Miércoles 20 de Enero
Dos días han pasado desde el ataque a la tienda de Ekon, con los distintos eventos que cada uno vivió. El mundo sin embargo parece ser el mismo. En las noticias apenas si apareció una pequeña nota sobre el ataque a la tienda de antigüedades, siendo más destacado el artículo sobre la destrucción del Wiltern Theather. Sin embargo en la ciudad del showbusiness la muerte de algunos asiáticos no es tan importante como las fotos y el espectáculo que fue la fiesta pre-rodaje para la gran película del año, o la impactante noticia sobre el actor Trevor Ordalia, el cual según fuentes anónimas había sido internado en una clínica de rehabilitación y no podría participar en Sueño de una Noche de Verano.
Aunque, ¿qué es el tiempo para un fantasma? Para un ser que no necesita dormir o comer, las horas no tienen importancia. Visitando sepulcros nuevos y altares en los hogares coreanos, el corro de niños que habia comenzado a seguir a Ash a donde fuera fue reduciéndose, hasta que ya solo un par permanecía: una chica y un chico de ojos oscuros y sonrisas tristes, melancólicas.
Debbie tenía otras preocupaciones en mente. La foto de Andrew había aparecido en el periódico, participando en una fiesta aquel lunes, cuando creía que estaría ya lejos de Los Ángeles. Seguro era culpa de esa pelirroja que se le había metido entre los ojos. También estaba la presencia de Frederick y Dedos de Plata, y finalmente su marido. A pesar de que apenas si se habían visto en aquella fatídica reunión en la tienda de Ekon, ambos habían recordado como el anticuario les había presentado, sugiriendo que quizás el espectro sería de ayuda para la despertada en entender qué había ocurrido con Jester. En la sala de la casa de aquel agradable vecindario, se produciría un intercambio de lo más inusual...
Este tema es con la necesidad de crear un lazo entre los personajes que menos se han relacionado. Ekon le dijo a Debbie que hablar con Ash podría darle perspectiva sobre Jester. Inicien la escena como mejor crean, y veremos a donde conduce.
Debbie ¿qué consejo ominoso te dejó Ekon antes de irse con Max?
Ash ¿quienes son los dos niños que aún no han terminado de partir?
La señora Paxton estaba sentada, mirando al horno, esperando a que el tiempo necesario para que sus galletas estuviesen completamente horneadas hubiese pasado. Al contrario que muchas otras veces, no se enfrascaba en la limpieza minuciosa de su cocina o en la confección de deliciosas confituras. Tampoco leía — releía más bien— una de sus queridas novelas policíacas. Solo esperaba. Cualquiera podría suponer que le daba vueltas una y otra vez a lo enrevesado de la situación sin que la intuición, el ingenio o habilidad jugando al bridge le sirvieran de nada. Pero solo esperaba.
La campana del horno rompió esa espera . Un sonoro ping mecánico, muy diferente a esos pitidos desquiciados, tan parecidos al de un radio despertador. Debbie, ayudada de sus fieles manoplas, extrajo cuidadosamente la bandeja del horno y la dejó sobre la encimera de mármol.
¿Tenía invitados y por eso había hecho galletas? ¿O es que las galletas atraian de algún modo a las visitas? Aquella era una na incógnita tan grande como la de «¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?».
Porque, a pesar de la quietud de la casa enmoquetada de la señora Debbie Paxton, únicamente rota por el apagado murmullo de loa lejana coches y el quedo gorgoteo del refrigerador si que había alguien más que ella en la casa.
Debbie alzó la vista por encima de sus gafas de cerca y escudriñó la oscuridad del corredor, cerca de la puerta del sótano.
—Señor Ash, ¿Le gustan las galletas?
Oh, Ekon le dijo a Debbie que los que no encuentran reposo no lo hacían por alguna razón. Y que esas razones no solían ser buenas.
De pie en el salón de la señora Paxton, Ash reflexionaba sobre los acontecimientos de los últimos días. El grupo de niños fantasma que lo rodeaban había ido menguando hasta quedar reducido a apenas dos pequeños de unos diez o doce años, hermanos entre sí, que aún no habían sido reclamados por sus familiares.
