Partida Rol por web

A medida que iba acercándose al lugar comenzó a escuchar los sonidos propios de una lucha, entró al callejón para descubrir a dos matones de Manuel Velazco, quien muy pretenciosamente se había apodado a sí mismo "El Chef", dándole una golpiza a un muchacho seguramente por las deudas de meta.

El chico tenía una cortada arriba de la ceja que sangraba profusamente y le dificultaba el enfocar la visión. Tomó un palo de madera y les llamó la atención dispuesta a patearles el trasero, no sería la primera vez, ya se habían cruzado hacía relativamente poco cuando molestaban a otra persona del barrio, así es como se había enterado que tenía contrincante para su territorio. -¡HEY! ¿Qué mierda están haciendo? Les dije que no molestaran por aquí.

Los matones se giraron hacia la latina, uno de ellos tenía un bate de aluminio, mientras el otro llevaba mancuernas, el olor a sangre delataban que con ella le habían abierto la cabeza al chico que intentaba levantarse, desorientado y asustado. Posiblemente también drogado.

-¿Y tú quien te crees que eres, mamacita?- Dijo el de las mancuernas, pero el otro le puso la mano en el hombro. -Joss, que es la que le rompió el brazo a Leo.- Apuntó con cierto nerviosismo. El tal Joss miró con mayor atención a la loba, pero no cambió su actitud. -Escucha, mami, éste no es tu puto asunto. ¿Eres la novia del niño o qué? Piérdete.-

-Vámonos, tío... Murmuró el otro. -Ya Cogui recibió su mensaje, ¿vale? Vámonos de aquí.-

Que le den, el que golpea primero, golpea dos veces.

Yenny no tenía mucha paciencia y había dado un ultimátum, el que avisa no es traidor. Mientras no estaba transformada en lobo mantenía algunas de las habilidades que se veían exaltadas cuando la luna estaba llena, una de ellas era la agilidad, otra la fuerza. Comenzó a correr encarando hacia los matones pero se desvió hacia una pared lateral que usó como apoyo para impulsarse y saltar hacia ellos, con la expresión llena de patente ira.

Golpeó al del bate en el brazo con el palo aprovechando la sorpresa (o el terror, quién sabe qué habrán visto en su cara) y lo tomó mientras se interponía entre el chico que seguía sangrando detrás de ella y los otros, que retrocedieron. -Mamacita tu abuela, la próxima les vuelo los dientes con esto -movió el bate -... A los dos. Les doy tres segundos para irse -siseó sintiendo cómo la adrenalina se le subía a la cabeza.

El del bate soltó un grito nada masculino al escuchar como el hueso se rompía, dejándole el brazo colgando al costado, inútil. El que se llamaba Joss pareció darse cuenta entonces que Yenny no era cualquier mamacita. -¡Hijaputa!-[/i] Dijo en español, pero no se le vio intenciones de quedarse a enfrentarse con ella. -Esto no quedará así, ¿me oyes? El Chef no olvida ni perdona.- Por si acaso, dijo todo tan rápido que apenas se le entendió, pero antes de que se cumplieran los tres segundos ya estaban corriendo fuera del callejón.

-Gracias.- El chico se llevó una mano a la frente donde tenía la herida, y retrocedió hasta apoyarse a la pared. -Creí que esta vez no lo contaba...- Quizás estaba hablando muy pronto, pues ni bien su espalda tocó la pared, se fue deslizando al suelo, medio inconsciente.

Una sonrisa socarrona se manifestó en el rostro de Yennifer cuando el tipo soltó el gritito y se mantuvo hasta que ambos se fueron del callejón, claro que Chef no olvidaba, pero ella tampoco y todos al final reciben lo que merecen.

Tendió la mano al chico en el suelo solo para verlo deslizarse hasta el piso y le agarró cierta desesperación porque no tenía idea de cómo ayudarlo... El 911 quedaba descartado porque quizás era ilegal como ella, o peor, le harían querer confesar sobre el chef y estaba claro que era un adicto, no diría nada de su dealer por más que la gente de este casi lo matara. Eso sí, parecía que recién empezaba: no estaba excesivamente flaco ni tenía ojeras, ni le faltaban dientes, y había resultado gentil, no agresivo.

"Lo único que falta es que me vean con este y el bate en la mano" pensó. Sacó el celular y marcó el número de Mateo para que la ayudara a llevarlo a la clínica del barrio a la que iban todos los ilegales, en caso de que no le atendiera llamaría al señor Cross.

De momento parecía que nadie afuera se había dado cuenta aún de la actividad en el callejón, aunque seguramente habrían visto al par de matones salir corriendo como si se les fuera la vida en ello. No tardarían en aparecer curiosos, por lo que Yenny tenía tan solo unos pocos minutos antes de tener que responder preguntas incómodas. Mientras esperaba que Mateo le atendiera, pudo ver desde la esquina como la van de Lonan aparcaba al otro lado de la calle...

