Partida Rol por web

Una luz siniestra iluminó los ojos felinos del duque. Asintió lentamente con la cabeza. 

-Ah... claro... ya entiendo...

Hizo una seña a su guardaespaldas mrrshan y señaló a Leashrra:

-Zaku, prende a esta hembra: es una espía. Ponle unos grilletes energéticos y llévala a la celda de a bordo. Quiero interrogarla a fondo. 

El soldado se movió con velocidad pasmosa. De repente tenía unas esposas en la mano y estaba detrás de la joven noble. 

El duque se dirigió al androide y los guerreros klackon:

-Vosotros, asegurad la zona. Quiero un registro completo de este hangar antes de dejar este planeta inmundo. ¡Hay algo que huele muy raro aquí! 

Leashrra miró al guardia con los ojos abiertos como platos y las pupilas muy dilatadas.

- ¿Eh?- fue lo único que pudo decir antes de que la esposaran y la inmovilizaran. Se sacudió un poco, pero era inútil. Ese condenado felino la había atrapado demasiado deprisa.- ¿Qué está pasando aquí? ¡Exijo una respuesta!- exclamó indignada.

O el Duque hacía muy bien su papel, o ella había fastidiado su excusa. Apretó los dientes con frustración y se sacudió de nuevo. Echó un vistazo alrededor, buscando a alguien que pudiera ayudarla. Sacó las garras por instinto, pero no podía hacer mucho más.

- ¡No me toques con esas asquerosas manos, plebeyo!- le gritó al mrrshan que la había cogido. Acto seguido intentó darle un pisotón para enseñarle cómo reacciona una dama ante los acosos.

El guaraespaldas soltó un aullido de dolor cuando el delicado tacón de mrrshan  (elegante y grácil para su función estético-motriz pero puntiagudo como el aguijón de un escorpión trolakido) se incrustó en el cuero anodizado de su bota.

Con un indigno movimiento de caderas, Leashrra logró desequilibrar a su guardián que cayó de espaldas sujetándose el pie.

El duque, hasta ese momento gritando órdenes por su comunicador, la observó con la boca abierta sin saber cómo reaccionar. 

La joven miró a su alrededor desesperada: la puerta del hangar estaba cerrada aunque no parecía especialmente segura. Había visto salir por allí al androide y a los guerreros klackon. La nave estaba más cerca y la puerta, abierta pero dentro estaba el otro guardaespaldas. La única otra posible salida era la que empleaban las propias astronaves, abierta y diáfana : no había nadie allí pero una espesa niebla marrón de aspecto aceitoso era mantenida a raya por los campos magnéticos de la colonia. 

Leashrra apretó los dientes : para esto no la habían preparado sus tutores. 

Por increíble que pareciera, Leashrra había conseguido librarse de ese condenado guardaespaldas gracias a su infalible tacón. Ya le habían dicho varias veces que era un calzado adecuado para todo tipo de situaciones, pero nunca lo había puesto en práctica. Al ver que, de momento, tenía vía libre, no dudó demasiado y se puso a correr hacia la puerta que habían cerrado. ¡Seguro que habría una forma de abrirla, de algún modo! Por desgracia, los tacones no eran tan buenos para correr, pero ella ya estaba acostumbrada. Incluso había estado en un tiroteo con ellos puestos. El problema era que ahora también tenía las manos atadas en la espalda...

Echó la vista atrás un instante para vigilar qué hacía el Duque y comprobar si el otro mrrshan se había recuperado de la inocente agresión. Volvió a mirar hacia delante deseando que aquella puerta pudiera abrirse... Porque, si no, lo tendría muy negro.

Leashrra se detuvo delante de la puerta dando nerviosos saltitos como si tuviera que ir al baño. Una puerta cerrada.

No era que el concepto le fuera totalmente ajeno: las puertas podían abrirse y cerrarse. Había abundantes puertas en el Imperio Mrrshan, algunas abiertas y otras cerradas, algunas para no entrar a ciertos lugares (por lo general, de escaso interés para ella) y otras para no salir de otros (normalmente aún más desagradables). El único pequeño detalle es que normalmente eran automáticas o, mejor todavía, un sirviente delante de ella se ocupaba de aquellas nimiedades, o sea, abrirlas o cerrarlas.

Evidentemente, aquella puerta no podía ser muy diferente. Tenía que tener un... pacoporte en alguna parte. Quizás incluso esas cosas con un nombre tan gracioso (Leashrra era incapaz de recordarlo) en los lados que jugaban algún papel fundamental (pero desconocido) en todo el proceso.

Dejó de morderse el labio inferior al ver un pequeño teclado a un lado: sin duda, allí estaba la clave. Lástima de manos atadas a su espalda.

Tentativamente, intentó levantar una rodilla para apretar los botones (por el momento, pensar que abrir la puerta requiriese algo más que apretar un único botón escapaba a su entendimiento). Sin embargo el tacón mrrshan de su otro zapato (elegante y grácil para su función estético-motriz pero poco estable para hacer equilibrios) se dobló en el peor momento y Leashrra cayó de manera indigna golpeando el teclado con la cara.

Emitió un gañido de dolor que se interrumpió al ver cómo la puerta se abría con un silbido...