Ash los había ido acompañando en sus distintos rituales religiosos. Eran ceremonias llenas de dolor, teniendo en cuenta que estaban despidiendo a criaturas de muy pocos años. El fantasma no conocía los ritos funerarios coreanos, pero aprendió bastante sobre ellos en apenas unos días. Los cuerpos no se exhibían, porque lo consideraban una falta de respeto. En lugar de eso, se mostraban fotografías o retratos de los muertos. Había comida y bebida, y también muchas flores. Los cuerpos se incineraban y las cenizas se guardaban en urnas o jarrones, o bien se esparcían por algún lugar especial o significativo.
Los pequeños fantasmas se fueron desvaneciendo uno tras otro, cada uno en un momento distinto. Ash no era capaz de determinar el momento exacto. Es como si en un momento el pequeño espectro estuviera allí y, al instante siguiente, desapareciera. Impelido por un sentimiento de curiosidad, Ash trató de encontrar el momento justo en el que cada fantasma se desvanecía, pero era algo tan imposible como saber en qué momento te quedabas dormido.
Solo quedaban dos niños junto a él. El pequeño Han Ae-Sang y la pequeñ Han Sun-Mi, su hermana. Ash no sabía quién era el mayor y quién la pequeña, y los niños no hablaban demasiado, únicamente lo seguían por doquier. No habían reclamado sus cuerpos, que permanecían aún en la morgue. La madre de los Han había desaparecido y el espectro no sabía cómo encontrarla.
Pero sentía que debía hacerlo.
Porque algo acechaba a los pequeños fantasmas. Una presencia extraña que acechaba en las sombras, lejos de la visión del espectro. Una presencia que parecía hambrienta, como si fuera un lobo que espiara a un rebaño de ovejas, listo para saltar y llevarse a uno de los más indefensos. Ese extraño cazador se había mantenido a distancia, como si temiera enfrentarse a Ash, pero no se había desvanecido. Aún les acechaba.
Es por ello que los niños permanecían aquí, al lado de Ash. Invisibles pero tangibles. Eran obedientes y se habían quedado sentados en un rincón, esperando donde el espectro pudiera verlos.
Perdido en estas reflexiones, Ash tardó en responder a la pregunta de la señora Paxton.
—No lo recuerdo, señora Paxton —dijo, elevando la voz y sin ninguna entonación en especial—. Pero, en cualquier caso, me daría lo mismo que me gustasen o no.
En realidad, sería incluso preferible que no le hubieran gustado en vida.
Me encuentro visible y audible en esta escena, pero inmaterial.
Los dos niños son el pequeño Han Ae-Sang y su hermana, Han Sun-Mi. Son hijos de una mujer inmigrante de Corea del Sur que vino a Los Ángeles en busca de fortuna pero que terminó metida en más problemas de los que podía asumir. O al menos eso ha podido averiguar Ash; los niños no hablan demasiado y es complicado comunicarse con ellos.
La madre está desaparecida y los cuerpos de los hermanos Han permanecen en la morgue mientras alguien da con la madre. En teoría se podría encontrar a otros familiares, pero todo parece haberse perdido en un trance burocrático.
Paxton asintió educadamente como si comprendiese a qué se refería el fantasma. Aún así, parecía algo decepcionada, como si, por alguna razón, hubiese esperado una respuesta más positiva.
—Bueno.
Lo habría dejado ahí, de no ser por su insaciable curiosidad. Ganas de cotillear, que dirían algunas. En realidad, cada una de las preguntas de la vieja jugadora de Bridge buscaban respuestas con las que componer complicadas teorías.
—Y dígame, señor Ash — cerró la puerta del horno y se volvió hacia la tétrica figura en su cocina —, ¿Hay algo de lo que se acuerde, algo que le recuerde a su vida anterior? ¿Qué le trae hoy por aquí?
Motivo: Calar a Ash
Tirada: 2d6
Dificultad: 10+
Resultado: 5(+3)=8 (Fracaso) [4, 1]
En realidad, me gustaría "Calar a Ash", en cuyo caso, lo que me interesaría es conocer
¿Cómo podría yo hacer que tu personaje me ayudara a salvar a Jester
¿Qué le preocupa a Ash?
Con ese resultado, 8, Ash también podría hacerme una pregunta a mí, ¿no?
Todo esto suponiendo que se pueda calar a un PJ, que noe acuerdo si se puede.
