El fantasma no respondió a las palabras de Jaffe. Simplemente observó como el hombre regresaba hasta el coche donde se encontraba la hija de Aleister. No era mala idea que alguien se quedara con ella, así que simplemente se dio la vuelta e, invisible, se agachó por debajo del cordón policial, esquivó a los presentes y se adentró en el teatro.
La visión del interior era dantesca. Era la escena de una batalla, similar a la que había tenido lugar en la tienda de antigüedades. Y los restos humanos desperdigados por doquier atestiguaban la masacre que había acontecido.
Impertérrito ante la escena, el fantasma comenzó a andar entre los escombros, acercándose uno tras otro a los cuerpos, tratando de determinar si en alguno de ellos aún había un hálito de vida.
Examino los cuerpos, a ver si veo a alguno que pueda estar aun vivo.
—Cof, cof,... puf—el esputo sabía a humo y la tos del viejo sonaba a cascada mientras deambulaba por el teatro.
Mentiría si dijera que le importaban una mierda los cadáveres que se esparcían por el suelo. ¿Eran todos chinos, verdad? ¿O coreanos? ¿Qué le importaban a Aleister unos coreanos? Hacía muy poco tiempo que casi convierten a Ekon y a sus compañeros en un colador y aquí se mostraba la magnificencia del espíritu humano, corriendo para ver si volvía a tropezar dos veces con las mismas balas.
Caminaba con cuidado amparado en las sombras y tratando de estirar el mayor tiempo posible aquella capa oscura que lo cubría, siguiendo con atención la dirección que le marcaba la escama. Sintió en el lugar un impulso frío que llegaba, cuando una vaharada blanca salió de su boca, y aunque esperaba que fuera producto de la presencia de Ash no paró de mirar a un lado y a otro para no ser pillado desprevenido.
Así que lo mejor para no ser pillado desprevenido no era otra cosa que la contraria, pillar desprevenido a quién estuviera allí. Y qué mejor forma que con fuegos de artificio. Golpeó varias veces el bastón contra el suelo liberando su poder hasta que de los ojos de la serpiente brotaron dos luminosos rayos amarillos. En ese momento también brotó la misma luz de los ojos del mago que entonces habló en voz alta y gutural a quién fuera que estuviera allí, ya fuera aquella señora más muerta que viva, un cazador rezagado o el mismísimo dragón.
—Muéstrate, Yeouiju... En este mundo solitario no vas a conseguir nada sólo. No voy quitarte tu orbe, siempre y cuando negociemos un precio justo.
Lo que sí pudieron ver todos fue como alrededor del viejo ahora siseaba el serpenteante cuerpo de una anaconda gigante que ocupaba gran parte del patio de butacas.
Motivo: Liberar mi poder
Tirada: 2d6
Dificultad: 7+
Resultado: 9(+2)=11 (Exito) [3, 6]
Voy a liberar mi poder.
Como saco +10 voy a elegir "Impresionar a mi oponente"
¡Vamos a darle caña a este nuevo comienzo! :D
Al tiempo que volvía sobre sus pasos, Percival vio como muchos de los curiosos sacaban sus móviles para grabar lo que estaba ocurriendo. En pocos minutos, TikTok estaría lleno de videos mostrando el caos de la escena, algunos incluso grabando al policía que daba gritos desesperados.
Llegando al coche, vio que la joven King se había bajado y se encontraba recostada al puesto del conductor. Julie también revisaba su móvil, haciéndose un par de selfies, y luego puso aparte el teléfono, con cierto hastío. Sacó un cigarrillo de su chaqueta, y chasqueando los dedos, hizo aparecer una pequeña llama entre las puntas del índice y el pulgar, con la que prendió el pitillo. Fue entonces cuando notó la cercanía del señor Jaffe, y de inmediato sacudió la mano, escondiéndola detrás de la espalda. -Mierda... No le vaya a contar a Aleister, por favor...- Dijo nerviosa, mirando a todos lados por si su padre se encontraba cerca.
Percival, ¿hay imágenes tuyas y/o de tus hazañas en internet? ¿Podría alguien reconocerte?
