Tara escuchó el juicio del excazador y asintió diligente, dispuesta a hacer lo que le indicase.
-- ¡Eso está hecho Jefe! Sé quedarme muy quieta, ya verá, que yo he trabajado muchos años de modelo para artistas. ¿Sabe usted?
Le devolvió la mirada a lo ojos, tal vez de forma demasiado intensa y después comenzó a seguir sus indicaciones, tratando de recolocarse. No parecía encontrar la postura óptima así que se fijó en la de Percival, aunque le sirvió de poco. Así que tras varios intentos fallidos y siguiendo el consejo del gurú, finalmente terminó de plantar el trasero en el suelo y cruzarse de piernas con las manos en las rodillas, su postura favorita.
Jaffe cerró los ojos y ella se quedó un momento mirándolo como esperando algo, hasta que cayó en la cuenta de que también debía cerrarlos y tras una risilla infantil, hizo lo propio. Aunque abrió levemente un ojo durante unos segundos para ver si seguía el rollo y plantó la oreja a la explicación.
-- Sí, sí, --contestó convencida-- como el péndulo ese de las Focas, lo pillo. ¿Pero esto es seguro verdad? No vaya a ser que me quede colgada o algo como el otro día, jaja.
En cuanto guardó de nuevo silencio apretó un poco más los ojos, tratando de concentrarse en imaginar el dichoso péndulo y se vio a sí misma esquivando la bola con unos pasos de baile de lo más funky.
"No, no, Tara colega" --se reprendió a sí misma en silencio-- "hay que pararlo tía, no esquivarlo".
Y su yo imaginario con alas, asintió desde ese plano a su voz interna y tras una nueva esquiva usando un giro muy chachi de 360 grados, se puso cómicamente muy seria y plantó cara a la bola, que se la llevó por delante.
-- Joe Jefe, esto es muy complicado, pero vuelvo a intentarlo.
La vapuleada Tara con las gafas torcidas se levantó, alzando el pulgar para indicar que estaba guay y volvió a la carga. Esta vez lanzando algunos destellos de poder, que al menos ralentizaron un poco el paso de la bola.
-- Aaaah... Creo que ya puedo hacer algo.
Teme abrir una puerta que no pueda cerrar.
Durante unos minutos, Percival pudo ver la complicada lucha que Tara tenía en poder lograr frenar sus pensamientos, que al parecer se movían tan inquietos como ella. De hecho, vio en el rostro de la hada como sacaba la lengua y fruncía la nariz un par de veces, las manos repiqueteaban inquietas sobre sus rodillas. Mientras esto pasaba, por unos segundos pudo ver una puerta que se iba formando a su espalda. Era claramente una ilusión, pero a medida que la iba viendo, el veterano comenzó a sentir que no le era desconocido el marco de aquella puerta. Un arco de plata.
Antes de poder continuar, unos golpes en rápida sucesión en la puerta de la iglesia del señor Jaffe rompieron la concentración de aquel lugar. -¡Señor Jaffe!- Tara reconoció la voz de Andy Cole. -¡Déjeme entrar, por favor!-
Tara, ¿cuantas hadas se encontraban el ritual en el que participaron Elías y tú?
Percival, ¿en que parte de L.A. se encuentra el Arco de Plata?
—Pero..., ¿qué? —Percival detuvo bruscamente el ejercicio de meditación al ver y oír a aquella persona que golpeaba la puerta de su local con energía. Les había interrumpido justo en el momento en que el veterano ex cazador había empezado a vislumbrar algo de lo que se cernía sobre Tara, así que no se sentía especialmente alegre.
Salió raudo y veloz hacia la entrada, entreabrió la puerta y le echó un vistazo de arriba abajo al intruso.
—Lo siento, chica... chico... chique... —no lograba distinguir muy bien su género—. Estoy en mitad de una sesión privada. ¿Te importa venir en otro momento?
Sin esperar respuesta se dispuso a cerrar de nuevo.
¿Un arco de plata es un acceso al mundo de las hadas? Si es así imagino que debe estar en algún lugar de fantasía de la ciudad. Y no creo que haya un lugar más fantástico que algún estudio de Hollywood. Especialmente si se abandonó por la crisis.
Tara estaba a su rollo tan pichí, imaginándose a la mini-Tara frenando la bola de pensamientos. Por raro que pareciesen sus técnicas mentales, algo debía estar funcionando en aquella cabecita loca. Mientras una nube en su mente tomando extrañas formas que trataban de emular algo parecido a los recuerdos, el hada pudo llegar a desarrollar un pensamiento fugaz: Que el señor Jaffe era un genio, normal que le fuera bien el negocio de las iglesias.
La niebla tomaba formas y colores, hasta formar una imagen nítida de aquel sueño que había tenido anteriormente. Unas trece hadas con figuras de madera se sentaban en el suelo en círculo con seriedad en sus miradas, pero Tara no alcanzaba todavía a escuchar, el ruido blanco era muy intenso, como una radio a todo volumen sintonizando. Y cuando ya parecía que la frecuencia llegaba, unos golpes la sacaron de la onda, sobresaltándola.
No tardó en levantarse para ir tras el señor Percival y cuando escuchó a Andy se puso detrás del predicador.
— Eeeey pero si es le colega Andy! ¿Qué pasa con tu rollo prime? Estamos haciendo una sesión de espiritismo, jaja. ¿Te apuntas?
El rechazo de Percival fue recibido con desesperación por la figura de cabello corto, quien miraba por encima de su hombro. Su antebrazo tenía una marca oscura, y desprendía olor a cabello chamuscado. Era difícil definir si sus ojos enrojecidos eran por la droga, por el humo, o por algo más, ¿estaba llorando? -Joder, tío, ella me dijo que viniera, que usted podía... por favor...- La aparición de Tara la hizo exhalar un gritito casi alegre e histérico. -¡Tía, es... Es el Starlight! Joder, joder, le han prendido fuego al Starlight!-
Escena Cerrada.