Efectivamente, se puede Calar a un PJ, tal como dice el mismo movimiento:
Mientras estés interactuando con ese personaje, gasta cada punto en hacerle una pregunta al jugador que lo interpreta
Adelante entonces. Ash, también puedes hacer una pregunta a Debbie de las siguientes opciones:
Igualmente, no necesitan hacer la pregunta de una vez, puede que mientras estén interactuando se den cuenta que les interesa saber más una cosa u otro del personaje.
Fin del inciso de MC.
El fantasma se encontraba en el umbral de la cocina de la señora Paxton. A los espectros les parecían gustar esos lugares: ni dentro ni fuera. Eran apropiados para seres que no están ni vivos ni muertos. Los espíritus de los niños coreanos seguían en el salón y Ash los miraba, mientras contestaba las preguntas de la anciana.
—En ocasiones recibo visiones de cosas que me sucedieron en el pasado —dijo—. Pero son flashes, momentos inconexos. No sabría decirle a qué me dedicaba, si tenía familia o dónde vivía.
»Recuerdo el fuego que consumió mi cuerpo, y el dolor inconmensurable que pareció durar una eternidad. Recuerdo haber pensado que al menos era el fin, que por fin podría dejar de luchar y sentir y aferrarme a la vida.
El fantasma hablaba sin apenas entonación, como si estuviera hablando de algo que le sucedió a otra persona.
—Y también recuerdo a mis torturadores. Seres que me torturaron, me golpearon y me esclavizaron. Que se burlaron de mí y me vejaron. Pero todo eso sucedió después de morir.
»Creo que aún me buscan, y no sé cómo pude escapar de ellos, aunque sospecho que Vanessa tuvo algo que ver.
Pero Vanessa guardaba sus propios secretos.
Ash se quedó un momento pensando, reflexionando sobre Vanessa. Miró al suelo, de donde salía la cadena de cobre que se perdía en la distancia y que le unía a la muchacha con un lazo en apariencia irrompible.
La última pregunta hizo que Ash levantara la mirada y se fijara en la mujer.
—He venido porque usted me ha llamado —respondió el fantasma, mientras fruncía el ceño—. ¿O no lo hizo? Me pidió que le ayudara con algo, ¿no fue así? Algo que tenía que ver con su marido.
El espectro parecía confuso. ¿Lo había imaginado, quizás? En realidad, no recordaba haber llegado a la casa. Simplemente, apareció allí. ¿O no es así? ¿Cuánto tiempo llevaban los niños con él?
A Ash le preocupa que sus torturadores lo vuelvan a encontrar.
Lo de Jester te lo contestaré después ;).
Y lo que te quiero preguntar yo, lo diré más adelante en la conversación.
—Oh my...
Una de esas interjecciones a las que era tan aficionada la señora Paxton. Normalmente contenía asombro, una pizca de reprobación o una notable dosis de compasión. Esta vez, tras la descripción de los recuerdos del espectro, había horror en ella. Y decepción. Pero no lo suficiente de ambas como para detener sus preguntas.
—Y dígame, señor Ash. ¿Todas esas historias que coinciden en que los fantasmas tienen asuntos inconclusos que les impiden descansar, son vulgares patrañas? ¿O es que no recuerda qué le retiene aquí, en el mundo de los vivos?
Apretó los labios, disgustada con el resto de lo que le contaba Ash. Tomarla con ese pobre fantasma, tenerlo esclavizado y humillado. Habrase visto.
—Y esos torturadores... menudos abusones están hechos. Unos cobardes es lo que son, señor Ash. Estoy segura de que si usted recobrase la memoria podría encontrar una manera de hacerles frente, ¿no es cierto?
Paxton ponía cara de circunstancias, guardándose la mayor parte de lo que pensaba. La bandeja de galletas humeaba y llenaba la cocina de su mundano hechizo. Dejó las manoplas sobre la mesa y se masajeó los doloridos dedos
—Debe haber una forma de hacer que un alma encuentre la paz. Mi marido está en una situación muy parecida a la suya, señor Ash y pensé que lo que pueda ayudarle a usted, también podría hacerlo con él. Me pareció que, siendo un... espectro —hablaba de esos temas como si ser un fantasma fuese una profesión, no una maldición—sabría de esos asuntos.
»Igual me equivoqué — añadió con gesto de desilusión. De la desilusión que hace que la gente se abalance a ayudar a una pobre ancianita. De la que hace que un demonio intente justificarse— y es el señor Ash el que necesita ayuda.