Ash se acercó a donde algunos cuerpos permanecían inmóviles, sin poder definir si estaban muertos o solo inconscientes. Sus ojos abiertos al velo entre lo mortal y el más allá le permitía ver lo que Aleister no podía ver: niños traslúcidos que se mantenían sentados, al parecer confundidos. Algunos parecían buscar algo a sus lados, y la palabra "ohma" se escuchaba de forma repetida. El fantasma pudo contar al menos una docena...
Vio entonces como un joven con gafas oscuras se acercaba a donde una mujer que, sentada en el suelo, acunaba a una niña. El joven se agachó junto a ellas, y susurró unas palabras que sonaron cantarinas, dulces. De sus labios surgió una luz verdosa, que como líneas en un papel se dibujaron en el aire, y envolvieron el cuerpo de la niña. Sus heridas se fueron cerrando, y la pequeña abrió los ojos. -¿Ohma?- Murmuró, y la madre soltó un gemido de sorpresa y alegría, abrazando a su hija.
Fue entonces cuando la forma de Aleister se manifestó, haciendo que la atención de todos los presentes, vivos y muertos, se fijasen en él. La tétrica figura de la mujer se quedó quieta, antes de alejarse de allí, traspasando una pared. El joven de los lentes se puso en pie, y dio unos pasos hacia el mago. -Yeouiju... No había escuchado esa palabra en mucho tiempo.- Comenzó a caminar, sin acercarse ni alejarse de Aleister, más bien como si quisiera verlo desde todas las perspectivas, girando a su alrededor. -¿Qué buscas, arcano?- De pronto el joven se detuvo, y sus cejas se alzaron con sorpresa. -Waaaaaait! Tiiiiiio, ¡eres Aleister fucking King!- El chico dio un paso hacia adelante, pero el aspecto del mago no era precisamente uno invitador a acercarse. -Joder, soy tu fan, tío. Que puta locura, ¿eh? Sabía que lo tuyo no era falso, joder. ¿Nos hacemos una selfie?-
Ash, ¿qué diferencia a los espíritus asiáticos de los fantasmas occidentales? ¿Como afecta a nivel espiritual la religión que pudiera profesar alguien al morir?
Aleister, ¿la magia es hereditaria o debe aprenderse de libros y pergaminos aunque se tengan ancestros mágicos? ¿Qué elementos hacen a una persona afín a la magia?
¿Qué hacéis?
Percival se detuvo en seco al ver el gesto de Julie. ¿Sabe magia como su padre o se trata de algo peor?
—Créame señorita King que nada me apetece menos en este momento que comunicarle a su progenitor lo que acabo de ver —dijo con voz neutra—. No creo que sea ni el momento ni el lugar. Ni mucho menos un asunto de mi incumbencia. Lo que sí le aconsejo —se acercó más a la chica y ocultó su boca como los entrenadores de fúbol—, es que no haga alardes vanos delante de tanta gente. Debe de haber decenas de móviles grabando y usted es alguien famosa, ¿me equivoco?
El veterano no seguía de cerca la trayectoria de la señorita King. Sus películas favoritas tenían todas veinte años o más y tampoco es que hubiera tenido tiempo de ver cine o televisión. Pertenecer al clan Jaffe significaba mantener un perfil bajo para que nada ni nadie pudiera meterse en sus asuntos.
—Ah, tampoco debería fumar. Es malo para la salud, en general. Podría arruinar sus dientes y su cutis mucho antes incluso de que le afecte a los pulmones u otros órganos internos.
Terminado su sermón, se sentó en el capó de su coche. Sin perder de vista a la chica ni la evolución de la escena.
Espero que no XD
Aleister sentía el rastro de la magia circulando por su cuerpo, electrizando todos sus vellos y ramificándose con cosquilleantes burbujas de energía. Sonreía satisfecho por el espectáculo aunque al ver salir de entre las butacas a aquel jovenzuelo enarcó una ceja. No obstante el gesto que hizo al arrodillarse ante la mujer le hizo enarcar las dos por la sorpresa.
