir. Pero en el último momento, el hombre que había estado hablando todo el rato, se gira hacía Gustav. 

- Soy un hombre de palabra, si nuestros caminos no se vuelven a cruzar, no tendremos porque volver a enfrentarnos. - Frunce el ceño. - Sin embargo, hay un último detalle que debemos zanjar. - Señala la funda de espada que reposaba en la cintura de Gustav. - La espada, pertenece a Erina y su valor sentimental es mucho más grande que lo útil que te pueda parecer a ti.  

- Os devolveré la espada si puedo pagar con la sangre de quien mató a nuestro compañero. Creo que el valor sentimental de su vida era mayor que vuestra necesidad de matarlo. - 

El hombre mira fijamente a Gustav, durante un rato, con la boca firmemente cerrada. Es evidente que está pensando en algo profundamente. Pero de pronto, y sin decir palabra, se da la vuelta y se comienza a alejar. 

- Más vale que Erina esté bien, si no seremos nosotros los que removamos tierra y cielo para encontraros. 

Y con estás palabras, se adentra en el bosque junto a sus compañeros. Cuando han pasado un par de minutos, Gustav y Silvano ya los han perdido de vista completamente. 

- Me hubiera gustado arrancarle la cabeza a esa cabrón. - Dice Hannah con rabia, poniéndose al lado de Gustav. Después suspira. - No se cuál era la decisión correcta, Araña, pero un mago... Nunca había enfrentado a ninguno. Supongo que era demasiado arriesgado. - Mira hacía el bosque. - Sólo espero que si encuentran a Sonrisa se encarguen de clavarle una daga en las entrañas. El Jarad no necesita a hombres cómo ese. 

-Deberíamos seguirlos por si no cumplen su palabra, todavía no han liberado al chico. -añade Silvano al comentario de Hannah. -¿Están preparados los caballos?

- Cumplirán con su palabra, no les sirve de nada mantener a Smith. - Miro a Silvano a Hannah  - Podemos seguirles para vengar a Pals pero creo que lo mejor será enterrarlo y seguir nuestro camino. - 

-Supongo que tienes razón... -dice mientras aprieta el puño con fuerza. -Al menos merece un entierro digno. Pero más vale que aparezca pronto Smith o pienso matarlos a todos. 

- De seguirlos me puedo encargar yo. - Dice Hannah. - El sigilo no es una de vuestras virtudes... Si intentan algo, no verán venir mi ataque. Traeré a Smith de vuelta, de mientras, encargaros de sacar a Pals. Pero... No nos dará tiempo de cavar una tumba aquí. Si Sonrisa ha dicho algo con sentido hoy, es que los bandidos de los montañas volverán exigiendo venganza.

Y dicho esto, Hannah se adentra también en el bosque. Por la forma de moverse casi parecía un animal salvaje en medio de la maraña de vegetación, acechando a su presa sin hacer el menor ruido. 

Antes de que se vaya le doy varias de las esferas rojas.- Estas esferas contienen la planta tóxica si la intentan quemar el humo los matara más rápido que la planta normal. Cargaremos el cuerpo de Pals en los caballos y te esperaremos en el pico del halcón.  - 

Una vez que Hannah ha desaparecido, Gustav y Silvano se ponen manos a la obra. La actividad en el interior de la posada continua, pero ahora todo se ha convertido en susurros de terror. Si bien no lo habían vivido de forma directa, las personas que habían pasado la noche allí iban a recordarla toda su vida. Y sin duda el dueño se acordaría y maldeciría a Gustav durante muchos años, viendo cómo había dejado el almacén y una de la habitaciones de la primera planta, a parte de que el rumor de que en aquel lugar ocurrían aquel tipo de incidentes no aumentaría la clientela. 

En todo caso, nadie molesta a Silvano y Gustav cuando ambos cargan con Pals y salen del local. Tal y cómo Hannah había dicho, los caballos ya estaban preparados, atados a un poste cercano al establo. Así pues, tras asegurarse de que Pals estaba bien sujeto y atar a un caballo más para Hannah, ambos jinetes desaparecen entre las sombras de la noche. Dejando por fin atrás la posada de los Tres Caminos, lugar al que sin duda tardarían mucho en volver. 

[VOLVER AL CAPITULO 3: Promesas y Cenizas]

[VOLVER AL CAPITULO 3: Perdida]