Perdona la tardanza. No conseguía conectar. Creo que ya está mejor la cosa
Las preguntas de la señora Paxton se sucedían una tras otra y Ash no llegaba a entender bien lo que le iban diciendo. O sí lo entendía, pero no sabía cómo responder o a qué responder. Se le estaba nublando el juicio, y al fin terminó parpadeando confuso.
Después, comenzó a responder según recordaba lo que había oído.
—No sé por qué se crea un fantasma. No sé si soy el alma de la persona que era en vida o si soy un simple eco de su psique, imprimado en el telar de la existencia.
No tenía ni la menor idea de por qué había dicho eso, pero pensó que alguien, en otro tiempo, se habría reído de la frase. ¿Él mismo? ¿Si la persona que fue estuviera ahora mismo allí, se estaría burlando del fantasma confuso al que acababan de ofrecer galletas? El pensamiento hizo que se enfadara, y de su cuerpo comenzaron a caer cenizas que se desvanecieron tan pronto llegaron al suelo.
Entonces vio a los dos pequeños fantasmas, que lo observaban en silencio. Sus ojos parecían transmitir miedo o tristeza.
—Pero es posible que no sea así —dijo Ash, mientras miraba a los niños (invisibles para la señora Paxton)—, pues he visto a fantasmas pasar al Otro Lado...
...el Otro Lado. He hablado antes del Otro Lado...
—... y aunque no sé lo que hay allí, no parecieron transitar con dolor ni con miedo. Sino como alguien que por fin encuentra el camino a casa.
Se quedó callado durante un rato, hasta que el niño dejó de mirarle y después la niña cuchicheó algo al oído de su hermano.
Ash se volvió hacia la señora Paxton.
—No sé cómo hacer que un fantasma encuentre la paz. ¿Su marido es un fantasma? He visto a fantasmas ir al Otro Lado, ya se lo he dicho. Pero lo hicieron ayudados por una ceremonia, por un ritual. Un funeral como —Dudó—... un funeral de verdad. Un enterramiento, o una cremación, algo. Rodeado de sus seres queridos. Con los ritos apropiados. Cuando eso se realiza, he visto cómo el fantasma se va.
Ash pensó un momento.
—No, no lo he visto. Simplemente en un momento el fantasma está y, de repente, ya no está. Y sabes que se ha ido. Para siempre.
De nuevo el silencio, y la reflexión. ¿Existen el Cielo y el Infierno? Si existen, no se dejan ver. No al menos el Cielo.
Quizá el Cielo es otra vibración de la existencia, y del mismo modo que los vivos no pueden ver a los muertos, los muertos no pueden ver a los Bendecidos, y por eso parece que en un momento están y en el otro no.
—Aunque no sé qué sucede entonces con los demonios...
El fantasma murmuró su última frase. Y se quedo pensativo, dándole vueltas a la idea.
—¿Qué sucede con los demonios? ¿Por qué los vemos? ¿No vibran? ¿Vibran de otro modo? ¿Por qué...?
El espectro parecía sumido por completo en sus pensamientos, como si la señora Paxton no estuviera allí.
Perdón. Ash alterna momentos de relativa lucidez con otros de confusión. Y puede obsesionarse con una idea.
Si ves que no te contesto a todas las preguntas es porque me leo tu contestación pero luego no miro lo has puesto para escribir mi respuesta. Me ayuda a que todo quede muy confuso xD.
—La psique en el telar. Si, entiendo —eso dijo Paxton, pero las arrugas profundizándose en su frente decían otra cosa. No tenía ni idea de lo que quería decir el fantasma, y eso que era bastante aficionada al ocultismo barato. No contribuía a su tranquilidad que Ash dejara caer lo que parecían cenizas sobre la moqueta que si, también, se extendía al suelo de la cocina. Y al baño, ya que os lo preguntáis.
Afortunadamente el aparecido comenzó a contestar con lo que le pareció más concreción. Algo a lo que asirse. Una esperanza.
—Un funeral, pero..
— su marido había tenido uno, por supuesto, pero ¿tenía la absoluta certeza, teniendo en cuenta que había demonios involucrados de que aquella ceremonia había ocurrido como Dios manda?
Por supuesto, no se fiaba mucho del deslavazado discurso del espectro y sus balbuceos místicos. ¿Podía enloquecer un fantasma?¿O era necesario que estuviese loco antes de morir? Preguntas y enigmas que se acumulaban uno tras otro, para el inconfesable y secreto deleite de la anciana.