Tras los círculos dibujados por la falsa serpiente pudo comprobar como la mujer desaparecía de allí pero el jovenzuelo que había devuelto la vitalidad a la niña se quedó mirando al mago que escudriñó los ojos del joven tras las gafas tratando de elucubrar si tras los anteojos se encontraba el dragón que buscaban.
Muchos eran los que acudían a Aleister en busca de conocimientos arcanos, y todos ellos encontraban en el viejo las mismas palabras. "Hace falta cierta predisposición para iniciarse en los senderos de la magia, y una mano amiga metida en ella siempre ayuda, pero nadie llega a dominarlo si no es a base de esfuerzo personal, dolor y latinajos". Y aquel chico no parecía controlar ninguna de aquellas cosas.
Golpeó el suelo con el bastón y toda la ilusión se transformó en uno humo verdoso que parecía volver hacia el bastón del mago como si lo estuviera engullendo un sumidero. Una vez desaparecido todo rastro de la serpiente, más allá de la forma de su propio bastón, sonrió con ironía y se acercó al muchacho.
—Claro joven. Dentro de poco haré mi truco final y desapareceré para siempre en una isla paradisíaca. Así que aprovecha. ¿Tú de dónde diablos has salido? ¿Y que ha pasado aquí? ¿Estabas antes del incidente?
La docena de pequeños fantasmas de los niños recién muertos permanecían sentados, confusos. Habían sufrido una muerte repentina y aún no eran del todo conscientes de ello. Los siguientes momentos serían determinantes.
—Niños —dijo Ash, tratando de llamar su atención, pero sin asustarlos. Algo difícil de conseguir con su apariencia horrible y su voz quebrada. Pero debía intentarlo. No sentía que fuera correcto dejarlos solos y asustados—. Venid conmigo. No os asustéis, yo os ayudaré.
Se agachó, poniéndose en cuclillas y abrió sus brazos, asintiendo y moviendo las manos para animar a los jóvenes espíritus a acercarse a él.
Les interrumpió la exhibición de poder de Aleister, que llamó la atención de todos los presentes. Pero la aparición del extraño joven y el inicio de su conversación con el mago hizo que redoblara sus esfuerzos para atraer hacia sí a los fantasmas de los niños.
No hay diferencia entre espíritus asiáticos y occidentales; todos son espíritus humanos.
La religión, en cambio, sí tiene efecto en el destino de la persona al morir. Los ritos funerarios de cada religión llevan al espíritu de cada persona hasta el ultramundo al que deben llegar.
De hecho, los funerales realizados de forma adecuada tienen también la función de que el espíritu no se quede en el mundo en forma de fantasma. Las personas que acaban de morir aquí lo han hecho de modo traumático y estarán en shock; son candidatos a quedarse aquí, transformados en espíritus errantes.
Lo lógico es que los muertos fueran enterrados con los ritos de su religión y que eso les llevara hasta el Otro Mundo que les esté reservado. En ocasiones los espíritus de sus familiares pueden venir a ayudarlos en el tránsito. Algunos pueden estar confusos, asustados y no entender lo que está sucediendo. Es por eso que Ash trata de tranquilizarlos.
La chica volvió a recostarse contra la puerta del coche, haciendo caso omiso a la recomendación sobre fumar, pero sin intentar de nuevo el truco. La punta de sus dedos estaban levemente ennegrecidos, al parecer aún se encontraba aprendiendo aquella habilidad y no la controlaba por completo.
-Famosa. Claro.- Julie resopló, y el humo salió por su nariz. Miró hacia las personas que les rodeaban, como buscando si efectivamente había alguna cámara apuntando en su dirección. Luego de un minuto de silencio, se encaró hacia Percival. -¿Sabe qué me molesta? Que nunca me lo preguntó. Yo podría haber sido su asistente, ¿no? Momentos mágicos padre-hija, no sé. Podríamos haber compartido... algo. Más que sólo algunos momentos felices, algún fin de semana juntos, interrumpidos por las horas que tenía que estar en el set de grabación.-
Se volvió a llevar el cigarrillo a la boca, y su mirada se perdió en la punta incandescente. -Ahora es mi turno, y tendrá que esperar que yo tenga tiempo para él...- Dejó escapar, casi un pensamiento pronunciado sin intención. -¿Tiene hijos, señor Jaffe?-
Varios de los niños alzaron sus cabezas en dirección a Ash en el momento en que escucharon sus palabras, aunque lo que ocurría entre Aleister y el desconocido también les distraía un poco, confundiendolos más. Pero al menos parecía que le habían escuchado, ¿se acercarían a él a pesar de su apariencia?