Cuando vio la furgoneta del lupino le dejó un mensaje de voz a Mateo, limpió el bate como pudo y lo dejó junto al muchacho desmayado por si acaso, luego fue hasta donde estaba la van con paso rápido pero no corriendo, aunque casi. Cuando llegó por poco se colgó de la ventana del conductor -¡Lonan! -gritó de lo agitada que estaba, tragó saliva y contuvo una risa de solo pensar en que podría haber llegado a asustar al lobo -Por favor, tienes que ayudarme... Tengo que llevar a un herido a que lo vea un doctor -se mordió el labio -Ha habido una pelea... -parpadeó un par de veces, pensó en seducirlo, claro... pero la verdad es que era bastante mala para eso. Muy. Y un lobo viejo como este seguro se sabía todos los trucos de los más jóvenes, entonces no le quedó otra que ir a lo práctico -Mira, este es mi territorio, no puedo dejarlo ahí tirado, me dará problemas... y tampoco está bien -lo miró seria, pero buscando comprensión con su lógica -Y si no tengo problemas, no podré ayudarte a rastrear tu zona. ¿Sería mucho problema llevarlo aquí a unas calles? ¿Por favor?

El lobo miró a Yenny en lo que parecieron largos segundos para la latina, antes de girarse hacia uno de sus seguidores que estaba en la parte de atrás de la furgoneta. -Ve y ayudala.- Momentos más tarde recogían al joven en estado semiconsciente y lo metían en la parte de atrás de la van. -Sube.- Le indicó, casi ordenó, Lonan a Yenny y le hizo una indicación al conductor para que arrancara.

-Tú dirás a donde quieres que lo dejemos... ¿Cómo es que te llamas?- Lonan, que había estado en el asiento del copiloto, se había pasado a la parte de atrás. El joven estaba en el suelo de la camioneta, y junto a Yenny estaba el que le había ayudado a subirle.

Una expresión de alivio indisimulable se dibujó en el rostro de la adolescente cuando Lonan aceptó ayudarla. Una vez con el muchacho dentro del vehículo le indicó al conductor -Ve hasta Towne Ave. entre la 7ma y la 6ta calle, allí está la clínica de la doctora Rosamunda, ella atiende este tipo de casos sin preguntar, es una clínica para ilegales.

Mientras el vehículo se ponía en marcha miró a Lonan unos segundos, midiendo si la estaba recordando -o algo así- antes de decir -Gracias -se pasó el mechón detrás de la oreja. Su mente de mujer latina le advirtió con alarma que estar en la parte de atrás de una van rodeada de tipejos no era algo bueno, pero había poco que pudiera hacer en aquel momento y tenía que confiar en los conocidos de Mateo y del señor J.

O eso se dijo.

-Soy Yennifer -contestó parcamente, rogando que las pocas calles que los separaban de la clínica pasaran rápido. Como no sabía quedarse callada, especialmente cuando estaba nerviosa, agregó -Los estaba esperando cuando tuve este percance con unos drogones, lo estaban moliendo a palos -señaló con la barbilla al chico en el suelo.

Finalmente, llegaron al lugar y estaba Josué a quien Yenni conocía en la puerta.

Lonan detuvo a Yenny apoyando su mano en su hombro mientras el otro hombre, un hombre de veintitantos, de piel oscura y cabello rapado con líneas laterales, bajaba al muchacho herido de la van. -El chico va a estar bien, no te preocupes por él.- Los instintos de la latina ya le habían advertido de que todo había sido demasiado fácil, la ayuda otorgada sin que esperaran muchas explicaciones, el trato amable de alguien que ella había conocido en una faceta menos agradable. Pero no tuvo tiempo de reaccionar, cuando sintió como una potente descarga de alto voltaje hacía contacto con su nuca. Aquello seguramente habría sido capaz de matar a un humano normal, pero a Yenny la paralizó por completo, haciéndole perder el sentido. Antes que todo se hiciera oscuro, escuchó como un eco las palabras del viejo lobo.

-Tú y yo tendremos una conversación, Yennifer. Tienes cuentas que saldar...-

Debería haber escuchado a sus entrañas cuando le decían que algo no andaba bien. Debería peeero, no lo había hecho y ahora un dolor paralizante daba lugar a una pérdida de conciencia en cámara lenta, típica de las situaciones en las que el cuerpo se desconecta antes que el cerebro y este no entiende lo que ocurre. Antes de desmayarse escuchó la voz de su madre entre sueños: "Te lo dije, güerita: ninguna buena acción queda sin castigo".