—Si, mi marido es un fantasma, un alma en pena o como diantres se le llame en realidad. Un pobre hombre engañado y que,en vida, fue la persona más amable, honesta y cariñosa que he conocido. Si hay alguien que se merezca la paz es él.
Pero no podía obviar los peligros que corría su hijo, seducido por esa vieja arpía alcohólica que se las daba de escritora. Así que dudaba si dedicar sus esfuerzos a una cosa o la otra y la tensión hacía que se sintiera diez años más vieja.
—Le pediría que me acompañase a la cabaña donde vi a Jester por última vez...tras su muerte. Pero no quiero importunar, seguro que tiene muchas cosas que hacer..
Disculpa la espera, estoy en un momento complicado de posteo :/
Los pensamientos de Ash deambularon por lugares ignotos durante un tiempo indeterminado, pero al fin pareció regresar al aquí y el ahora. Miró a la señora Paxton y su imagen dejó de temblar y de soltar cenizas, como si recuperara algo de consistencia.
—Señora mía, dispongo de todo el tiempo del mundo. O de ninguno en absoluto —añadió—. Sería más adecuado decir que el tiempo y los fantasmas nos respetamos e ignoramos mutuamente.
»En definitiva, no tengo nada mejor que hacer. Ni peor. No tengo nada que hacer. Podemos visitar esa cabaña, si le place.
El fantasma enunciaba sus frases con un tono neutro, y sus gestos eran en general pausados, pero no dejaba de observar a la mujer desde distintos ángulos, como si buscara alguna respuesta en su expresión, su mirada o su alma. También se podía llegar a pensar que las frases del espectro estaban rodeadas de cierta sutil ironía.
—Jester, ¿eh? —preguntó Ash, mientras le daba vueltas al nombre en su inexistente cerebro; ¿dónde había oído ese nombre antes?—. Jester —repitió, como saboreando el nombre entre sus dientes—. Y dígame, ¿quién engañó a esa persona amable, honesta y cariñosa? ¿Ya no es ni cariñosa, ni honesta ni amable?
—Entiendo —dijo mientras limpiaba unas minúsculas miguitas que habían caído sobre la mesa. Luego andó pausadamente hasta la otra punta de la cocina, donde la esperaba, goteando pacientemente, una cafetera. Parecía que hacía lo que fuera menos hablar directamente con aquel individuo del más allá. El señor Ash no tenía el encanto autosugestivo de las sesiones de ouija. Era real y había sufrido, pero era difícil ponerse en su lugar. Era difícil empatizar con experiencias tan ajenas, tan lejanas. Por supuesto, eso no arredró a la señora Paxton, que había ayudado a algunes chiques conflictives sin que el azufre o los crucifijos del revés la hubiesen intimidado en lo más minimo.
—Claro que vendrá conmigo. Así estará ocupado haciendo cosas productivas y no dándole más vueltas de lo necesario a...sus..sus asuntos. Hay que mantenerse activo y no andar deambulando sin nada que hacer. Como un fantasma.
Le gustó aquel consejo que había dado y pareció que volvía a recuperar un poco de determinación
»Mi Jester está enfadado y con razón, señor Ash. Creo que es consciente de su estado y de quienes lo han dejado así. Desconfió de mí, pensando que era un engaño de Landon y sus secuaces para torturarle. Muy típico de los demonios ir por ahí haciendo sufrir gratuitamente a la gente, llevan desde siempre haciéndolo.
Negó con fuerza y sus descolgadas mejillas temblaron de indignación.
—Alguien tiene que poner a esos diablos en su sitio de una vez por todas.
El fantasma pareció darle a las palabras de la señora Paxton una importancia notable. Asintió gravemente a su sugerencia de mantenerse activo.
—Una mente ociosa es el campo de juegos del Diablo.
Los demonios se fueron haciendo más y más presentes en la conversación y Ash sintió que algo se movía en los límites de su conciencia. Sabía que conocía a Jester. Lo había visto en la reunión del señor Jaffe, y lo había seguido, aunque no había llegado a dar con él.
—¿Qué sabe usted sobre los demonios, señora Paxton? Me interesa saberlo. Sobre ese tal Landon, para empezar.
perdón, edito porque me había dejado una frase a la mitad (la primera)
Le lanzó una penetrante mirada por encima de sus lentes al espectro y sonrió.
—Se pone usted muy dramático, pero sí, estoy de acuerdo.