El asiático se relajó al ver como el mago hacia desaparecer la ilusión, atreviéndose a dar otro paso. -Ese truco ha molado un montón. Muy intimidante, tío.- Metió la mano en su bolsillo e hizo un gesto de sacar algo, pero pareció pensarse la acción un momento. -Voy a sacar el móvil, ¿eh?- Aclaró, y volvió a repetir la acción, sacando un teléfono último modelo, con carácteres coreanos en la parte de atrás. -Estoy apenas llegando, no vi lo que pasó. Soy Dak-Ho, por cierto. Futura estrella de esta ciudad, ya verás. Igual te conviene esta selfie, tío, te darán mucha pasta por ella.-
Al llegar junto a Aleister le pasó el brazo sobre los hombros y extendió el otro con el móvil, de manera que ambos podían verse en el reflejo de la cámara frontal. El chico inclinó la cabeza y tras las gafas oscuras el arcano pudo ver un par de ojos refulgentes. La enloquecida escama salió de su bolsillo disparada, adhiriéndose al cuello de Dak-Ho. -¡Di Yeouiju!-
Ash, hazme una tirada de Convencer a un Personaje No Jugador. En este caso estarías usando promesas ("ellos estarán bien si van contigo").
Aleister, has encontrado al dueño de la escama...
¿Qué hacéis?
Motivo: Convencer a un personaje
Tirada: 2d6
Dificultad: 7+
Resultado: 6 (Fracaso) [5, 1]
Fracaso. Qué extraño, ¿por qué no se habrán fiado del señor de la cara derretida?
El rostro de Aleister seguía siendo una mueca sarcástica con una ceja totalmente curvada. La sonrisa irónica típica del mago a media asta y el bastón fuertemente apresado por la empuñadura en una mano y apoyado contra el suelo. Su cuerpo se tensó cuando se echó la mano al bolsillo aunque francamente no esperaba que fuera un cazador.
Fuera lo que fuera había venido a buscarlo así que le hizo un gesto para que se acercara y aceptó su destino.
—¿Una futura estrella? ¿Te dedicas a dar conciertos o a la demolición de edificios? —alegó con sarcasmo —Yo no quiero pasta joven, yo quiero respuestas que me permitan retirarme tranquilo... y algo me dice que tú me las vas a dar.
Se puso junto al joven al punto de ver como la escama pasaba de su mano a desparecer engullida por la piel del cuello del joven. Suspiró, posó en la foto del chico y luego le dijo con sumo interés.
—¿Y tú de donde vienes? ¿No te gustaría participar en mi próximo programa? Tengo aún que cerrar algunos contenidos y podría hacerte un hueco.
—No, no tengo hijos, señorita King —respondió Percival con una sonrisa. Lo cierto es que nunca había tenido instinto paternal ni creía sensato traer niños a un mundo tan al borde de la destrucción. Este era un pensamiento implantado por su familia que a pesar de su extraño oficio había vivido/sufrido la era hippie, como la práctica totalidad de la Costa Oeste estadounidense—. Pero algo sé sobre abandono y ausencias... No se torture, en todo caso debería ser su padre quien sufriera por ello, y créame, a la larga lo sufrirá.
»Ese... poder que su padre y usted parecen compartir les da una perspectiva distorsionada de la realidad y, sobre todo, del tiempo. Uno llega a olvidar que es humano y, por tanto, mortal hasta el punto que, o se obsesiona con prolongar su existencia en este planeta y se convierte en un monstruo, o se enmaraña tanto con los estudios arcanos que se le pasa la vida y ¡plam!, al otro barrio sin tan siquiera haber terminado la colección de sellos.