Por supuesto, ésta sonrisa le duró más bien poco, sustituida por un gesto de justa indignación, al preguntarle Ash acerca de los demonios.
—No es que yo sea una entendida en esos asuntos, señor Ash. Pero, si hacemos caso a lo poco que de ellos se habla en la biblia, son ángeles caídos, espiritus impuros que normalmente no toman forma física, salvo cuando poseen momentáneamente el cuerpo de una persona o animal.
»Esto es algo que lo que podría hablarle largo y tendido Aleister, seguro que estaría encantado de compartir sus extensos conocimientos con usted.
»Pero por lo visto, estos demonios no son únicamente unos locos endemoniados, si no que son capaces de actuar con malicia y astucia.
Para la señora Paxton, contradecir las enseñanzas era un escollo difícil de salvar. Tenía sus propias teorías y creía tener una que podría explicar la naturaleza de Landon y, por extensión, del resto del triunvirato infernal de Los Ángeles, pero se resistía a ponerle voz.
—Iblis. Ese es uno de los tres que batallan entre sí por el dominio de la ciudad y el que pretende dañar a mi familia si no encuentro ese condenado pergamino. Le sirve un tal Landon, que me da la impresión que desea ese mismo pergamino para él mismo. Y si no me equivoco, ese tal Dedos de Plata y ese Frederic, buscan lo mismo.
—No esté tan segura de que el maestro Aleister quiera compartir sus conocimientos conmigo.
Los magos eran muy celosos de sus secretos. Como ocultistas, extraían su poder de lo oculto, lo velado, lo avariciosamente atesorado. Cada perla de saber, cada gota de intuición, cada pequeña revelación aprendida en solitario les ponía en ventaja ante sus múltiples enemigos.
Ash lo sabía.
Y lo sabía aunque no había tratado demasiado a ese mago en concreto.
Dejando a un lado esa intuición, que llenaba su alma (o lo que quede de ella) de un frío que le calaba hasta los inmateriales huesos, el espectro se concentró en lo que la señora Paxton le estaba revelando sobre los demonios.
—¿Iblis es uno de los tres? ¿Quiénes son los otros dos? ¿Dedos de Plata y Frederic? ¿Y a quién sirve su marido, a Landon?
Ash estaba convencido de haber oído hablar sobre todos ellos antes, pero una niebla nublaba su mente en demasiadas ocasiones, sobre todo cuando no sentía una conexión emocional con quienquiera que fuera objeto de la conversación. Era más sencillo recordar a aquellos con los que se sentía algún tipo de vínculo.
—Pero, sobre todo, ¿qué es ese pergamino? ¿Por qué lo ansían tanto?
Le lanzó una mirada de divertida incredulidad. No compartía la opinión del señor Ash respecto a Aleister. Desde aquel mismo instante un sexto sentido le dijo que el retornado era, en realidad, un chico sin mucha experiencia. Por lo menos en lo que a tratar con la gente se refería.
—Hm —exclamó. Asintió—. Puede que no quiera, claro —concedía, más por quedar bien que por estar convencida de ello.
Desde aquella cocina anclada en los setenta, la señora Paxton seguía hablando con un espectro calcinado acerca de los príncipes infernales de la costa oeste. Un halo de irrealidad, como si hubiese equivocado de medicación, invadía su cabeza en aquellos momentos. Se apoyó en la bancada de la cocina como necesitada de algo sólido de lo que fiarse.
—Si, esos nombres son. Frederic y Dedos de Plata, menudo nombre más espantoso ese último, ¿no cree, señor Ash?
Por descontado, espantoso era lo que se suponía que debía ser el nombre de un demonio, pero Debbie opinaba que ese nombre dejaba demasiados horrores a la imaginación de cada uno.
La pregunta que Ash le hizo a continuación le hizo sonreír un poco.
—Es obvio por qué lo quieren. Porque les hará mucho más poderosos. Pero Iblis no quería el pergamino cerca de sus propios compinches y sirvientes hasta que llegase el momento de usarlo. Algún aburrido acontecimiento astronómico, me imagino, señor Ash, aunque no es que yo sea una experta en rituales demoníacos.
»De cualquier modo, en las circunstancias correctas, otorgaría un gran poder a cualquiera que pudiera aprovecharlo. Por eso eligieron a mi Jester, ¿qué sabía él de idiomas perdidos ni poderes malignos?.