Personalmente a Percival le gustaban más los magos que se hacían viejecitos, chocheaban y se tiraban pedos mágicos que los primeros. Por norma general a estos había que cazarlos y abonar con ellos el campo, restableciendo así el equilibrio de la Pachamama. Maldita educación hippie...
—Lo importante es que no haga nada por despecho. Es un pésimo combustible, no sé si me entiende. Le sube las revoluciones al máximo y su coche tira como un bólido en Indianápolis; pero más pronto que tarde le dejará el motor destrozado —hizo una pausa: no estaba muy contento con el símil automovilístico—. ¿Me pasa el cigarrillo?
Si Julie le da el cigarrillo, Percival lo tira al suelo y lo pisa.
Dak-Ho se rió a las palabras del mago. -Venga, ¿demoliciones? Nah.- Negó varias veces. -Conciertos, tal vez. Películas. Come on, tío, estamos en Hollywood y los sueños son posibles aquí, ¿no? Hasta Terminator fue gobernador de California. Lo quiero todo...- Aleister podría reconocer la chispa de la ambición en las palabras y gestos del joven coreano, quizás incluso reconocerse en las mismas. Después de un par de palmadas, Dak-Ho se separó de Aleister. -Tío, en serio me encantó conocerte, pero toca salir de aquí.- Sonidos del exterior daban a entender que las ambulancias habían llegado finalmente y estaban por ingresar al lugar.
-¿Tomamos un café un día de estos?- Dijo, sacando una tarjeta roja con letras en dorado que lanzó hacia el mago. Luego hizo un gesto con la mano, como si sostuviera un móvil contra su oído y movió los labios sin hacer sonido. "Llámame", pareció decir.
Ash, por otra parte, estaba concentrado en llamar la atención de los niños, los cuales le miraban con ojos temerosos. Antes de darse cuenta, el espectro se vio rodeado por media docena de niños traslúcidos, que empezaban a tirar de sus ropas y a aferrarse a él como si se tratara de un barco salvavidas.
-Ayudame...-
-Protegeme, por favor...-
-¿Dónde está mamá? ¿Y Billy? ¿Usted sabe?-
Cacofonia de voces, tanto en inglés como en coreano, que dejaban aturdido al fantasma, todos aquellos niños queriendo tener su atención.
Aleister, Dak-Ho no ha cerrado la puerta a conversar, pero parece tener prisa en ese momento. Sin embargo, tienes su número y puedes concretar una reunión más adelante con él. ¿O deseas seguirle? ¿Qué haces?
Ash, no siempre un fracaso significa que fallas. Pero a veces preferirías haber fallado, ¿no? Te has ganado un pequeño grupito de niños coreanos que no dejarán a Ash ni a sol ni sombra hasta que consiga la manera de enviarlos a otra parte.
¿Que hacen?
Ojo, vamos a tratar de ir cerrando aquí y así poder continuar con el día siguiente. Sin embargo, si hay alguna otra cosa que quieran hacer antes de acabar la noche, avisen y veré qué hacer.
-Es señora. Señora King-Mulligan. Pero Rowy dice que presentarme como mujer casada reduciría mis oportunidades en el medio. Y de coches entiendo lo suficiente para saber cómo encenderlo o apagarlo.- Julie le entregó el cigarrillo al hombre, aunque soltó un bufido cuando vio como Percival aplastaba el cigarrillo. -Joder, si aún estaba a medias.- Se quejó, pero no sacó un nuevo cigarrillo, sino que se cruzó de brazos frente al capó.
Su mirada continuaba sobre algún punto más allá del cordón policial, y pronto notaron más movimiento hacia el interior del teatro. La chica tamborileó sobre la superficie del coche con sus uñas. -Se está tardando. ¿Y que demonios tiene que hacer aquí en todo caso? Ni que fuera un superhéroe o algo así.- La espera no parecía estar sentando bien a la chica, se le notaba muy inquieta. De nuevo sacó el móvil. -Voy a llamarlo y si no atiende me iré. Me da igual que esté invisible, en otro plano de existencia o lo que sea. No tengo tiempo para hacer de niñera de un viejo chocho.-
La mirada atenta del veterano captó en un instante como el policía que había estado gritando, sacó en ese momento un arma con el cual apuntó a sus compañeros. La escena se tensó de inmediato, muchos de los que estaban alrededor se escondieron o salieron huyendo, creando una distracción que el señor Jaffe podría usar si le interesaba averiguar dónde estaban los otros dos "compañeros".