El fantasma escuchó con atención a la señora Paxton, aunque esto no fuera muy evidente, dado que no asentía a sus palabras ni era sencillo determinar la expresión de su quemado rostro. Pero escuchaba, pues al fin contestó a la mujer.
—Visitemos esa cabaña, señora Paxton. A ver qué podemos averiguar.
Cuando dio la impresión de que la conversación no iba a ir más allá, el espectro añadió algo.
—¿No le preocupa pensar qué pudo hacer Jester para terminar bajo el control de un patrón demoníaco? —dijo—. Algo tuvo que hacer. Tengo la certeza, aunque no sabría decirle la razón, de que uno no sirve a los demonios a menos que se haya ganado una merecida condenación, o haya llamado su atención de algún otro modo.
»¿Por qué Jester? ¿Por qué no cualquier otra alma en pena? No lo entiendo. No veo el motivo.
Ash miró a la señora Paxton, fijando en ella una mirada penetrante e inquisitiva que contrastaba con su expresión habitual, por lo general distraída. Era como si quisiera penetrar en el alma de Debbie, en busca de una respuesta.
—¿Y a usted? ¿No le preocupa saberlo?
Mi pregunta sería "¿Qué le preocupa a tu personaje que ocurra?". En realidad mi pregunta completa sería "¿Qué le preocupa a tu personaje que ocurra [con Jester]?", pero me temo que no hay una pregunta tan específica.
Pero la respuesta puede ser algo como "me preocupa que Jester se mereciera ir al infierno", "me preocupa que Jester me ocultara algo que haya hecho que le dominen los demonios" o, bueno, "me preocupa morirme e ir al infierno yo también, o mis hijos; que al fin y la cabo, Jester ya se ha ido para allá".
La señora Paxton parece ser una mujer intrépida, pero algo tiene que preocuparla.
Continúen la escena a su ritmo, estaré atenta si deciden movilizarse hacia la casita de Debbie.
—Los demonios se aprovechan también de la buena gente, señor Ash —Soltó de manera casi lapidaria, como si ella supiese de los verdaderos tejemanejes de esos espíritus malignos. Pero puede que estuviese, de una manera algo simplista, más cerca de la verdad que algunos místicos con la casa llena de libros.
—Jester siempre quiso triunfar, ganar mucho dinero, pero nunca fue un tiburón de los negocios. Era demasiado bueno para aprovecharse de los demás. Si cayó en las garras de Landon y los suyos, fue porque le engañaron.
Los ojillos de la anciana miraron a través del rostro ennegrecido de Ash. Recordaba que, en los últimos años, la suerte había dejado de ser esquiva con Jester. Había firmado contratos muy lucrativos, sospechosamente lucrativos, y los viajes, convenciones y congresos a los que asistía su ya no tan difunto marido tenían un tufillo extraño.
Pero ella ya había tomado cartas en el asunto, por supuesto. Al fallecer Jester, había pasado toda —casi toda —esa información al nuevo CEO de la Hudson Pacific, ese joven tan agradable llamado Chris.
Nunca quiso creer que Jester hubiese estado involucrado conscientemente en asuntos sórdidos, pero si había algo que la veterana jugadora de bridge no era, era ingenua.
—Y si Jester hizo algo que no debió hacer, lo averiguaremos.
Agarró su bolso, rebuscando en el unas llaves y salió de la cocina, hacia la puerta del garaje.
Si el espectro estaba de acuerdo con la afirmación de la señora Paxton sobre cómo los demonios se aprovechaban también de la buena gente, no hizo ningún gesto externo que lo corroborara. En su interior, Ash sospechaba que un demonio no podía llegar a afectar a alguien del todo inocente, pero ¿existía alguien así en el mundo? El espectro miró a los fantasmas de los dos niños que lo acompañaban ahora, y pensó que siempre había grados de maldad, y que incluso aquellos casi completamente puros podían sufrir por las maquinaciones de los demonios o por la simple maldad humana.
Ash intuía que Paxton no estaba del todo segura de que su Jester fuera totalmente inocente. Pero lo cierto es que la señora estaba más que dispuesta a averiguarlo, y a hacer algo al respecto. No se podía negar que era una mujer con coraje.
Sin hacer ruido, el fantasma siguió a la mujer hacia el garaje.
Entiendo que nos vamos a la cabaña esa ;). No sé si seguimos en este tema o en otro.
Escena Cerrada.