Percival, no puedes estar seguro si tus palabras calaron en la mente de la joven King. De momento parece que la chica está decidida a irse si nada se lo impide, lo que les dejaría sin transporte de vuelta a casa. Por otro lado, se está dando la oportunidad perfecta de colarse en el teatro sin ser percibido.
¿Qué haces?
Igual que con tus compañeros, la idea es ir intentando cerrar la escena, pero si tienes alguna idea en particular, adelante.
—Ya veo...
A Percival la hija del mago le estaba resultando un tanto estomagante, casi tanto como su padre. Parecía una mujer frívola o atormentada por falsos dilemas, que arrastraba algunos traumas infantiles sin resolver (quien no teniendo ese progenitor) y con un deseo pueril por convertir a Aleister en la fuente de todos sus problemas.
Lo que realmente llamaba la atención del veterano era la actitud del policía: eso de encañonar a los compañeros no es algo que enseñen en la academia y constituía un giro peligroso de los acontecimientos.
Si bien se había creado la oportunidad perfecta para ir tras sus compañeros, Percival decidió que sería más prudente quedarse allí fuera. Aunque tal vez prudente no fuera la palabra exacta.
—Señora King-Mulligan, ¿sería tan amable de entrar al coche? La situación aquí está lejos de estar controlada. Más bien lo contrario. Ese policía está perdiendo por completo el control.
Pues me quedo fuera con la petarda esta. No me voy a entrometer entre un poli traumatizado y sus pistola, así que, salvo que corramos peligro, me quedo al margen del asunto; aunque sin perder de vista al policía.
Los fantasmas de los niños se agolpaban a su alrededor, asustados, confusos y, en algunos casos, hablando un idioma que ni siquiera conocía. Aunque él había dado el primer paso, agachándose y llamándolos, ahora sentía una pequeña sensación de pánico, la necesidad de huir y no hacerse cargo de los espíritus que se arremolinaban a su alrededor, en busca de consuelo, guía y certeza.
Se sobrepuso a la sensación lo mejor que pudo. En un primer momento, simplemente abrazó a los recién creados espectros. ¿Este era el destino de todos los seres humanos? ¿Convertirse en pálidos y temblorosos reflejos de lo que fueron en vida? ¿Vagar perdidos por un mundo paralelo al de los vivos, sin rumbo ni esperanza? No podía ser. No, pues entonces todo el planeta estaría lleno de los fantasmas de las innumerables generaciones de seres humanos que lo habían habitado a lo largo de los milenios.
Mantuvo el abrazo a medida que más y más niños se acercaban a él. Los espíritus se acercaban a Ash mientras el fantasma, que no podía llorar ni sentir un nudo en el estómago, observaba sus cadáveres. Cuerpos mutilados en posturas imposibles, rodeados de sangre y, en ocasiones, sin ni siquiera una herida aparente. Muertos, de forma injusta, cruel y definitiva.
—Venid, vayámonos de aquí. En pie, vamos.
Se levantó y, ayudado por los fantasmas que mostraban una mayor entereza, llevó al grupo fuera, lejos de una visión que era más terrible para él mismo que para los propios niños, aún confusos y aturdidos. Aun no conscientes de que su vida había acabado.
Un plan comenzó a rondar la cabeza del espectro. Los niños serían enterrados, de eso no cabía duda. Incinerados, tal vez. En cualquier caso, se oficiarían ceremonias fúnebres. Si llevaba a cada niño a su funeral, puede que el fantasma se marchara. De algo tenían que servir los funerales. Intuía que debían servir para algo. Y aunque no tuviera la certeza, era lo único que se le ocurría en estos momentos.
Pues lo dicho, me llevo a los niños fantasma. La idea es ir de entierro en entierro a ver si se los lleva un rayo de luz o vienen sus ancestros o algo así.
Por cierto, no lo había dicho, pero yo la muerte de niños o que les hagan daño, incluso en la ficción, lo llevo mal. Soy de corazón blandito. Lo comento por si podemos no incidir demasiado en este aspecto concreto en el futuro.
Pozos de ambición. Eso era lo que Aleister leía en los ojos del dragón, no un dragón cualquiera sino El Dragón. Dak-Ho. Ya podían darle por culo al calzonazos de Frederik ahora que había perdido a su ratita Lana. Podían darle por culo a Landon y el cabrón de Iblis. Los putos demonios hacían mucho ruido y tenían pocas nueces. Tal vez los oráculos de la ciudad en vez de echarse a temblar se estuvieran riendo de sus pataletas viendo en el futuro la llegada del ungido Yeouiju.
Lo miró ceñudo pero expectante leyendo en sus gestos que la admiración con la que se dirigía a él era más que verdadera. "Lo quiero todo" ¿Dónde había escuchado Aleister eso? En su puta cabeza, claro, millones de veces desde su juventud. Y por una extraña razón esa frase largo tiempo silenciada por el gris paso de una vida anodina abogada a no sobresalir de un orden establecido parecía a punto de cambiar.
—Bienvenido a la tierra del celuloide, el material con el que se fabrican los sueños —dijo el mago con una gran carga de sarcasmo en la voz.
Con un gesto de la mano apresó la tarjeta lanzada entre el dedo índice y el corazón y la observó con curiosidad pasando los dedos sobre las letras doradas al tiempo que arqueaba una ceja. Luego levantó la mirada y asintió a la pregunta del joven antes de volver a mirar la tarjeta para a continuación guardarla en el bolsillo interior de su chaqueta.
Miró a su alrededor viendo el desastre, sin reparar demasiado en los trozos de cuerpos mutilados que sobresalían por algunos de los cascotes y tras darse un par de toquecitos en el bolsillo y alisarse los pliegues de la chaqueta se dispuso a salir por el mismo sitio por el que entró. En cuanto escuchó las alarmas y la algarabía que se desarrollaba tras la puerta golpeó dos veces el suelo con el bastón para que empezaran a enmarañarse las sombras del suelo hasta formar un remolino de sombras que poco a poco fueron subiendo por el bastón, y del bastón se extendieron al brazo hasta cubrir por completo al mago que salió por la puerta, totalmente cubierto, en dirección al coche donde lo estarían esperando el resto de acompañantes incluida su hija.
Utilizo 1 punto de mi canalización para usar nuevamente la capa de sombras.
De camino al coche puedo ojear un poco lo que está pasando.
Aleister y Ash, cada uno a su manera, dejaban atrás los destrozos del teatro para entrar a otro tipo de caos, uno que solo los vivos traían. En el exterior, personas habían comenzado a alejarse de aquel lugar, algunos corriendo, otros escondiéndose detrás de los coches. Pudieron ver que el causante de aquel alboroto era el mismo agente de policía que había intentando entrar al teatro cuando ellos llegaban.
Por su parte, Percival había llamado la atención de la distraída Julie, quien al ver lo que estaba pasando pareció de nuevo una niña nerviosa y de inmediato obedeció, colocándose tras el volante. No podía ver al mago ni al fantasma, complicando la decisión sobre si debían salir o esperar por ellos.
Los compañeros policías rodeaban al oficial Chow, quien apuntaba a cualquiera que se moviera hacia él o que hiciera algún gesto que le indicara si iban a por sus propias armas.
-Chow, baja el arma.-
-Tengo que verlos. Tengo que..-
-Necesitas calmarte-- -¡¿Calmarme!? ¡Mis hijos están allí adentro y no me dejáis verlos! ¡Moveos de mi camino o... O...-
-¿O qué? ¿Vas a dispararnos? Eso no va a cambiar nada, no va a...-
-¡¡CALLATE!!-
En el caos resonó un disparo, y por unos segundos infinitos, hubo silencio...